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Full text of "El descubrimiento del oceano Pacifico y la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística; reseña, discursos y documentos relacionados con la solemne sesion verificada en honor de Vasco Nuñez de Balboa, el 25 de septiembre de 1913"

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DEL 


OCÉANO    PACIFICO 

Y  LA 

SOCIEDAD  MEXICANA 
DE  geografía  y  ESTADÍSTICA 


RESENA 

DISCURSOS  Y  DOCUMENTOS  RELACIONADOS 
CON  LA  SOLEMNE  SESIÓN  VERIFICADA  EN  HONOR 

DE 

VASCO  NUÑEZ  DE  BALBOA 

EL    25  DE  SEPTIEMBRE  DE  1913 


MÉXICO 

Imprenta  y  Fototipia  de  la  Secretaría  de  Fomento 

1913 


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EL  DESCUBRIMIEMfD  ;..  ..:: 

DEL 

OCÉANO    PACIFICO 

Y  LA 

SOCIEDAD  MEXICANA 
DE  geografía  y  ESTADÍSTICA 


RESENA 

DISCURSOS  Y  DOCUMENTOS   RELACIONADOS 
CON  LA  SOLEMNE  SESIÓN  VERIFICADA  EN  HONOR 

DE 

VASCO  NUÑEZ  DE  BALBOA 

EL    25  DE  SEPTIEMBRE  DE   1913 


MLXICO 

Imprenta  y  Fototipia  de  la  Secretaría  de  Fomento 
1913 


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EL  ICIUITO  lEL  mi  PMICD 

Y  LA  SOCIEDAD  MEXICANA  DE  GEOGRAFÍA  Y  ESTADÍSTICA 


por  el  Profesor  ALBERTO   M.  CARREÑO 

Prinier  Secretario 


Entre  los  acontecimientos  geográficos  de  mayor  importancia 
que  han  ocurrido  en  todos  los  tiempos,  dos  hay  que  sobresalen, 
sin  duda  alguna,  de  los  demás:  el  descubrimiento  hecho  por  Co- 
lón que  produjo  un  nuevo  mundo,  y  el  descubrimiento  de  Vasco 
Núñez  de  Balboa,  que  no  es  hipérbole  asegurar  que  dotó  a  la  tie- 
rra de  un  nuevo  mar,  el  mayor  de  los  mares  conocidos. 

Por  tanto,  no  era  posible  que  México  dejara  de  celebrar  el 
cuarto  centenario  de  este  último  descubrimiento,  y  menos  to- 
davía que  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  que, 
por  su  antigüedad,  es  la  tercera  de  su  género  en  el  mundo,  no  con- 
memorara debidamente  tal  aniversario.  Esto  explica  que  desde  el 
mes  de  Marzo  próximo  pasado  los  Sres.  Lie.  D.  Joaquín  D.  Casa- 
sus.  Vicepresidente  de  la  Sociedad  y  D.  Telesforo  García,  si  espa- 
ñol de  origen,  mexicano  por  su  afecto  a  esta  tierra  que  en  otro 
tiempo  fuera  la  Nueva  España,  dieran  los  primeros  pasos  encami- 
nados a  la  celebración  del  cuarto  centenario  del  descubrimiento 
del  mar  Pacífico,  y  esos  pasos  tuvieron  por  objeto  obtener  del  Go- 


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bierno  Federal,  por  conducto  de  la  Secretaría  de  Fomento,  de 
quien  depende  de  modo  directo  nuestra  Sociedad,  que  prestara 
todo  su  concurso  moral  y  material  a  fin  de  que  la  festividad  que 
se  hiciera  alcanzara  un  brillo  extraordinario. 

El  Sr.  Ing.  D.  Alberto  Robles  Gil,  que  a  la  sazón  era  el  Mi- 
nistro de  Fomento,  acogió  con  agrado  aquella  idea  y  ofreció  su 
ayuda ;  pero  más  tarde  cupo  la  satisfacción  al  socio  Sr.  T>.  Enri- 
que Santibáñez,  de  ser  el  iniciador  de  que  el  aniversario  se  con- 
memorara por  medio  de  una  sesión  solemne. 

En  efecto,  en  la  sesión  verificada  el  17  de  Julio  del  presente 
año,  el  Sr.  Santibáñez  formuló  una  proposición  encaminada  al 
ñn  de  que  el  día  25  del  mes  de  Septiembre  de  1913,  la  Sociedad 
Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  celebrara  una  sesión  espe- 
cialmente consagrada  a  recordar  aquel  interesante  hecho  histó- 
rico-geográfico. 

La  iniciativa  alcanzó,  como  era  de  esperarse  una  acogida  favo- 
rable, y  el  Sr.  D.  Telesforo  García  y  yo,  apoyamos  con  todo  calor 
dicha  iniciativa,  que  con  entusiasmo  fué  aprobada. 

Era  necesario  entonces,  pensar  en  la  forma  y  manera  en  que  la 
solemnidad  debería  verificarse;  a  este  fin  se  nombró  una  comisión 
que  se  encargara  de  presentar  un  proyecto  de  programa  al  cual 
habría  de  sujetarse  aquélla;  y  la  comisión  quedó  integrada  por 
el  señor  Magistrado  D.  Francisco  Belmar,  Secretario  Perpe- 
tuo de  la  Sociedad,  por  el  mismo  iniciador,  Sr.  Santibáñez  y 
por  mí. 

La  comisión  comenzó  entonces  a  discutir  los  temas  que  deberían 
tratarse  en  la  velada,  quiénes  podrían  ser  los  oradores  y  al 
efecto  convino  en  que  se  desarrollaran  tres  temas  distintos. 
El  primero  tendría  por  objeto  la  Geografía  Económica  de  las 
naciones  bañadas  por  el  Pacífico ;  el  segundo,  la  Geografía  Fí- 
sica de  aquel  Océano  y  el  tercero  la  narración  de  los  hechos 
más  culminantes  llevados  a  término  por  los  navegantes  y  pilotos 
de  aquellos  días,  por  extremo  memorables  para  la  geografía, 
consagrando,  como  era  natural,  un  especial  recuerdo  a  Núñez 
de  Balboa. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA 


La  comisión  creyó  que  podría  encargarse  a  alguno  de  nuestros 
más  distinguidos  poetas,  el  cantar  aquellos  hechos  dignos  de 
loa;  y  como  el  Sr.  Santibáñez  se  manifestó  dispuesto  a  tomar 
a  su  cargo  uno  de  los  temas  acordados,  la  comisión  juzgó  que 
podrían  encomendarse  los  otros  dos  a  los  Sres.  Lie.  D.  Ezequiel 
A.  Ohávez  y  Telesforo  García,  respectivamente,  y  la  poesía  al 
señor  doctor  D.  Enrique  González  Martínez. 

Este  primer  proyecto  de  programa  fué  sometido  a  la  Sociedad 
Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  en  su  sesión  celebrada 
en  24  de  Julio;  y  entonces  el  Sr.  D.  Telesforo  García  propuso 
que  se  adicionara  con  un  número  más,  que  habría  de  asignarse 
al  Sr.  D.  Gonzalo  de  Murga,  quien  podría  hablar  acerca  del  Canal 
de  Panamá,  tanto  por  haber  sido  descubierto  el  Pacífico  desde 
Panamá,  como  por  el  hecho  significativo  de  que  cuatrocientos  anos 
después  de  su  descubrimiento  está  a  punto  de  unirse  con  el  mar 
Caribe  y  con  el  Atlántico.^ 

La  comisión  acogió  de  buen  grado  las  ideas  del  Sr.  García,  y, 
en  consecuencia,  la  Sociedad  aprobó  el  nombramiento  de  los 
cinco  oradores  indicados  antes,  que  aceptaron  gustosos,  como 
era  de  esperarse,  la  invitación  que  se  les  hizo  para  que  tomaran 
participación  directa  en  la  ceremonia  proyectada. 

Había,  sin  embargo,  necesidad  de  combinar  aquel  programa, 
selecto  sin  duda  alguna  por  lo  que  se  refiere  a  la  parte  literaria, 
con  un  programa  musical,  que  sirviera  no  solamente  para  dar 
realce  a  la  fiesta,  sino  de  incentivo  para  atraer  una  mayor  concu- 
rrencia a  la  velada,  así  como  para  que  ese  concurso  fuera  lo  más 
distinguido  posible. 

¿Qué  elementos  podrían  hallarse  en  México  mejores  que  los 
que  proporciona  la  artística  agrupación,  conocida  con  el  nombre 
de  Orquesta  del  Conservatorio^  Ningunos  seguramente. 

Teniendo  esto  en  mira,  sugerí  a  la  comisión  que  se  solicitara 
oficialmente  el  concurso  de  dicha  orquesta ;  y  aceptada  esta  idea, 


1  Al  imprimirse  esta  reseña  han  quedado  ya  unidos  los  dos  océanos. 


SOCIEDAD    MEXICANA 


personalmente  acudimos  el  Sr.  Magistrado  D.  Francisco  Belniar 
y  yo,  al  entonces  Secretario  de  Instrucción  Pública  y  Bellas 
Artes,  Sr.  Lie.  D.  José  María  Lozano,  quien  acogió  favorablemen- 
te la  solicitud  hecha  en  nombre  de  la  Sociedad  Mexicana  de 
Geografía  y  Estadística,  ofreciendo  que  si  para  ello  no  había 
inconveniente,  de  su  parte  le  sería  grato  que  la  Orquesta  asistiei-a 
a  nuestra  solemnidad. 

La  resolución  vino  poco  después  como  lo  habíamos  deseado, 
y  justo  es  manifestar  que,  el  Sr.  D.  Rafael  López,  Secretario  del 
Ministro,  puso  también  de  su  parte  todo  empeño  para  la  pronta  y 
fácil  resolución  de  aquella  solicitud. 

Tras  de  varias  conversaciones  que  tuve  con  el  Sr,  D.  Carlos 
J.  Meneses,  Director  de  la  Orquesta  del  Conservatorio,  autori- 
zado ampliamente  por  la  comisión,  logramos  al  fin  ponernos  de 
acuerdo,  acerca  del  programa  musical  que  habría  de  desarro- 
llarse en  la  velada;  y  entre  tanto  el  Sr.  I).  Telesforo  García,  que 
ha  venido  ejerciendo  accidentalmente  las  funciones  de  Vicepre- 
sidente, nos  participó  que  la  Junta  Directiva  del  Casino  Español, 
había  resuelto  invitar  a  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Es- 
tadística para  que  efectuara  la  sesión  en  los  salones  que  posee  el 
citado  Casino. 

Así  las  cosas,  el  Sr.  Dr.  D.  Enrique  González  Martínez  fué 
nombrado  Secretario  del  Gobierno  del  Pastado  de  Puebla,  y  por 
esta  razón  se  vio  en  la  necesidad  de  participar  a  la  comisión 
organizadora  de  la  fiesta,  que  muy  a  pesar  suyo  se  veía  en  el  ca- 
so de  no  poder  tomar  parte  en  ésta,  y  debido  a  tal  circunstan- 
cia, el  programa  que  en  definitiva  fué  sometido  a  la  Sociedad 
y  por  ésta  aprobado,  es  el  que  consta  en  el  texto  de  las  invi- 
taciones que  profusamente  circularon  y  que  literalmente  dicen: 

"La  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  P^stadística  tiene  el 
honor  de  invitar  a  Ud.  a  la  velada  que,  con  motivo  del  cuarto 
centenario  del  descubrimiento  del  Océano  Pacífico  por  Vasco 
Núñez  de  Balboa,  celebrará  el  25  del  presente  mes,  a  las  ocho  y 
media  de  la  noche,  en  el  Casino  Español   (Avenida  de  Isabel  la 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA 


Católica  29),  acto  que  será  presidido  por  el  señor  Secretario  de 
Fomento,  Colonización  e  Industria. — El  Vicepresidente  interino, 
Telesfof^o  García. — El  Secretario  Perpetuo,  Francisco  Belmar. — 
El  Primer  Secretario,  Alberto  M.  Carreuo. 


PROGRAMA 

I.  Marcha Saint  Sáenz. 

II.   Geografía   Económica   de   los   Estados   Ameri- 
canos del  Pacífico. 

Discurso   por   el   socio   Sr.   D.    Enrique   Santi- 
báñez. 

III.  Esclarmonde Massenet. 

IV.  De  Núñez  de  Balboa  al  Coronel  Goethals. 
Discurso  por  el  socio  Sr,  D.  Gonzalo  de  Murga. 

V.  Diluvio Saint  Sáenz. 

Violín  solo,  Sr.  Prof.  D.  Pedro  Valdés  Fraga. 

VI.  Geografía  Física  del  Océano  Pacífico. 

Discurso    del    socio    Sr.    Lie.    D.    Ezequiel    A. 
Ohávez. 

VII.  Eomanza Valdés  Fraga. 

Violín  solo,  Sr.  Prof.  D.  Pedro  Valdés  Fraga. 

VIII.  Descubridores    y    pilotos    del    Mar    Pacífico: 
Vasco  Núñez  de  Balboa. 

Discurso   por    el    Sr.    Vicepresidente    interino, 
Sr.  D.  Telesforo  García. 

IX.  Juana  de  Arco,  Gran  Marcha  Solemne Moskowski. 

La  parte  musical  estará  a  cargo  de  la  Orquesta  del  Conserva 
torio,  dirigida  por  el  Sr.  Prof.  D.  Carlos  J.  Meneses." 


SOCIEDAD    MEXICANA 


Entre  tanto  la  Secretaría  de  Fomento  transcribió  a  la  So- 
ciedad nna  nota  enviada  por  el  señor  Ministro  de  España  a  la 
Secretaría  de  Relaciones  Exteriores,  acompañando  varios  do- 
cumentos relacionados  con  los  proyectos  existentes  en  aquel  reino 
y  en  Panamá  para  conmemorar  el  centenario  del  descubrimiento 
del  Pacífico,  y  pudimos  tener  la  satisfacción  de  hacer  saber  al 
señor  Ministro  de  España,  por  conducto  de  aquellas  Secretarías 
de  Estado,  que  ya  esta  Corporación,  por  su  parte,  se  había  anti- 
cipado a  proyectar  un  acto  solemne  como  el  que,  en  efecto,  inten- 
taba llevar  a  término. 

Como  la  comisión  organizadora  había  sido  facultada  amplia- 
mente para  nombrar  subcomisiones,  etc.,  resolvió  designar  a  dis- 
tintos miembros  de  la  Corporación,  ya  para  invitar  al  señor  Pre- 
sidente de  la  República  y  a  los  Ministros  de  Estado,  ya  también 
para  hacer  igual  invitación  a  la  Suprema  Corte  de  Justicia  y  a 
las  Cámaras  Legisladoras,  así  como  al  señor  Ministro  de  España 
y  otros  funcionarios,  debiendo  quedar  estos  mismos  comisiona- 
dos, con  el  encargo  de  recibir  a  los  invitados  la  noche  de  la 
fiesta.  Las  diversas  comisiones  quedaron  formadas  así: 

Para  invitar  al  señor  Presidente  de  la  República,  Sres.  Teles- 
foro  García,  Magistrado  Francisco  Belmar  y  Prof.  Alberto  M. 
Carreño. 

A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Relaciones  Exte- 
riores, Sres.  Ing.  Francisco  de  P.  Pina  y  Lie.  Manuel  Miranda 
Marrón. 

A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Gobernación,  doc- 
tores D.  Manuel  S.  Soriano  y  Jesús  Díaz  de  León. 

A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Justicia,  seño- 
res Lies.  Isidro  Rojas  y  Manuel  P.  Cervantes. 

A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Instrucción  Pú- 
blica y  Bellas  Artes,  Sres.  Lie.  José  L.  Cosío  y  Prof.  Abraham 
Castellanos. 

A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Fomento,  señores 
Magistrado  Francisco  Belmar  y  Prof.  Alberto  M.  Carreño. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA 


A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Comunicaciones  y 
Obras  Públicas,  Sres.  Francisco  A.  Soni  y  Román  Rodríguez 
Peña. 

A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Hacienda,  seño- 
res Ing.  Isidro  Díaz  Lombardo  y  Lie.  Félix  M.  Alcérreca. 

A  los  señores  Secretario  y  Subsecretario  de  Guerra  y  Marina, 
señores  General  Eduardo  Paz  y  Lie.  Enrique  Arroyo. 

A  los  señores  Magistrados  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia 
de  la  Nación,  Sres.  Lies.  Manuel  Padilla  y  Ramón  Mena. 

A  la  Cámara  de  Diputados,  Sres.  Prof.  Francisco  Fernández  del 
Castillo  y  Maximiliano  M.  Cliabert. 

A  la  Cámara  de  Senadores,  Sres.  Lie.  Manuel  H.  San  Juaii  y 
Juan  B.  Iguíniz. 

Al  señor  Gobernador  del  Distrito,  Sres.  Lies.  Aurelio  Lomelí  y 
Agustín  Arroyo  de  Anda. 

A  los  señores  Ministros  de  España  y  Guatemala,  Sres.  Manuel 
Romero  de  Terreros  y  Lie.  Esteban  Maqueo  Castellanos. 

A  los  señores  Encargados  de  Negocios  de  Honduras,  Chile  y 
Perú,  Sres."  Ing.  Félix  F.  Palavicini  y  Lie.  Lázaro  Pavía. 

A  los  señores  Cónsules  de  España  y  Panamá,  Sres.  Julio  Poulat 
y  Prof.  Manuel  Velázquez  Andrade. 

Quedaron  agregados,  además,  a  la  Comisión  de  recepción,  los 
señores  Magistrado  D.  Francisco  S.  Carvajal  e  Ing.  Julio  Riquel- 
me  Inda. 

El  señor  Presidente  de  la  República  se  excusó  de  concurrir, 
y  presentaron  iguales  excusas  algunos   Secretarios   de   Estado. 

El  señor  Presidente  de  la  Cámara  de  Diputados  aceptó  la 
invitación,  y  el  Senado  nombró  como  representantes  suyos  a 
los  Sres.  Lies.  Emilio  Rabasa,  Manuel  Calero,  Ignacio  Padilla, 
José  Diego  Fernández,  Dr.  Aurelio  Valdivieso  y  Eduardo  N. 
Iturbide. 

Los  señores  Ministros  de  la  Suprema  Corte  de  Justicia  ofre- 
cieron también  que  concurrirían. 

Por  su  parte  la  Universidad  Nacional  de  México,  designó  a 


10  SOCIEDAD    MEXICANA 

los  Sres.  Ing.  Alberto  J.  Pañi  y.  Lie.  Néstor  Rubio  Alpuche,  para 
que  asistieran  en  su  representación. 

Invitadas,  como  de  costumbre,  en  casos  como  éste,  las  Corpo- 
raciones científicas  que  residen  en  esta  Capital,  nombraron  sus 
representantes  en  la  siguiente  forma: 

Academia  de  Ciencias  Sociales,  Ing.  Ricardo  García  Granados 
y  Lies.  Esteban  Maqueo  Castellanos  y  José  Antonio  Rivera  G. 

Academia  de  Medicina  de  México,  Dres.  Miguel  Otero  y  Fran- 
cisco Hurtado. 

Alianza  Científica  Universal,  Lie.  Manrique  Molieno  y  Fernan- 
do Capdevielle. 

Asociación  del  Colegio  Militar,  Ings.  Fernando  Basurto  y 
Carlos  Noriega. 

Comisión  Geodésica  Mexicana,  Ings.  Pedro  Lira  y  Arnulfo 
Espinosa. 

Instituto  Geológico  de  México,  Ing.  Trinidad  Paredes  y  Enri- 
que Díaz  Lozano. 

Instituto  Médico  Nacional,  Prof.  Mariano  Lozano  y  Castro 
y  Dr.  Leopoldo  Flores. 

Instituto  Patológico  Nacional,  Dres.  Manuel  Toussaint  y  An 
tonio  J.  Carvajal. 

Museo  Nacional  de  Arqueología,  Historia  y  Etnología,  Sres.  Ig- 
nacio B.  del  Castillo,  Juan  B.  Iguíniz  y  Vicente  Antonio  Ga- 
licia. 

Sociedad  Agrícola  Mexicana,  Ings.  Manuel  Téllez  Pizarro  y 
Eduardo  J.  Creel. 

Sociedad  de  Alumnos  de  la  Escuela  S.  de  Comercio  y  Admi- 
nistración, Sres.  José  Sebastián  SiLva,  Ramón  Velasco,  Felipe 
Peraza  y  Santiago  Flores. 

Sociedad  Astronómica  de  México,  Srita.  Guadalupe  Aguilar, 
Ing.  Ernesto  Herrera  y  Lie.  Manuel  Miranda  y  Marrón. 

Sociedad  Científica  Antonio  Álzate,  Ings.  Manuel  F.  Alvarez  y 
Felipe  Inda. 

Sociedad  Cultura  Intelectual,  de  Guadalajara,  Dip.  Ing.  Tomás 
Rosales. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  11 


Sociedad  Indianista  mexicana,  Dr.  Jesús  Díaz  de  León  y  seño- 
rita Isabel  Ramírez  Castañeda. 

Sociedad  Mexicana  de  Historia  Natural,  Sres.  Felipe  Gutiérrez 
Vázquez  y  Rafael  Río  de  la  Loza. 

Hechos,  pues,  todos  los  preparativos,  la  fiesta  se  celebró  la 
noche  del  día  25  del  presente  mes  de  Septiembre,  bajo  la  pre- 
sidencia del  señor  Ministro  de  Fomento,  Lie.  Manuel  Garza 
Aldape,  quien  estaba  acompañado  del  Sr.  Lie.  Jorge  Delorme  y 
Campos,  Presidente  de  la  Cámara  de  Diputados,  de  los  señores 
don  Bernardo  de  Cólogan  y  Cólogan  y  D.  Juan  J.  Ortega,  Minis- 
tros de  España  y  Guatemala,  respectivamente,  del  señor  Ministro 
de  la  Suprema  Corte  de  Justicia  D.  Emilio  Alvarez,  del  Sr.  D.  Va- 
lentín Elcoro,  Presidente  del  Casino  Español,  de  los  demás  miem- 
bros de  la  Mesa  Directiva  del  dicho  Casino  y  de  la  Mesa  Direc- 
tiva de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística,  así 
como  de  algunas  otras  distinguidas  personalidades,  entre  ellas 
el  Sr.  D.  Enrique  C.  Creel,  ex-Secretario  de  Relaciones  Exte- 
riores. 

Dio  comienzo  la  velada  ante  un  concurso  tan  numeroso  como 
selecto,  entre  el  cual  se  hallaban  presentes  no  sólo  un  gran  núme- 
ro de  nuestros  socios  y  de  personalidades  conspicuas  ,en  el  mundo 
de  la  ciencia  y  de  las  letras,  sino  familias  por  extremo  distingui- 
das de  la  Metrópoli  y  de  la  Colonia  Española. 

Importantes  por  demás,  eran  todos  los  temas  aprobados  por 
la  Sociedad,  pero  el  primero  resultaba  por  extremo  difícil,  toda 
vez  que  hablar  de  cuestiones  económicas  suele  resultar  árido 
y  fatigoso,  si  el  orador  no  logra  diluir,  digamos  así,  todos  los 
datos  que  se  traducen  en  cifras,  tales  como  las  importaciones 
y  exportaciones,  las  toneladas  que  arrojan  el  tráfico  terrestre  y 
el  marítimo;  la  producción  de  los  campos  y  de  las  minas, 
etc.;  y  sin  embargo,  el  Sr.  Santibáñez  logró  hacer  por  extremo 
interesante  su  trabajo,  toda  vez  que  pasó  en  revista  la  vida  co- 
mercial y  las  costumbres  más  salientes  de  los  diversos  pobladores 
de  las  naciones  bañadas  por  el  Océano  Pacífico,  desde  la  época 


12  SOCIEDAD    MEXICANA 


en  que  los  primitivos  bajeles  de  Magallanes  llegaron  a  este 
Océano;  desde  aquellos  tiempos  en  que  las  naos  de  China  cau- 
saban con  su  llegada  inusitado  interés,  por  las  mercaderías  de 
que  eran  portadoras,  hasta  la  época  actual,  en  que  los  grandes 
buques  de  vapor,  unidos  todavía  a  las  embarcaciones  de  vela,  lle- 
van a  término  un  enorme  comercio  mundial. 

El  Sr.  Santibáñez  no  puso  en  olvido  los  principales  produc- 
tos de  Chile  y  de  Bolivia,  del  Perú  y  del  Ecuador,  de  Panamá 
y  de  Costa  Rica,  de  Nicaragua  y  de  Honduras,  del  Salvador  y  de 
Guatemala,  ni  la  industria  peculiar  de  los  sombreros  de  jipi- 
japa en  el  Ecuador,  ni  la  fantástica  producción  de  esmeraldas 
en  Colombia,  ni  las  variadas  producciones  de  México  y  los  Esta- 
dos Unidos,  en  la  parte  corres])ondiente  al  litoral  del  Pacífico; 
ni  dejó  de  hacer  hincapié  en  la  inmensa  labor  que  han  realizado 
otros  distintos  pueblos  para  acrecentar  su  bienestar  económico; 
y  en  su  estudio  nos  presentó  cuadros  vivos  llenos  de  interés  y 
variedad. 

Los  aplausos  que  el  público  tributó  al  Sr.  Santibáñez,  fueron 
por  tanto,  un  justo  tributo  a  su  labor. 

El  Sr.  P.  Gonzalo  de  Murga  adoptó  como  tema  de  su  discurso, 
la  importancia  geográfica  y  comercial  de  la  apertura  del  Canal  de 
Panamá,  y  para  ello  se  refirió  a  los  varios  intentos  que  en  épocas 
distintas  se  han  hecho  para  acercar  unos  pueblos  a  los  otros, 
por  medio  de  la  apertura  de  canales,  como  la  que  se  está  ejecu- 
tando en  Panamá. 

Quiso,  además,  el  Sr.  Murga  hacer  algunas  consideraciones 
políticas  en  relación  con  esta  obra  colosal,  y  sabedor  de  que 
la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  no  se  ocupa  en 
cuestiones  de  este  género,  al  iniciar  su  discurso  declaró  con  toda 
ingenuidad,  que  él  solo  era  el  responsable  de  sus  propias  ideas. 

¿Cuál  fué  el  éxito  del  Sr.  Murga  en  su  discurso? 

Prescindimos  de  nuestras  propias  impresiones,  para  dar  ca- 
bida a  la  crítica  hecha  por  uno  de  los  diarios  más  importantes 
de  esta  Capital,  "El  Imparcial,'"  que  refiriéndose  al  discurso 
del  Sr.  Murga  dice: 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  13 


" Siguió  en  turno  D.  Gonzalo  de  Murga,  quien,  después 

de  un  breve  preámbulo,  explicando  su  presencia  en  el  Casino 
Español  y  de  hacerse  personalmente  responsable  del  discurso 
que  iba  a  leer,  con  gesto  gallardo,  dicción  perfecta  y  tonos  de 
voz  admirables  de  expresión,  dio  lectura  a  no  pocas  cuartillas, 
que  tratando  al  principio  de  Vasco  Núñez  de  Balboa,  Hernán 
Cortés,  Cristóbal  Colón  y  Saavedra  Cenón,  luego  se  engolfan 
en  cuestiones  de  historia  política,  siendo  el  tema  de  sus  viriles 
párrafos,  sazonados  de  humorismo  y  modelo  literario  en  su  géne- 
ro, la  acción  absorbente  de  los  Estados  Unidos  del  Norte,  con  res- 
pecto a  la  América  latina. 

^'Y  con  una  habilidad  y  un  humorismo  dignos  de  su  talento, 
el  realmente  notable  conferencista,  hizo  breve  historia  de  la  po- 
lítica yanqui,  comentó  razonadamente  sus  miras  expansionistas, 
citó  fechas,  nombres,  tratados,  habló  del  Canal  de  Panamá,  de 
Wilson,  de  Bryan,  de  Bolívar  y  de  otros  muchos,  exponiendo 
comentarios  oportunos  y  dignos  de  ({ue  se  graven  en  nuestra  me- 
moría,  para  provecho  y  honor  de  nuestra  raza. 

"Y  comentando  aquí,  ironizando  allá,  parafraseando  en  el  otro 
lado  y  siempre  fácil,  expresivo  y  sensato,  habló  al  final  de  las 
notas  enviadas  por  la  Casa  Blanca  al  Gobierno  Mexicano,  que— 
dijo?— provocaron  sonrisas,  risas  y  carcajadas  homéricas  en  todo 
el  Honorable  Cuerpo  Diplomático. 

'Tuvo,  finalmente,  para  México,  frases  tan  oportunas  como 
sinceras,  y  comentó  muy  acremente  la   conducta   del   Gobierno 

Norteamericano  que  llevado  de  su  puritanismo o  fariseísmo, 

se  niega  a  reconocer  al  actual  Gobierno  mexicano,  constitucional- 
mente  establecido  según  todas  las  leyes  del  país. 

"Tanto  al  final  como  en  los  ligeros  descansos  que  hizo  el  se- 
ñor Gonzalo  de  Murga  leyendo  su  excelente  y  viril  trabajo,  fué 
ruidosamente  aplaudido  por  la  concurrencia,  que  en  extremo 
complacida  escuchó  la  lectura  del  interesante  documento " 

Tocó  su  vez  al  Sr.  D.  Ezequiel  A.  Chávez,  y  debo  declarar 
que  si  el  tema  desarrollado  por  el  Sr.  Santibáñez  era  difícil  por 


14  SOCIEDAD     MEXICANA 


SU  aridez,  el  del  Sr.  Cliávez  lo  era  de  todo  punto,  por  su  in- 
mensidad. 

Hacer  la  descripción  geográfica  del  mar  Pacífico  y  de  las  tie- 
rras que  baña,  no  es  por  cierto  tarea  fácil  de  realizar,  y  me- 
nos reducir  esa  descripción  de  modo  tal,  que  sin  que  nada  ]>ierda 
de  su  inter-és  y  de  su  exactitud,  pueda  caber  dentro  de  los  estre- 
chos límites  de  un  discurso. 

Y  sin  embargo,  el  Sr.  Cliávez,  realizó  a  maravilla  su  cometido, 
pues  como  podrá  ver  quien  lea  aquella  importantísima  pieza  ora- 
toria, no  se  sabe  qué  admirar  más;  si  la  belleza  de  las  imágenes, 
si  la  corrección  del  estilo,  si  lo  armonioso  del  conjunto  o  si  los 
vastos  conocimientos  geográficos  que  revela  el  estudio  del  se- 
ñor Cliávez. 

Quien  quiera  formar  un  concepto  general  de  lo  que  es  el 
Océano  Pacífico,  de  las  numerosísimas  islas  que  se  hallan  a  veces 
como  enjambres  aquí  y  allá,  o  en  ocasiones  cual  centinelas  so- 
litarios en  medio  de  aquel  mar  inmenso,  puede  encontrar  en  la 
obra  del  Sr.  Chávez  un  trabajo  de  resumen  por  extremo  completo, 
que  no  sin  justicia  fué  acogido  con  estruendosos  aplausos  del 
público  que  lo  escuchó. 

Vino  a  cerrar  la  fiesta  literaria  el  ])restigiado  escritor,  cuyo 
nombre  es  de  sobra  conocido  de  todos  los  que  cultivan  las  letras 
en  nuestro  país. 

El  Sr.  D.  Telesforo  García,  remontándose  a  la  época  en  que 
España  comenzaba  una  vida  nueva  al  triunfar  de  los  árabes,  sus 
dominadores,  nos  presentó  la  magna  obra  realizada  por  Colón, 
(cuya  cuna  pretenden  hoy  haber  sido  varios  pueblos,  porque  ra- 
ros son  los  honores,  como  el  que  resulta  para  un  país,  de  que 
en  su  seno,  vea  la  primera  luz  quien  más  tarde  ha  de  tener  i)or 
Patria  a  todo  un  mundo),  nos  habló  también  de  los  hoy  famt)sos 
aventureros  españoles,  portugueses  e  ingleses  que  a  partir  del 
siglo  XV  se  lanzaron  a  lo  desconocido  en  busca  de  tesoros  nuevos 
y  de  nuevas  riquezas,  y  en  busca  de  tierras  que  ofrecer,  como  el 
tributo  más  alto,  a  sus  respectivos  soberanos. 

Vasco  de  Gama,  Magallanes,  Juan  Sebastián  Elcano,  los  Ca- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  15 


bottos,  fueron  nautas  cuyos  hechos  dieron  gloria  imperecedera 
a  sus  nombres  y  a  la  humanidad  de  que  son  parte;  y  el  señor 
García,  en  su  brillante  discurso  nos  fué  haciendo  ver  la  activa 
labor  de  cada  uno  de  ellos  en  los  descubrimientos  geográficos  que 
llenaron  de  admiración  al  mundo  por  aquellos  días  y  habrán  de 
llenarlo  mientras  exista. 

Figura  prominentísima  tenía  que  ser  y  fué  en  su  relato,  la 
conquista  sin  igual,  llevada  a  cabo  por  Vasco  Núñez  de.  Balboa, 
que  tras  de  luchas  de  todo  género,  pudo  ha  cuatro  siglos  con- 
templar por  la  primera  vez,  un  mar  inmenso,  el  mayor  de  todos  los 
mares  y  que  era  entonces  desconocido  de  los  europeos. 

No  necesito  empeñarme  en  hacer  el  elogio  del  importantísimo 
.trabajo  del  Sr.  García;  que  su  lectura  habrá  de  poner  de  mani- 
fiesto una  vez  más,  su  erudición  y  sus  indiscutibles  conocimientos 
históricos. 

Inútil  es  decir  que  la  parte  encomendada  a  la  Orquesta  del 
Conservatorio  fué  ejecutada  de  modo  brillantísimo;  los  nume- 
rosos profesores  que  forman  la  mencionada  agrupación,  son  ar- 
tistas escogidos  por  nuestro  Conservatorio  Nacional  de  Música,  y 
guiados  hábilmente  por  uno  de  nuestros  mejores  maestros  en  el 
mundo  del  arte  por  excelencia  bella,  el  Sr.  Meneses,  han  llegado 
a  conquistar  fama  tan  merecida  en  nuestra  República,  que  basta 
decir  que  es  aquella  Orquesta  la  encargada  de  la  parte  musical 
de  un  festival  cualquiera,  para  estar  seguro  de  que  el  éxito  ha- 
brá de  ser  completo. 

La  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  cree  haber 
cumplido  con  el  deber  que  tenía  de  no  dejar  que  pasara  inadverti- 
do un  hecho  tan  importante  como  el  que  se  recuerda ;  y  como  la 
Real  Sociedad  Geográfica  de  Madrid,  la  Real  Academia  de  la  His- 
toria, y  la  Ilnión  Ibero-Americana,  se  esforzaron  en  España,  para 
que  se  conmemorara  debidamente  aquella  fecha,  nuestra  Socie- 
dad, ha  tenido  la  satisfacción  de  ponerse  en  contacto  con  aquellas 
tres  distinguidas  agrupaciones,  para  que  supieran  cómo  México 
por  su  parte,  se  apresuraba  a  hacer  igual  conmemoración  ponién- 
dose a  la  altura  de  su  objeto  y  de  su  misión  en  nuestro  país. 


16  SOCIEDAD    MEXICANA 


Creo  también,  que  el  Sr.  Saiitibáfiez,  el  autor  de  la  iniciativa, 
se  sentirá  satisfecho,  por  el  brillo  que  alcanzó  la  festividad  y 
es  esta  la  ocasión  para  dar  un  público  testimonio  de  agradeci- 
miento al  señor  Secretario  de  Fomento,  Lie.  D.  Manuel  Garza  Al- 
dape,  que  quiso  que  en  una  publicación  especial  se  reunieran  todos 
los  trabajos  hechos  por  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Es- 
tadística, para  conmemorar  el  descubrimiento  del  Océano  Pacífico. 

También  se  hace  indispensable,  antes  de  cerrar  esta  breve 
reseña,  expresar  cuánto  ha  estimado  la  Sociedad  Mexicana  de 
Geografía  y  Estadística,  el  que  la  Junta  Directiva  del  Casino 
Español  hubiera  querido  que,  en  unión  fraternal,  se  efectuara 
una  fiesta  organizada  por  mexicanos  en  honor  del  célebre  aven- 
turero español,  de  Vasco  Núñez  de  Balboa,  dando  así  un  testi- 
monio del  deseo  que  existe,  cada  vez  más  acentuado  y  cada  vez  más 
entusiasta,  de  que  se  fundan  en  un  crisol  de  afectos  puros  y  de 
ideales  levantados,  los  pueblos  que  por  su  lengua  y  por  sus  ten- 
dencias, así  como  por  sus  instituciones,  tienden  a  un  fin,  el  de 
formar  una  sola  raza  vigorosa  y  fuerte. 

Un  elogio  más,  y  no  por  hecho  en  último  término  menos  me- 
recido: él  es  para  el  señor  Magistrado  D.  Francisco  Belmar, 
Secretario  Perpetuo  de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y 
Estadística,  que  no  sólo  en  la  ausencia  temporal  de  nuestro  Vice- 
presidente, el  Sr.  Lie.  D.  Joaquín  D.  Casasus,  sino  en  todo  tiem- 
po, pone  el  mayor  empeño  en  dar  realce  y  brillo  a  todos  los  actos 
de  nuestra  Sociedad;  empeño  que  una  vez  más  se  hizo  patente, 
al  tratarse  de  la  celebración  de  la  fiesta  que  ligeramente  he 
reseñado.  ^ 

México,  Septiembre  30  de  1913. 


1  En  la  sesión  celebrada  el  día  2  de  Octubre,  la  Sociedad  acordó  un 
voto  de  gracias  a  su  Primer  Secretario,  el  Sr.  Prof.  Alberto  M.  Garren  o, 
por  los  trabajos  que  llevó  a  término  para  organizar  la  velada  a  que  se 
refiere  está  reseña. — Isidro  Rojas,  Director  del  Boletín  de  la  Sociedad. 


(íeogkafia  económica 

DE  LOS 

ESTADOS  AMERICANOS  DEL  PACIFICO 


Discurso  pronunciado 

por  el  socio  Sr.  D.  Enrique  Santibáñez  en  la  sesión  solemne 

dedicada  a  Vasco  Núñez  de  Balboa 


Excelentísimos  Señores  Ministros: 
Señores : 

El  25  de  Septiembre  de  1513,  en  la  mañana,  Vasco  Núñez  de 
Balboa,  desde  la  cumbre  de  un  monte  alto  y  riscoso,  en 'medio 
de  la  bravia  naturaleza  de  la  parte  americana  que  hoy  lleva  el 
nombre  de  República  de  Panamá,  descubrió  el  Mar  del  Sur, 
como  ya  se  le  llamaba  porque  se  presentía  su  existencia,  aunque 
no  se  le  conocía,  al  vasto  Océano  a  quien  Magallanes  impuso  el 
nombre  de  Pacífico.  Y  a  los  tres  días,  con  el  estandarte  símbolo 
de  la  Patria  en  una  mano  y  la  espada  vencedora  en  la  otra,  se 
posesionó  de  aquellas  aguas  en  toda  su  inmensidad,  en  nombre 
del  Rey  hispano,  que  a  poco,  por  los  hechos  heroicos  de  sus  sub- 
ditos, podía  decir  con  orgullo,  que  el  sol  nunca  se  ponía  en  su 
dilatado  Imperio. 

No  fué  el  descubrimiento  de  Balboa,  producto  de  una  casuali- 
dad como  a  menudo  acontece  en  estos  hechos  de  los  hombres;  ni 
tampoco  ignoraba  el  audaz  explorador  de  novísimas  tierras  v  el 


18  SOCIEDAD    MEXICANA 


esforzado  conquistador  de  remotos  pueblos,  que  el  fin  que  persi- 
guiera entrañaba  grandiosidad  entre  los  acontecimientos  pasuio- 
sos  de  la  época.  Al  saber  por  los  labios  de  un  régulo  istmeño 
que  tras  de  la  vecina  tierra,  el  oro  era  abundante  v  divisábase 
otro  mar,  sin  auxilios  que  habíansele  prometido,  con  un  puñado 
de  valientes,  transportado  de  gozo,  impaciente  por  alcanzar  im- 
perecedera gloria,  marchó  intrépido  a  conquistarla,  i)ostrándose 
de  hinojos  para  dar  gracias  a  Dios  al  verse  poseedor  de  la  gracia 
tantas  veces  suplicada,  de  ser  el  primero  de  los  europeos  que  con 
ojo  inquieto  y  asombrado  descubriese  el  presentido  mar. 
■  Entre  los  viajes  de  Colón  que  hicieron  surgir  el  Nuevo  Mundo 
ante  la  admiración  del  Mejo  Continente,  y  el  viaje  de  circun- 
navegación de  Magallanes,  que  probó  la  esfericidad  de  la  tierra, 
tan  portentosos  que  los  geógrafos  muchas  veces  titubean  a  cuáles 
darles  primacía  por  sus  resultados  en  la  civilización  y  la  ciencia, 
es  eslabón  de  brillantes  el  hecho  heroico  de  Balboa,  que  hoy  con- 
memoramos en  su  Cuarto  Centenario;  y  la  Sociedad  Mexicana 
de  Geografía  y  Estadística  no  podría  dejar  de  celebrarlo,  con  la 
pompa  que  le  fuese  dable,  para  así  honrar  a  la  Madre  Patria, 
en  sus  fastos  más  culminantes  y  a  las  nobles  ciencias  que  tiene 
la  obligación  de  cultivar,  con  toda  v^eneración  y  con  todo  entu- 
siasmo. 

Tócame  por  obligación  que  ella  me  impuso  y  que  yo  debí  rehuir 
por  mi  notoria  iuvSufi ciencia,  describir  al  ilustradísimo  concurso 
que  me  escucha,  el  adelanto  económico  que  los  Estados  ameri- 
canos del  lado  del  Pacífico  han  obtenido  desde  su  descubrimiento 
hasta  la  fecha;  motivo  más  que  suficiente  j^ara  llenar  volúmenes 
enteros  de  nutrida  lectura,  observación  y  estudio.  Y  antes  de 
entrar  en  materia,  lo  que  efectuaré  con  la  debida  brevedad,  para 
evitar  por  ese  lado  natural  cansancio,  ruego  que  por  el  otro,  de 
la  ñorida  dicción,  galanura  en  el  lenguaje  y  erudición  en  el  asun- 
to, se  me  perdonen  mis  numerosas  faltas. 

Bien  sabido  es  de  todos  Udes.,  que  el  comercio  con  la  India 
se  verificó  hasta  el  siglo  xvi,  pasando  los  efectos  de  ésta  a  los 
Estados  musulmanes,  ])rimero,  y  a  las  Oligarquías  italianas  des- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  19 

pues,  y  con  tal  tráfico  en  esta  única  forma  establecido,  el  mundo 
de  aquel  entonces  adquiría  especias,  metales  preciosos,  piedras 
finas  y  sederías.  Y  que  despertadas  las  nobles  ambiciones  de 
figurar  al  frente  de  la  humanidad  por  el  espíritu  de  empresa, 
en  la  Península  Ibérica,  españoles  y  portugueses  se  hicieron 
émulos  en  los  grandes  viajes  que  con  ligeras  quillas  efectuaron 
en  medio  de  la  universal  admiración.  Para  conseguirlo  (el  Me- 
diterráneo estábales  vedado)  hubo  que  buscarse  un  nuevo  camino. 
Entonces  Vasco  de  Gama  dio  a  Portugal  el  que  obtuvo  doblando 
el  Cabo  de  Buena  Esperanza  en  el  continente  africano.  Y  España 
lo  consiguió  más  tarde,  primero  con  las  exploraciones  de  Colón 
que  revelaron  la  existencia  del  Continente  americano'  y  después 
con  el  viaje  alrededor  del  mundo  de  Fernando  Magallanes. 

Este  y  Núñez  de  Balboa  son  los  que  fundaron  la  vida  econó- 
mica de  la  parte  de  la  tierra  que  venimos  estudiando;  ellos  los 
que  influyeron  poderosamente  para  que  las  costas  principiasen 
a  poblarse  con  gente  civilizada,  en  medio  de  pobres  aldeas  se- 
dentarias ocupadas  por  incipientes  agricultores  o  tribus  errantes 
dedicadas  a  la  caza  y  a  la  pesca.  Tocóles  a  las  playas  mexicanas 
la  gloria  de  haber  sido  las  primeras  que  albergasen  a  los  nave- 
gantes hispanos  que  en  barcos  construidos  con  maderas  de  nues- 
tros bosques,  fuesen  en  derechura,  siguiendo  un  parelelo,  al  des- 
cubrimiento de  las  Filipinas  y  otros  archipiélagos  oceánicos,  o 
remontándose  hacia  el  Norte,  exploraran  California  y  más  tarde 
el  territorio  de  Columbia  en  la  Confederación  del  Canadá.  Alva- 
rado  a  su  vez,  fabricó  en  Guatemala  embarcaciones  para  expe- 
dicionar  por  el  Sur.  Así  pronto  estableciéronse  dos  corrientes 
comerciales,  una  entre  el  litoral  americano  del  Pacífico,  de  la  cual 
deberían  ser  emporios  Acapulco  en  México  y  el  Callao  en  el  Perú, 
gracias  a  sus  puertos  abrigados  y  espaciosos,  y  otra  entre  el 
mismo  Acapulco  y  Macao  de  Filipinas,  depósito  de  las  preciadas 
mercancías  del  Occidente. 

Y  así  como  los  productos  de  la  tierra  lograban  como  logran 
aún,  exuberante  florecimiento  en  cortísimo  período  de  tiempo, 
el  tráfico,  el  comercio,  la  minería,  la  industria  desarrolláronse 

2 


20  SOCIEDAD    MEXICANA 


con  extraordinaria  rapidez.  La  China  enviaba  a  las  ferias  del 
Parián,  lugar  cercano  a  Macao  (y  de  ahí  que  se  llamase  Parián 
al  mercado  de  efectos  en  su  mayor  parte  cliinos  que  existió  en 
nuestra  Plaza  de  la  Constitución)  las  telas  más  preciadas  de  la 
época.  Y  éstas,  con  la  ^eda  en  rama,  el  marfil,  las  porcelanas,  los 
objetos  de  oro  labrado,  canela,  clavo,  nuez  moscada,  pimienta, 
cera,  jarcia,  cambayas  y  lienzos  ])intados,  que  acaparaban  los 
filipinos  en  otros  lugares,  cargábase  aquella  famosísima  Nao 
de  China  que  tanto  hemos  oído  nombrar  y  venían  hasta  Acapulco. 
Allí  verificábase  otra  feria  ;  los  efectos  internábanse  unos,  volvían 
a  embarcarse  otros  i)ara  (\Mitro  y  Sur  América  y  la  Nao  regre- 
saba cargada  de  plata  amonedada  o  en  barras,  ])ues  desde  enton- 
ces y  hasta  hace  pocos  años,  casi  sólo  con  ella  hemos  podido 
])agar  lo  que  importamos.  I*ara  el  Sur  iban  en  ocasiones,  tejidos 
de  Puebla  que  ya  hacíanse  muy  buenos  con  la  seda  adquirida  en 
Occidente,  y  venían  de  Soconusco  y  Guayaquil  el  rico  cacao;  del 
Salvador  los  añiles,  (pie  tand)ién  pasaban  al  Perú  ;  y  Chile,  que 
ya  cosechaba  trigo  y  principiaba  la  explotación  de  la  viña,  man- 
daba el  i)recioso  grano  y  el  a])etecido  licor  a  Centro  América  y 
al  Perú,  recibiendo  de  éste  ePazúcar  de  sus  valles  y  de  la  Ciudad 
de  Quito  sus  entonces  famosos  panos. 

Desgraciadamente  los  tiempos  no  eran  para  el  libre  cambio. 
El  absolutismo  del  Gobierno,  ent(mces  imperante,  y  las  ambi- 
ciones bastardas  que  siempre  las  hay,  crearon  las  prohibiciones, 
las  restricciones  y  los  monopolios.  En  el  criterio  político  de  en- 
tonces, era  imposible  que  cupiese  la  idea  de  que  el  Key  no  debería 
reglamentar  aípiellas  regiones  y  aquellas  novedades.  El  Rey  era 
el  amo  y  el  padre  al  propio  tiempo  de  una  humanidad  esclava 
y  en  perpetua  minoría  de  edad ;  sobre  el  hijo  tenía  el  padre  de- 
recho de  vida  y  muerte,  según  principios  de  antigua  jurispruden- 
cia, perfectamente  sancionada  por  la  moral  ambiente.  Y  además, 
aquellos  (pie  se  juzgaban  autores,  en  la  Península,  de  sucesos  tan 
extraordinariíís,  querían  i)articipar  de  beneficios.  Por  otra  i)arte 
otro  pueblo,  el  inglés,  deseaba  igualmente  ser  el  dueño  de  los 
mares  como  lo  consiguió  posteriormente,  y  para  empequeñecer  la 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  21 


preponderancia  española,  ya  estuviese  en  paz  o  ya  en  guerra  con 
su  rival,  armaba  terribles  corsarios  contra  de  sus  naves,  en  las 
que  hacía  presa  muchas  veces,  extendiéndose  en  su  enemiga 
feroz,  al'  pillaje,  a  la  matanza,  al  incendio  de  la  indefensas  po- 
blaciones americanas  ribereñas  de  uno  y  otro  mar. 

Era  obligación  de  la  Metrópoli  tomar  medidas  de  protección 
y  defensa,  tanto  para  conservar  su  conquista  cuanto  para  asegu- 
rar a  sus  subditos  pacifica  existencia.  Mas  introdujéronse  con  las 
nuevas  medidas,  otras  demasiado  inconvenientes.  Clausuróse  pa- 
ra los  barcos  mercantes  el  Estrecho  de  Magallanes ;  establecié- 
ronse galeones  que  en  épocas  fijas  salían  de  Sevilla,  la  única  po- 
blación habilitada  para  el  tráfico  con  Amóí'ica,  para  Portobello, 
Habana  y  Veracruz.  I*asaban  las  mercaderías  que  se  dirigían 
a  la  parte  de  la  América  del  Sur  limitada  por  el  Pacífico,  a  Pa- 
namá o  Paita,  y  de  ahí  embarcábanse  en  otros  galeones  para  el 
Callao  y  Valparaíso.  Prohibióse  el  comercio  de  las  Colonias 
entre  sí,  con  pretextos  tan  ridículos  como  el  de  que,  el  vino  de 
Chile  era  la  causa  de  alarmantísimo  aumento  en  las  defunciones 
que  se  registraban  en  Centro  América.  Esta  quedó  tan  reducida 
en  sus  comunicaciones,  que  se  juzga  inverosímil  la  noticia  de 
que  los  azúcares  de  Guatemala  y  las  pieles  de  Honduras  iban 
por  tierra  a  Veracruz  i)ara  su  embarque  a  Europa.  La  nao  de 
China  sólo  debería  hacer  un  viaje  redondo  en  el  año  y  no  debería 
cargar  más  de  300,000  pesos  de  efectos,  impidiéndosele  que  entre 
ellos  viniesen  telas  de  seda,  porque  su  mala  calidad  era  tal,  decía 
la  cédula  en  cuestión,  que  en  poco  tiempo  se  rompían  y  los  que  las 
compraban  lucían  sus  desnudeces,  cosa  que  debería  evitarse  a  los 
buenos  católicos. 

No  culpemos  a  España,  como  se  hace  a  la  ligera  y  a  menudo, 
de  empeño  deliberado  en  arruinar  a  sus  colonias.  Si  Sevilla  con- 
servaba un  monopolio,  era  indudablemente  con  perjuicio  de  los 
demás  puertos  de  la  Península,  que  no  gozaban  de  tan  impor- 
tantes beneficios ;  si  el  americano  padecía  con  tantas  restric- 
ciones y  prohibiciones,  el  español  trasplantado  a  estas  tierras  no 
recibía  molestia  menor.  En  México  se  prohibió,  por  ejemplo,  el 


22  SOCIEDAD    MEXICANA 


cultivo  de  la  viña  y  el  olivo  y  en  Chile  el  del  tabaco,  porque  en 
el  criterio  económico  del  siglo,  cada  región  del  planeta  debería 
tener  un  ramo  de  explotación  especial,  para  dar  lugar  al  comer- 
cio entre  los  pueblos.  Error  indudablemente,  mas  no  perversidad. 
La  hubiera  y  en  forma  indubitable,  si  el  olivo,  por  ejemplo,  hu- 
biese sido  considerado  ramo  agrícola  sólo  permitido  en  tierras 
poseídas  i)or  españoles  y  perseguido  en  las  labores  de  los  in- 
dígenas. 

Y  cuando  el  Rey  se  persuadía  de  que  alguna  de  sus  providen- 
cias causaba  perjuicio  o  era  nacida  de  inmoderado  deseo  de 
lucro  por  parte  de  algún  grupo  o  persona  interesada,  modificaba 
sus  disposiciones,  como  cuando  volvió  a  permitir  que  los  tejidos 
de  seda  chinos  se  introdujesen  a  nuestro  país  y  aumentó  a  dos 
los  bajeles  que  hacían  el  tráfico  con  Filipinas,  permitiéndoles 
conducir  liasta  un  millón  doscientos  mil  pesos  de  mercaderías, 
capital  que  no  podían  aumentar  sino  hasta  el  doble  por  legí- 
tima ganancia,  esto  ya  en  México,  y  si  tal  aconteciese,  el  excedente 
no  debería  salir  en  ])lata  del  país,  sino  en  efectos  de  la  industria  o 
de  la   agricultura   nacionales. 

Keglas  tan  estrechas  forzosamente  no  cumplíanse  sino  en  par- 
te; pretendíase  por  la  legislación  de  la  época,  que  la  existencia 
humana  se  deslizase  como  agua  infecunda  en  estrecho  cauce, 
jamás  infranqueable.  La  venalidad  de  los  funcionarios  públicos, 
el  deseo  del  lucro  que  trae  satisfacciones  y  distinciones  y  nece- 
sidades ingentes  que  satisfacer,  barrenaban  a  cada  momento 
las  leyes  que  el  absolutismo  dictaba  para  regir  actos  y  costumbres 
exteriores.  Y  así  apareció  el  contrabando  como  institución  nacida 
de  la  necesidad  de  vivir.  Así,  en  esa  forma  subrepticia  e  ilegal 
veníase  preparando  la  adquisición  de  la  libertad  económica,  y  que 
trajo  aparejada  la  libertad  de  conciencia,  porque  se  vio  que  era 
buena  y  era  justa  la  rebelión  contra  la  ley  escrita  que  obligaba 
cosas  que  la  naturaleza  repugnaba  sin  esfuerzo  y  hasta  con  delei- 
te. Rebeliones  sublimes,  que  desgraciadamente  tienen  malos  prin- 
cipios y  que  confunden  con  otras  de  origen  diabólico,  intrigantes 
y  agitadores  sin  conciencia. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  23 


Por  otra  parte,  los  mercaderes  ingleses  a  quienes  se  les  im- 
pedía en  lo  absoluto  el  comercio  con  América  y  se  encontraban 
poderosos  para  violar  disposición  tan  temeraria,  infestaron  con 
sus  naves  piráticas  ambos  océanos.  Fué  el  primero  Francis  Drake 
a  quien  su  odio  contra  España  lo  hizo  famoso.  Habiendo  doblado 
en  Noviembre  de  1577  el  Estrecho  de  Magallanes,  desde  luego  se 
dedicó  al  pillaje  de  los  puertos  j  al  abordaje  de  las  embarca- 
ciones españolas.  Para  evitarle  una  probable  persecución,  al  igual 
que  Magallanes  no  regresó  por  el  mismo  camino,  haciendo  el  se- 
gundo el  viaje  alrededor  de  la  tierra.  Su  ^^Cierva  de  Oro,"  —  así 
llamábase  su  embarcación  capitana, —  conservaba  en  su  seno  al 
llegar  a  Inglaterra,  ochocientas  mil  libras  esterlinas.  Esta  expe- 
dición y  las. que  le  sucedieron  se  hacían  en  toda  regla.  Formá- 
banse compañías  para  aperarlas;  la  de  Drake  dio  como  utilidad 
líquida  a  los  armadores  el  cuarenta  y  seis  por  uno. 

Vinieron  después  las  expediciones  de  Hawkins  y  Cavendish 
igualmente  victoriosas  y  a  ellas  superó  la  de  Lord  Anson,  también 
en  aguas  del  Pacífico,  quien  como  sus  predecesores  saqueó  puer- 
tos, apresó  naves  entre  las  cuales  hallóse  la  nao  de  China  y 
retornó  al  puerto  inglés  de  su  salida,  con  3,500  onzas  de  oro 
y  1.363,843  pesos  en  plata  acuñada.  Asombran  por  su  peculiar 
naturaleza  esas  expediciones  vandálicas.  Consideradas  como  cual- 
quier operación  de  lícito  comercio,  llevábase  cuenta  exacta  y  mi- 
nuciosa de  las  entradas  y  salidas  y  afiliábanse  a  ellas  los  aven- 
tureros de  la  época  con  todo  entusiasmo,  no. obstante  que  los 
diezmaban  las  hambres,  las  enfermedades  y  los  combates.  Mas  el 
regreso  era  triunfal;  el  pueblo  londinense  recibía  como  héroes 
a  los  vencedores,  el  monarca  los  saludaba  efusivamente  y  los 
jefes  obtenían  como  galardón,  título  nobiliario  si  eran  plebeyos, 
y  los  más  altos  grados  en  la  marina  de  guerra. 

Cuántas  veces  esos  corsarios,  interrumpiendo  las  comunica- 
ciones entre  la  Metrópoli  y  sus  Colonias,  obligaron  a  las  mer- 
cancías a  seguir  rutas  inverosímiles,  como  la  de  Valparaíso, 
Acapulco,  Veracruz  y  España,  y  viceversa,  o  dieron  precios  fa- 
bulosos a  los  efectos,  como  el  que  en  Chile  se  registró  respecto  a 


24  SOCIEDAD    MEXICANA 


los  cuchillos,  cii3'a  docena  llegó  a  tener  el  de  cuarenta  y  dos 
pesos,  valiendo  en  España  cuatro  reales. 

Arr-ebatado  el  comercio  definitivamente  a  las  Repúblicas  ita- 
lianas, con  lo  que  se  empobrecieron  y  murieron,  pasó  tan  pode- 
roso cetro  a  Holanda  e  Inglaterra,  que  se  convirtieron  a  la  vez 
en  productoras.  España  no  pudo  seguir  el  mismo  ejemplo  y  es 
otro  de  los  cargos  injustos  que  se  le  hacen.  ¿Dónde  iba  a  tener 
hijos  que  dedicar  a  las  industrias  si  ya  estaban  todos  de  ante- 
mano destinados  al  Ejército  i)ara  defender  los  países  conquista- 
dos en  Europa,  América,  África  j  Oceania;  a  renovar  incesante- 
mente la  corriente  inmigratoria  para  sus  vastas  colonias,  y  para 
cultivar  el  patrio  suelo?  Estaba  condenada  como  Roma,  a  quedar 
sepultada  bajo  el  peso  de  sus  propias  grandezas. 

Y  si  se  salvó  y  hoy  viene  revelándose  una  España  nueva  a 
pesar  de  la  ruina  que  las  guerras  de  sucesión  y  las  guerras 
napoleónicas  y  las  guerras  americanas  le  ocasionaran,  fué  porque 
se  le  independizaron  sus  colonias  muy  a  tiempo.  Lástima  que 
no  se  hubiese  oído  el  sapientísimo  consejo  del  Conde  de  Aranda: 
la  fundación  de  tres  imperios  en  América  teniendo  al  frente  hijos 
de  la  Casa  Real  Española,  independientes  de  la  madre  patria, 
pero  unidos  a  ella  con  vínculos  creados  por  intereses  legítimos  y 
acordes.  Así  nos  habríamos  ahorrado  los  torrentes  de  sangre  (jue 
corrieron  en  América  para  conseguir  la  Independencia  ;  que  ca- 
yésemos como  hemos  caído  muchas  veces  en  manos  de  la  dema- 
gogia o  en  manos  del  despotismo,  y  habríamos  aprendido  poco 
a  poco  el  conocimiento  y  las  prácticas  de  la  democracia.  Los 
mercados  latino  americanos  hubieran  alcanzado  desde  luego,  bajo 
la  égida  ofícial,  lo  que  más  tarde  ha  hecho  el  genio  privado, 
paciente  y  laborioso  del  emigrante  español :  que  todos  los  latino- 
americanos nos  juzguemos  hermanos  de  los  españoles  y  lo  diga- 
mos con  orgullo.  Pasaron  felizmente  y  para  no  volver,  las  épocas 
en  que  ser  antiespañol  era  una  necesidad  imperiosa  para  la  exis- 
tencia de  la  patria  libre. 

A  fines  del  siglo  xviii,  el  corsario  se  había  transformado  en 
contrabandista,  porque  las  quillas  españolas  habían  desaparecido 


DE  GEOGEAFÍA  Y  ESTADÍSTICA  25 


como  entidades  de  guerra,  de  las  aguas  del  Pacífico,  a  consecuen- 
cia del  estado  decadente  de  la  monarquía.  Francia  e  Inglaterra 
aprovecharon  felices  coyunturas  para  que  se  les  permitiere  el 
tráfico  comercial  en  la  América  del  Sur,  mediante  determinados 
requisitos,  y  en  el  siglo  xix  la  segunda  pudo  nombrar  agentes 
consulares,  recibiendo  España  bajo  de  la  bandera  inglesa  el  tri- 
buto de  oro  y  plata  de  sus  Colonias.  El  Gobierno  de  Madrid 
fué  hasta  entonces  generoso  con  varios  puertos  de  la  Península 
a  quienes  extendió  la  autorización  que  por  más  de  dos  siglos 
explotó  la  Ciudad  de  Sevilla.  Así  acabaron  los  galeones  y  se 
estableció  la  comunicación  no  más  interrumpida,  por  el  Cabo  de 
Hornos. 

Por  esos  fines  del  siglo  xviii  y  principios  del  xix^  navegantes 
rusos  extendieron  sus  reconocimientos  hasta  Alaska,  fundando 
el  comercio  de  las  pieles  de  los  animales  de  aquellas  frígidas 
regiones.  Cazadores  con  trampas  y  mineros,  de  origen  irlandés 
y  francés,  daban  a  conocer  la  Nueva  Caledonia,  hoy  Columbia. 

Consumóse  la  independencia  de  las  colonias  americanas;  pa- 
saron los  años  y  si  bien  han  sido  sacudidas  las  de  origen  latino, 
por  tremendas  convulsiones  políticas,  han  podido  progresar  aun- 
que no  en  la  proporción  de  las  sajonas.  Indudablemente  éstas 
causan  verdadero  asombro:  lo  que  ayer  fué  páramo  o  bosque,  es 
hoy  campo  intensivamente  cultivado  o  ciudad  con  todas  las 
comodidades  de  la  vida  moderna;  mas  debemos  tener  siempre 
presente,  cuando  de  compararnos  se  trate,  que  de  California  para 
el  Norte,  se  pueblan  esos  lugares  con  individuos  que  no  hacen 
más  qup  trasplantar  de  Europa  su  civilización  secular  y  el  tipo 
consolidado  de  su  raza,  que  tardó  no  menos  de  mil  años  en  for- 
marse*; y  que  de  México  hacia  el  Sur,  se  verifica  la  gestación  de 
un  nuevo  pueblo  que  hoy  se  llama  latino-americano,  con  elementos 
variados  y  disímbolos,  fáciles  al  choque,  al  fermento,  a  la  dis- 
gregación en  los  momentos  álgidos  de  las  luchas  intestinas,  de- 
jando no  obstante  en  cada  cataclismo  sedimentos  que  homoge- 
neizándose,  vienen  siendo  el  núcleo  de  la  nueva  raza,  con  su  alma 
nacional  propia  y  con  su  proceso   lentamente  evolutivo,   lógico 


26  SOCIEDAD    MEXICANA 


cuando  vemos  a  la  humanidad  en  su  conjunto  y  en  las  pasadas 
edades;  desesperante  para  los  que,  como  hoy  nosotros,  lo  sufri- 
mos de  cerca. 

Desembocan  por  el  Estrecho  de  Magallanes  en  la  actualidad 
para  el  Mar  Pacífico,  centenares  de  barcos,  que  sin  las  trabas 
del  poder  colonial,  sin  el  azote  de  los  corsarios  y  sin  los  riesgos 
y  tardanzas  de  la  navegación  a  vela  por  costas  poco  conocidas, 
ai)ortan  a  estas  regiones  americanas  todos  los  productos  de  la 
civilización  europea,  llevándose  en  cambio  elementos  primos  para 
el  desarrollo  de  las  industrias  y  la  vigorización  de  las  tierras. 
Y  también  llegan  del  Norte  y  del  Asia,  otros  barcos  que  estre- 
chan las  ligas  que  viénense  formando  entre  los  latino-americanos 
y  los  sajones  de  América  y  entre  todos  estos  pueblos  y  los  ya  no 
lejanos  occidentales. 

Es  cierto  que  las  islas  que  continúan  después  del  Cabo  de 
Momos  y  la  parte  del  Continente  a  ellas  paralela,  por  el  rigor 
de  su  clima  lluvioso  y  frío,  tienen  casi  el  mismo  aspecto  que  hace 
cien  afíos.  Sin  embargo,  sus  bosques  son  ya  explotados  y  lo  mis- 
mo su  abundante  caza  y  pesca  marítimas  y  sale  al  i)aso  como 
vanguardia  de  la  novísima  civilización  la  ciudad  de  Punta  Are- 
nas, con  exúberos  pastos  para  la  ganadería,  estableciendo  refri- 
geradores para  la  conservación  de  las  carnes  destinadas  a  la 
exportación  y  surtiendo  con  legumbres  algunas  poblaciones  cer- 
canas, de  la  República  Argentina. 

Este  primer  tercio  del  territorio  chileno  exhibe  idéntico  as- 
pecto al  (lue  acabamos  de  señalar,  con  más,  depósitos  de  carbón 
qu(^  libran  al  país  de  la  dependencia  en  que  antes  se  hallaba  de 
otros,  por  la  falta  de  ese  combustible  tan  necesario  para  su 
industria  y  se  cree  que  muy  pronto  pondrá  en  explotación  el 
petróleo  que  parece  existir  en  el  seno  de  esas  poco  conocidas 
comarcas. 

El  segundo  tercio  del  civilizado  Chile,  es  eminentemente  agrí- 
cola y  goza  de  una  temperatura  deliciosa.  Allí  se  cultivan  los 
cereales  y  la  viña.  En  1910  se  sembraron  014,128  hectáreas  de 
trigo  que  produjeron  9.826,594  metros  cúbicos  de  cosecha  y  en 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  27 


el  mismo  año  la  estadística  denunció  la  existencia  de  67,700 
hectáreas  de  viñedos.  Tiene  además  para  la  exportación  en  bue- 
nas proporciones,  cebada,  avena,  linaza,  miel  j  cueros,  y  las  al- 
pacas, guanacos,  vicuñas  y  cliincliillas  de  la  cordillera,  producen 
lanas  altamente  estimadas  en  los  mercados  europeos.  La  inmi- 
gración está  siendo  tan  abundante,  que  Valdivia  y  Puerto  Montt 
pueden  considerarse  como  ciudades  alemanas. 

El  tercero  es  árido,  triste,  caluroso,  pero  con  grandes  riquezas. 
En  sus  antes  desnudas  soledades,  la  naturaleza  depositó  y  la 
falta  de  lluvias  conservó,  lo  que  allí  se  denominan  calicheras,  los 
famosos  depósitos  de  nitratos  tan  apreciados  para  el  abono  de  las 
tierras  pobres ;  y  excelentes  minas  de  cobre.  En  el  segundo  se- 
mestre de  1911  y  el  primero  de  1912,  se  extrajeron  de  los  primeros 
2.469,000  toneladas,  que  dejaron  al  fisco  30.000,000  de  pesos  de 
utilidad  y  3,400  toneladas  del  segundo. 

Es  Valparaíso,  población  de  doscientos  mil  habitantes,  el  pri- 
mer puerto  comercial  y  agrícola;  y  es  Antofagasta,  el  que  se 
lleva  la  primacía  en  la  exportación  minera.  La  suma  total  de  la 
importación  chilena  en  1911  fué  de  |  348.990,354  oro  y  la  expor- 
tación en  el  mismo  período,  de  |  339.409,363.  El  capital  invertido 
en  empresas  chilenas  fué  en  1910  de  |  88.000.000,  la  Caja  Nacio- 
nal de  Ahorros  contaba  en  ese  año  con  |  350.000,000  de  depósitos ; 
la  red  ferrocarrilera  con  6,000  kilómetros  de  extensión;  la  ca- 
pital, Santiago,  con  400,000  habitantes  y  la  Nación  con  tres  y 
medio  millones,  de  los  cuales  sólo  cincuenta  mil  son  indios. 

Bolivia,  que  es  uno  de  los  pocos  Estados  interiores  del  mundo, 
tiene  la  mayor  parte  de  su  comercio  por  puertos  de  Chile  y  el 
Perú.  Son  Antofagasta  y  Arica  en  el  primero  y  Moliendo  en  el  se- 
gundo. De  su  Capital,  La  Paz,  parten  atrevidos  ferrocarriles,  que 
bajando  los  Andes,  hacia  el  Gran  Pacífico,  llevan  el  estaño, 
fuente  de  su  principal  riqueza,  al  extranjero.  Una  Convención 
firmada  con  Chile  le  permite  el  libre  tránsito  por  el  territorio 
de  esta  República.  El  capital  inglés  desenvuelve  actualmente  en 
ese  alto  país  los  ramos  de  la  minería  y  la  agricultura,  calculán- 
dose que  tiene  allí  colocadas  30.000,000  de  libras  en  dichos  ramos 


28  SOCIEDAD    MEXICANA 


y  6  en  la  construcción  de  ferrocarriles.  Las  utilidades  que  per- 
cibió el  fisco  por  el  estaño  en  1911  alcanzaron  la  respetable 
suma  de  2.700,000  bolivianos.  Exporta,  además,  bismuto,  coca 
y  quina. 

Es  el  Perú  colindante  con  Chile  y  de  los  que,  por  su  condición 
geofjráfica,  sólo  tiene  puertos  al  Pacífico,  aunque  sus  vías  fluvia- 
les le  dan  salida  por  el  lado  del  Atlántico.  Sus  costas,  al  Sur, 
presentan  la  árida  monotonía  de  sus  vecinas,  con  la  misma  ri- 
queza de  nitratos,  más  al  Norte  son  arenales  inmensos  y  al 
acercarse  a  Colombia  comienzan  a  ser  laborables  aunque  exigen 
el  riego  porque  las  lluvias  no  se  conocen,  Al  internarse  es  cuando 
se  encuentran  las  tierras  fecundas  para  la  agricultura  y  los  mi- 
nerales que  hicieron  homónimas  las  palabras  perú  y  valioso. 

Son  sus  principales  puertos  Callao,  Iquique,  Moliendo  y  Paita. 
Recibe  efectos  más  de  Inglaterra  que  de  otras  naciones  y  el  mer- 
cado i)rincipal  de  los  suyos  es  el  de  los  Estados  Unidos.  El 
producto  de  los  derechos  aduanales  por  importaciones  fué  de 
30.964,445  soles  y  por  ex])ortaciones  de  30.071,050  en  el  año 
de  1911. 

Produce  para  la  exportación  cobre,  que  es  hoy  el  principal 
ramo  (veintiún  mil  toneladas  en  un  año),  lanas  (dos  millones 
de  pesos  en  el  mismo  período),  nitratos,  algodón,  del  cual  tiene 
la  primera  semilla  del  mundo,  coca  (un  millón  de  pesos),  la  ma- 
dera curtiente  llamada  dividivi,  azúcar  que  le  compran  Inglaterra 
y  Chile,  jipijapa,  perlas  y  el  guano  explotado  por  privilegio 
especial  por  la  Peruvian  Corporation,  que  en  1910  extrajo  01,575 
toneladas  de  las  cuales  se  consumieron  en  el  país  35,020. 

Nos  encontramos  en  seguida  con  el  Ecuador  en  las  mismas 
condiciones  costeras  que  el  Perú,  con  sólo  puertos  al  I^acífico  y 
en  quien  la  industria  del  sombrero  de  jipijapa  alcanzó, — precio 
de  exportación  —  la  suma  de  1 1.258,575;  que  en  caucho  exportó 
millón  y  medio  y  en  cacao  31.509,802  kilogramos  con  valor  de 
14.522,617  de  sucres.  En  este  ramo  agrícola  el  Ecuador  es  el  que 
produce  la  tercera  parte  del  consumo  mundial.  El  río  Guayaquil 
y  sus  afluentes  poseen  el  maravilloso  arbusto. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  29 


Los  anteriores  datos  se  refieren  al  año  de  1910. 

Son  sus  mercados  para  la  exportación  Francia,  en  primer  tér- 
mino j  después  los  Estados  Unidos;  y  en  estos,  en  Alemania  y 
particularmente  en  Inglaterra,  es  donde  se  provee  de  los  artícu- 
los que  necesita  para  la  satisfacción  de  sus  necesidades  e  in- 
dustrias. 

Sigue  Colombia  en  esta  rapidísima  exposición  y  es  el  primero 
de  los  países  que  encontramos  que  tiene  costas  en  ambos  Océanos. 
Así  son  todos  los  restantes,  a  excepción  de  la  República  del  Sal- 
vador. Abundante  en  minas  de  oro  la  altísima  cordillera  andina 
que  le  da  carácter  especial,  exporta  igualmente  el  platino,  del 
cual  se  encontró  bace  poco  una  pepita  con  peso  de  varias  libras. 
Lo  hacen  sin  embargo  más  notable  sus  esmeraldas,  con  las  que 
surte  a  los  joyeros  del  mundo,  siendo  de  ese  origen  la  más  grande 
que  existe  y  pertenece  al  Duque  de  Devoushire.  Su  peso  es  de  308 
gramos  y  su  tamaño  de  dos  pulgadas. 

En  agricultura  su  exportación  de  plátano  asciende  anualmente 
a  dos  millones  de  pesos;  tiene  además  café  y  la  industria  de  jipi- 
japa con  una  escuela  para  perfeccionar  el  tejido  de  los  sombreros. 

Por  su  puerto  de  Cartagena  tuvo  una  exportación  en  1910  de 
5.175,411.73  pesos  y  una  importación  de  3.977,477.91. 

Las  seis  Repúblicas  centroamericanas  de  Panamá,  Costa  Rica, 
Nicaragua,  Honduras,  El  Salvador  y  Guatemala  seméjanse  por 
sus  cultivos,  pues  son  esencialmente  agrícolas  y  se  hallan  en  la 
zona  tropical.  Salen  de  sus  bosques,  especialmente  de  los  de  Pa- 
namá y  Guatemala,  las  maderas  finas  de  construcción ;  exportan 
todas  ellas  el  café,  el  banano,  el  azúcar,  algo  de  tabaco  y  cueros 
de  res.  El  Salvador  tiene,  además,  las  especialidades  del  añil  y  el 
bálsamo  que  por  un  capricho  se  denomina  del  Perú. 

Sólo  tenemos  de  esta  última,  números  que  se  refieren  a  pro- 
ductos de  Aduanas,  pues  las  estadísticas  de  las  otras,  que  he- 
mos consultado,  traen  englobados  los  correspondientes  a  ambas 
costas. 

Año  de  1911.  Productos  de  importación  |  5.206,012.61.  De  ex- 
portación I  925,514.15. 


30  SOCIEDAD    MEXICANA 


De  Punta  Arenas  en  el  golfo  de  Nicoya  a  Puerto  Limón  en 
las  Antillas,  }-  de  San  José  de  Guatemala  a  Puerto  Barrios,  par- 
ten dos  ferrocarriles  interoceánicos  que  facilitan  las  comunica- 
ciones de  Costa  Rica  v  Guatemala.  El  Salvador,  pueblo  valiente 
y  de  empresa,  tiene  una  linea  de  vapores  que  conecta  a  los  puertos 
centroamericanos  con  el  nuestro  de  Salina  Cruz.  Nuestra  her- 
mana y  vecina  Guatemala  pronto  entroncará  su  red  ferrocarri- 
lera con  la  nuestra,  en  las  márgenes  del  río  Suchiate. 

Costa  Rica,  con  sus  cuatrocientos  mil  habitantes  en  números 
redondos,  acaba  de  aprobar  un  presupuesto  i)ara  el  año  entrante, 
de  nueve  millones  doscientos  mil  colones,  que  denuncian  su  ri- 
queza; y  una  ley  estableciendo  la  proporcional  en  las  elecciones, 
afirma  la  ventajosa  idea  que  siempre  ha  dado  al  mundo,  de  sus 
prácticas  genuinamente  democráticas. 

Tócame  hablar  de  nuestro  país  en  el  riguroso  turno  que  he 
venido  observando.  Chiapas,  Oaxaca,  Guerrero,  Michoacán,  Co- 
lima, Jalisco,  Tepic,  Sinaloa,  Sonora  y  Baja  California  son  las 
entidades  políticas  ribereñas  al  Pacífico  y  son  sus  puertos  prin- 
ci})ales  Salina  Cruz,  con  un  servicio  sólo  superado  por  el  de  San 
Francisco  California,  Acapulco  que  ha  perdido  su  grandeza  a 
pesar  de  lo  hermoso  de  su  bahía.  Manzanillo,  San  Blas,  Mazatlán 
y  Guaymas  en  el  Continente  y  la  Paz  en  la  Península  de  Ca- 
lifornia. 

La  circunstancia  de  tener  ferrocarriles  que  nos  comunican  con 
los  Estados  Unidos,  que  por  razón  natural  son  el  primer  mercado 
de  nuestros  productos  agrícolas,  y  el  tender  el  resto  de  la  expor- 
tación para  Europa  hacia  los  puertos  del  Golfo,  colocan  a  la  zona 
del  Pacífico  en  una  posición  inferior  en  las  estadísticas. 

La  importación  total  mexicana  fué  en  el  año  fiscal  de  1911-12 
de  1182.662,311.20  y  la  exportación  de  |  297.989,129.41.  De  estas 
sumas  tocó  a  los  puertos  del  Pacífico  respectivamente  las  de 
1 11.399,709.12  y  1 18.124,284.20. 

En  los  diez  puertos  de  altura  del  Pacífico  entraron  en  ese 
período  de  tiempo  1,407  buques  de  vapor  y  147  de  vela  con  un  to- 
tal de  753,599  toneladas  de  registro  y  en  los  de  cabotaje  entraron 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  31 


2,059  de  vapor  y  993  de  vela  con  2.074,662  toneladas  de  registro. 

Los  derechos  aduanales  figuraron  así:  Por  importación 
12.526,561.49  y  por  exportación  1 18,964.10. 

Los  productos  minerales,  oro,  plata  y  cobre  principalmente, 
los  fabriles  en  algodón  y  lanas,  las  cervezas,  los  tabacos  elabo- 
rados, el  café,  el  algodón,  las  pieles  sin  curtir,  las  harinas,  el 
frijol,  varias  clases  de  frutas  y  el  hule  figuran  en  primer  término 
en  nuestra  exportación. 

California,  Oregón  y  Washington,  son  los  Estados  de  la  gran 
Federación  Americana  que  dan  hacia  el  Pacífico.  Tiene  en  ellos 
la  preponderancia  como  puerto  San  Francisco  California,  gra- 
cias a  lo  extenso,  a  lo  seguro  y  a  lo  hermoso  de  la  bahía  que  allí 
formó  la  naturaleza.  Mas  las  corrientes  inmigratorias  que  vie- 
nen poblando  toda  la  extensión  de  ese  inmenso  país  y  el  pé- 
simo trato  últimamente  dado  a  las  colonias  chinas  y  japonesas, 
con  lo  cual  no  se  hizo  más  que  continuar  el  que  se  le  dio  a  los 
indios  y  que  según  Reclus  en  ninguna  parte  de  América  fué  tan 
bárbaro,  han  detenido  su  maravilloso  desai-rollo.  Sin  embargo, 
las  sumas  que  se  dedican  en  el  Estado  a  los  negocios  son  fabu- 
losas; es  de  fama  mundial  su  agricultura;  extensísimas  regiones 
dan  la  idea  de  que  se  visita  un  jardín  interminable  y  todo  el 
Estado,  principalmente  Los  Angeles,  goza  de  un  clima  tan  admi- 
rable, que  es  sin  disputa  el  más  acondicionado  para  la  vida  del 
hombre  entre  los  demás  de  la  gran  Unión  Americana. 

Tiene  nitratos  como  Chile,  aún  inexplotados,  y  aunque  se  ago- 
taron los  placeres  de  oro  que  lo  hicieron  famoso,  aún  se  trabajan 
minas  del  preciado  metal. 

•  Oregón,  con  su  clima  húmedo  y  frío  y  su  débil  proporción  de 
tierras  arables,  no  está  tan  poblado  como  California.  La  gana- 
dería se  ha  desarrollado  mejor  que  la  agricultura  y  la  pesca  del 
salmón  en  sus  costas  le  representa  una  utilidad  de  varios  millones 
de  dollars. 

En  184S  Inglaterra  cedió  a  los  Estados  Unidos  todo  el  terri- 
torio interior  del  río  Columbia,  no  obstante  que  el  descubri- 
miento de  esa  región  había  sido  hecho  por  exploradores  cana- 


32  SOCIEDAD    MEXICANA 


dieiises  a  expensas  de  una  sociedad  inglesa  v  que  Vancouver 
hubiese  tomado  posesión  de  esos  territorios  en  nombre  del  Rey 
de  ínglaterra.  Ahí  nacieron  parte  del  Estado  del  Oregón  y  el  de 
Washington  que  en  1870  no  tenía  aim  20,000  habitantes.  Hoy 
tiene  1.150,000. 

La  construcción  de  líneas  terreas  lo  pobló  y  acercó  a  los  cen- 
tros  poblados;  las  grandes  planicies  facilitanm  el  trabajo;  las 
buenas  costas  hicieron  aparecer  los  puertos  comerciales  y  Seattle 
y  Tacoma,  notables  ciudades,  compran  el  té  de  la  China  y  el 
Japón  y  les  venden  los  cereales  de  la  región.  Con  la  madera  de  sus 
bosques  construyen  casas  que  envían  hasta  la  América  del  Sur. 

Columbia,  perteneciente  al  Dominio  del  Canadá,  se  encuentra 
a  continuación,  poco  poblado  relativamente  por  lo  rudo  de  su 
clima.  El  invierno  comienza  en  Septiembre  u  Octubre  y  termina 
en  Mayo.  Esto  no  obsta  para  que  explote  extensísimos  ])astos  y 
la  madera  de  selvas  seculares  donde  existen  pinos  y  cedros  gi- 
gantescos de  más  de  cien  metros  de  altura.  Lo  que  era  un  espeso 
bosíjiie  en  ISSÍJ  es  hoy  la  bonita  ciudad  do  Vancouver  y  un  ferro- 
carril que  atraviesa  las  Montañas  Rocallosas  conservó  ])ara  la 
Confederación  del  Canadá,  ese  territorio  cuyas  vías  naturales  iban 
para  los  Estados  Unidos,  de  quien  ya  casi  dependía  económi- 
camente. 

Victoria,  su  capital,  es  una  encantadora  ciudad  inglesa  en  don- 
de por  su  situación  llegan  i)ara  el  efecto  de  sus  transacciones 
comerciales,  los  agricultores  y  mineros  de  toda  Columbia. 

Llegamos  finalmente  a  Alaska,  el  territorio  comprado  por  los 
americanos  a  los  rusos  en  una  cantidad  tan  irrisoria,  que  cuando 
aconteció  en  el  año  de  1807,  más  se  supuso  que  la  i)(>lítica  de 
San  Petersburgo  abandonaba  aquellas  tierras  que  ami)liaban  la 
majestad  del  Imperio,  })ara  buscarle  a  Inglaterra  las  molestias 
consiguientes  a  las  cuestiones  de  límites  con  los  Instados  Unidos. 

Sólo  el  Sur  de  Alaska  es  habitable;  allí  los  grandes  bos(|ues, 
las  minas  y  las  pesquerías  forman  la  escasa  riqueza  actualmente 
explotada.  Su  capital,  Sitka,  cuenta  cím  seis  mil  habitantes. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  33 


Tal  vez,  señores,  he  abusado  de  la  amabilidad  que  tuvisteis, 
aceptando  la  invitación  que  se  os  liizo  para  concurrir  a  esta  Sesión 
solemne,  no  obstante  que  en  forma  rápida  y  concreta  he  tratado 
la  materia  que  se  me  ha  encomendado.  Perdonad.  Y  antes  de 
que  abandone  esta  tribuna  a  verdaderos  oradores,  permitidme  que 
tribute  los  agradecimientos  de  la  Sociedad  de  Geografía  al  Ca- 
sino Español,  que  con  tanta  gentileza  como  cariño  nos  alberga  en 
esta  noche. 

Triunfos  de  España  en  América,  seguidos  de  triunfos  de  su 
sangre,  hemos  recordado  en  esta  fecha  y  nada  más  justo  que  ha- 
cerlo en  casa  española. 

Los  manes  de  los  héroes  que  con  sus  hechos  llenan  la  historia 
del  Pacífico  y  los  de  seres  desconocidos  que  en  millones  se  han 
dedicado  a  la  paciente  obra  de  civilización  que  hemos  diseñado, 
agradecerán  desde  las  tumbas  donde  reposan  o  en  las  esferas 
que  pueblan  sus  espíritus,  que  ensalcemos  sus  hechos  meritorio- 
sos,  levantándonos  sobre  toda  idea  mezquina  y  de  partido;  y 
aplaudirán  que  los  que  hoy  ocupamos  sus  lugares,  unidos  en  un 
solo  corazón  y  en  un  solo  deseo,  pidamos  con  fervor,  la  eterna  paz 
entre  los  hermanos  de  un  mismo  pueblo,  la  eterna  paz  entre  las 
naciones  que  son  vecinas,  la  eterna  paz  en  toda  la  tierra,  para 
que  las  obras  útiles  adquiridas  no  se  destruyan;  para  que  las 
armas  no  sieguen  tantas  vidas;  para  que  los  odios  no  perduren, 
y  se  levante  en  una  voz  el  himno  grandioso  que  se  dedique  al 
Amor  y  al  Trabajo. 


DE  VASCO  NÜÑEZ  DE  BALBOA 

.^Xj    ooi^oisrEi-i    c3-o:E]TX3:^f^iLiS 

(APUNTES  Y  NOTAS) 

Discurso  leído  en  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística, 

el  25  de  Septiembre  de  1913, 

por  el  socio  Sr.  D.  Gonzalo  de  Murga 


Señores : 

Hoy  hace  cuatrocientos  años,  desde  una  cima  que  escalara  él 
solo  dejando  a  sus  compañeros  en  el  Valle,  el  intrépido  hidalgo 
español  D.  Vasco  Núfíez  de  Balboa  pudo  contemplar  con  emoción 
indescriptible  el  anchuroso  Mar  del  Sur. 

Cuatro  días  después,  entrando  en  el  agua  hasta  la  cintura, 
tremolando  el  pendón  de  sus  Reyes  y  empuñando  la  espada,  tomó 
posesión  de  aquel  Océano  y  de  las  tierras  por  él  bañadas,  ''en 
nombre  de  la  Corona  de  Castilla,  de  quien  habían  de  ser  mientras 
el  mundo  existiera  y  hasta  el  día  del  Juicio  Final '^ 

Era  el  de  San  Miguel,  aquel  para  siempre  memorable;  y  con 
el  nombre  del  Arcángel  bautizó  Balboa  el  golfo  que  descubriera, 
siguiendo  la  católica  costumbre  de  nuestros  navegantes  y  con- 
quistadores del  ciclo  épico.  Precisamente  en  el  mismo  año  de 
1513,  el  día  de  Pascua  Florida,  Ponce  de  León  había  descubierto 
la  tierra  que  Florida  llamamos  aún  y  en  la  que  el  Adelantado 
sonaba  encontrar  la  fuente  de  Juvencio. 

Labios  más  doctos  y  autorizados  que  los  míos  os  van  a  decir 

quién  fué  Balboa  y  cuál  su  vida  hasta  que  la  segara  el  execrable 

3 


36  SOCIEDAD    MEXICANA 


Pedrarias;  limitándome  yo  ahora  a  exponeros  en  forma  sinté- 
tica,—  con  sólo  brevísimos  comentos, —  noticias  y  datos  por  donde 
colijáis  la  trascendencia  que  para  la  liumanidad  tuvo  el  descu- 
brimiento del  Pacífico:  proeza  realizada  por  un  puñado  de  indó- 
mitos aventureros  que  cruzaron  el  Istmo  de  Panamá  luchando 
durante  veintinueve  días  con  las  tempestades  del  cielo,  con  los 
obstáculos  que  en  la  tierra  oponíales  una  naturaleza  salvaje  y 
con  la  belicosa  fiereza  de  los  hombres  que  poblaban  la  región. 


I 

Colón  —  que  la  moderna  exégesis  histórica  pretende,  acaso 
infundadamente,  disputar  como  hijo  de  nuestra  dulce  Suevia  — 
había,  sin  duda,  leído  a  Marco  Polo  y  conocía  el  mapamundi  de 
Toscanelli;  y  al  zarpar  del  puerto  de  Palos,  y  al  internarse  por 
el  piélago  en  que  se  hundiera  la  Atlántida,  imaginaba  poner  la 
prora  de  sus  carabelas  hacia  las  tierras  del  Preste  Juan  de  las 
Indias  y  los  fabulosos  imperios  de  Catay  y  Cipango. 

Pero  el  planeta  era  más  grande  de  lo  que  Toscanelli  supuso ; 
el  Japón  y  la  China  estaban  más  lejos  de  lo  que  Colón  creía;  y 
en  el  camino  de  sus  naves  alzóse  como  infranqueable  barrera 
este  maravilloso  continente  en  que  vivimos. 

Si  pocas  centurias  antes,  cuando  alentaba  el  Cid,  al  paso  de 
su  caballo  se  iba  ensanchando  Castilla,  en  las  postrimerías  del 
siglo  XV  y  en  los  albores  del  xvi  las  quillas  iberas  ensancharon 
el  mundo. 

En  1445  Bartolomé  Díaz  dobla  el  cabo  de  las  Tormentas,  sir- 
viendo de  heraldo  a  Vasco  de  Gama,  quien  en  1497  emprende 
su  portentoso  viaje,  a  la  cabeza  de  aquellos  portugueses  tan  acos- 
tumbrados a  domeñar  las  furias  del  Océano  que  le  acusaban  de 
temblar  ante  ellos.  En  1498  llegan  los  ilusos  a  Mozambique;  y 
por  fin  a  la  península  índica,  al  "país  de  las  perlas,"  descu- 
brimiento que  había  de  engrandecer  a  Portugal,  arruinando  a 
Venecia.  En  vano  la  Reina  del  Adriático  pretendería  conocer  la 
ruta  seguida  por  Gama,  pues  tan  celosamente  guardábase  el  se- 


DE    GEOGKAFÍA    Y   ESTADÍSTICA  37 


creto  que  se  castigaba  con  pena  de  muerte  a  quienes  trazasen  el 
mapa  de  mundo  por  aquel  hallado. 

Magallanes,  que  levó  anclas  el  20  de  septiembre  de  1519,  arriba 
al  Brasil  el  10  de  Enero  de  1520 ;  y  tras  descubrir  el  estrecho  que 
perpetúa  su  nombre,  entra  en  el  Pacífico  el  28  de  Noviembre,  y  el 
16  de  Marzo  llega  a  las  Filipinas  encontrando  la  muerte  a  manos 
de  sus  pobladores.  Entonces  asume  el  mando  de  la  expedición  el 
vasco  Sebastián  Elcano  que  desembarca  en  España  el  6  de  Sep- 
tiembre de  1522,  siendo  el  primero  en  haber  dado  la  vuelta  al 
mundo  y  mereciendo  que  Carlos  V  le  otorgara  por  armas  un  glo- 
bo terráqueo  con  la  gloriosa  leyenda:  "primus  circundedisti  me/^ 

Colón  viendo  surgir  un  mundo  en  la  soñada  ruta  de  las  Indias, 
Vasco  de  Gama  rodeando  el  dilatado  continente  africano  y  Ma- 
gallanes al  forzar  el  estrecho  de  su  nombre  y  abrir  las  puertas 
del  Pacífico,  resolvieron  de  un  modo  definitivo  el  problema  de  la 
forma  y  la  extensión  del  globo. 

El  hallazgo  de  caminos  naturales,  al  ensanchar  los  ámbitos  de 
la  tierra,  abatía  el  comercio  de  ciudades  antes  poderosas,  hacía 
surgir  nuevos  emporios  de  riqueza,  y  disipando  las  nieblas  del 
misterio  y  de  la  fábula  que  envolvían  a  })ueblos  remotos,  desen- 
cajaba y  trasponía  el  eje  de  la  civilización. 

El  comercio  busca  siempre  para  su  desarrollo  cauces  fáciles 
y  rápidos  y  lleva  por  ellos  el  oro  que  se  traduce  en  poderío  y  pre- 
dominio. Por  eso  de  todo  tiempo  la  humanidad  ha  buscado  rutas 
que  acortando  las  distancias  le  permitan  economizar  tiempo  y 
esfuerzo  y  acrecer  su  poder. 

Así  la  tierra  y  el  agua,  las  montañas,  las  estepas,  los  istmos 
y  los  mares  van  siendo  sojuzgados  por  el  hombre,  dejándose 
hender,  encauzar,  perforar,  recorrer,  dividir,  allanar  y  vencer; 
y  las  civilizadoras  batallas,  los  triunfos  dignos  de  ser  por  altí- 
simos vates  cantados  en  renovados  cantos  de  epopeya  llámanse 
túneles  de  San  Gotardo,  de  Mont-Cenis  y  del  Simplón,  ferrocarril 
transiberiano  y  ferrocarril  de  los  Andes,  encauzamientos  del  Póo 
y  del  Ródano,  canales  de  Kiel  y  de  Manchester,  y  el  de  Corinto  y 
el  de  Suez  y  de  Panamá. 


38  SOCIEDAD    MEXICANA 


En  el  archivo  de  las  edades  pretéritas  hallamos  testimonio  del 
empeño  con  (pie  persiguiera  el  liond)re  la  busca  o  creación  de  los 
mejores  arcaduces  })ara  el  tráfico.  Hojead  la  historia  y  veréis 
que  ya  los  Faraones  quisieron  establecer  una  vía  del  Mediterrá- 
neo al  Mar  Rojo  utilizando  el  Nilo  y  un'  canal  que  de  las  aguas 
del  Nilo  se  alimentase.  Los  Césares  prosiguieron  la  obra ;  y  bajo 
los  Antoninos,  hacia  el  siglo  vi^  todavía  era  navegable  el  canal 
que  en  tiempo  de  los  árabes  fué  abandonado  y  llegó  a  cegarse. 
Napoleón,  durante  la  campaña  de  Egipto,  pensó  restablecer  esta 
\ia,  pero  otras  preocupaciones  le  hicieron  prescindir  del  pro- 
pósito. 

A  Periandro,  tirano  de  Corinto,  que  i)retendiera  unir  ])or  un 
canal  el  ¡golfo  de  Corinto  con  el  de  Egina,  disuadiéronle  los  sabios 
so  i)retexto  de  ser  distintos  los  niveles  de  las  aguas  en  los  dos 
golfos.  Este  mismo  argumento  de  la  diferencia  de  nivel  entre  el 
Mediterráneo  y  el  Mar  Kojo  y  entre  el  Atlántico  y  el  Pacífico 
estuvo  a  punto  de  dar  al  traste  con  los  proyectos  del  canal  de 
Suez  y  del  canal  de  Panamá;  pero  por  fortuna  observaciones 
cientíñcas  demostraron  la  identidad  de  niveles,  aunque  cierta- 
mente las  mareas  son  mucho  más  vivas  en  unos  mares  que  en 
otros. 

En  abrir  el  canal  de  Corinto  —  empresa  llevada  a  feliz  término 
en  nuestros  días  —  ])ensaron  también  eTulio  César  y  Calígula ; 
y  en  tiempo  de  Nerón,  a  quien  tanto  i)reocupaba  la  realización 
de  grandes  obras  (y  que  tal  vez  incendiaría  Roma  no  por  las 
razones  generalmente  supuestas,  sino  por  otras  de  carácter  más 
alto,  no  bien  averiguadas),  realizáronse  en  el  Istmo  trabajos  de 
excavación  importantísimos,  inaugurados  por  el  divino  Enobarbo 
quien  —  recordad  a  Dion  Casio  y  a  Plinio  —  con  pala  de  oro 
llenó  de  tierra  una  espórtula  que  él  mismo  vertió  a  cierta  dis- 
tancia .... 

Muchos  siglos  más  tarde,  el  1.°  de  Enero  de  1880,  Mademoiselle 
Ferdinande  de  Lesseps  hacía  saltar  la  primera  mina  en  el  cerro 
de  la  Culebra,  inaugurando  así  los  trabajos  del  canal  de  Pa- 
namá. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  39 


II 

Colón,  en  su  cuarto  viaje,  arribó  a  las  costas  del  Istmo  de 
Panamá  oyendo  referir  a  los  indios  fantásticas  historias  de  un 
estrecho  a  través  del  cual,  navegando  hacia  el  ocaso,  existía,  por 
un  mar  vastísimo,  el  verdadero  camino  dé  las  tierras  con  que 
soñaba  el  Almirante. 

La  fe  de  Colón  en  el  secreto  del  estrecho  era  tal,  que  en  el  mapa 
por  él  mismo  inspirado  (aunque  no  se  publicó  sino  dos  anos 
después  de  su  muerte)  no  se  indica  el  Istmo  de  Panamá,  sino 
un  estrecho  que  permitiría  el  paso  de  Europa  a  las  Indias. 

Cuando  Balboa  descubrió  el  Mar  del  Sur  persistía  la  fábula 
del  paso  entre  los  dos  mares,  constituyendo  el  mayor  incentivo 
de  geógrafos  y  exploradores;  hasta  que  Carlos  V  encomendó  su 
descubrimiento  a  un  hombre  de  temple  excepcional,  a  un  héroe 
de  proporciones  mitológicas,  a  Hernán  Cortés,  quien  no  hallando 
el  estrecho  de  la  leyenda  juzgó  hacedero  abrirlo,  como  si  con  su 
hidalga  tizona  pudiese  de  un  mandoble  partir  en  dos  el  conti- 
nente ....  Suya  fué,  pues,  la  heráclea  concepción  que  había  de 
realizar  el  Coronel  Goethals  cuatro  siglos  más  tarde. 

Un  primo  de  D.  Hernando,  Alvaro  de  Saavedra  Cerón,  por 
estímulos  y  consejos  de  aquél,  hizo  exploraciones  y  estudios  hasta 
trazar  cuatro  proj^ectos  de  canales  interoceánicos,  escogiendo 
precisamente  los  mismos  lugares  en  que  sabios  de  edades  poste- 
riores habían  de  fijarse:  Tehuantepec,  Nicaragua,  Panamá  y 
Darién. 

Colón  abordó  el  primero  a  las  playas  istmeuas;  Balboa  des- 
cubrió el  Pacífico;  Hernán  Cortés  pensó  en  unir  los  dos  mares; 
Alvaro  de  Saavedra  proyectó  cuatro  comunicaciones  interoceá- 
nicas, una  de  las  cuales,  Panamá,  está  casi  terminada,  otra, 
Nicaragua,  es  fácil  se  realice  en  fecha  próxima,  y  las  dos  restan- 
tes acaso  se  lleven  a  cabo  algún  día. 

Después ....  Guerras  j  preocupaciones  de  otra  índole ;  la  in- 
fluencia que  según  se  dice  tuvieron  ios  frailes  en  el  ánimo  de 
Felipe  II  al  aconsejarle  "no  separara  lo  que  Dios  había  unido;" 


40  SOCIEDAD    MEXICANA 


el  desconcierto  de  la  corte  devota  y  galante  de  sus  sucesores ;  el 
agotamiento  de  las  tremendas  energías  de  la  raza;  el  rápido 
ocaso  de  nuestro  inmenso  poderío,  fueron  parte  al  desdén  o  indi- 
ferencia con  que  miráramos  la  realización  de  anhelos  de  los  días 
inmediatos  a  la  conquista 

En  épocas  más  recientes  muchos  nombres  de  los  que  la  huma- 
nidad ha  recogido  en  sus  anales,  aparecen  ligados  a  la  idea  de  la 
comunicación  interoceánica. 

Así  en  1778  Nelson,  encargado  por  Inglaterra  de  reconocer  el 
paso  de  Nicaragua,  avanza  por  el  río  de  San  Juan  hasta  llegar  al 
lago,  viéndose  en  la  precisión  de  retroceder  por  la  resistencia 
que  le  opusimos  desde  el  fuerte  de  San  Carlos;  en  1780  el  gran 
Rey  Carlos  III  mandó  a  D.  Martín  de  la  Bastida  y  a  D.  Manuel 
Galisteo  que  de  nuevo  explorasen  Panamá;  en  1804  Humboldt 
preconiza  el  canal  de  Darién;  en  1814  las  Cortes  ordenan  al 
Virrey  de  la  Nueva  España  que  se  estudie  el  trazado  del  canal 
de  Tehuantepec,  del  que  en  1821  el  general  Orbegozo  levantó 
los  planos  y  para  construir  el  cual,  en  1842,  bajo  Santa  Anna, 
obtuvo  una  concesión  y  realizó  estudios  D.  José  de  Garay,  cuyo 
sobrino  D.  Francisco  propugnó  la  idea  del  canal  de  Tehuantepec 
ante  el  Congreso  Internacional  de  París  en  1879. 

Por  el  año  cuarenta  y  tantos  del  siglo  último,  así  como  Napo- 
león el  Grande  pensaba  en  unir  el  Mediterráneo  con  el  Mar  Rojo, 
Napoleón  el  Chico,  entonces  Príncipe  Luis  Napoleón  Bonaparte, 
pensó  en  unir  el  Pacífico  al  Atlántico;  estando  preso  en  Ham 
obtuvo  de  Nicaragua  la  correspondiente  concesión ;  y  para  em- 
prender la  obra  solicitó  de  Thiers  se  le  pusiera  en  libertad  '^ne 
voulant  plus  s'occuper  de  politique.'^ 

Entre  tanto,  en  1788,  se  establecía  real  y  positivamente  una 
comunicación  por  agua  entre  los  dos  Océanos,  con  el  modesto 
propósito  "de  transportar  el  cacao  de  Guayaquil  a  Cartagena," 
alcanzándose  de  paso  la  ventaja  de  establecer  un  camino  "infini- 
tamente pronto  entre  Cádiz  y  Lima." 

Junto  a  las  fábulas  del  secreto  del  estrecho  existía  la  tradición 
de  que  hallándose  muy  cerca  del  río  Atrato,  que  vierte  sus  aguas 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  41 


en  el  Atlántico,  el  Tuyra,  que  desemboca  en  el  Pacífico,  los 
indios  iban  por  agua  de  un  mar  a  otro  con  sólo  llevar  a  cuestas 
su  piragua  durante  una  hora;  el  piloto  vizcaíno  Goyeneche  estu- 
dió y  presentó  al  Gobierno  el  proyecto  para  hacer  un  canal  de 
pocas  leguas  desde  el  puerto  de  Cupica  (mar  del  Sur)  al  río 
Maipí,  afluente  del  Atrato;  y  por  fin  un  religioso,  cura  de  la 
aldea  de  Nóvita,  en  la  provincia  del  Chocó,  hizo  que  sus  feligreses 
abrieran  el  pequeño  canal  de  "la  Raspadura"  uniendo  las  cer- 
canas fuentes  del  Noamama  (que  muere  en  el  Pacífico)  con  el 
riachuelo  de  Quito,  afluente  como  el  Maipí,  el  Andágueda  y  el  Zi- 
tará  del  caudaloso  Atrato.  Goyeneche  y  el  cura  de  Novita  fueron, 
pues,  hace  más  de  un  siglo,  en  cuanto  a  la  realización  del  enlace 
de  los  dos  mares,  los  precursores  de  Lesseps  y  Goethals. 

Pero  la  obra  magna,  la  obra  trascendental,  la  obra  que  puede 
influir  en  los  destinos  del  mundo  de  modo  quizá  no  previsto  por 
la  reflexión  o  la  fantasía  de  sociólogos,  estadistas  y  poetas,  la 
obra  que  ha  de  confundir  en  el  mismo  cauce  las  viejas  y  las  nue- 
vas civilizaciones  cambiando  acaso  el  curso  de  la  humanidad, 
cúpole  en  suerte  concebirla  e  iniciarla  al  genio  francés,  para  que 
la  llevaran  a  cabo  el  perseverante  esfuerzo  y  el  poderío  económico 
de  los  angloamericanos. 

Cuando  Fernando  de  Lesseps  emprendió  la  obra  que  había  de 
unir  el  Mar  Rojo  con  el  Mediterráneo,  Lord  Palmerston  se  desga- 
ñitaba  gritando  a  los  cuatro  vientos  que  tal  empresa  era  sólo 
un  fraude  colosal,  a  lo  que  Lesseps  respondía  convencido:  "G'est 
un  fleuve  qiii  roulera  de  VorJ' 

Diez  años  después  del  completo  éxito  de  la  empresa  denigrada 
por  el  magnate  británico,  cuando  iban  concretándose  los  propó- 
sitos de  abrir  por  fin  el  canal  de  Panamá  en  que  tantos  hombres 
habían  soñado,  los  ojos  de  todo  el  mundo  se  tornaron  hacia  el 
gran  francés,  para  que  prestase  a  la  obra  el  prestigio  de  su 
nombre  y  de  su  genio ;  y  Lesseps,  aunque  viejo  y  ganoso  de  des- 
canso, estimó  punto  de  honra  lanzarse  a  la  nueva  aventura,  "como 
el  general  que  acabase  de  obtener  una  victoria  no  podría  negarse 
a  conducir  su  ejército  a  un  nuevo  triunfo." 


42  SOCIEDAD    MEXICANA 


En  1870  <e  reunió  en  París  nn  Congreso  Internacional  de  sa- 
bios para  discutir  la  mejor  forma  de  establecer  la  comunicación 
interoceánica,  y  por  78  votos  contra  8,  y  12  abstenciones,  se  tomó 
el  siguiente  acuerdo:  ^'Le  Congres  estime  que  le  pereeínenf  d-un 
canal  interocea ñique  a  niveati  constant,  sí  désirahle  dans  Vintérét 
du  commerce  et  de  Ja  navigation  est  possihle;  et  que  ce  canal 
maritime,  pour  repondré  aux  facilites  indispensables  d'accés  et 
d'utilisation  que  doit  offrir  avant  tout  un  passage  de  ce  genre, 
doit  étre  dirige  du  golf  de  Limón  á  la  haie  de  Panamá.'' 

Entonces  dio  principio  la  obra  de  cíclopes,  la  pasmosa  epo- 
peya en  que  tras  una  lucha  titánica,  el  genio  francés  hubo  de 
abatir  las  alas,  herido  por  errores  económicos  y  por  los  vergon- 
zosos manejos  de  un  grupo  de  especuladores  infames  que  si 
arrebataron  a  su  pueblo  el  fruto  de  enormes  sacrificios  hacién- 
dole perder  la  supremacía  que  legítimamente  esi)eraba  conquis- 
tar, no  pudieron  despojarle  de  la  gloria  de  haber  ccmcebido, 
de  haber  iniciado,  de  haber  estado  a  punto  de  realizar  la  mag- 
na obra,  haciendo  posible  que  otro  gru])o  humano  la  concluyera. 

Si  naves  españolas  descubrieron  el  Istmo  de  Panamá,  si  un 
hidalgo  español  fué  el  primer  europeo  que  contemplara  el  Mar 
del  Sur,  si  a  Hernán  Cortés  se  le  ocurrió  la  idea  de  partir  la 
angosta  lengua  de  tierra,  y  si  cuatro  siglos  más  tarde  los  Estados 
Unidos  pueden  orgullosos  ufanarse  de  haber  establecido  la  co- 
municación interoceánica,  a  Francia  deberá  la  humanidad  la  rea- 
lización del  portento.  Del  fracaso  económico  salió  incólume,  ii'- 
guiéndose  fuerte  y  prestigiada  la  ciencia  francesa;  y  el  pobre 
Lesseps  que  en  días  más  felices  adoptara  la  altiva  divisa :  '^ape- 
rire  terram  gentibus/'  vejado  y  escarnecido,  cuando  naufragaba 
su  razón  en  las  sombras  de  la  insania,  pudo  i)ensar,  tornando  sus 
ojos  hacia  el  Istmo: 

''¡Sólo    en    intentarlo,    hay    gloria!" 

En  1894,  el  mismo  año  en  (|ue  muriera  Lesseps,  se  constituía 
la  Compagnie  Nouvelle  du  Canal  de  Panamá  que  más  tarde,  por 
mediación  del  cuñado  de  Roosevelt  y  el  hermano  de  Taft   (cir- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  43 


cunstancia  que  desató  los  díceres  de  la  maledicencia)  había  de 
vender  por  cuarenta  millones  de  dólares  sus  derechos  y  bienes  a 
los  Estados  Unidos  de  América. 

III 

No  es  mi  propósito  aventurarme  en  el  campo  de  la  política; 
pero  aun  desde  el  punto  de  vista  meramente  informativo,  deján- 
doos a  vosotros  mismos  el  cuidado  de  establecer  nexos  y  deducir 
consecuencias,  creo  pertinente  recordar  aquí  alíennos  anteceden- 
tes históricos  de  doctrinas  o  procederes  que  han  influido  o  pue- 
den influir  en  la  conclusión  y  en  el  futuro  del  canal  de  Panamá, 
así  como  en  las  relaciones  de  los  pueblos  a  quienes  el  tráfico  del 
canal  afecte  o  importe. 

A  moción  del  Zar  Alejandro  I, —  en  quien  ejercía  dominio  es- 
piritual la  mística  Madame  de  Krudener, —  en  Septiembre  de 
1815  firmóse  en  París,  entre  Rusia,  Prusia  y  Austria  la  "Santa 
Alianza,"  cuyo  objeto  era  hacer  que  las  naciones,  tanto  en  su 
régimen  interior  como  en  sus  relaciones  exteriores,  se  guiasen 
siempre  por  los  principios  que  constituyen  la  ética  del  cristia- 
nismo. 

En  1822,  en  el  Congreso  de  Laibach,  los  aliados  declararon 
tener  derecho  a  intervenir  en  los  asuntos  de  otros  países  y  a 
modificar  su  gohierno,  a  fin  de  evitar  los  efectos  de  su  mal  ejem- 
plo. Honradamente,  Inglaterra  rechazó  tal  resolución,  subscrita 
por  Rusia,  Prusia,  Austria  y  Francia.  Al  siguiente  año  los  cien 
mil  hijos  de  San  Luis  invadían  Esi)aria  para  restablecer  el  abso- 
lutismo de  nuestro  nefasto  Fernando  Vil. 

¿Pensarían  los  aliados  restablecer  también  el  absolutismo  en 
las  antiguas  colonias  españolas?  Ante  esa  posibilidad  el  Presi- 
dente de  los  Estados  Unidos,  Monroe,  declaró  oponerse  en  prin- 
cipio a  toda  intervención  extranjera  en  territorio  americano. 

Tal  es,  en  substancia,  la  famosa  doctrina  Monroe,  doctrina 
cuya  paternidad  se  atribuye  a  John  Quincy  Adams;  doctrina  que 
no   ha   recibido   sanción   legislativa   ni   siquiera   en   su   país   de 


44  SOCIEDAD    MEXICANA 


origen  y  que  por  tanto  no  pasa  de  ser  una  simple  tendencia  po- 
lítica; doctrina  que  los  Estados  Unidos  sacan  a  relucir  con  cual- 
quier pretexto,  invocándola  campanudamente  para  producir  te- 
mor, como  cuando  se  dice  a  los  niños:  "¡que  viene  el  coco. . .  !" 

Pero  las  naciones  ultramarinas  no  suelen  ser  tan  apocadas  y 
asustadizas  como  los  párvulos.  ¡  Lástima  que  lo  demostrasen  con 
tan  infausto  motivo  como  la  injusta  intervención  en  México,  pro- 
vocada por  el  Emperador  de  los  Franceses;  culpa  gravísima  de 
la  cual  supo  redimir  a  España,  en  ademán  gallardísimo,  un 
caudillo  glorioso  cuya  memoria  veneráis  aún :  Prim ! 

La  declaración  de  Monroe  parecía  indicar  el  propósito  de  los 
Estados  Unidos  de  ayudar  y  defender  a  las  naciones  americanas; 
podía  tomarse  como  una  prueba  de  su  amor  a  esas  naciones,  como 
el  noble  y  desinteresado  deseo  de  que  se  respetasen  la  integridad 
e  independencia  de  las  mismas .... 

De  tal  nobleza  y  desinterés  han  alardeado  siempre  los  pro- 
hombres yankees.  En  nuestros  días,  el  15  de  Febrero  de  1905, 
Koosevelt,  en  su  mensaje  al  Senado,  exclamaba :  ''Nunca  se  podrá 
repetir  con  demasiada  frecuencia  y  énfasis  la  afirmación  de  que 
los  Estados  Unidos  no  desean  el  más  mínimo  engrandecimiento 
territorial  a  costa  de  las  naciones  sus  vecinas  del  Sur,  y  de  que 
no  se  aprovecharán  de  la  doctrina  Monroe  como  excusa  para 
semejante  expansión  de  su  parte;"  en  31  de  Julio  de  1906,  Root, 
precisamente  en  el  Palacio  Monroe,  de  Río  Janeiro,  decía:  "No 
deseamos  más  territorio  que  el  nuestro,  ni  más  soberanía  que  la 
soberanía  sobre  nosotros  mismos.  Consideramos  la  independen- 
cia y  la  igualdad  de  derechos  de  los  menores  y  más  débiles  miem- 
bros de  la  familia  de  las  naciones,  con  derecho  a  tanto  respeto 
como  los  de  los  grandes  imperios;"  y  a  principios  de  este  mismo 
año  de  1913  el  Secretario  de  Estado,  Knox,  contestaba  en  Ma- 
nagua al  Presidente  de  Nicaragua  en  los  siguientes  términos: 
"Noto  lo  que  habéis  dicho  acerca  de  cierta  aprensión  existente 
en  ésta  y  otras  repúblicas  de  la  América  latina  respecto  a  los 
verdaderos  motivos  y  miras  de  los  Estados  Unidos  hacia  esas 
naciones  con  relación  a  la  doctrina  Monroe.  Permitidme  afirma- 


J 
DE    GEOGBAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  45 


ros — ^  estando  yo  seguro  de  que  lo  que  digo  tiene  la  aprobación 
del  pueblo  y  del  Presidente  de  los  Estados  Unidos, —  que  mi  Go- 
bierno no  codicia  una  sola  pulgada  de  territorio  al  Sur  del  Kío 
Grande." 

Pero  recordad  que  la  doctrina  Monroe  ha  evolucionado  pa- 
sando de  la  defensiva  a  la  intervención  y  de  la  intervención  a  la 
conquista;  recordad  que  la  fiebre  de  expansión  e  imperialismo 
de  los  Estados  Unidos  se  manifestó  ya  en  1813  comprando  la 
Luisiana  a  Bonaparte  y  en  1819  adquiriendo  de  España  la  Flo- 
rida ;  recordad  que  en  1867  se  anexaron  Alaska  y  antes  el  Oregón, 
en  1898  las  islas  Hawaii,  en  1900  las  Samoa  y  en  1902  pretendie- 
ron comprar  las  Antillas  Danesas;  recordad  que  en  1870  el  Ge- 
neral Grant  pensaba  apoderarse  de  Santo  Domingo ;  recordad 
que  Johnson  ambicionaba  poseer  la  Perla  del  Mar  Caribe  en 
nombre  de  las  leyes  de  la  gravitación  política  que  precipita  los 
pequeños  Estados  en  las  fauces  de  las  grandes  Potencias;  recor- 
dad que  en  1895  el  Secretario  de  Estado,  Olney  en  su  controversia 
con  Lord  Salisbury  sobre  Venezuela  proclamaba  la  soberanía 
de  la  República  del  Norte  en  toda  Hispano  América ;  recordad 
que  por  mucho  tiempo  uno  de  los  principales  periódicos  de  Boston 
acostumbraba  imprimir  diariamente  en  primera  página  y  con 
grandes  caracteres  que  el  asunto  de  mayor  urgencia  para  los  Es- 
tados Unidos  era  la  inmediata  anexión  del  Canadá;  recordad 
que  el  Roosevelt  de  las  declamatorias  protestas,  fué  también  el 
bravonel  ^'rough  rider/'  quien  afirmó  en  Chicago  que  el  Pacífico 
debía  convertirse  en  lago  yankee,  quien  con  brutal  crudeza  pre- 
conizara para  las  naciones  de  América  la  política  del  ^^hig-stick/^ 
recordad  que  el  pueblo  de  quien  han  sido  porta- voz  los  elocuentes 
pregoneros  de  paz  cuyas  palabras  he  citado  antes,  es  el  mismo 
que  tras  una  guerra  injusta  arrebató  a  México  más  de  la  mitad 
de  su  territorio;  recordad  que  ese  pueblo  que  se  erige  en  sumo 
definidor  de  ética  internacional,  tomando  inicuo  pretexto  para 
una  calumnia  atroz  en  la  catástrofe,  sin  duda  fortuita,  del 
Maine  —  que  el  honrado  Mr.  Bixby,  jefe  máximo  del  cuerpo  de 
ingenieros  de  los  Estados  Unidos,  tras  minucioso  reconocimiento 


46  SOCIEDAD    MEXICANA 


de  los  restos  del  buque  en  1911,  declaró  haberse  hundido  a  cau- 
sa de  una  explosión  interna, —  con  manejos  incalificables  llevó  a 
España  al  desastre  de  1898,  v  que  el  águila  de  su  escudo  hundió 
las  rapaces  garras  en  Filijíinas  y  Puerto  Kico  y  está  siempre 
a  punto  de  engullirse  a  Cuba,  llave  del  Golfo  de  México,  frontera 
al  canal  de  Panamá;  sí,  ''rememher  tlie  Maine/^  pueblos  de  Amé- 
rica que  excitáis  el  apetito  y  la  codicia  del  Ogro  del  Norte; 
recordad....  ¿Pero  a  qué  citar  hechos  concretos  que  pongan  de 
relieve  cuánto  distan  las  palabras  de  los  gobernantes  de  allende 
el  Bravo  de  la  invariable  conducta  de  su  pueblo?  Basta  recordar 
a  su  sincero  —  ¡y  ojalá  no  sea  profético!  —  Henry  Clay,  quien 
escribiendo  a  Channing,  después  de  la  expoliación  de  Texas, 
decíale  ser  éste  un  crimen  que  por  su  enormidad  frisaba  en  lo 
sublime;  (pie  los  tiempos  modernos  no  ofrecían  ejemplo  de  ra- 
piña tan  enorme;  y  que  ¡a  anexión  de  Texas  era  el  comienzo  de 
conquistas  que  si  una  Providencia  justa  no  lo  impide  sólo  se 
detendrán  en  el  Itsmo  de  Darién.  .  .  . 

Todavía  hoy  la  Casa  Blanca,  con  palabras  unciosas,  ofrece 
paz  y  fraternidad  a  los  pueblos;  y  el  ex-Kector  de  Princeton, 
profesor  insigne,  hombre  de  conciencia  tan  estrecha  como  la  do 
los  tripulantes  del  ''May  Floiver/^  y  el  varias  veces  candidato 
a  la  Presidencia,  el  fracasado  economista,  el  diplomático  de  tan 
austeras  costumbres  que  en  los  banquetes  oficiales  proscribe  el 
vino  derrochando  la  limonada  en  obsequio  de  los  embajadores 
extranjeros ;  esos  dos  hombres  eminentes  sin  duda,  pero  extraños, 
olvidando  cuál  fué  el  motivo  de  la  doctrina  Monroe,  se  afilian 
espiritualmente  al  liomanoff,  el  Hohenzollern  y  el  Hapsburgo 
de  hace  un  siglo ;  y  así  vemos  atónitos  que  Mr.  Woodrow  Wilson 
y  Mr.  William  Jennings  Bryan  forman  entre  sí  una  novísima 
Santa  Alianza,  creyéndose  con  derecho  a  intervenir  en  los  asun- 
tos de  otros  países  y  a  modificar  su  gobierno^  a  fin  de  evitar  lo^ 
efectos  de  su  mal  ejemplo!!! 

Ambos  cristianísimos  cruzados  hicieron  su  primera  salida  de 
intervencionistas  con  ocasión  del  imbroglio  balkánico,  de  donde 
parece  volvieron  como  la  raposa  de  la  fábula,  con  las  orejas  ga- 


DE    GEOGRAFÍA    ^    ESTADÍSTICA  47 


chas  ;  pero  paladines  sin  miedo  —  ¡  ni  al  ridículo !  —  con  supina 
ignorancia  de  las  cosas  de  México  (pues  no  cabe  poner  en  duda 
la  buena  fe  de  hombre  tan  moral  como  el  Presidente),  acaban  de 
mandar  a  este  país  notas  para  siempre  celebérrimas  que  han 
provocado  en  las  cancillerías  variadas  manifestaciones  de  rego- 
cijOj  desde  la  sonrisa  leve  hasta  la  carcajada  homérica. 

Pero  si  espíritus  apicarados  j  maleantes  hallan  en  tales  .su- 
cesos pretexto  a  burlas;  si  por  otro  lado  los  recelosos  y  suspica- 
ces creen  que  toda  conciencia  honrada  debía  protestar  enérgica- 
mente contra  supuestas  maniobras  inconfesables  de  alguien  que 
acaso  pretenda  apoderarse  arteramente  de  lo  ajeno;  si  la  prensa 
universal  ha  considerado  como  una  puerilidad  indigna  de  esta- 
distas alguna  de  las  proposiciones  transmitidas  por  Mr.  Lind, 
los  espíritus  serenos  y  reflexivos  ven  con  infinita  angustia  cómo 
la  actitud  sincera  o  hipócrita  de  la  Casa  Blanca,  cómo  el  puri- 
tanismo o  el  fariseísmo  del  Presidente  Wilson,  cómo  el  exagerado 
culto  a  principios  abstractos  o  una  maquiavélica  complicidad 
con  intereses  bastardos  y  ambiciones  criminales,  evitan  o  retar- 
dan el  restablecimiento  de  la  paz  y  el  orden  en  este  desdichadí- 
simo país  en  que  ya  no  hay  un  hogar-  sin  crespones  de  luto,  en 
que  la  obcecada  y  culpable  actitud  de  esos  dos  falsos  o  equivo- 
cados apóstoles  de  la  ética  del  cristianismo  aplicada  a  la  polí- 
tica internacional,  Wilson  y  Bryan,  va  sembrando  en  los  cora- 
zones mexicanos  le  cizaña  de  odios  inextinguibles  entre  hermanos 
y  arrancando  de  ellos  el  amor  que  predicaba  el  Divino  Maestro. 

Protesto  que  no  hay  en  mis  palabras  asomos  de  acrimonia, 
como  no  hay  rencores  en  mi  corazón ;  admiro  en  cuanto  de  ad- 
mirable tiene  a  la  gran  República  del  Norte;  conozco,  trato  y 
estimo  profundamente  a  muchos  norteamericanos  de  elevado  cri- 
terio y  noble  espíritu;  pero  mi  admiración  y  mis  simpatías 
personalísimas  no  pueden  cegarme  a  la  hora  de  definir  las  abo- 
minables consecuencias  de  la  conducta  política  de  ese  puel)lo 
plutócrata  e  imperialista :  a  pesar  del  misticismo  y  la  mansedum- 
bre evangélica  de  las  lucubraciones  wilsonianas ;  a  pesar  de  las  rei- 
teradas protestas  de  fraternidad  hacia  las  mismas  naciones  que 


48  SOCIEDAD    MEXICANA 


ha  despojado;  a  pesar  de  su  invitación  a  todos  los  pueblos  del 
globo  para  asistir  a  la  Exposición  Panameña  que  se  celebrará 
en  San  Francisco  California  en  1915  y  para  concurrir  a  la  cual 
los  buques  de  los  pueblos  invitados  habrán  de  recorrer  el  canal 
de  Panamá  al  alcance  de  los  formidables  cañones  que  en  el 
Atlántico  y  en  el  Pacifico  defenderán  el  paso  como  una  amenaza 
al  mundo. 


IV 

El  28  de  Junio  de  1902  el  hill  Spooner  autorizaba  al  Presidente 
de  los  Estados  Unidos  para  ofrecer  a  la  Compagnie  Nouvelle  da 
Canal  de  Panamá,  cuarenta  millones  de  dólares  por  sus  bienes  y 
derechos. 

Se  dice  que  como  la  concesión  otorgada  a  los  franceses  expi- 
raba en  plazo  corto,  el  Gobierno  de  Colombia  opuso  todas  las 
dificultades  posibles  al  traspaso,  esperando  que  al  caducar  dicha 
concesión  y  quedar  por  ende  'suyos  los  bienes  de  la  Compañía, 
los  cuarenta  millones  de  dólares  ingresarían  al  erario  colom- 
biano. 

Alarmados  los  Estados  Unidos,  hicieron  al  Gobierno  de  Co- 
lombia determinadas  proposiciones,  llegando  a  firmarse  el  tra- 
tado Hay-Herrán  que  obligaba  a  los  Estados  Unidos  a  pagar  diez 
millcmes  de  dólares  por  una  nueva  concesión,  y  una  renta  de  cien 
mil  dólares  anuales  por  una  zona  a  ambos  lados  del  canal;  pero 
el  Senado  de  Bogotá  no  ratificó  el  tratado. 

Entre  tanto  en  la  región  panameña,  que  veía  diferida  la  cons- 
trucción del  canal  y  comprometido  el  porvenir  del  Istmo  por  la 
política  torpe  y  la  impremeditada  codicia  de  Colombia,  se  inició 
un  movimiento  separatista  cuyos  directores  mandaron  a  Wash- 
ington al  Dr.  Amador  para  solicitar  de  la  Casa  Blanca  ayuda 
en  sus  propósitos.  La  Casa  Blanca  rechazó  el  mal  pensamien- 
to... .  pero  si,  según  Voltaire, 

"il  est  avec  le  del  des  accommodements/' 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  49 


cabe  presumir  haya  sido  más  fácil  tenerlos  con  los  incorruptibles 
políticos  yankees;  y  al  fin  alguien  encontró  la  fórmula.  Veréis 
cómo  fué: 

El  31  de  Octubre  de  1903,  al  clausurarse  el  período  de  sesiones 
del  Senado  de  Colombia,  quedaban  definitivamente  rotas  las  ne- 
gociaciones entre  aquella  República  y  los  Estados  unidos;  el  3 
de  Noviembre  estallaba  un  movimiento  revolucionario  en  Pa- 
namá; el  4  se  proclamaba  la  independencia  del  Istmo;  ¡;¡y  el 
6  Washington  reconocía  al  nuevo  Gobierno  y  notificaba  a  Bogotá 
que  no  permitiría  desembarco  alguno  de  tropas  para  someter  a 
los  rebeldes ! ! !  Eso  sí :  la  Casa  Blanca,  ahita  de  corrección,  apo- 
yaba su  nota  en  el  tratado  de  1846  con  la  Nueva  Granada,  con- 
forme al  cual  los  Estados  Unidos  se  comprometían  a  mantener  el 
tránsito  en  el  Istmo . .  . .  ^ 

¡A  los  dos  días  de  proclamado  un  Gobierno  revolucionario  los 
Estados  Unidos  lo  reconocían  y  se  mostraban  dispuestos  a  apo- 
yarle con  las  armas  I  Conducta  inaudita  y  que  contrasta  singu- 
larmente con  su  resistencia  a  reconocer  algún  otro  Gobierno 
perfectamente  legal  según  la  constitución  del  país  en  que  rige. 
Haced  vosotros  los  comentarios  que  la  diversidad  de  casos  os  su- 
giera. . . . 

El  18  del  mismo  mes  de  Noviembre  se  firmaba  en  Washington 
el  tratado  Hay-Buneau- Varilla  en  virtud  del  cual  el  pueblo  que 
mil  veces  ha  declarado  no  querer  una  pulgada  de  terreno  al  Sur 
del  Bravo,  adquiría,  en  plena  soberanía,  una  faja  de  más  de  16 
kilómetros  (10  millas)  de  mar  a  mar,  a  lo  largo  del  canal  en 
construcción,  amén  de  otras  tierras  y  franquicias,  comprome- 
tiéndose en  cambio  a  mantener  perpetuamente  la  independencia 
de  Panamá  y  a  pagarle  diez  millones  de  dólares  de  una  vez  y 
doscientos  cincuenta  mil  dólares  de  renta  al  año. 

Un  testigo  de  mayor  excepción,  nada  sospechoso  de  antiyan- 


1  No  faltó  en  el  mismo  Senado  americano  quien  hiciera  notar  que  la 
felicitación  del  Presidente  Eoosevelt  a  los  panameños  por  la  proclamación 
de  la  independencia  se  recibió  en  Panamá  dos  horas  antes  de  que  la  in- 
dependencia se  proclamara. 


50  SOCIEDAD    MEXICANA 


quisrao,  insinúa  que  de  no  haberse  llegado  a  tan  satisfactorio 
resultado,  el  Presidente  Roosevelt,  apoyándose  en  la  altísima 
autoridad  de  Mr.  Basset-Moore,  Profesor  de  Dereclio  en  Co- 
lunibia  T'niversity,  parecía  dispuesto  a  sostener  la  peregrina  doc- 
trina de  expropiación  por  causa  de  utilidad  internacional! 

El  4  de  Mayo  de  1004  los  Estados  Unidos  reanudaban  las 
obras  que  emprendiera  Lesseps,  y  que  según  afirma  el  ilustre 
ingeniero  Coronel  Geo.  W.  Goethals  deberán  estar  concluidas 
en  1.°  de  Enero  de  1915,  a  pesar  de  los  continuos  y  enormes  des- 
prendimientos de  tierras  en  el  cerro  de  Culebra. 

Como  no  pretendo  entrar  en  pormenores  técnicos,  ni  siquiera 
describiros  el  canal,  me  limitaré  a  recordaros  que  su  longitud 
de  costa  a  costa  es  sólo  de  unas  cuarenta  millas,  llegando  a  cin- 
cuenta con  sus  prolongaciones  mar  adentro  hasta  encontrar 
calado  suficiente;  que  su  anchura  en  el  fondo  varía  de  300  a  1,000 
pies ;  que  las  excavaciones  necesarias  para  inaugurar  el  canal  de 
esclusas  representan  400  millones  de  yardas  cúbicas ;  que  el  costo 
para  los  Estados  Unidos  asciende  a  375  millones  de  dólares  (casi 
cuatro  veces  más  de  lo  que  costó  el  canal  de  Suez)  ;  que  ese  costo 
aumentará  considerablemente  si  como  se  propuso  en  el  Congreso 
de  1879  y  se  ha  venido  diciendo  desde  entonces,  el  canal  defini- 
tivo ha  de  ser  a  nivel,  es  decir,  un  verdadero  estrecho;  que  el 
tránsito  de  mar  a  mar  se  hará  en  10  o  12  horas,  de  las  cuales 
3  iiivertiránse  en  pasar  las  esclusas;  que  cuando  el  canal  sea 
a  nivel  la  travesía  total  no  excederá  de  5  horas;  y  que  para  fa- 
cilidad del  tráfico,  captación  de  aguas,  etc.,  se  ha  formado  un 
lago  artificial  de  160  millas  cuadradas  de  superficie. 

Si  la  í)olítica  de  los  Estados  Unidos  despierta  suspicacias  y 
hace  revivir  temores,  sus  trabajos  en  la  zona  del  canal  sólo  me- 
recen aplauso  y  admiración.  Aquello  parece  ser  un  laboratorio 
modelo  de  ciencia  administrativa,  una  escuela  de  energía,  una  de 
esas  beatíficas  comunidades  que  forja  la  imaginación  de  los  des- 
tiladores de  ensueños  utópicos. 

El  servicio  de  sanidad  ha  hecho  milagros,  sobre  todo  desde 
que  se  descubrió  que  el  vómito  negro  j  el  paludismo  se  debían 


DE    GEOGKAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  51 


a  dos  variedades  de  mosquitos:  el  Stegomyia  y  el  Anopbeles; 
los  almacenes  de  subsistencias,  vestuario  y  demás  análogos,  para 
una  población  de  más  de  cuarenta  mil  hombres  de  todas  nacio- 
nalidades (de  la  india  inglesa,  españoles,  franceses,  italianos, 
colombianos,  panameños,  norteamericanos,  griegos,  búlgaros,  et- 
cétera), son  completísimos;  el  departamento  de  construcciones 
cuida  de  que  todo  el  mundo  tenga  habitación  sana  y  cómoda ;  hay 
cluhs^  asociaciones  deportivas,  hoteles,  teatros,  escuelas,  una  po- 
licía ejemplar,  un  cuerpo  de  bomberos  excelente  y  un  servicio 
postal  idéntico  al  de  los  Estados  Unidos  que  es  positivamente 
Inmejorable. 

Por  cierto  que  esto  del  servicio  postal  me  recuerda  algo  muy 
a  la  manera  yankee. 

Allá  por  el  cincuenta  y  tantos  del  siglo  último  se  construyó 
el  ferrocarril  del  Istmo  de  Panamá,  siendo  uno  de  los  concesio- 
narios o  ingenieros  Mr.  Aspinwall,  con  cuyo  nombre  bautizaron 
los  yankees  el  puerto  de  Colón,  sin  cuidarse  de  las  protestas  de 
Bogotá,  que  sólo  consiguió  se  restituyera  su  primitiva  denomi- 
nación a  la  ciudad  cuando  hubo  resuelto  no  distribuir  la  corres- 
pondencia dirigida  a  Aspinwall.  También  en  México  un  a  pre- 
ciable caballero,  contratista  de  ferrocarriles,  tuvo  la  humorada 
de  descristianar  a  Topolobampo,  llamándole,  según  su  propio  ape- 
llido, Port-Stilwell ;  hasta  que  el  Gobierno  decidió  enojarse. 

Las  obras  del  canal  y  cuanto  al  régimen  administrativo  de  la 
zona  se  refiere,  merecen,  como  digo,  elogios  y  plácemes  sin  reser- 
vas ;  pero  otras  obras  emprendidas  por  los  norteamericanos  y  que 
serán  acaso  maravillas  en  su  género,  y  determinaciones  reciente- 
mente dadas  a  conocer,  han  venido  a  sembrar  inquietudes  y  a  dar 
pábulo  a  protestas,  a  conjeturas,  a  desconfianzas,  a  truculentos 
pronósticos. 

Desde  mediados  del  siglo  xix  Inglaterra  y  los  Estados  Unidos 
se  hacían  mutuamente  sombra  en  sus  respectivos  proyectos  de 
construir  algún  día  un  canal  ístmico,  siendo  por  entonces  el 
de  Nicaragua  el  que  tenía  más  adeptos;  pero  puso  término  a  la 
tirantez  de  relaciones  el  tratado  Clayton-Bulwer  (5  de  Julio  de 


52  SOCIEDAD    MEXICANA 


1890)  por  el  que  las  partes  contratantes  comprometíanse  a  que 
ninguna  de  ellas  construyese  el  canal  ístmico  y  a  (]ue  ambas 
ayudasen  a  cualquier  empresa  constructora. 

Andando  el  tiempo,  los  americanos  —  convencidos  de  haberse 
dejado  coger  en  el  garlito  por  la  diplomacia  británica  —  manio- 
braron hasta  concertar  el  18  de  Noviembre  de  1901  el  tratado 
Hay-Pauncefote  que  derogando  el  anterior  les  permitía  construir 
el  sonado  canal,  aunque  imponiéndoles  de  modo  expreso  y  termi- 
nante la  condición  de  que  dicho  paso  habría  de  ser  neutro  y  libre, 
es  decir,  que  por  él  podrían  circular  sin  estorbos  ni  trabas  las 
flotas  mercantes  o  de  guerra  de  todas  las  naciones ;  y  que  las  ta- 
rifas de  tránsito  habrían  de  ser  idénticas  para  los  buques  ampa- 
rados por  los  distintos  pabellones  del  globo. 

Ese  tratado  dejaba  las  manos  libres  a  los  Estados  Unidos  bien 
para  pro>seguir  las  obras  del  canal  de  Panamá,  bien  para  empren- 
der las  del  de  Nicaragua;  y  si  de  tiempo  antiguo  perseguían  el 
propósito  por  las  ventajas  económicas  que  de  su  realización  es- 
peraban, hechos  recientes  movían  su  voluntad  con  renovados 
apremios. 

Durante  la  guerra  hispanoamericana  el  acorazado  Oregón, 
que  salió  de  San  Francisco  California  para  unirse  en  el  Atlán- 
tico a  los  demás  buques  encargados  de  destruir  la  gloriosa  es- 
cuadra fantasma  de  Cervera,  empleó  noventa  días  en  llegar 
a  las  aguas  cubanas;  y  todos  pensaron  que  un  canal  ístmico 
hubiese  reducido  el  viaje  a  la  décima  parte  del  tiempo  y  que  urgía 
abrir  tal  camino  para  posibles  contingencias  futuras. 

Por  eso  sin  duda  surgió  la  idea  de  fortificar  el  canal,  contra- 
viniendo de  manera  flagrante  a  la  cláusula  de  neutralidad  y  liber- 
tad de  tránsito  del  tratado  Hay-Pauncefote. 

A  la  otra  condición,  la  de  identidad  de  tratamiento  a  las  flotas 
de  todas  las  naciones,  también  se  proponen  faltar  los  Estados 
Unidos,  pues  han  declarado  que  no  cobrarán  derechos  de  tránsito 
a  sus  barcos  de  cabotaje. 

Claro  es  que  Inglaterra  tenía  que  protestar  enérgicamente,  y 
está  la  ])elota  en  el  tejado ;  pero  los  ecuánimes  y  justicieros  definí- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  53 


dores  infalibles  de  moral  internacional,  parece  que  basta  boy  ni 
siquiera  consienten  en  someter  el  pleito  al  arbitraje  de  la  Haya. 

Los  puritanos  profesores  de  ética  son  al  mismo  tiempo  incom- 
parables maestros  de  sofística.  Oyez  pliitót:  arguyen  que  las  for- 
tificaciones del  canal  no  responden  a  una  premeditación  bélica, 
sino  lisa  y  llanamente  a  su  deber  de  defensa  del  canal  mismo 
como  obra  de  ingeniería;  y  que  siendo  las  aguas  del  canal  aguas 
jurisdiccionales  yankees,  los  únicos  barcos  que  por  él  pueden 
bacer  comercio  de  cabotaje  son  los  suyos ....  de  donde  se  deduce, 
claro  como  la  luz  meridiana,  que  no  hay  perjuicio  para  los  barcos 
úf  cabotaje  de  otras  naciones. 

De  contestar  a  ese  último  extremo  se  encargará  en  Londres 
el  Foreign  Office;  3"  la  respuesta  al  primero  está  en  el  Congres- 
sional  Record  o  como  se  llame  el  diario  de  las  sesiones  de  las 
Cámaras  norteamericanas. 

Cuando. en  1910  se  suscitó  la  cuestión  de  las  fortificaciones, 
que  apoyaban  Taft  y  su  gabinete,  alzáronse  algunas  voces  opi- 
nando que  artillar  el  canal  era  provocar  un  ataque  y  sugiriendo 
se  neutralizase  aquél,  protegido  por  el  tribuanl  de  la  Haya ;  i)ero 
los  partidarios  de  la  fortificación  sostuvieron  paladinamente  que 
su  empeño  se  fundaba  precisamente  en  razones  de  carácter  mi- 
litar, ante  todo  en  la  importantísima  de  asegurar  a  su  escuadra 
el  paso  de  Océano  a  Océano.  Con  tales  argumentos  triunfaron  los 
fortificacionistas. 

El  presupuesto  de  obras  e  instalaciones  de  guerra  asciende  a 
veinte  millones  de  dólares. 

La  batería  principal  se  instalará  en  una  isla  del  Pacífico,  mon- 
tándose en  ella  8  cañones  de  14  pulgadas,  12  de  6,  24  morteros 
de  12  y  una  monstruosa  boca  de  fuego  de  16  pulgadas  que  lanza 
a  veinte  millas  proyectiles  de  2,400  libras  cargados  con  los  más 
terribles  explosivos.  En  el  Atlántico  habrá  tres  fuertes  dotados 
también  con  abundante  material  de  guerra. 

Así  un  publicista  americano  pudo  llamar  a  tales  baterías  '^el 
Gibraltar  del  Nuevo  Mundo;"  y  sabido  es  que  los  ingleses  no 
han  retenido  en  su  poder  el  antes  formidable  y  para  nosotros 


54  SOCIEDAD    MEXICANA 


siempre  afrentoso  peñón,  con  la  desinteresada  mira  de  mantener 
libre  el  tránsito  del  estrecho .... 

No  contentos  los  Estados  Unidos  con  poseer  el  canal  de  I*a- 
namá,  que  terriblemente  fortificado  puede  servir  de  refugio  a 
sus  buques  o  facilitar  la  rápida  unión  de  sus  escuadras  del  Pa- 
cífico y  del  Atlántico  en  cualquiera  de  los  dos  mares, —  persiguen 
ya  la  construcción  de  otros  pasos  interoceánicos. 

Mediante  la  irrisoria  suma  de  tres  millones  de  dólares  Nica- 
ragua les  ha  concedido  el  derecho  exclusivo  de  construir  otro  ca- 
nal ístmico  aprovechando  el  río  San  Juan.  Ante  éxito  tan  fácil 
y  barato,  crecióse  Mr.  Bryan  y  con  la  mayor  desenvoltura  con- 
cibió y  propuso  un  protectorado  yankee  sobre  Nicaragua,  que 
asegurase  a  Washington  el  dominio  virtual  sobre  aquél  país, — 
amén  de  una  estación  naval  en  el  golfo  de  Fonseca. 

Tal  idea  produjo  estupor  primero  y  después  ira  en  Nicaragua 
mismo  y  en  toda  Hispano- América ;  pero  únele  Sam  es  tan  per- 
severante, tan  dúctil,  tan  rico,  tan  terco,  tan  tenaz  en  sus  pro- 
pósitos . . .  ! 

Después  de  Panamá,  Nicaragua:  después  de  Nicaragua,  Da- 
rién. —  Los  Estados  Unidos  han  ofrecido  a  Colombia  diez  millo- 
nes  de  dólares  por  la  concesión  para  construir  un  canal  siguiendo 
la  cuenca  del  Atrato  y  por  el  derecho  de  tener  depósitos  de  carbón 
en  las  islas  de  San  Andrés  y  de  la  Providencia,  en  el  mar  de  las 
Antillas. 

Colombia  ha  rehusado,  a  pesar  de  que  los  Estados  Unidos 
ofrecen  intervenir  en  su  favor  en  las  dificultades  pendientes  con 
Panamá!  Y  ha  rehusado  Colombia  porque  pretende  una  cosa 
muy  sencilla:  que  se  sometan  al  tribunal  de  la  Haya  todos  los 
asuntos  pendientes  entre  Colombia  misma  y  los  Estados  Unidos. 
Pero  una  vez  más,  los  neo-cahalleros  de  la  Santa  Alianza,  lle- 
vando por  mote  de  su  blasón  la  sentencia  bismarckiana :  ^^La 
forcé  prime  le  droit/'  rehuyen  presentarse  donde  hay  jueces. 

Claro  es  que  más  tarde  o  más  temprano  los  yankees  serán  due- 
ños de  un  canal  ístmico  en  Nicaragua  y  de  otro  en  el  Darién; 
y  entonces  se  habrán  realizado  tres  de  los  cuatro  proyectos  de 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  55 


Alvaro  de  Saavedra  Cerón.  ¿Realizarán  los  Estados  Unidos  el 
cuarto,  el  de  Tehuantepec ?  ¿Qué  hará  México  para  impedirlo? 
Hasta  lioy,  ¡  ¡  desartillar  Salina  Cruz ! ! 

V 

La  importancia  mercantil  del  canal  de  Panamá  es  incalculable ; 
y  aunque  mucho  hubiera  querido  deciros  a  este  propósito,  habré 
de  limitarme  a  indicaciones  rapidísimas  porque  he  traspasado 
con  p^'.eso  los  límites  de  tiempo  en  que  debí  encerrar  mi  dis- 
curso. 

Lo  que  ha  sido  el  canal  de  Suez  para  el  Asia  Central,  el  África 
oriental  j  Australia,  habrá  de  ser,  con  creces,  el  de  Panamá  para 
el  Levante  asiático  j  el  Poniente  americano. 

Las  distancias  de  Cádiz,  del  Havre,  de  Liverpool  para  los  puer- 
tos del  Pacífico  se  reducirán  en  muchos  casos  a  la  mitad;  j  esa 
reducción  alcanzará  en  promedio  a  tres  mil  millas  para  los  puer- 
tos australianos,  japoneses,  etc. 

Coincidiendo  la  era  de  la  apertura  del  canal  con  la  rápida 
substitución  del  petróleo  al  carbón  de  piedra  en  los  buques, —  de 
ese  petróleo  del  que  México  está  llamado  a  ser  en  plazo  breve  el 
primer  productor  del  mundo,  circunstancia  que  tal  vez  encierre 
la  clave  de  muchos  enigmas  políticos, —  de  ese  petróleo  cuyo  uso 
reduce  considerablemente  el  personal  de  maquinistas  y  fogoneros 
y  el  espacio  destinado  al  combustible,  aumentando  por  ende  la 
capacidad  de  transporte  de  los  barcos, —  la  navegación  será  pron- 
to más  corta,  más  rápida  e  infinitamente  más  económica,  favo- 
reciendo el  ilimitado  desarrollo  del  tráfico  intercontinental. 

Entonces  los  Estados  L'nidos,  dueños  del  canal,  crearán  en 
Nueva  York  la  gran  feria  del  globo  donde  afluyan  las  mercaderías 
de  Oriente  y  el  dinero  de  Europa  y  los  tesoros  de  las  minas  y  de 
los  bosques  de  la  América  latina  y  los  productos  inagotables 
de  sus  propios  campos  y  fábricas ;  entonces  lo  que  desde  edades 
remotas  ha  sido  Europa  para  el  Viejo  Mundo  será  para  el  Nuevo 
ese  maravilloso  Far  West,  región  la  más  bella,  la  más  fértil,  la 


56  SOCIEDAD    MEXICANA 


más  rica  de  la  República  del  Norte,  región  de  temperaturas  mo- 
deradas y  de  lluvias  regulares  merced  a  las  graudes  corrientes 
marinas  que  en  los  océanos  van  del  Piste  al  Oeste  y  que  se  llaman 
el  Gulf  Stream  en  el  Atlántico  y  en  el  Pacífico  el  Kuro  Sivo; 
entonces  invadirán  el  dilatadísimo  mercado  chino  los  frutos  del 
enorme  valle  del  Mississipi;  entonces  la  influencia  y  el  poderío 
de  los  Estados  Unidos  serán  tales  que  habrá  sonado  la  última 
hora  de  la  América  latina,  si  ésta  persiste  en  su  ceguera,  en  su 
apatía,  en  su  lento  suicidio. 

Los  niños  de  mi  generación  sabíamos  de  coro  aquellos  versos 
de  la  Historia  escrita  por  el  famoso  P.  Isla,  que  empiezan  así : 

''Libre    España,    feliz    e    independiente, 
se  abrió  al   cartaginés  incautamente;" 

y  por  eso  sin  duda,  al  pensar  en  los  cartagineses  de  ogaño,  suele 
ocurrírseme  que  pretenden 

''entrar   vendiendo   por   salir   mandando." 

Los  cartagineses  de  esta  centuria  son,  en  el  mundo  que  Colón 
descubriera,  los  alemanes  desparramados  calladamente  por  do- 
quier, dominando  en  gran  parte  el  comercio  de  la  i^mérica  Cen- 
tral, germanizando  algunos  Estados  del  Brasil  (Santa  Catalina, 
Paraná,  Río  Grande  do  Sul)  al  punto  de  constituir  la  naciona- 
lidad de  hecho,  pues  en  muchas  colonias  apenas  hay  un  diez 
por  ciento  de  brasileños;  los  cartagineses  de  esta  centuria,  en 
ese  Mar  del  Sur  y  en  las  tierras  por  él  bañadas,  que  Balboa  imagi- 
nó pertenecerían  a  la  Corona  de  Castilla  mientras  el  mundo  exis- 
tiera, son  los  japoneses,  refractarios  a  toda  asimilación,  enso- 
berbecidos con  sus  triunfos  guerreros,  hallando  estrechos  los 
confines  de  sus  islas,  convencidos  de  que,  como  dijo  el  conde 
Okuma,  "México,  el  Perú  y  Chile  son  tierras  de  expansión  ja- 
ponesa, son  naciones  comprendidas  en  la  esfera  de  influencia 
a  que  el  imperio  del  Mikado  puede  legítimamente  aspirar;''  los 
cartagineses  de  esta  centuria  son  los  nietos  de  aquellos  puritanos 
Pilgrim  Fathers  que  van  extendiéndose  como  mancha  de  aceite 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTAüISTICA  57 


desde  el  estrecho  de  Behering  hasta  el  de  Magallanes,  que  van 
realizando  con  calculada  cachaza  la  incontrastable  penetración 
pacifica, —  sin  perjuicio  de  enseñar  los  dientes  de  vez  en  cuando, — 
que  protestan  a  cada  paso  de  la  bondad  de  sus  intenciones  y 
juran  que  su  país  está  dispuesto  a  enriquecer  y  a  hacer  feliz 
a  la  América  latina. .  . .  sin  duda  como  el  viejo  rico,  bonaclión  y 
libidinoso  que  cubriera  de  alhajas  a  una  mujer  bonita:  a  cambio 
de  su  lionra! 

Si  la  América  latina,  si  esta  tierra  de  promisión,  si  este  ma- 
rá villos"  continente  con  el  que  la  Naturaleza  se  mostró  tan 
pródiga,  no  quiere  prostituirse  ante  las  amenazas  de  souteneur 
o  los  halagos  de  libertino  de  pueblos  que  le  son  totalmente 
extraños  por  la  raza,  por  el  idioma,  por  los  ideales,  necesita 
trabajar  honradamente,  necesita  adquirir  por  sí  misma  fuerza  y 
riqueza,  necesita  ser  res})etable  y  respetada,  necesita  merecer 
respeto  e  infundirlo. 

El  clarividente  Bolívar,  adivinando  cómo  se  debilitaría  la  Amé- 
rica española  con  el  continuo  fraccionamiento  de  sus  naciona- 
lidades, convocó  en  182G  el  Congreso  de  Panamá  (de  ese  Panamá 
que  él  soñaba  fuese  algún  día  la  Capital  del  Planeta)  y  ante  los 
embajadores  de  diez  Repúblicas  expuso  la  urgente  necesidad  de 
constituir  una  confederación  fuerte  que  al  poder  sajón  opusiese 
el  poder  latino. 

Hoy,  más  que  entonces,  es  urgente  esa  necesidad;  hoy,  más  que 
entonces,  es  preciso  que  las  naciones  latino-americanas  se  olviden 
de  contiendas  domésticas  o  de  pleitos  de  vecinos ;  que  consoliden 
la  paz  interna ;  que  fomenten  la  inmigración  de  pueblos  afínes, 
recordando  la  frase  del  estadista  sur-americano  Alberdi  para 
quien  en  América  '^gobernar  es  poblar/^  recordando  que  los  Es- 
tados Unidos  que  aún  no  hace  un  siglo  tenían  nueve  millones  de 
habitantes  tienen  ahora  noventa  millones;  hoy,  más  que  nunca, 
al  pensar  en  colocar  empréstitos  debe  preocuparles  que  éstos 
sean  productivos  y  que  los  capitales  ajenos  aumenten  la  riqueza 
propia  multiplicándose  al  invertirlos  en  vías  de  comunicación 
y   en   obras   de   regadío, —  pensando   que   esos   mismos   Estados 


58  SOCIEDAD    MEXICANA 


Unidos  emprendieron  con  el  riel  y  la  locomotora  la  conquista 
de  su  propio  j  desierto  país  antes  de  considerarse  aptos  para 
otras  conquistas;  hoy,  más  que  nunca,  las  Repúblicas  al  Sur  del 
Bravo  deberían  pensar  en  constituir  sólo  cuatro  o  seis  grandes 
nacionalidades  que  a  su  vez  se  confederaran,  constituyendo  una 
entidad  que  en  pocos  años  lograra  influir  dignamente  en  los 
destinos  de  la  Humanidad. 

La  independencia  y  el  florecimiento  de  la  América  latina  no 
sólo  a  la  América  latina  importa:  importa  de  modo  extraordi- 
nario a  muchos  pueblos  del  viejo  continente. 

Así  la  Confederación  de  la  América  Latina  con  que  tantos 
sonamos  debería  aliarse  con  los  pueblos  de  la  Europa  occidental, 
con  los  pueblos  llamados  latinos  y  con  Inglaterra:  con  España 
y  Portugal  porque  les  unen  los  lazos  estrechísimos  de  la  sangre  y 
del  idioma,  porque  le  han  legado  su  historia  y  su  carácter;  con 
Francia  porque  ha  bebido  en  las  fuentes  de  su  pensamiento  y 
puede  hallar,  además,  en  el  ahorro  francés  generoso  propulsor 
de  riqueza  y  progreso ;  con  Italia  por  afinidades  múltiples  y  por 
su  contingente  de  trabajo  y  de  idealidad  sin  tendencias  conquis- 
tadoras; y  con  la  opulenta  y  fuerte  Inglaterra  interesadísima  en 
que  la  que  fué  su  Colonia  no  acabe  por  desposeerle  del  inmenso 
dominio  del  Canadá. 

¿Imagináis  lo  que  pudiera  ser  la  Confederación  (^  la  América 
Latina  unida  por  un  puente  de  intereses  y  de  afectos  reales  y  for- 
tísimos  con  el  Occidente  de  Europa? 

Y  quizá  entonces  llegaría  a  establecerse  una  unión  más  ma- 
terial; quizá  entonces  llegara  a  realizarse  la  comunicación  euro- 
afro-americana  soñada  por  el  Marqués  de  Camarasa,  defendida 
por  don  Manuel  Antón  en  el  Ateneo  de  Madrid  y  de  la  que  hizo 
un  estudio  (aunque  parcial  y  considerado  sólo  desde  el  punto 
de  vista  estratégico)  nuestro  ilustre  general  Marvá, —  comuni- 
cación que  pondría  a  Pernambuco  a  poco  más  de  cinco  días  de 
Londres,  vía  túnel  de  la  Mancha,  París,  Madrid,  Algeciras,  Ceuta, 
Dakar  y  el  Atlántico,  con  trenes  que  anduviesen  100  kilómetros 
y  buques  que  alcanzasen  velocidades  de  25  o  30  millas  por  hora ; 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  59 


entonces  Buenos  Aires  y  Montevideo,  Rio  Janeiro  y  Bahía,  acer- 
caríanse  prodigiosamente  a  Cádiz,  a  Lisboa,  Burdeos,  a  Liverpool 
y  —  por  las  Columnas  de  Hércules  —  a  Barcelona,  a  Marsella,  a 
Genova ;  entonces  una  vez  más  podría  desencajarse  y  trasponerse 
el  eje  de  la  civilización,  de  la  riqueza,  del  poderío,  que  merced 
a  los  canales  ístmicos  parece  posible  llegue  a  fijarse  en  Nueva 
York. 

Y  no  creáis  que  ese  camino  de  Londres  a  Pernambuco  sea  más 
difícil  par-;,  mañana  de  lo  que  parecía  el  canal  de  Suez  a  Lord 
Palmerston  y  el  de  Panamá  a  los  desencantados  accionistas  fran- 
ceses. 

Pensad  que  la  obra  de  pura  imaginación  de  un  novelista  ale- 
mán, heredero  acaso  de  Jules  Verne  y  de  Wells,  ha  suscitado 
apasionadas  polémicas,  siendo  muchos  los  hombres  de  ciencia 
que  no  juzgan  absurda  en  el  futuro  la  construcción  de  un  túnel 
de  más  de  dos  mil  millas  entre  el  Cabo  Ortegal,  en  España,  y  la 
costa  de  Labrador,  en  Norte  América ;  pensad  que  todas  las  agen- 
cias telegráficas  nos  han  hablado  como  de  la  cosa  más  seria  de 
que  el  eminente  Sr.  Archdeacon,  en  un  notable  artículo  sobre  el 
porvenir  de  la  navegación  aérea,  afirma  acercarse  el  día  en  que 
merced  a  la  fuerza  de  propulsión  del  radio  pueda  el  hombre  lan- 
zarse al  espacio  infinito,  más  allá  de  los  planetas. 

Ya  sin  freno  la  fantasía,  cabe  suponer  que  en  los  espacios  si- 
derales nos  encontremos,  disfrazado  de  diosa  Themis  y  fortifi- 
cando preventivamente  los  astros,  algún  estadista  yankee,  dis- 
puesto a  proponer  al  Congreso  del  Olimpo  varios  millones  de 
dólares  por  el  derecho  exclusivo  de  construir  canales  en  la  región 
cerúlea....   Perdonadme  esta  broma. 


Empecé  mi  discurso  sin  prejuicios  ni  apasionamientos,  y  al 
desarrollar  el  tema,  apoyándome  en  los  datos  de  que  disponía, 
llegué  a  conclusiones  condenatorias,  pesimistas,  irónicas,  acaso 
equivocadas,  pero  siempre  sinceras. 


60  SOCIEDAD    MEXICANA 


Creo  que  si  al  arrollaclor  poderío  económico  y  político  de  los 
Estados  Unidos  no  se  opone  con  urgencia  un  poderío  paralelo  en 
la  América  Latina,  peligra  la  vida  independiente  de  veinte  Re- 
públicas. 

Por  eso  proclamo  la  necesidad  de  que  los  conductores  de  hom- 
bres en  los  pueblos  al  Sur  del  BraA^o  piensen  en  agruparse,  en 
unirse,  en  establecer  una  estrecha  confederación,  fundada  no 
en  inconsistentes  sentimentalismos,  sino  en  la  conveniencia  :  pero 
tampoco  sólo  en  una  conveniencia  inmediata,  material  y  grosera, 
sino  en  una  conveniencia  de  carácter  más  alto  y  universal,  a  fin 
de  que  los  grandes  grupos  humanos  no  se  amalgamen  y  confun- 
dan en  una  sola  masa  amorfa  y  gris,  sino  que  —  ascendiendo 
todas  en  la  escala  del  progreso  indefinido  —  se  mantengan  las 
grandes  comunidades  de  pueblos  con  matices  y  caracteres  pecu- 
liares :  las  grandes  razas. 

Y  claro  es  que  para  mí  la  idea  de  raza  no  responde  a  la  limi- 
tada y  mezquina,  falsa  y  engañadora  de  un  concepto  meramente 
fisiológico,  sino  a  cierta  concepción  más  vaga  y  sutil  en  apa- 
riencia, más  real  en  el  fondo:  a  la  concepción  psicológica. 

Más,  sin  duda,  que  la  sangre  que  corre  por  nuestras  venas 
(sangre  mil  veces  mezclada),  influyeren  el  íntimo  modo  de  ser 
de  un  ]meblo  la  sangre  del  espíritu,  que  es  el  verbo;  el  lenguaje 
que  vivifica  nuestros  sentires,  turquesa  impalpable  en  que  mol- 
deamos nuestro  pensamiento,  cincel  maravilloso  con  que  escul- 
pimos el  ideal,  ese  ideal  que  vislumbramos  en  la  elevada  cima 
a  que  un  pueblo  asciende  i)or  peldaños  gloriosos,  como  los  ei)i- 
cos  arrestos  del  Cid  de  la  leyenda,  la  fe  y  la  generosidad  de 
la  Reina  Católica,  las  dotes  estupendas  de  capitán  y  de  ]>olítico 
de  Hernán  Corté.^,  la  caballeresca  hidalguía  de  Prim,  las  nobles 
intuiciones  y  las  ansias  de  independencia  de  Bolívar  el  Liber- 
tador, la  sublime  magnanimidad  de  Nicolás  Bravo  que  en  ven- 
ganza del  fusilamiento  de  su  padre  perdona  y  liberta  a  centenares 
de  prisioneros  españoles;  ese  ideal  que  constituye  nuestra  carac- 
terística, que  no  debe  disminuir  nuestra  capacidad  para  las  con- 
quistas materiales  del  progreso,  jjero  que  debe  matizarlas  con 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  61 


algo  tenue  y  peculiarísimo,  algo  muy  delicado  y  muy  fuerte,  muy 
hondo  y  muy  alto,  algo  cuya  quinta  esencia  reside  en  nuestro 
culto  común  a  un  héroe  más  real  y  viviente  que  los  héroes  pere- 
cederos de  que  nos  hablan  las  historias,  un  héroe  inmortal,  de 
cuya  gloriosa  estirpe  todos  queremos  ser  —  y  todos  somos :  Nues- 
tro Señor  Don  Quijote. ... 

He  dicho. 

Gonzalo  de  Murga. 


EN   HOMENAJE 

AL  mim  DESCUBRIDOR  VASCO  iKüSEZ  DE  BALBOA 

geografía  física  del  océano  pacifico 


Conferencia  pronunciada  por  el  señor  licenciado  Ezequiel  A.  Chá- 
vez,  Dr.  H.  C.  de  la  U.  N.  de  M.,  en  la  sesión  solemne  que  la 
Sociedad  de  Geografía  y  Estadística  celebró  el  25  de  septiem- 
bre de  1913,  para  conmemorar  el  4-  centenario  del  descubri- 
miento del  Océano  Pacífico. 


Como  admirablemente  dijo  el  genial  geógrafo  Bernardo  Va- 
renio,  hace  264  años,  en  aquel  monumento  filosófico  que  fué  su 
geografía,  publicada  en  el  mismo  año  de  su  muerte,  a  los  28 
de  su  edad,  rehecha  después  por  Sir  Isaac  Newton,  y  elogiada 
por  el  -Barón  de  Humboldt,  si  una  sola  partícula  de  agua  se 
pone  en  movimiento,  el  Océano  entero  tiene  que  responder  a  ese 
movimiento,  de  tal  manera  que  sólo  un  sistema  completo  de  cir- 
culación puede  existir  en  él. 

Pero  aun  más  cierta  si  cabe,  que  esa  gran  verdad,  es,  sin  em- 
bargo, lasque  pudiera  formularse  diciendo  que  si  una  alma  logra 
entrever  siquiera,  y  señalar  a  los  hombres  un  destello,  sólo  un 
furtivo  relámpago  de  un  conocimiento  antes  no  alcanzado,  milla- 
res de  almas,  millones  de  almas  vuelan  hacia  la  luz  entrevista, 
y  siguen  el  rayo  de  claridad  que  hiende  las  tinieblas. 

Tal  fué  la  suerte  del  explorador  insigne  cuyo  recuerdo  hoy  nos 


64  SOCIEDAD    MEXICAÍÍA 


reúne:  viene  bruscamente  de  la  obscuridad,  como  los  meteoros: 
nadie  sabe  de  qué  es  capaz,  cuando  en  una  nao  que  navega  hacia 
los  bordes  orientales  de  Centro  América  aparece  de  súbito :  llega 
a  la  costa  en  la  que  recientemente  fundadas  colonias  de  blancos 
se  debaten  entre  los  horrores  del  hambre,  del  desamparo  y  del 
desgobierno;  concierta  las  voluntades;  por  su  espíritu  de  jus- 
ticia y  su  magnánima  conducta,  torna  en  amigos  a  los  indígenas 
antes  hostiles ;  un  indio  joven,  que  ha  encontrado  en  su  alma  una 
alma  hermana,  le  habla  de  una  mar  misteriosa  y  grande  que 
ningún  europeo  ha  visto;  para  buscar  esa  mar,  entra  a  la  selva 
virgen ;  cruza  las  montañas ;  oye  dentro  de  sí  mismo,  antes  de  ver 
las  olas  que  lo  atraen,  la  solemne  música  de  esas  mismas  olas; 
llega  a  una  cumbre;  ante  sus  ojos  fascinados,  se  dilata,  con  su 
infinita  vida  azul,  el  Océano  desconocido;  entra  en  el  agua  que 
hasta  él  sube,  y  que  en  su  seno  sorprendida  lo  recibe;  tremola 
sobre  ella  la  bandera  victoriosa  de  Aragón  y  de  Castilla;  ven- 
ciendo dificultades  sin  cuento  prepara,  en  seguida,  la  exploración 
del  mar  que  ha  mostrado  a  los  Europeos ;  sueña  en  los  prodigio- 
sos caminos  de  ese  mar,  de  día ;  sueña  en  sus  encantados  sen- 
deros, de  noche;  construye  las  naves  en  que  ha  de  surcarlo;  las 
bota  al  agua;  va  ya  a  entrar  en  ellas,  cuando  sus  enemigos  lo 
llaman  a  una  cita  traidora;  lo  aprehenden;  lo  decapitan;  cinco 
años  apenas  después  del  momento  en  que  aparece  en  la  nao,  se 
hunde  otra  vez  como  un  meteoro  en  la  sombra  eterna,  en  el  mis- 
terio infinito. 

La  raya  de  luz  que  en  su  rápido  paso  por  la  historia  trazó  sin 
embargo,  sobre  el  muro  sombrío  y  gigantesco  de  la  ignorancia, 
fué  vista  por  otras  almas ;  fué  para  otras  un  derrotero :  y  siguien- 
do ese  derrotero  han  ido  todas:  han  ido  y  siguen  yendo:  fueron 
primero  sus  enemigos,  en  las  mismas  naos  que  él  había  construi- 
do; fueron  después  los  pilotos  audaces  que  el  l*acífico  recorrie- 
ron; los  que  encontraron  y  burlaron,  en  el  tiempo  de  la  guerra 
contra  los  araucanos,  las  corrientes  y  los  vientos  australes,  que 
forman  allá  parte  del  vasto  circuito  de  las  olas  oceánicas ;  fué  el 
genial  Urdaneta,  el  ilustre  franciscano  que,  bogando  a  los  G7  anos 


DE    GEOGKATÍA    Y    ESTADÍSTICA  65 


como  piloto  con  Legaspi,  desde  Acapulco  hasta  las  Filipinas, 
tuvo  la  intuición  soberana  que  lo  condujo  a  buscar  la  ruta  de  la 
América,  no  retx^ocediendo  directamente  hacia  ella  como  tantos 
lo  habían  intentado  y  como  tantos  habían  fracasado,  sino  por  el 
Norte :  fué  él  quien  se  dejó  llevar  por  las  corrientes  y  los  vientos 
que  hacia  el  Japón  caminan;  y  que,  cuando  sintió  que  se  do- 
blaban esos  vientos  y  esas  corrientes  hacia  el  Este,  se  dejó  con- 
ducir por  ellas;  obedeciendo  astutamente  a  las  fuerzas  de  la 
naturaleza  entró  en  el  enorme  Kío  Negro,  en  el  Kuro  Sivo,  que 
al  través  del  Océano  anda,  y  abordó  con  el  Ivío  Negro  las  costas 
de  California,  y  desde  allí  tornó  hacia  el  Sur  hasta  Acapulco. 

Sin  su  hazaña,  por  la  que  quedó  descubierta  la  vasta  circu- 
lación del  Pacífico  del  Norte,  en  un  tiempo  en  que  las  únicas  gran- 
des fuerzas  propulsoras  al  través  del  Océano  eran  las  inciertas 
alas  de  los  vientos,  la  navegación  regular  del  Pacífico  se  habría 
retardado  centenares  de  años. 

Conocida  empero  la  enorme  serpiente  líquida  que  desde  Centro 
América  eternamente  resbala,  bajo  el  soplo  de  los  vientos  hacia 
las  Filipinas,  y  que  al  llegar  allí  se  tuerce,  frente  a  las  islas 
asiáticas,  tornando  desde  el  Ja}>ón  otra  vez  hasta  las  costas 
occidentales  de  Norte  América,  paia  navegar  de  nuevo  perenne- 
mente la  vuelta  de  las  Filipinas,  quedaron  éstas  unidas  con  la 
Nueva  España,  como  la  Nueva  España,  al  través  del  Atlántico, 
estaba  unida  con  la  vieja  Europa;  y  la  misteriosa  civilización 
asiática  emi;ezó  a  entregar  sus  secretos,  lo  mismo  que  sus  tesoros 
al  Mundo,  gracias  al  eterno  vaivén  de  las  aguas  y  de  los  vientos, 
cuyo  cielo  al  través  de  las  silenciosas  soledades  del  Océano,  había 
sorprendido  la  mirada  genial  de  Urdaneta,  del  más  ilustre  acaso 
de  cuantos  entonces  siguieron  la  estela  trazada  por  Vasco  Nú- 
ñez  de  Balbo% 

Interminablemente  después,  hombres  de  todos  los  países,  en 
seguimiento  de  los  atrevidos  mareantes  españoles,  han  descubier- 
to y  vuelto  a  descubrir  las  islas  del  Pacífico,  han  explorado  sus 
litorales,  han  abierto  el  camino  a  audaces  colonizadores,  y  tras 
ellos  han  venido  al  cabo  los  que  no  tienen  en  el  mundo  más  que 


66  SOCIEDAD    MEXICANA 


un  solo  afán  supremo,  el  de  la  ciencia ;  una  sola  ansia  inconteni- 
ble, la  de  ver  lo  que  nadie  lia  visto,  lo  que  a  los  ojos  de  los  demás 
se  escapa :  desde  el  incansable  viajero  Cook,  inmensa  ave  de  mar, 
con  las  alas  desplegadas  siempre  sobre  el  Pacífico  para  ir  a  todas 
sus  latitudes;  desde  los  atrevidos  marinos  franceses;  desde  los 
rusos  que  en  el  Noroeste  del  Nuevo  Mundo  descubrieron  hace 
un  siglo  las  colinas  de  hielo  fósil  de  la  costa,  recubiertas  sola- 
mente por  una  delgada  capa  de  tierra;  desde  el  genio  inmortal 
de  Carlos  Darwin,  que  en  los  bordes  occidentales  de  la  América 
del  Sur  encontró  huellas  del  mar,  en  lo  alto  de  montañas  que 
a  la  mar  miran;  desde  los  que  recorrieron  y  estudiaron  la  su- 
perficie toda,  hasta  los  que  exploraron  el  fondo,  conducidos  por 
otro  vidente,  por  el  genial  norteamericano  Maury,  que  se  empeñó 
en  penetrar  a  los  abismos  escondidos,  en  llegar  a  las  profundi- 
dades que  se  habían  declarado  insondables:  todos,  sin  embargo, 
han  seguido  en  suma  el  derrotero  que  la  mano  de  Niiñez  de  Bal- 
boa hubo  de  trazar,  en  el  breve  instante  en  que  entró  a  la  historia : 
¡todos!  Hasta  los  que  fueron  ayer,  de  cara  al  mediodía,  a  los 
confines  australes  de  las  aguas  que  por  el  mediodía  limitan  al 
Pacífico;  hasta  los  que,  al  través  de  la  alta  mesa  de  la  Tierra 
Antartica,  se  empeñaron  ayer  en  plantar  la  bandera  de  la  Gran 
Bretaña  en  el  corazón  del  Polo,  para  traer  en  seguida  las  obser- 
vaciones, las  noticias,  los  datos  de  aquella  tierra  misteriosa;  las 
noticias,  los  datos,  las  fotografías,  las  observaciones  que  los  com- 
pañeros del  sublime  Scott  vinieron  a  encontrar  al  fin  bajo  su 
cabeza,  helada  por  la  muerte,  en  el  lugar  en  que  el  hambre  y  el 
frío  le  quitaron  su  último  aliento,  cuando  aún  sostenía  entre  sus 
dedos  crispados  el  lápiz  con  que  escribió  las  últimas  palabras  de 
su  postrer  mensaje  a  su  patria  y  al  Mundo ! 

Cuántos  héroes,  y  sabios  y  mártires  de  su  amor  a  la  ciencia, 
por  los  que  el  conocimiento  del  Pacífico  va  haciéndose!  Todos, 
como  el  inmortal  Núnez  de  Balboa,  han  hecho  brillar  su  antorcha 
en  lo  obscuro,  y  millares  de  almas  han  visto  la  claridad  sibilina ; 
y  millares  de  almas  han  volado  tras  ella! 

Pero  ahora,  ¿quiénes  son  los  que  mejor  han  unido  todas  esas 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  67 


luces  esparcidas,  para  que  nosotros  las  veamos?  son,  sin  duda, 
el  más  completo  acaso  de  los  oceanógrafos,  Krümel,  y  el  más  sa- 
gaz de  los  geógrafos,  Suess :  en  la  obra  gigantesca  de  este  último, 
en  "La  Faz  de  la  Tierra,"  se  entrecruzan,  se  sueldan,  se  ligan,  se 
contraponen,  para  sostenerse  mutuamente  y  mutuamente  ayu- 
darse, los  innumerables  datos,  las  incontables  observaciones  he- 
chas al  través  del  planeta  entero;  y  cada  región  del  mismo, 
contrapuesta  a  las  otras,  palpita  con  una  vida  nueva  en  sus  inmor- 
tales páginas :  nada  para  mí  se  destaca  sin  embargo  en  ellas  con 
fuerza  mayor  que  cuanto  al  Océano  Pacífico  se  refiere:  todo  en 
efecto  en  el  Océano  Pacífico  es  grande:  es  en  el  globo  que  habi- 
tamos la  unidad  geográfica  que  mejor  domina  a  todas  por  sus 
colosales  proporciones  y  por  la  soberana  armonía  que  en  él  reina : 
su  extensión  primero:  mayor  que  la  de  todos  los  continentes  y 
todas  las  islas  de  la  Tierra:  sus  bordes  en  seguida:  formados  por 
altos  muros,  por  estupendas  cordilleras  en  las  que  arden  colo- 
sales y  siniestros  volcanes;  sus  abismos  después,  los  más  verti- 
ginosamente profundos  que  el  hombre  ha  descubierto;  las  razas 
en  fin,  que  lo  circundan,  las  que  en  lo  futuro  habrán  de  plan- 
tear los  más  tremendos  problemas  para  la  vida  de  la  huma- 
nidad. 

Analicemos  rápidamente :  ¿  cuál  es  en  sus  bordes  la  forma  del 
Pacífico?  Casi  cerrado  al  Norte,  se  comunica  allí  no  obstante, 
con  el  Mar  Ártico  por  el  estrecho  de  Behring,  apenas  de  58  kiló- 
metros de  anchura  y  de  solo  51  metros  de  profundidad,  y  desde 
allí  se  abre  y  se  ahonda  hacia  el  Sur,  siguiendo  por  el  Este  las 
costas  de  la  América ;  por  el  Oeste  las  del  Asia,  las  de  Insulinda, 
las  de  Australia,  hasta  la  Antartica.  La  doble  línea  divergente 
de  sus  litorales,  que  desde  el  Septentrión  se  separan  hacia  el 
mediodía,  suscita  fácilmente  al  verla  en  una  carta  geográfica, 
la  imagen  que  trazara  el  corte,  de  arriba  a  abajo,  de  una  irregu- 
lar e  inmensa  campana,  doblada  a  trechos,  sobre  todo  en  el 
Suroeste;  sujeta  arriba  por  las  tierras  que  allí  anudan  la  Amé- 
rica y  el  Asia,  y  abierta  abajo  hacia  la  región  de  los  hielos,  hacia  la 
silenciosa  tierra  antartica. 

5 


SOCIEDAD    MEXICANA 


Altas  y  escarpadas  en  casi  toda  su  extensión  las  costas  del 
Pacífico,  están  respaldadas  contra  muros  enormes  de  cordilleras 
que  al  mar  descienden  sostenidas  por  estribaciones  análogas  a 
peldaños  de  cíclopes;  y  una  grandiosa  semejanza  de  líneas  de 
contorno,  como  si  todas  ellas  hubieran  sido  trazadas  por  un  gi- 
gantesco compás,  se  patentiza  en  todas  partes :  vése  allí  en  efecto, 
desde  luego,  el  arco  que  forma  el  borde  del  Oeste  de  la  América 
del  Sur,  con  sus  disgregados  trozos  de  serranías  costeras,  abajo, 
huyendo  hacia  el  Sureste  al  través  de  los  grupos  de  islas  chi- 
lenas ;  con  sus  terrazas  superpuestas,  encima ;  las  cumbres  de  los 
Andes,  en  lo  alto;  los  gigantescos  volcanes,  en  fin,  coronados  de 
nieve  y  vomitando  llamas  a  más  de  7,000  metros  de  altura.  De 
todos  pudiera  decirse  como  de  uno  de  ellos  dijo  er  poeta  Rafael 
Obligado  al  cantar  a  la  América : 

' '  Allá  yérguese   altivo   en   su   regazo 
El  viejo  audaz  de  corazón  de  piedra, 
A  cuya  cima,  ni  la  astuta  hiedra 
Ha  podido  trepar,  el  Chimborazo: 
Su  frente  de  granito 
Donde  el  sol  de  los  trópicos  chispea, 
Por  cima  de  las  nubes  centellea 
Y  parece  horadar  el  infinito." 

Detrás  de  esas  cordilleras,  que  la  ignorancia  imagina  como 
las  más  viejas  del  globo,  y  a  las  que  los  geólogos  señalan  vida 
más  reciente,  una  tercera  fila  de  sierras  se  endereza :  menos  alta 
<!asi  toda  que  la  precedente,  pero  tan  vieja  como  las  priireras  eda- 
des del  mundo. 

Y  al  :Norte  de  ese  primer  arco  del  litoral  sud-americano  está 
el  segundo :  está  el  arco  de  montañas  que  va  desde  el  Septentrión 
de  la  América  del  Sur  hasta  Guatemala,  hasta  Chiapas,  y  que  el 
Barón  de  Humboldt,  lo  mismo  que  Ritter  y  Suess,  ven  doblarse 
hacia  el  Este,  para  construir  en  los  dominios  del  Atlántico  el  es- 
pléndido rosario  de  las  Antillas,  y  separar  en  dos  unidades  dis- 
tintas las  dos  Américas. 


DE    Gf:OGKAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  69 


En  ese  segundo  arco,  lo  mismo  que  en  el  primero,  arden  tam- 
bién volcanes:  no  tan  altos  como  los  de  Sud  América,  pero  im- 
placables, numerosísimos:  nacen  a  nuestra  vista,  uno  tras  otro, 
en  surcos  abiertos  ante  el  mar,  y  crecen  también  ante  nosotros: 
cubren  a  veces  el  cielo,  semanas  enteras,  con  su  mortal  aliento 
de  llama  y  de  cenizas. 

Luego  está  el  tercer  arco:  el  de  la  América  del  Norte:  el  que 
va  desde  Oaxaca  hasta  Alaská,  y  en  él,  lo  mismo  que  en  el  de 
la  América  del  Sur,  se  enderezan  abajo  trozos  de  cadenas  monta- 
ñosas de  imponente  belleza,  las  serranías  costeras,  que  forman  el 
esqueleto  coronado  por  mesas  de  la  Baja  California,  y  que  yer- 
guen  en  el  Oeste  de  los  Estados  Unidos  sus  acantilados,  sus 
cimas,  a  intervalos  coronadas  por  los  torcidos  y  fuertes  ci preses 
de  extrañas  formas  que  enfrente  del  Monterrey  americano  seme- 
jan contra  el  cielo  gigantescos  avestruces  negros,  a  cuyos  pies 
las  aguas  del  Océano  se  revuelcan  y  brincan,  coronadas  de 
espuma. 

Esas  serranías,  que  debían  encontrarse  en  la  prolongación 
austral  de  nuestra  Baja  California  ¿se  hundieron  quizás  ante 
nuestras  costas,  y  dejaron  sólo  como  mudos  testigos  de  la  ca- 
tástrofe, las  cabezas  de  las  Tres  Marías  entre  el  Cabo  San  Lucas 
y  el  Cabo  Corrientes?  ¿Han  desaparecido  en  el  mar  fajas  de  tierra 
que  en  otro  tiempo  existieron  a  las  faldas  de  nuestra  Sierra 
Madre  del  Sur?  ¿Será  posible  encontrar  bajo  las  aguas,  estruc- 
turas paralelas  a  la  bien  guardada  hoya  del  puerto  de  Acapulco, 
donde  en  las  noches  más  negras  palpitan,  como  un  cielo  volcado 
en  el  oleoso  abismo,  y  Heno  de  vivientes  constelaciones,  prodigio- 
sas miríadas  de  infusorios? 

Las  serranías  costeras  no  existen  en  todo  caso  allí:  se  levan- 
tan en  cambio  en  el  Oeste  de  los  Estados  Unidos,  maravillosa- 
mente rotas  por  la  Puerta  de  Oro,  para  formar  en  medio  de  la 
Alta  California  la  espléndida  bahía  de  San  Francisco,  y  se  des- 
pedazan al  Norte,  en  el  Canadá  y  en  Alaska,  en  innumerables 
islas,  análogas  a  las  islas  Chilenas,  pero  regadas  en  dirección 
opuesta,  hacia  el  Noroeste. 


70  SOCIEDAD    MEXICANA 


Detrás  de  las  serranías  costeras  se  levantan  en  todo  caso  tam- 
bién, en  un  segundo  término,  como  en  Sud  América,  cordilleras 
más  altas  y  también  volcánicas:  la  Sierra  Madre  Occidental,  en 
México,  las  Nevadas  y  las  de  las  Cascadas,  en  los  Estados  Unidos 
y  en  el  Canadá. 

Y  lo  mismo  que  en  la  América  del  Sur,  tras  esa  segunda  cor- 
tina de  montañas  se  endereza  aún  otra  enorme  muralla:  la  de  la 
Sierra  Madre  Oriental,  en  nuestra  República ;  la  de  las  Montanas 
Rocosas,  al  Norte. 

En  el  extremo  Septentrión,  no  obstante,  y  en  Asia  y  en  la 
Insulinda  y  en  Australia,  los  bordes  del  Océano  son  en  aparien- 
cia distintos:  son  en  realidad  análogos. 

También  allí  están  constituidos  por  serranías  detrás  de  se- 
rranías; sólo  que  entre  unas  y  otras  la  tierra  se  ha  hundido, 
como  se  hundió  en  las  edades  geológicas  para  formar  nuestro 
Golfo  de  California,  de  modo  que  así,  entre  las  sierras  conti- 
nentales y  las  de  las  islas  que  las  rodean,  se  han  ahuecado  pro- 
fundos mares  interiores,  que  circuyen  del  lado  del  Pacífico  enor- 
mes guirnaldas  de  islas,  y  del  lado  de  los  continentes,  serranías : 
a  veces  paralelas  a  las  de  las  islas;  dibujando  a  veces  una  curva 
opuesta,  cuyas  puntas  tocan  a  las  de  los  festones  que  las  islas 
constituyen. 

Queda  así  primero,  allá  en  el  Septentrión,  el  arco  abierto  ha- 
cia el  Norte,  el  de  las  islas  Aleutas,  piedras  de  un  vado  de  gi- 
gantes que  une  la  América  con  el  Asia;  y  detrás  de  ese  arco,  y 
detrás  del  mar  de  contornos  lenticulares  que  el  mismo  arco  li- 
mita, queda  opuesta  la  curva  montañosa  abierta  hacia  el  Sur, 
la  de  las  penínsulas  americana  y  asiática  que  avanzan  la  una 
hacia  la  otra  como  si  a  juntarse  fueran,  y  que  se  detienen  de 
súbito,  cortadas  por  el  estrecho  de  Behring. 

Queda  luego  al  Oeste,  en  la  costa  del  Asia,  el  segundo  arco, 
el  de  las  islas  asiáticas,  formado  por  cuatro  guirnaldas  de  islas: 
todas  en  curvas  abiertas  hacia  el  Asia:  las  Kuriles,  continuación 
de  la  península  de  Kamtchatka ;  las  del  .Ta])ón ;  las  de  Riu  Kiu ; 
las  Filipinas  con  la  enorme  de  Borneo;  y  detrás  de  cada  una  de 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  71 


esas  guirnaldas,  los  mares  interiores  en  cuyos  bordes  continen- 
tales '^se  han  podido  reconocer,  a  lo  menos  en  sus  grandes  tro- 
zos, las  extremidades  de  las  grandes  cadenas  del  iVsia." 

Pero  lo  mismo  en  el  arco  de  las  Aleutas  que  en  el  de  las  islas 
asiáticas,  los  volcanes  encienden  sus  grandes  antorchas  trágicas, 
y  la  tierra  tiembla:  la  enorme  ballena  mítica  que  al  decir  de  los 
Japoneses  está  debajo  de  sus  grandes  islas,  se  sacude  golpeando 
furiosamente  el  mar  en  cuyo  fondo  habita. 

El  tercer  arco  de  montañas  está  después:  el  tercero  del  Oeste 
del  Pacífico:  sostenido  afuera  por  las  islas  de  extrañas  formas 
que  desde  Borneo  y  las  Célebes,  van  por  las  Molucas  a  la  Nueva 
Guinea  ;  bañado  en  seguida  al  Sur  de  ellas,  por  los  calientes 
mares  del  Mediterráneo  malayo ;  reforzado  en  fin  por  la  segunda 
cortina  de  altos  montes,  los  que  yerguen  sus  cumbres  y  erigen 
sus  volcanes  en  las  largas  islas  de  la  Sonda. 

Y  la  cuarta  doble  curva  de  montañas  del  Oeste  del  Pacífico 
es  la  que  trazan,  contra  el  grande  Océano,  las  volcánicas  islas 
de  la  Nueva  Caledonia  y  de  la  Nueva  Zelanda,  en  arco  inmenso 
que  al  Oeste  se  abre,  y  las  que  constituyen,  adentro,  los  Alpes 
Australianos  y  Tasmanianos,  de  curva  abierta  también  hacia  el 
oeste,  y  separada  de  la  anterior  por  el  vasto  mar  donde  alternati- 
vamente van  al  Sur  y  al  Norte  las  grandes  corrientes  austra- 
lianas. 

Para  hacer  aun  más  extraordinaria  la  semejanza  de  los  con- 
tornos del  Grande  Océano,  hé  aquí  por  último  que  los  descubri- 
mientos hechos  al  Sur  del  Pacífico  nos  muestran  la  alta  mesa 
desnuda  que  forma  la  tierra  antartica :  más  extensa  quizás  que 
la  Australia  entera;  y  en  sus  bordes  arden  también,  sobre  el 
sudario  infinito  de  los  campos  de  hielo  australes,  los  dos  gigan- 
tescos volcanes  gemelos  que  vio  Lord  Ross :  el  Erebo  y  el  Terror, 
que  tantas  veces  han  animado  con  sus  rojos  incendios  y  con  sus 
pavorosos  rugidos  el  trágico  silencio  donde  la  vida  se  acaba. 

¿Qué  queda  en  medio  de  este  contorno  gigantesco,  cuyos  so- 
beranos lincamientos  son  más  grandiosos  que  los  que  pudo  soñar 
la  imaginación  del  inmortal  poeta  florentino? 


72  SOCIEDAD    MEXICANA 


¿Qué  queda  en  medio  de  la  triple  y  curva  muralla  de  estupendas 
serranías  y  de  flamígeros  volcanes? 

En  medio,  bajo  el  más  libre  de  todos  los  vientos,  que  encrespa 
las  olas  más  vastas  de  todos  los  mares,  y  que  empuja  en  perennes 
circuitos  sus  enormes  corrientes,  de  la  América  a  la  Australia  y 
al  Asia,  y  de  la  Australia  y  el  Asia  otra  vez  a  la  América,  queda 
el  mar  menos  salado  de  los  que  existen :  con  35  partes  apenas  de 
sales  por  cada  mil  de  agua ;  el  mar  en  cambio  más  azul,  de  un  azul 
que  lejos  de  las  tierras  es  tan  sombrío,  que  pudiera  creerse  negro 
con  vivientes  reflejos  metálicos,  y  que,  al  enderezarse,  atraído 
por  las  escarpas  de  las  costas,  cuya  densidad  es  siempre  más  alta 
que  la  de  las  aguas,  se  quiebra  con  estruendo  coronándose  de 
espuma. 

Los  exploradores,  que  han  arrojado  sondas  cada  vez  más  per- 
fectas al  Océano  Pacífico,  sondas  semejantes  a  mandíbulas  abier- 
tas, que  al  llegar  al  fondo  se  cierran  para  morderlo,  y  que  suben 
a  la  superficie  fragmentos  de  ese  fondo,  nos  han  descrito  ya  las 
prodigiosas  profundidades:  han  recogido  partes  minúsculas  de 
su  légamo  azul,  que  lo  tapiza  desde  Acapulco  hasta  las  islas 
Galápagos  y  que,  con  óxidos  de  hierro  contiene  numerosos  resi- 
duos de  organismos  calcáreos;  han  extraído  partes  insignifican- 
tes de  su  légamo  verde,  que  lo  cubre  al  Oeste  de  California  y  al 
Oriente  del  Japón  y  de  Australia;  han  estudiado  sobre  todo  su 
légamo  rojo,  el  légamo  de  los  abismos,  que  lo  alfombra  en  más 
de  100  millones  de  kilómetros  cuadrados,  y  en  el  que,  con  gló- 
bulos de  hierro  meteórico,  presenta  polvo  de  óxidos  de  hierro, 
dientes  de  escualos  y  huesos  de  ballenas  fósiles,  pertenecientes  a 
la  edad  terciaria  de  la  vida  del  globo. 

Los  mismos  exploradores,  que  han  medido  la  temperatura  de 
las  aguas  profundas,  y  que  se  han  convencido  de  que  a  menos 
de  200  metros  ya  no  las  calienta  casi  el  sol,  de  suerte  que  allí 
sólo  existen  frías  ondas,  ni  las  traspasa  tampoco  la  luz  del  cielo, 
de  modo  que  allí  solo  hay  aiguas  sombrías;  pero  (|ue  en  cambio 
tienen  en  solución,  como  toda  agua  de  mar,  oro  y  plata,  y  están 
animadas,  como  toda  la  Tierra,  por  corrientes  magnéticas,  han 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  73 


medido  también  sus  profundidades:  han  hecho  la  carta  de  los 
fondos  submarinos:  definen  ya  el  inmenso  Océano  como  una  vas- 
ta cuenca,  la  más  vasta  y  la  más  honda :  casi  toda  a  5,000  metros 
de  profundidad,  con  solo  un  gran  relieve,  el  que  va  de  un  modo 
oblicuo  desde  Guatemala  hasta  las  islas  del  Oriente,  sepultando 
no  obstante  a  más  de  tres  mil  metros:  describen  esa  hondí- 
sima cuenca,  salpicada  por  cumbres  montañosas  que  yerguen  so- 
bre la  azul  superficie  de  las  olas,  enormes  cráteres  de  volcanes, 
como  gigantescas  copas  sombrías  en  cuyo  fondo  hierven  rojas 
lavas;  la  describen  también  levantando  hasta  la  superficie  mi- 
llares de  islas  de  coral,  como  inmensos  anillos  que  en  su  interior 
encierran  lagos,  ya  separados  totalmente  del  mar,  ya  comunica- 
dos abajo,  de  tal  suerte  que  alternativamente  la  respiración  del 
mismo  mar,  la  marea,  levanta  y  abate  sus  aguas. 

Describen  esas  islas,  sobre  todo  las  que  en  parte  o  en  todo 
son  de  origen  volcánico,  como  los  poetas  las  han  cantado;  coro- 
nadas de  heléchos  y  de  palmas,  salpicadas  de  flores,  pobladas 
por  extraños  pájaros  de  vistosas  plumas.  Y  hacen  ver  en  fin, 
a  los  bordes  de  la  hondísima  cuenca  sobre  la  que  esas  islas  han 
nacido,  fosos  todavía  más  hondos:  como  el  que  al  Sur  de  las 
islas  Aleutas  se  hunde  a  7,380  metros  debajo  del  nivel  del  mar, 
o  el  que  a  los  pies  de  las  islas  japonesas  baja  a  más  de  8,500  me- 
tros, o  el  que  al  Oriente  de  las  Filipinas  desciende  a  6,400,  o  el 
que  ciñe  a  la  Nueva  Zelanda,  escondido  a  9,427,  o  el  que  se 
precipita  bajo  el  desierto  de  Atacama  junto  a  la  costa  chilena 
hasta  7,635,  o  en  fin  el  vertiginoso  abismo  de  Nerón,  que  junto  a 
las  islas  Marianas  baja  a  9,636. 

El  fondo  así  del  inmenso  Océano  es  doblemente  grandioso  por- 
que no  sólo  es  en  su  conjunto  el  más  hondo  de  todos,  sino  que 
rodea  sus  enormes  profundidades  con  fosos  y  abismos  estupen- 
dos, en  los  que  cabrían  todas  enteras  y  desaparecerían  holgada- 
mente las  más  altas  montanas  de  la  Tierra ;  y  es  más  maravilloso 
aún  porque  exactamente  sobre  esos  abismos  se  levantan,  desde 
aquellas  vertiginosas  profundidades,  varias  de  las  más  altas  cor- 
dilleras que  en  el  globo  existen. 


74  SOCIEDAD    MEXICANA 


¿Cómo  ha  podido  formarse  este  mar  estupendo?  ¿Cómo  han 
podido  formarse  las  enormes  montañas  que  lo  rodean?  ¿Han 
emergido  del  seno  de  las  olas?. . .  Van  subiendo,  pensó  Darwin,  al 
encontrar  en  las  costas  occidentales  de  la  América  del  Sur  depó- 
sitos de  conchas  marinas  a  enorme  altura ;  van  subiendo,  han 
pensado  también  otros  geólogos,  al  descubrir  huellas  del  mar  en 
el  Noroeste  y  el  Oeste  de  la  América  del  Norte,  en  las  guirnaldas 
de  las  islas  asiáticas  y  en  la  Nueva  Zelanda.  Van  subiendo,  han 
pensado  en  fin  nuestros  excelentes  exploradores  de  la  Baja  Ca- 
lifornia, que  en  los  últimos  años  fueron  a  estudiarla,  y  que  allí 
también  encontraron  Inequívocas  señales  de  un  estupendo  movi- 
miento terráqueo. 

Contra  todos  los  que  así  piensan,  el  admirable  geógrafo,  Suess, 
sostiene,  sin  embargo,  distinta  tesis:  para  él,  como  para  Goethe, 
como  para  Swedenborg,  como  para  el  soberano  poeta  de  la  Divina 
Comedia  que,  naturalmente  sin  referirse  al  Océano  Pacífico,  en- 
tonces aún  no  descubierto,  leyó,  un  año  antes  de  su  muerte,  en  la 
Capilla  de  Santa  Helena,  en  Verona,  el  penúltimo  domingo  de 
Enero  de  1320,  su  admirable  disertación  sobre  la  tierra  y  agua, 
la  tierra  no  puede  elevarse  en  espacios  tan  vastos,  tan  distantes 
y  tan  armónicamente  ligados  unos  con  otros :  esto  sería  contrario 
a  su  naturaleza,  decía  Dante:  no  puede,  en  todo  el  inmenso 
contorno  del  Océano  Pacífico,  ir  subiendo;  esto  sería  ccmtrario, 
dice  Suess,  a  las  leyes  mismas  de  la  pesantez. 

Pero  si  los  litorales  del  Pacífico  no  van  subiendo  ¿  cómo  expli- 
car las  liuellas  del  mar,  altas,  muy  altas,  en  ciertos  puntos  a  cen- 
tenares de  metros  sobre  las  olas? 

Es,  afirma  Suess,  que  el  Océano  se  hunde:  es  que  de  tiempo 
en  tiempo  una  enorme  dovela  de  las  bóvedas  del  globo  terrestre, 
sobre  las  que  el  mar  se  dilata,  baja  hacia  el  centro  del  Planeta, 
como  se  han  derrumbado  también  de  tiempo  en  tiempo  partes  de 
la  corteza  emergida:  y  cada  vez  que  un  hundimiento  se  produce 
en  cualquier  punto  del  Océano,  el  agua  baja  al  fondo  del  abismo; 
el  agua  se  aleja  de  sus  antiguas  orillas ;  la  extensión  del  mar  se 
reduce. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  75 


¿No  afirman  los  geólogos  que  en  otro  tiempo  el  mar  cubría  la 
Tierra  toda? 

Un  hundimiento .  del  que  es  imposible  que  nos  formemos  idea 
apropiada, —  tal  fué  su  tremenda  magnitud, —  hizo  que  se  abis- 
mara, desde  los  albores  de  la  edad  mesozoica  de  los  geólogos,  hace 
millones  de  años,  el  piso  del  Océano  Pacífico:  su  horda  cuenca 
quedó  así  formada  desde  entonces;  desde  el  período  triásico: 
hundimientos  posteriores  hicieron  probablemente  que  se  forma- 
ran las  guirnaldas  de  los  mares  del  Asia;  hundimientos  más 
recientes  separaron  Australia  de  la  Nueva  Zelanda  y  de  Tas- 
mania;  hundimientos  en  fin  que  han  pasado  en  nuestro  tiempo 
han  sido  tales  como  la  dislocación  producida  en  1856  en  la  Nue- 
va Zelanda,  al  través  del  estrecho  de  Cook. 

El  Océano  en  consecuencia  ha  ido  ganando  en  profundidad 
lo  que  en  área  superficial  ha  perdido,  y  sobre  sus  bordes  y  sobre 
sus  islas  las  poblaciones  humanas  se  han  multiplicado,  se  han 
apiñado. 

¿Cuál  será  el  destino  de  esas  poblaciones  en  el  futuro,  mien- 
tras la  milenaria  transformación  del  Océano  continúa? 

Ya  ahora  uno  de  esos  enjambres  humanos,  el  japonés,  en  el 
arco  insular  del  Oeste,  parece  dispuesto  a  la  conquista  ;  ya  otro, 
el  australiano  y  neozelandés,  en  el  arco  del  Suroeste  parece 
resuelto  a  adueñarse  del  mundo  oceánico;  ya  el  pululante  enjam- 
bre anglo-americano,  desprendiéndose  de  California  plantó  la  ban- 
dera estrellada  en  los  altos  volcanes  de  las  islas  Hawaii  y  fué 
a  tremolarla  en  las  Filipinas;  ya  en  fin  los  pueblos  a  los  que 
España  dio  su  cultura  han  mezclado  las  viejas  razas  guerreras 
de  los  meshica,  de  los  incas,  de  los  araucanos,  con  la  esforzada 
raza  guerrera  de  los  españoles,  y  divididos  aún  por  sangrientas 
y  mezquinas  contiendas,  aspiran  no  obstante  a  una  unión  defi- 
nitiva. 

¿Qué  pasará  en  el  porvenir?  El  teatro  de  la  historia  antigua, 
encerrado  en  torno  del  Mediterráneo  europeo;  el  teatro  de  la 
historia  moderna,  dilatado  alrededor  del  Océano  Atlántico,  se 
agigantará  para  la  historia  futura :  será  su  escenario  el  inmenso 


SOCIEDAD    MEXICANA 


Mar  Pacífico,  el  de  los  vertiginosos  abismos,  el  de  las  costas  es- 
carpadas, el  de  los  tremendos  volcanes. 

Los  pueblos  que  desde  sus  bravias  riberas  se  ven  con  sañuda 
desconfianza  y  con  recíproco  celo  ¿llegarán  a  entablar  una  lucha 
titánica,  junto  a  la  que  sean  pálidos  simulacros  las  más  grandes 
contiendas  de  la  historia?  ¿Se  despedazaran  unos  a  otros  cuando 
por  el  canal  de  Panamá  pasen,  vomitando  torrentes  de  humo, 
las  inmensas  escuadras  portadoras  de  la  muerte,  y  cuando  en  el 
aire  vuelen  innumerables  velívolos,  que  sobre  la  tierra  y  el  mar 
derramen  llamas? 

¿Tendrán  por  lo  contrario  los  pueblos  del  Pacífico  la  rara  cor- 
dura de  entender  que  la  humanidad  entera  tiene  intereses  co- 
munes ;  que  los  pueblos  como  los  hombres  deben  llegar  a  cooperar 
todos  en  obras  de  concordia ;  que  la  fraternidad  humana  obliga  en 
fin  no  solo  a  los  individuos,  sino  también  y  más  que  a  los  indivi- 
duos a  las  naciones? 

¿Entenderá  México  el  papel  que  su  situación  ístmica  le  señala, 
para  ser  el  intermediario  entre  todos  los  hombres,  el  luminoso 
guión  de  armonía  entre  todos  los  pueblos,  el  campo  donde  todas 
las  formas  de  cultura  se  sublimen,  la  Suiza  en  fin  del  Mundo 
Nuevo  ? 

El  misterio  envuelve  aún,  como  envolverá  siempre;  penetra 
aún  como  penetrará  todos  los  tiempos;  cubre  aún  el  Universo 
como  lo  cubrirá  hasta  el  fin  de  los  siglos,  y  los  orígenes  del  Pa- 
cífico, y  los  destinos  del  Pacífico  y  los  problemas  últimos  del 
Pacífico  están  por  lo  mismo  sumergidos  en  el  misterio. 

Hoy,  sin  embargo,  al  bosquejar  esta  rápida  síntesis  de  lo  que" 
juntos  los  hombres  de  todos  los  pueblos  lían  llegado  a  hacer  en 
cuanto  al  Océano  Pacífico,  desde  que  el  joven  hijo  de  un  cacique 
indio  señaló  a  Vasco  Núñez  de  Balboa  la  rijta  del  Grande  Océano, 
quiero  concluir  con  un  supremo  voto:  que  a  la  manera  con  que 
los  exploradores  y  los  sabios  de  todos  los  países  han  formado 
una  sola  hoguera  de  ciencia  con  las  antorchas  de  su  sabiduría, 
así  los  pueblos  todos  que  en  el  Pacífico  habitan  o  que  en  torno  del 
Pacífico  crecen:  los  viejos  pueblos  indígenas,  los  del  PLxtremo 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  77 


Oriente,  los  blancos  y  los  de  razas  mezcladas,  hagan  al  fin  una 
sola  grande  obra  sinérgica  de  cultura,  una  sola  labor  de  recí- 
proco conocimiento,  de  respeto  y  amistad  recíprocas,  de  mutua 
y  constante  ayuda ;  que  políticamente  merezca  la  más  grande 
de  las  divisiones  de  nuestra  hidrosfera  el  nombre  que  sus  des- 
cubridores le  pusieron,  el  nombre  tantas  veces  discutido  de 
Océano  Pacífico;  que  sea  en  fin  cierta,  en  el  mundo  de  la  recí- 
proca estimación  de  los  hombres,  la  gran  palabra  del  geógrafo 
Verenio ;  y  que  así  como  una  gota  de  agua  puesta  en  movimiento 
conmueve  todo  el  Océano  y  produce  en  él  un  sistema  completo  de 
circulación,  una  gota  del  amor  que  predicaba  Cristo  a  los  hom- 
bres ponga  en  conmoción  a  los  habitantes  del  Planeta,  y  a  todos 
definitivamente  los  una  para  la  perpetua  realización  del  pro- 
greso. 


EZEQUIEL  A.  Oháví]z. 


NAVEGANTES  Y  DESCUBRIDORES  ESPAÑOLES 
DEL  MAR  PACIFICO 


Discurso  leído  por  el  Sr.  D.  Telesforo  García,  Vicepresidente  In- 
terino de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística,  en 
la  velada  solemne  efectuada  a  iniciativa  y  bajo  los  auspicios 
de  dicha  Sociedad  en  los  salones  del  Casino  Español  de  Méxi- 
co, la  noche  del  25  de  Septiembre  de  1913,  para  conmemorar 
el  IV  centenario  del  descubrimiento  del  citado  mar. 


Tócame  en  esta  hermosa  fiesta  usar  de  la  palabra  en  un  mo- 
mento difícil:  cuando  las  amplias  excursiones  por  los  severos 
campos  del  saber  han  mantenido  en  tensión  vuestro  pensamiento 
y  cuando  los  vuelos  por  los  infinitos  mundos  del  sentir  han  ele- 
vado vuestras  almas  a  las  inefables  regiones  de  la  emoción  dul- 
císima. La  luz  sobrado  intensa  produce  alguna  fatiga  ;  el  conti- 
nuo resbalar  de  la  belleza  sobre  nuestro  aparato  nervioso,  convida 
a  cierta  suave  languidez  de  la  cual  no  gustamos  alejarnos.  Y  es 
que  los  cielos  del  ensueño,  del  arrobamiento,  son  demasiado 
hermosos,  para  no  ver  con  pena  que  la  mano  imperturbable  de  la 
historia  o  de  la  crónica  llega  a  rasgar  sus  velos  a  efecto  de  vol- 
vernos a  una  realidad  de  la  cual,  vivida  ya  en  grado  suficiente, 


80  SOCIEDAD    MEXICANA 


anhelamos  salir,  obedeciendo  a  la  ley  del  eterno  mndar.  Sabedor 
de  esto,  guardo  para  mejor  ocasión  el  estudio  que  me  prometía 
presentaros,  quizá  más  propio  de  una  Academia  que  del  acto 
de  homenaje,  de  veneración,  de  apoteosis,  ofrecido  por  la  más 
antigua  de  las  sociedades  científicas  de  este  país  a  la  memoria 
de  uno  de  aquellos  heroicos  descubridores  españoles  que  en  los 
comienzos  del  siglo  xvi  conquistaron  para  su  nombre  el  pasmo 
de  las  generaciones  futuras. 

Llego,  pues,  como  los  coéforos  de  la  luminosa  Hélade,  a  de- 
positar mi  ofrenda  de  flores  en  los  altares  de  los  Manes  de  la 
raza,  piadoso  y  reverente,  porque  es  su  fe,  su  valor,  su  confianza, 
^  su  aspiración  a  lo  grande,  a  lo  glorioso  —  concordando  tiempos 
y  necesidades  —  lo  que  ha  de  engrandecer  y  eternizar  el  grupo 
humano  a  que  pertenecemos.  Os  ruego  que  en  ese  sentido  acep- 
téis bondadosamente  mis  palabras,  ya  que  por  respeto  a  vuestra 
fatiga  tenga  que  ser  tan  parco  en  la  exposición  de  ideas  que, 
dada  la  fecundidad  del  asunto,  asaltan  necesariamente  el  cerebro 
en  activa  pugna  por  exteriorizarse. 

II 

Tocaba  a  su  término  el  siglo  xv.  Daba  España  remate  ven- 
turoso a  su  inmensa  epopeya  de  ocho  siglos  y  contemplaba  con 
orgullo  mal  contenido  ondear  sobre  los  muros  de  Granada  el 
morado  pabellón  de  Castilla.  La  Patria  estaba  rehecha.  Mejor 
dicho:  la  Patria  se  había  constituido.  Dos  reyes  gloriosos,  Isabel 
y  Fernando,  al  enlazar  entre  sí  sus  destinos,  unían  para  siempre 
la  gran  familia  española  en  una  suprema  finalidad.  Pudimos, 
por  aquellos  tiempos,  según  dice  Oliveira  Martins,  creernos  dio- 
ses, porque  como  Dios,  gozamos  de  la  omnipotencia.  Acaso, 
también,  repitiendo  la  esmaltada  frase  de  Castelar,  tocamos  en- 
tonces el  divino  placer  de  creadores,  porque  a  semejanza  del  Gran 
Hacedor,  sacamos  un  mundo  de  la  nada.  La  ambición,  la  fuerza 
y  la  audacia  se  condensaban  en  nuestra  atmósfera  para  afrontar 
las  empresas  más  estupendas.  Los  negros  y  eternos  días  del  mi- 


DE    GEOGBAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  81 


lenario  yacían  envueltos  y  soterrados  en  sus  raídos  sudarios. 
A  las  bajas  y  tristes  arcadas  bizantinas  que  remedaban  concien- 
cias oprimidas,  se  sucedían  las  airosas  catedrales  góticas,  lam- 
padarios enhiestos,  por  cuya  delicada  crestería  iba  ascendiendo 
el  himno  de  las  almas,  en  acción  de  gracias  al  Altísimo,  ante 
los  amplios  horizontes  abiertos  a  la  vida  fecunda  y  completa 
como  preparatorios  de  la  inmortalidad.  Se  respetó  la  ciencia, 
se  amó  el  arte,  se  santificó  la  belleza,  moviéronse  en  campos 
ilimitados  los  más  halagadores  ideales  humanos  y  el  día  del 
Renacimiento,  preparado  por  tantos  elementos  de  apoyo  y  de 
oposición,  fué  surgiendo  esplendoroso  de  los  senos  del  tiempo 
y  del  espacio.  Pero  lo  que  en  otros  países  fué  molicie,  embriaguez, 
ansiedad  de  goce  material  y  egoísta,  fué  en  España  voluntad, 
esfuerzo,  ambición,  conciencia  de  poder,  estado  inquieto  por  la 
estrechez  del  viejo  solar,  sentimiento  íntimo  de  que  el  campo 
de  los  antiguos  combates  con  la  morisma,  exigía  expansiones 
acomodadas  a  la  lozana  naturaleza  del  ser  que  con  tanta  energía 
escalaba  un  nuevo  aspecto  de  su  existencia.  El  soldado  no  se 
había  desceñido  la  armadura.  Granada  era  una  etapa.  Los  fu- 
turos combates  se  librarían  en  mundos  desconocidos,  después  de 
señorear  la  política  del  Viejo  Mundo. 

En  la  época  a  que  me  estoy  refiriendo  invadía  el  Occidente 
de  Europa  una  intensa  fiebre  de  exploración.  Investigaciones 
científicas,  tradiciones  más  o  menos  aceptables,  fábulas  y  con- 
sejas sobre  tierras  desconocidas  y  mundos  peregrinos,  consti- 
tuían, más  que  una  preocupación,  una  obsesión,  dueña  y  señora 
de  la  conciencia  general.  Son  tan  numerosos  los  hechos,  las 
crónicas,  los  nombres,  desde  los  clásicos  como  Platón,  Aristóte- 
les, Séneca,  hasta  aquellos  marinos  vascongados  emprendedores 
en  la  importante  pesca  del  bacalao,  antes  del  siglo  xii^  según 
las  Ordenanzas  Marítimas  coetáneas,  de  San  Sebastián  y,  i)or 
ende,  probables  descubridores  de  las  costas  de  Terranova,  que 
detenerme  en  enumerarlos  sería  abusar  de  vuestra  benevolencia. 
Baste  saber  que  en  las  aldeas  y  en  las  ciudades,  en  el  litoral 
y  en  el  interior,  en  la  choza  y  en  el  palacio,  entre  el  bracero  y  el 


82  SOCIEDAD    MEXICANA 


capitalista,  entre  el  plebeyo  y  el  noble,  todos  se  dejaban  dominar 
por  el  espíritu  de  aventura,  todos  participaban  en  el  presenti- 
miento de  que  nuevas  tierras,  nuevas  riquezas,  nuevos  elementos 
de  vida  vendrían  a  mejorar  la  condición  humana  y  a  ofrecer 
ignotos  derroteros  a  sus  ansiedades  de  bienestar,  de  i)oder  y  de 
gloria.  Arraigaba  principalmente  en  la  Península  Ibérica  tal 
pasión  dominante  y  las  quillas  portuguesas  que  hendían  los  ma- 
res rumbo  al  Occidente  y  Sur  de  África ;  y  el  establecimiento 
de  los  españoles  en  las  Afortunadas;  y  las  otras  islas  recién 
descubiertas  por  el  Atlántico  hacia  donde  se  mira  declinar  el  sol ; 
determinada  la  esferoicidad  de  la  tierra ;  afirmado  por  Toscanelli 
el  seguro  contacto  con  los  riquísimos  pueblos  de  Oriente  diri- 
giendo al  Ocaso  las  proras  de  las  naos;  los  relatos  de  Marco  Polo 
y  de  Benjamín  de  Tudela  en  todas  las  memorias;  el  brillo  del 
oro  y  el  aroma  de  las  especias  en  todas  las  imaginaciones,  liabían 
de  producir  forzosamente  un  estado  de  fermentación  espiri- 
tual, de  donde  surgiese  pujante  y  concreta  la  acción,  creadora 
del  órgano  capaz  de  traer  a  la  esfera  de  la  realidad  lo  que  la 
ciencia,  las  probabilidades,  las  intuiciones,  y  hasta  los  ensueños, 
mantenían  aún  en  el  nebuloso  horizonte  de  los  anhelos. 


III 

Y  surgió  Colón,  y  surgió  el  genio,  y  América  fué,  y  el  hombre 
pudo  ufanarse  de  poner  su  planta  en  todos  los  puntos  habitables 
del  Globo,  testigo  de  nuestras  tareas,  de  nuestra  labor  incansa- 
ble, de  nuestra  evolución  siempre  bienhechora,  a  pesar  de  apa- 
rentes detenciones,  contratiempos  y  luchas,  quizás  necesarios, 
para  que  la  fortaleza  no  se  hunda  en  el  abandono.  Colón,  ofre- 
ciendo por  el  mundo  su  prodigioso  proyecto  a  la  gloria  y  a  la 
codicia  de  los  poderosos;  Colón  mendigando  auxilios:  Colón 
discutido  y  despreciado,  aunque  con  bastante  fe  y  bastante  cien- 
cia para  no  caer  en  desalientos ;  Colón  al  llegar  a  España  en  com- 
pleta derrota,  pudo  convencerse  pronto  de  que  penetraba  en  el 
medio  ambiente  propio  a  la  vida  y  robustez  de  su  empresa.  Toda- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  83 

vía  allí  habría  que  luchar,  pero  se  vencería.  Generales,  políticos, 
frailes,  formaban  atmósfera  tal  que  el  alma  del  futuro  Almirante 
salía  del  diario  combate  más  templada  para  proseguirlo.  En  la 
fragua  española  se  forjó,  pues,  el  héroe.  Aquel  crisol  alimentaba 
entonces  en  ebullición  constante  metal  tan  bien  preparado  que, 
al  vaciarlo  en  el  molde  surgía  perfecta  la  figura  épica  que  se 
buscaba.  Por  eso  Colón  encontró  en  reyes,  en  magnates,  en  arte- 
sanos, en  marinos,  en  frailes,  asociados  a  su  pensamiento,  compa- 
neros, protectores,  cooperadores,  admiradores,  y  hasta  fanáticos 
de  sus  aventurados  propósitos.  La  gloria  del  descubridor  y  la  del 
pueblo  que  lo  comprendiera  y  lo  empujara,  resultan,  por  lo  tanto, 
inseparables. 


IV 


¿Quién  no  conoce  la  historia  del  descubrimiento  tan  nutrida 
de  episodios  interesantes,  tan  impregnada  de  heroísmos,  tan 
saturada  de  prodigios?  Al  descubrimiento  magno,  siguieron  en 
sucesión  no  interrumpida  las  exploraciones  que  lo  completaban, 
y  los  nombres  de  Solís,  de  Córdova,  de  Grijalva,  de  los  mil 
capitanes  y  pilotos  que  tomaban  con  firme  mano  el  velo  del 
misterio  para  alzarlo  sin  temor  a  lo  que  detrás  pudiera  encon- 
trarse, tuvo  ancho  margen  en  que  ejercitar  su  osadía.  Sin  em- 
bargo^ el  Oriente  ansiado,  el  Oriente  del  oro,  de  las  especias,  de 
la  fábula,  de  los  sueños,  no  se  había  tocado.  Desde  el  Bóreas 
al  Austro,  gigantesca  muralla  burlaba  todas  las  ambiciones  y 
detenía  todos  los  empeños.  Behaim  se  había  equivocado;  Tosca- 
nelli  se  había  equivocado;  Colón  se  había  equivocado.  La  tierra 
aparecía  dividida  por  colosal  barrera  que  incomunicaba  entre  sí 
mares  y  continentes.  Navegando  rumbo  a  Occidente,  no  se  arri- 
baría jamás  al  Oriente  ansiado.  Pero  el  obstáculo  no  era  sino  un 
incentivo  para  aquellos  titanes.  Monarcas  y  vasallos,  ignorantes 
y  peritos,  capitanes  y  soldados,  rivalizaban  en  anhelos  y  en  actos 
por  encontrar  el  Estrecho,  llamado  a  coronar  el  grandioso  pro- 


84  SOCIEDAD    MEXICANA 


pósito  de  la  genial  expedición  planeada  en  la  Rábida  y  organizada 
en  l*alos.  Y  en  todo  caso,  detrás  del  gigantesco  espinazo,  ¿qué 
existía?  Tocó  al  varón  insigne,  cuya  gloria  celebramos  esta  noche, 
despejar  ante  el  mundo  asombrado,  la  incógnita.  Surgió  inmenso 
el  mar  Pacífico  avivando  el  ardiente  deseo  de  hallar,  a  través  de 
la  ciclópea  muralla  terrestre,  una  grieta,  una  hendedura  por 
donde  pudieran  pasar  sus  carabelas,  si  no  los  incomparables  nau- 
tas de  las  expediciones  primeras,  algunos,  no  menos  gloriosos, 
que  inmediatamente  les  sucedieron  y  les  heredaron  en  valor  y  en 
audacia.  Magallanes  y  Elcano  alcanzan  esta  fortuna,  realizan 
tal  hazaña,  ciñendo  a  la  Corona  de  Castilla  el  esplendente  cin- 
tillo que  no  permitía  al  sol  reclinarse  en  su  Ocaso. 


Kn  vuelo  desconcertado,  me  veo  constreñido  a  trazar  líneas 
que  por  su  amplitud  desdibujan  los  detalles  y  contornos  que 
podrían  prestarles  algún  interés  en  manos  menos  torpes  que  las 
mías.  Cierto  que  el  proceso  del  Descubrimiento  y  de  la  Conquista 
de  América,  abierto  por  cualquiera  foja,  despierta  punzante  cu- 
riosidad, ya  nos  detengamos  con  benedictina  paciencia  en  el  rico 
laboratorio  del  análisis,  ya  teniendo  en  cuenta  exigencias  de 
tiempo  y  de  oportunidad  nos  envolvamos,  como  yo  lo  estoy  ha- 
ciendo ahora,  en  el  torbellino  de  la  síntesis. 

VI 

La  Historia  ha  guardado  sus  preferencias  para. el  examen  del 
Descubrimiento  y  de  la  Conquista.  En  la  adaptación  de  los  nue- 
vos países  al  tipo  civilizado,  ha  puesto  atención  más  descuidada. 
Y,  sin  embargo,  las  aventuras  y.  las  guerras  no  fueron  las  formas 
culminantes  con  que  el  Nuevo  Mundo  pudo  incorporarse  rápida- 
mente al  movimiento  cultural  humano.  Con  los  navegantes  y  los 
soldados  se  mezclaban  hombres  de  ciencia,  de  administración, 
de  fe  religiosa,  juristas  y  teólogos,  apóstoles  sublimes  de  caridad 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  85 


fecunda  j  verdaderos  monstruos  de  tiranía  insoportable.  Era  un 
trozo  de  humanidad  con  todas  sus  luces  j  todas  sus  manchas, 
pero  fuerte  y  apto  para  iniciar  desde  aquellos  comienzos  el  mo- 
vimiento que  al  correr  de  los  siglos  dejaría  en  el  espacio  la  actual 
constelación  de  pueblos  independientes,  inquietos  y  anhelosos 
por  hallar  su  puesto  entre  los  más  adelantados  y  los  más  fe- 
lices. 

VII 

Vinieron  en  pos  de  Colón,  a  manera  de  guías  y  maestros,  es- 
pañoles idóneos  en  las  más  delicadas  disciplinas  sociales:  geó- 
grafos y  astrónomos;  naturalistas  y  agricultores;  artesanos  e 
industriales;  humanistas  y  matemáticos,  cuanto  servía  en  la 
Metrópoli  al  progreso,  y  acaso  de  lo  mejor  con  que  la  Metrópoli 
í^oTitaba.  Difícil  se  hace  escoger  los  nombres  de  los  contempo- 
ráneos que  representando  los  esfuerzos  científicos  y  pagando  tri- 
buto a  la  absorbente  preocupación  de  descubrir  tierras,  dieron 
soberano  impulso  al  arte  de  navegar.  Juan  de  la  Cosa,  Santa 
Cruz,  Morales,  -San  Martín,  Torreño,  Esquivel,  Chávez  y  los 
incontables  que  enriquecían  con  sus  ilustradas  observaciones  el 
caudal  de  las  ciencias  astronómicas  relacionadas  con  aquel  arte, 
merecen  ser  considerados  como  beneméritos  del  progreso.  Las 
cartas  esféricas,  el  modo  de  determinar  las  longitudes,  el  mag- 
netismo terrestre,  las  corrientes  del  Atlántico  y  hasta  el  premio 
de  seis  mil  ducados  de  oro  ofrecido  por  el  Gobierno,  al  mejor 
estudio  sobre  alguno  de  estos  puntos,  ¿no  viene  a  probar  cuan 
grande  era  el  contingente  de  cultura  que  los  españoles  asociaban 
al  propósito  de  la  Conquista  en  el  seno  de  sus  naves  y  en  la  lu- 
minosa actividad  de  sus  cerebros?  Claro  es  que  no  puedo  olvidar 
a  los  frailes.  Estos  instruyeron,  doctrinaron,  evangelizaron,  mo- 
deraron las  durezas  de  la  Conquista,  consolaron  al  vencido,  enju- 
garon sus  lágrimas;  fueron,  en  fin,  los  verdaderos  representantes 
de  aquella  gran  Isabel,  cuyas  obras  dejaron  perpetua  huella  en 
los  Anales  de  la  caridad.  Excusadme  de  citas:  el  catálogo  se 
haría  interminable.  Desde  que  se  anexó  a  la  Corona  de  Castilla 


86  SOCIEDAD    MEXICANA 


el  primer  pedazo  de  la  tierra  indiana,  aquellos  venerables  Monar- 
cas, sus  Ministros  y  sus  Consejos  pensaron,  más  que  en  otras 
cosas,  en  la  mejor  manera  de  hacer  felices  a  los  nuevos  vasallos. 
¿Y  en  los  provechos?  También:  que  loS  provechos  en  este  caso 
y  en  muchos  casos  de  la  vida,  son  los  medios  indispensables  para 
que  hombres  y  pueblos  puedan  cumi)lir  misiones  elevadas,  impul- 
sados por  los  más  nobles  sentimientos  altruistas. 

VIH 

Si  intitulase  a  la  época  aquella,  la  época  de  los  prodigios, 
quizá  no  pecaría  de  exagerado.  Fué  prodigio  el  Descubrimiento, 
fué  prodigio  la  Conquista ;  pero  menos  deslumbrante,  menos  rui- 
doso, más  extraño  a  la  preocupación  universal,  se  desarrollaba 
paralelamente  a  estos  sucesos,  un  prodigio  mayor:  cincuenta 
años  después  de  poner  Colón  la  planta  en  la  Española,  todo  el 
Continente  Americano,  desde  el  estrecho  Magallánico  hasta  el  rio 
Colorado,  gozaba  de  una  administración  política,  jurídica,  mu- 
nici])al,  tan  completa  como  la  de  cualquier  otro  país  de  los  que 
entonces  se  reputaban  mejor  organizados.  Esto  en  cuanto  atañe 
a  la  vida  política,  que  bien  poco  habría  valido  si  no  la  siguiera 
un  progreso  económico,  capaz  de  mejorar  ])()r  modo  extraordina- 
rio la  sui)uesta  existencia  paradisiaca  de  masas  de  hombres  que 
vagaban  desnudos  en  los  bos(iues,  alimentándose  })enosamente 
de  frutas  y  raíces.  En  los  climas  benignos  del  Trópico,  tal  vez 
la  vida  fuese  posible  bajo  semejantes  condiciones ;  pero  en  las 
altas  mesetas  o  en  las  regiones  a])artadas  del  Ecuador,  se  ex])lica 
la  miserable  condición  de  los  aborígenes  faltos  de  los  más  ele- 
mentales medios  de  sustento  y  quizá  entregados  a  la  práctica 
de  una  repugnante  antro])ofagia,  más  por  necesidad  que  por 
aviesa  inclinación.  Para  la  civilización,  es  decir  para  los  altos 
fines  humanos,  el  Descubrimiento  y  la  Conquista  habrían  fra- 
casado, a  no  preteder  a  la  organización  social  en  sus  múltiples 
aspectos,  un  estado  económico  verdaderamente  redentor,  como 
que   se   encaminaba   a    conservar   y   robustecer   todo    cuanto   el 


DE    GEOGBAFÍA    Y    ESTADÍSTICA 


recieute  gigantesco  esfuerzo  había  puesto  en  el  torrente  de  la 
nueva  existencia.  Muy  útil  la  autoridad  que  aplica  el  derecho  y 
desempeña  la  policía ;  muy  útil  el  apóstol  que  propaga  la  fe  y  la 
moral;  muy  útil  el  maestro  que  enseña  las  letras,  y  las  ciencias 
y  las  artes  y  el  trabajo  y  todos  cuantos  caminos  conducen  y  fa- 
cilitan el  buen  funcionamiento  de  la  vida ;  pero  ni  un  solo  paso 
avanzaríamos  hacia  la  conquista  del  bienestar,  si  el  elemento 
económico  no  sirviese  de  base  a  las  otras  manifestaciones  de 
nuestro  ser.  Por  eso  sorprende  tan  justamente,  el  maravilloso 
instinto  con  que  España  procediera  a  dotar  sin  demora,  al  con- 
tinente nuevo,  de  cuantos  medios  exigiese  su  mejor  desenvolvi- 
miento. 

La  exuberancia  abrumante  de  la  ñora,  y  la  salvaje  y  ñera  de 
la  fauna,  en  las  regiones  acabadas  de  incorporar  a  la  corona 
castellana,  lejos  de  facilitar  el  proceso  regular  de  una  existencia 
acomodada  a  las  necesidades  más  elementales,  lo  entorpecí.in 
y  dificultaban,  poniendo  el  sobresalto  en  donde  debiera  reinar  la 
tranquilidad,  y  el  agotamiento  en  donde  mejores  medios,  más  sa- 
nos recursos  l^  hubiesen  evitado. 

Cierto  que  de  América  fueron  a  Europa  cereales  tan  impor- 
tantes como  el  maíz,  tubérculos  tan  generalizados  en  la  alimen- 
tación universal  como  la  patata,  frutos  tan  delicados  como  el 
cacao,  tan  útiles  como  la  quina,  tan  necesarios  como  otras  mu- 
chas mercaderías,  sin  cuya  presencia  en  los  mercados,  nos  pare- 
cería verlos  incompletos. 

Pero  ¿qué  significa  esto  en  cambio  de  lo  aportado,  desde  el 
primer  instante  del  Descubrimiento,  a  las  costas  de  América, 
por  todas  y  cada  una  de  los  naves  españolas?  Es  conmovedor  el 
cuidado,  el  cariño  con  que  Rey,  tan  ensimismado  en  los  expedien- 
tes políticos,  como  Fernando  V,  recomendara  a  veces  en  instruc- 
ciones de  su  puño  y  letra,  a  la  Casa  de  Contratación  de  Sevilla, 
que  por  ningún  motivo  se  olvidase  el  envío  al  Nuevo  Continente 
de  toda  clase  de  animales  domésticos,  plantas,  semillas,  frutas 
y  hasta  ñores,  en  cuanto  buque  despachara  con  destino  a  las 
Colonias  que  se  iban  formando.  Trigo,  cebada,  caña,  arroz,  cen- 


88  SOCIEDAD    MEXICANA 


teño,  garbanzos,  olivos,  almendros,  castañas,  nogales,  naranjos, 
perales,  ciruelos,  membrillos,  seda,  lino,  cáñamo,  lo  que  unido 
en  aplicaciones  crecientes  al  nuevo  estado  social,  había  necesa- 
riamente de  producir  una  transformación  rápida  y  satisfac- 
toria. 

El  caballo,  el  mulo,  el  asno  evitaron,  en  parte  al  menos,  la  de- 
gradación del  pobre  indígena  convertido  en  bestia  de  carga, 
espectáculo  que  aun  suele  ofrecérsenos,  no  obstante  la  atmósfera 
de  cultura  que  pretendemos  respirar. 

El  buey  para  tiro  y  laboreo  agrario;  la  ternera,  la  oveja,  la 
cabra,  para  carnes,  para  lana,  para  leche,  para  queso,  para  cons- 
tituir nuestra  prijicipal  alimentación ;  para  ofrecer  al  hogar  una 
seguridad  racional  de  que  el  hambre  no  asomaría  a  sus  puertas 
la  faz  descarnada.  Y  luego  los  instrumentos  que  aligeran  y  mul- 
tiplican el  trabajo ;  los  aparatos  físicos,  las  substancias  químicas, 
los  productos  industriales,  ¿cómo  no  habían  de  ejercer  una  in- 
fluencia predominante  en  la  rápida  incorporación  del  organismo 
aquí  encontrado,  al  organismo  superior,  representado  y  formado 
ya  conforme  al  ideal  del  Conquistador?  Y  este  triunfo  tan  grande 
como  silencioso,  lo  obtenía  un  pueblo  de  siete  a  ocho  millones 
de  habitantes,  tildado  de  inepto,  de  apático,  capaz  únicamente  de 
ceñir  los  arreos  de  pelea  y  de  dar  tregua  temporalmente  a  la 
lanza  en  los  campos  de  batalla,  para  acariciar  contrito  el  rosario 
bajo  las  bóvedas  del  templo.  ¿Se  registra  en  la  Historia  algún 
hecho  semejante?  ¿Puede  pensarse,  sin  pasmo,  en  la  suma  de  ob- 
servación, de  inteligencia,  de  energía  que  tan  feliz  resultado 
supone?  Pues  los  infinitos  deturpadores  de  España,  ayudados 
por  el  celo  irreflexivo  de  un  obispo  español,  poco  escrupuloso 
con  la  verdad  y  no  muy  entendido  en  cuanto  a  justicia  distri- 
butiva, ni  en  trescientos  años  han  tenido  tiemi)o  para  reconocer 
ese  mérito  al  pueblo  que  sin  alardes  ha  sa])ido  sumarlo  al  nú- 
mero de  sus  timbres  más  preclaros.  Y  ya  es  tiempo  de  consa- 
grar algunas  palabras  a  Vasco  Núñez  de  Balboa,  cuya  gloriosa 
memoria  nos  congrega  hoy,  para  dejar  caer  sobre  su  ignorada 
tumba,  las  flores  ideales  de  nuestra  más  pura  devoción  y  para 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  89 


convertir  en  leño  santo  el  poste  ignominioso  en  que  la  envidia 
ruin  y  el  odio  insano  de  un  miserable,  revestido  de  autoridad,  le 
hiciera  perecer. 

IX 

Aunque  no  sorprendente,  resulta  curioso  que  las  tres  más  gran- 
des figuras  de  la  Conquista,  hayan  venido  de  la  región  extremeña : 
Cortés,  Pizarro  y  Balboa.  Tuvo  Balboa  con  el  primero  muchos 
puntos  de  semejanza.  Companero  y  jefe  en  más  de  una  ocasión 
del  segundo,  no  se  sabe  que  ningún  lazo  estrecho  de  amistad 
les  uniera.  Al  contrario,  en  la  prisión  y  muerte  de  Balboa  en 
Acia,  desempeña  Pizarro  un  papel  bien  poco  airoso.  De  la  colosal 
figura  del  conquistador  istmeño,  nos  ha  dado  el  insigne  Quin- 
tana una  semblanza  digna  de  Plutarco.  Joven,  educado,  inteli- 
gente, fortísimo,  de  origen  hidalgo,  valeroso  hasta  la  temeridad, 
ducho  en  el  manejo  de  las  armas,  ambicioso  como  Cortés  y  como 
Cortés  político  y  prudente;  leal  a  su  soberano,  pero  rebelde  a  la 
obediencia  de  jefes  que  ponían  trabas  a  sus  proyectos  elevados: 
rico  en  recursos  estratégicos  y  en  prestancias  personales ;  solícito 
y  cariñoso  con  sus  camaradas,  a  los  cuales  atendía  y  curaba  como 
si  de  su  propia  familia  fueran:  llegó  a  obtener  entre  los  pobla- 
dores del  Darién  un  ascendiente  que  lo  colocaba  en  la  categoría 
de  jefe  iníjiscutible.  No  estuvo  su  vida  exenta  de  lunares  ni  de 
pecados.  La  huida  poco  honrosa  de  La  Española,  las  intrigas 
contra  Enciso  y,  sobre  todo,  el  embarque  forzado  de  Nicuesa, 
en  condiciones  que  auguraban  el  fin  trágico  a  que  le  expuso,  no 
son  páginas  que  merezcan  aplauso  de  ningún  espíritu  justiciero. 
¡Pero  con  qué  nobleza  de  alma  supo  redimirse  I  ¡Con  cuánta 
tenacidad,  con  cuan  singular  esfuerzo  persiguió  su  ideal  descu- 
bridor, en  bien  y  honra  de  su  patria,  en  bien  de  la  humanidad  I 
¡Qué  empeño  tan  sostenido  en  aquistar  riquezas  y  qué  desinterés 
tan  equitativo  en  distribuirlas!  En  circunstancias  parecidas, 
¿hubiera  habido  machos  hombres  capaces  de  mejorar  su  con- 
ducta? Los  régulos  de  la  vasta  región,  fueron  pronto  convertidos 


90  SOCIEDAD    MEXICANA 


de  enemigos  en  colaboradores.  Careta,  Ponce,  Comog^-e,  Chiapes, 
Tunalco,  Pocorosa  y  otros  nuielios  ofrecen  a  Balboa  los  medios 
que  demandaba  la  coronación  de  sus  ambiciones.  Un  hijo  de  Co- 
mogre  afírma  con  absoluta  seguridad  la  existencia  inmediata 
del  mar  Pacífico  del  otro  lado  de  las  montañas.  Y  así  llegó  el 
25  de  Septiembre  de  1518.  Los  indios  que  sirvieron  de  guías  en  la 
penosísima  expedición  emi)rendida  en  requerimiento  del  ansiado 
mar,  muestran  la  altura  desde  donde  se  descubría.  Balboa  mandó 
hacer  alto  al  escuadrón.  Quiso  escalar  solo  la  montaña.  Ya  en 
ella, —  dice  Quintana  —  "lleva  ansioso  la  vista  al  Mediodía,  el 
"  mar  austral  se  i)resenta  a  sus  ojos  y  sobrecogido  de  gozo  y 
''  maravilla,  cae  de  rodillas  en  la  tierra,  tiende  los  brazos  al  mar 
''y  arrasados  de  lágrimas  los  ojos,  da  gracias  al  cielo  por  ha- 
"  berle  destinado  a  aquel  insigne  descubrimiento."  Pedro  Mártir 
comenta  el  suceso  diciendo:  ''Aníbal  en  la  cima  de  los  Alpes, 
"  enseñando  a  sus  soldados  los  deliciosos  campos  de  Italia,  no 
"  pareció  más  arrogante  que  el  caudillo  español."  El  más  extenso 
mar  de  nuestro  Globo  quedó  descubierto;  la  conuinicación  con 
el  Atlántico,  aunque  corta,  difícil,  establecida,  y  nuevos,  inmen- 
sos horizontes  abiertos  al  ingenio,  al  valor  y  a  la  audacia  para 
traer  a  las  generaciones  futuras  el  conocimiento  de  la  tierra 
que  nos  tocó  en  suerte  habitar.  Sobre  la  eminencia  donde  Balboa 
mandara  colocar  tosca  cruz  de  madera  en  acción  de  gracias  al 
Altísimo,  se  levantará  pronto  la  estatua  colosal  de  bronce,  lla- 
mada a  perpetuar  la  gloria  del  gran  descubridor.  No  por  tardío 
el  homenaje  resulta  menos  plausible. 


X 

Conocida  la  comunicación  terrestre  entre  h)s  dos  Océanos,  se 
despertó  con  mayor  energía  el  anhelo  de  encontrar  el  paso  ma- 
rino que  los  pusiera  en  contacto.  Intentos  y  fracasos  se  sucedie- 
ron sin  interrupción.  El  Gobierno  Español  no  se  arredró  por 
ello,  ni  quiso  ahorrar  esfuerzos,  ni  economizar  gastos.  Los  nom- 
bres de  Juan  Díaz  de  Solís,  Vicente  Yáñez  Pinzón,  Gil  González 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  91 


Dávila  y  otros,  vienen  instintivamente  a  la  memoria.  Tampoco 
faltaron  desde  entonces  propósitos  y  proyectos,  para  abrir  ca- 
nales de  comunicación  entre  el  puerto  de  Caballos  en  la  mar 
del  Norte  y  la  bahía  de  Fonseca  en  la  del  Sur;  entre  Nombre  de 
Dios  y  Panamá ;  entre  Urabá  y  San  Miguel ;  entre  Coatzacoalcos 
y  Tehuantepec.  Hasta  el  prudente  Felipe  II  encomendó  un  es- 
tudio sobre  el  caso  al  ingeniero  Bautista  Antonelli,  quien  enumeró 
los  obstáculos  insuperables  que  la  ejecución  de  tal  empresa  re- 
vestía y  el  pensamiento  de  tajar  alguno  de  los  Istmos,  quedó 
por  lo  pronto  suspendido.  No  así  el  })aso  natural.  Las  explora- 
ciones siguieron  con  mayor  tenacidad,  pereciendo  en  la  demanda 
piloto  tan  ilustre  como  Juan  Díaz  Solís.  Por  fin  el  20  de  Sep- 
tiembre de  1519,  bajo  los  auspicios  del  Gobierno,  partió  de  San 
Lucar  de  Barrameda  la  expedición  capitaneada  por  el  insigne 
Fernando  Magallanes  y  después  de  graves  tropiezos  y  sangrien- 
tas peripecias,  tuvo  la  fortuna  de  descubrir  y  atravesar  el  Estre- 
cho que  lleva  hoy  su  glorioso  nombre  y  arribar  a  la  región  de  la 
Especiería  navegando  siempre  rumbo  a  Occidente.  El  sueño  de 
Colón  quedaba  realizado,  si  bien  en  condiciones  poco  prácticas 
para  el  comercio  universal.  Esto  no  restó  un  átomo  a  la  sorpresa, 
a  la  admiración  que  el  viaje  de  Magallanes  causara,  terminado 
felizmente  por  su  compañero  de  glorias  y  fatigas,  Juan  Sebastián 
Elcano.  I*or  primera  vez,  una  nave  española,  la  nave  Victoria, 
había  dado  la  vuelta  al  mundo.  Prinius  me  cirxumdedisti,  pudo 
escribir  Elcano  en  su  escudo.  Ante  tal  suceso,  un  colector  de 
viajes  tan  apreciado  como  Juan  Bautista  Ramusio,  exclama  ra- 
diante de  entusiasmo:  "El  viaje  hecho  por  los  españoles  en  el 
*•  espacio  de  tres  años  alrededor  del  mundo,  es  una  de  las  cosas 
"  más  grandes  y  maravillosas  que  se  han  ejecutado  en  nuestro  tiem- 
"  po  y  aun  de  las  empresas  que  sabemos  de  los  antiguos,  porque 
"  esta  excede  en  gran  manera  a  todas  las  que  hasta  ahora  co- 
"  nocemos."  Mas,  eso  no  obstante,  la  situación  del  Estrecho  de 
Magallanes  al  extremo  austral  del  Nuevo  Continente,  motivó 
que  la  travesía  por  aquel  pasaje  se  hiciera  de  tarde  en  tarde, 
o  quedase  punto  menos  que  abandonada.  Fué  necesario  que  pi- 


92  SOCIEDAD  MEXICANA 


ratas  ingleses,  franceses  y  holandeses  penetrasen  por  el  peligroso 
portillo,  a  ejercer  su  profesión,  para  que  se  tomasen  medidas  enca- 
minadas a  destruir  y  castigar  tan  infame  tráfico. 


XI 

No  voy  a  detenerme  en  la  expedición  de  García  de  Loaisa, 
salida  de  La  Coruña  el  24  de  Julio  de  1525.  Los  contratiempos 
de  esa  expedición  vinieron  a  confirmar  las  escasas  ventajas  que 
el  paso  por  Magallanes  ofrecía  al  comercio  con  el  Oriente,  soli- 
citado con  tanta  avaricia  aun  antes  de  que  el  Pacífico  fuera 
descubierto.  Pensóse  entonces,  con  buen  acuerdo,  que  para  evitar 
los  enormes  rodeos  que  suponía  la  navegación  hasta  doblar  los 
extremos  meridionales  de  África  o  del  Nuevo  Mundo,  convenía 
procurarse  un  derrotero  más  en  consonancia  con  las  necesidades 
que  el  tráfico  respecto  del  Asia  imponía.  Fijóse  la  atención  en 
Nueva  España  como  base  natural  para  organizar  las  expedicio- 
nes apropiadas  al  objeto.  Cortés  abarcó  rápidamente  la  idea  y  no 
vaciló  en  armar  buques  exploradores  que  se  encargasen  de  la 
investigación  detenida  de  nuevos  lugares  de  posible  comunicación 
entre  el  Atlántico  y  el  Pacífico.  En  1522  empezó  su  obra  aunque 
sin  resultado.  El  mismo  embarcó  y  visitó  en  California  el  Golfo 
que  lleva  su  nombre.  En  1526  recibió  orden  de  Carlos  V,  para 
mandar  a  las  Molucas  las  naves  que  tenía  en  Zacatula,  en  re- 
querimiento de  las  escuadras  de  Magallanes,  Loaisa  y  Caboto, 
por  cuya  suerte  se  abrigaban  temores.  Puestas  tres  carabelas 
bajo  el  mando  de  Alvaro  de  Saavedra  Cerón,  llegaron  a  su  des- 
tino, pero  no  pudieron  regresar  a  la  Colonia.  De  Acapulco  salió 
con  dos  buques  en  1532  Diego  Hurtado  de  Mendoza  y  dirigién- 
dose hacia  Occidente,  llegó  hasta  Culiacán.  Fortun  Jiménez  con 
una  sola  nave  viajó  hacia  el  Norte  y  reconoció  la  Península  y  el 
Golfo  de  California  en  1533.  En  1537  salió  Hernando  de  Gri- 
jalva  con  dos  naves  y  buena  cantidad  de  gente  a  socorrer  al  Perú. 
En  1539  salieron  de  Acapulco  tres  buques  bajo  la  dirección  de 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  93 


Francisco  de  Ulloa.  Reconocieron  California  al  Este  v  al  Sur 
y  entra  en  escena  el  insigne  virrey  D.  Antonio  de  Mendoza. 
Hernando  de  Alarcón,  Domingo  del  Castillo,  Juan  Rodríguez 
Cabrillo,  Bartolomé  Ferrelo,  llevaron  las  expediciones  al  Noroes- 
te hasta  el  grado  43.  Pero  todo  esto  se  hacía,  por  decirlo  así,  en 
los  ensanches  de  la  Nueva  España,  que  tan  importante  papel 
jugaba  en  cuanto  atañía  a  navegaciones  hacia  el  Noroeste  y  ha- 
cia el  Asia.  Los  nombres  de  Cortés,  de  Mendoza,  de  Velasco,  re- 
presentantes de  la  autoridad  española,  surgen  espontáneamente 
para  darnos  idea  de  la  protección  inagotable  de  aquella  autori- 
dad, a  toda  suerte  de  descubrimientos.  Casi  parece  ocioso  decir 
que  los  esfuerzos  correspondían  a  la  magna  preocupación  de  en- 
contrar al  Noroeste  el  paso  de  conexión  entre  los  dos  grandes 
océanos  que  tantos  obstáculos  y  peligros  ofrecía  por  el  extremo 
Sur.  El  mismo  Consejo  de  Indias  instaba  a  Carlos  V  para  que 
ordenase  a  Cortés  en  Nueva  España,  a  Alvarado  en  Guatemala 
y  a  Pedrarias  en  Nicaragua,  que  organizasen  expediciones  descu- 
bridoras, en  solicitud  de  nuevos  estrechos  por  donde  la  comuni- 
cación pudiera  facilitarse.  La  leyenda  y  la  imaginación  venían 
en  apoyo  de  tales  anhelos,  manteniendo  viva  la  llama  de  topar  en 
el  espacio  con  aquello  que  el  espíritu  miraba  como  indiscutible. 
El  apócrifo  viaje  de  Maldonado  suponiendo  haber  salido  de  Lisboa, 
tocar  la  costa  de  Labrador  y  entrar  por  un  estrecho  a  la  mar  del 
Sur,  no  pasó  nunca  de  una  pobre  invención.  Y  la  expedición  atri- 
buida a  eTuan  de  Fuca,  bajo  los  auspicios  del  virrey  de  Nueva 
España,  que  pretendía  haber  hallado  el  ansiado  estrecho  entre 
los  47°  y  48°  de  latitud,  por  el  cual  había  cruzado  a  la  mar  del 
Norte,  investigaciones  posteriores  la  volvieron  a  su  completa 
falsedad.  No  por  eso  penetró  el  desaliento  en  los  ánimos.  Por 
tierra  y  por  mar  se  continuaron  las  expediciones  a  California 
Baja  y  Alta,  sin  desistirse  de  los  tradicionales  propósitos.  El 
virrey  D.  Antonio  de  Mendoza  y  el  Capitán  General  D.  Hernando 
Cortés  se  disputaron  en  alguna  ocasión  la  gloria  de  avanzar  los 
descubrimientos  al  Noroeste  de  Nueva  España.  Todavía  en' 1592, 
bajo  la  errónea  creencia  de  que  las  costas  de  California  se  pro- 


94  SOCIEDAD    MEXICANA 


longaban  hasta  la  China  o  que  remataban  en  el  estrecho  de  Anian, 
por  donde  debía  encontrarse  el  paso  apetecido,  emprendió  Gali 
un  viaje,  —  ordenado  por  el  quinto  virrey  de  México  —  de  Aca- 
pulco  a  Filipinas,  de  aquí  a  Macao  y  de  Macao  otra  vez  a  Acapul- 
co,  habiendo  recorrido  las  costas  de  California  desde  los  57i/^° 
de  latitud  hasta  el  cabo  de  San  Lucas,  sin  hallar  lo  que  buscaba 
ni  resolver  la  duda  acerca  del  término  de  aquel  litoral.  Por  esta 
época  parece  que  entra  en  juego  un  nuevo  factor,  estimulante 
de  las  expediciones  a  California.  Había  en  primer  término  ne- 
cesidad de  ofrecer  resguardo  a  la  nao  de  China  que  forzosamente 
en  su  derrotero  reconocía  aquellas  costas,  y  urgía  impedir  que 
extranjeros  peligrosos  se  estableciesen  en  la  tierra,  ya  que  por 
mar  se  habían  resentido  los  graves  daños  de  sus  recientes  pira- 
terías, l^enetrando  por  Magallanes  en  1578,  el  célebre  bandido 
de  la  mar  Francisco  Drake,  recorrió  entre  otros  litorales  el  de 
Nueva  España  y  después  de  pei-manecer  en  California  cierto 
tiempo,  regresó  a  Europa  por  el  Cabo  de  Buena  Esperanza,  sin 
duda  pai-a  gozar  del  fruto  de  sus  incontables  rapiñas.  Inspirado 
en  tan  tentador  ejemplo,  otro  héroe  inglés,  Tomás  Caveudish, 
emprendió  en  158()  viaje  igual,  saqueando  e  incendiando  las  cos- 
tas de  Chile  y  el  Perú  y  apoderándose  cerca  del  Cabo  de  San 
Lucas,  en  Baja  California,  del  Galeón  Santa  Ana  que  venía  de 
Filipinas  ricamente  cargado.  Tales  sucesos,  era  natural  que  avi- 
vasen el  empeño  del  Gobierno  Español  de  poner  el  pie  firme  en 
aquel  lejano  territorio,  con  tanta  más  razón  cuanto  que  el  comer- 
cio de  las  Colonias  americanas  con  Asia  empezaba  a  alcanzar 
bastante  importancia. 

Desde  159C  el  virrey  D.  Luis  de  Velasco  ordenó  que  saliese  de 
Manila  la  nao  San  Agustín,  para  reconocer  el  puerto  de  San 
Francisco.  Se  supo  que  la  nave  llegó  a  su  destino,  pero  no  queda- 
ron noticias  de  su  paradero  final. 

En  1596  salió  de  Acapulco  Sebastián  \'izcaíno  con  tres  naves 
a  reconocer  y  poblar  California,  pero  después  de  penosas  vici- 
situdes, la  expedición  fracasó.  Los  viajes  marítimos  por  las  cos- 
tas de  Nueva  España  al  Norte,  durante  el  siglo  xvi,  dieron  fin 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  95 


con  esto,  traj^endo  el  beneficio  de  conocer  un  muy  extenso  litoral, 
ignorado  hasta  entonces. 

El  siglo  XVII  no  dio  muestras  de  menor  actividad  en  los  des- 
cubrimientos de  California  y  en  el  empeño  de  poblarla.  Rajo  el 
mando  del  mismo  Sebastián  Vizcaíno  se  organizó  en  1()02  una 
expedición  que  visitó  los  puertos  de  San  Francisco,  San  Diego 
y  Monterrey :  este  viaje  fué  de  escaso  fruto.  Después  se  presentan 
otros  navegantes  que  más  que  en  descubrimientos  científicos  se 
ocuparon  en  el  rescatamiento  de  perlas  que  tanto  abundan  en 
aquella  región.  Los  nombres  de  Iturbi,  Ortega,  Carbonelli,  Cestin 
de  Cañas,  González  Barriga,  Casanate,  Pifíadero,  Lucenilla,  Oton- 
do,  Itamarra,  no  resultaron  dignos  de  mención. 

Corresponde  al  siglo  xviii  un  movimiento  mejor  dirigido  en 
el  sentido  indicado.  Los  tenientes  de  navio  D.  Ignacio  Arteaga 
y  D.  Juan  de  la  Bodega  y  Cuadra,  se  encargaron  de  nuevas 
exploraciones,  navegando  hasta  los  61°  de  altura  y  reconociendo 
ensenadas,  islas,  canales,  costas  y  puertos  y  tomando  posesión 
de  aquellos  lugares  apropiados  al  futuro  dominio  del  territorio. 
Ya  entonces,  — 1779  —  se  sabía  que  al  Norte  de  California  exis- 
tían ciertos  establecimientos  rusos  de  reciente  formación.  D.  Es- 
teban José  Martínez  y  D.  Gonzalo  Gabriel  López  de  Haro  fueron 
los  encargados  de  cerciorarse  y  de  informar  sobre  tal  suceso. 
En  efecto,  los  rusos  mantenían  desde  veinte  años  atrás  algunos 
establecimientos  sobre  el  territorio  de  Onalaska,  con  500  habi- 
tantes. Más  tarde,  en  1789,  el  virrey  Conde  de  Revillagigedo 
ordenó  el  alistamiento  de  nueva  expedición  que  reocupase  y 
colonizase  la  bahía  de  Nutka,  codiciada  por  rusos  e  ingleses. 
Don  Francisco  Eliza,  D.  Salvador  Fidalgo  y  D.  Manuel  Quimper 
cumplieron  a  satisfacción  tal  deseo,  en  perfecta  inteligencia  con 
los  rusos. 

El  viaje  de  Malaspina  alrededor  del  mundo,  emprendido  desde 
Cádiz  en  1789  y  poco  menos  conocido  que  los  de  Cook,  Laperouse 
y  Vancouver,  no  exige  de  mi  parte  examen  minucioso.  Basta 
con  citarlo.  Al  nombre  de  Malaspina  deben  agregarse  los  de 
Valdés,  Galiano,  Espinosa,  Maurelle,  Cevallos  y  otros  pilotos  y 


96  SOCIEDAD    MEXICANA 


oficiales  cuyos  estudios  y  trabajos  constituj^eron  valiosos  elemen- 
tos de  éxito  en  aquella  célebre  expedición.  Los  de  D.  Jorge  Juan 
y  D.  Antonio  de  Ulloa,  ocupan  un  primer  lugar  en  los  anales 
de  la  ciencia^  al  lado  de  Condamine. 

En  1793  los  viajes  de  altura  al  Noreste  y  las  exploraciones 
consiguientes,  parecían  agotados.  El  previsor  virrey  Revillagí- 
gedo  debió  estimarlo  así  cuando  determinó  suspenderlos  y  de- 
dicarse a  consolidar  y  organizar  lo  conquistado  por  mar  y  tierra. 

Es  cierto  que  hacia  fines  del  siglo  xvii  tanto  en  California 
como  en  Nuevo  México,  se  había  logrado  la  rudimentaria  colo- 
nización de  las  Misiones.  Los  padres  Kino,  Salvatierra  y  otros 
evangelizadores  de  igual  fe  y  poderosa  energía,  alumbraron  aque- 
llos amplios  desiertos  con  la  luz  de  la  civilización,  mientras  los 
elementos  civiles  y  militares  iniciaban  el  reconocimiento  de  cos- 
tas, ensenadas  y  puertos  al  tráfico  universal. 

La  fábula  se  había  desvanecido.  Las  Siete  Ciudades  prometi- 
das por  Fray  Marcos  de  Niza,  quedaron  reducidas  a  la  inconsis- 
tencia de  un  sueño.  La  poderosa  Ciudad  de  Quivira  se  evaporó 
al  impulso  irresistible  de  la  realidad.  El  Estrecho  por  tantas 
leyendas  descrito,  que  comunicara  el  Pacífico  con  los  mares  Bo- 
reales, siguió  manteniéndose  en  el  espacio  vacío  de  la  fantasía. 
Permítaseme,  sin  embargo,  pensar  hoy,  con  honda  satisfacción, 
que  las  imaginaciones  desbordadas  de  los  siglos  xvi_,  xvii  y 
xviii  en  sus  más  ambiciosos  vuelos,  no  alcanzaron  a  presagiar 
la  pasmosa  grandeza  con  que  ahora  puede  ostentarse  ante  el  mun- 
do, la  inmensa  y  salvaje  California  de  los  modestos  pilotos  y  de 
los  humildes  frailes  españoles. 

Retrocedamos  al  siglo  xvi.  Quizá  los  empeños  de  buscar  el 
Paso  deseado  por  el  extremo  Norte,  descuidó  un  poco  la  comuni- 
cación entre  Nueva  España  y  el  Asia.  Aun  más  que  esto,  los 
fracasos  de  todo  intento  de  regreso,  contrariados  los  by(iues  por 
los  vientos  y  detenidos  por  las  corrientes,  constituían  barrera 
insuperable  al  desenvolvimiento  y  utilidad  del  Cambio  entre  el 
Asia  y  América.  Hasta  1542  no  se  reanudó  seriamente  esta  inte- 
resante travesía.  Fué  el  ilustre  virrev  D.  Antonio  de  Mendoza 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  97 


I 

quien  en  1542  puso  una  flota  bajo  el  mando  de  Ruy  liópez  de 
Villalobos,  la  cual,  partiendo  del  puerto  de  Navidad,  enderezó 
su  rumbo  al  Poniente  en  solicitud  de  las  islas  por  Magallanes 
y  compañeros  descubiertas.  Logró  el  objeto  de  ida,  pero  las  veces 
que  intentara  la  vuelta  se  vio  forzado  a  retroceder.  Diez  y  siete 
anos  más  tarde  Felipe  II  ordenó  al  virrey  D.  Luis  de  Velasco, 
que  bajo  las  órdenes  de  fray  Andrés  de  Urdaneta  equipase  una 
flota  destinada  a  las  Molucas.  Urdaneta  no  aceptó  el  gobierno 
de  la  expedición,  sino  que  se  puso  al  servicio  de  la  misma,  zar- 
pando del  puerto  de  Navidad  el  21  de  Noviembre  de  1564  al 
mando  del  adelantado  Miguel  López  de  Legazpi.  Era  el  buen 
fraile  un  verdadero  loho  de  vuir.  Navegó  muchos  años  en  el  Sur 
y  acompañó  a  Loaisa  a  las  Molucas  en  1525.  Unido  a  Saavedra 
en  1527,  quiso  volver  a  Nueva  España  un  año  más  tarde,  sin 
lograr  en  aquella  coyuntura  su  ansiado  objeto.  Dio  la  vuelta  al 
mundo  en  1536,  retornando  a  í^spaña  por  el  Cabo  de  Buena 
Esperanza.  Volvió  a  México  en  1542,  tomó  aquí  el  hábito  de  San 
Agustín  y  ya  anciano,  emprendió  con  Legazpi  el  viaje  que  había 
de  dejar  trazado  para  siempre  el  derrotero  de  ida  y  vuelta  a  las  is- 
las de  la  Oceanía.  El  1.°  de  Julio  de  1565  en  buque  puesto  a  su 
disposición  en  Zebú  por  Legazpi,  mandado  por  Felipe  de  Salcedo, 
emprendió  Urdaneta  el  retorno  a  la  Nueva  España  y  arribó  a 
Acapulco  el  3  de  Octubre  del  mismo  año.  De  esta  manera,  por  la 
inteligencia  y  el  esfuerzo  del  Padre  Urdaneta  y  por  haber  sabido 
determinar  en  las  Cartas  respectivas  la  dirección  de  los  vientos 
propicios,  que  Juan  Fernández  hubiera  antes  indicado,  para  la 
navegación  del  Pacífico,  quedó  abierto,  primero  para  España  y 
después  para  la  humanidad,  un  camino  que  mientras  la  apli- 
cación del  vapor  no  se  descubriera,  habría  forzosamente  de  utili- 
zarse por  cuantos  quisieran  fomentar  el  cambio  entre  la  América 
del  Pacífico  y  el  Asia  del  extremo  Oriente.  A  tan  importante 
conquista  va  unido  con  gloria  imperecedera  el  nombre  de  Ur- 
daneta. 


98  SOCIEDAD    MEXICANA 


XII 

Iiiteiicionalmente  me  he  detenido  en  el  examen  de  los  trabajos 
de  navegación  emprendidos  desde  la  Nueva  España  durante  tres- 
cientos años,  porque  fueron,  sin  duda,  los  que  revistieron  mayor 
importancia  universal.  Me  refiero  al  Tacífico.  No  por  eso  quiero 
decir  que  en  el  otro  gran  virreinato  español,  situado  hacia  el 
extremo  austral  de  América,  la  ociosidad  hubiera  encontrado 
íi cómodo.  Bajo  los  auspicios  del  Perú,  Ladrillero  y  Sarmiento 
levantaron  los  planos  que  por  muchos  años  sinieron  para  atra- 
vesar el  Estrecho  de  Magallanes.  Mendaña  descubrió  las  Mar- 
quesas y  las  islas  de  Salomón.  Quirós  exploró  las  Nuevas  Hébri- 
das. Y  el  Dr.  Corney  habla  de  las  expediciones  organizadas  en 
Lima  a  las  islas  de  la  Pascua  y  Tahiti,  antes  que  las  visitase  el 
Capitán  Cook.  Pero  como  mi  punto  de  vista  es  nmy  concreto, 
no  quiero  ponerlo  fuera  de  sus  límites. 


Xlll 

Del  relato  ([ue  he  venido  haciendo  se  desprenden  reflexiones 
que  bien  pudieran  encaminarse  a  considerar  cómo  la  moral  y  la 
justicia  han  sufrido  a  través  de  la  historia,  largos  y  penosos 
eclipses  colectivos.  Hoy  mismo,  al  recorrer  arrogantes  y  victo- 
riosos muchos  pueblos  el  camino  de  la  grandeza,  se  olvidan  de  los 
heroicos  peones  que  les  abrieron  la  brecha.  No  podremos  corre- 
girlo, pero  sera  bueno  ai>untarlo. 

Mediante  esfuerzos  colosales,  España  descubrió,  organizó,  ci- 
vilizó, gastó  sus  energías  hasta  acercarse  al  agotamiento,  mien- 
tras otros  pueblos  atentos  a  sus  particulares  intereses,  se  ence- 
rraban en  un  egoísmo  criminal  muchas  veces,  perturbador  de  la 
armonía  internacional  siempre.  El  papel  más  repugnante  que  ta- 
les pueblos  se  adjudicaron,  fué  el  de  repartirse  por  turno,  o  si- 
multáneamente, la  tarea  de  calumniar,  de  vilipendiar  a  la  nación 
(pie  había  cometido  el  grave  pecado  de  regalar  a  la  humanidad 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  99 


uii  mundo.  Y  en  tres  largas  centurias,  sólo  cuando  algún  hombre 
extraordinario  como  Humboldt,  proyectaba  sobre  los  anales  la 
luminosa  antorcha  de  su  juicio,  podía  verse  algo  más  que  las 
manchas  buscadas  afanosamente  por  la  estrechez  y  ruindad  del 
criterio  unilateral. 

Si  en  este  género  de  luchas  y  de  rivalidades  por  las  riquezas 
y  por  el  dominio,  pudiera  sorprendernos  algíin  fenómeno,  de 
cierto  que  nos  sorprendería  la  protección  y  los  honores  que  Go- 
biernos aparentemente  celosos  de  su  moralidad,  otorgaban  a  los 
bandidos  de  la  mar,  los  más  desalmados,  quizá,  de  cuantos  cri- 
minales alteraron  el  orden  social  desde  el  siglo  xvi  al  xviii 
inclusive.  Ingleses,  franceses  y  holandeses,  no  recataban  apoyo 
y  simpatías  a  sus  respectivos  piratas,  dedicados  en  las  costas 
americanas  al  saqueo,  al  incendio,  al  asesinato,  a  la  violación; 
a  dar  suelta  a  todas  las  plagas,  a  todas  las  furias,  a  la  embria- 
guez de  todos  los  crímenes  sobre  pueblos  inocentes.  Inglaterra, 
la  púdica  y  moralizadora  Inglaterra,  dio  en  este  punto  algunos 
ejemplos,  que  presumo  borrarían  de  buen  grado  sus  mejores  hijos, 
de  las  páginas  en  que  están  consignados.  De  uno  de  ellos,  aca- 
so de  los  más  elocuentes,  daré  aquí  noticia,  tomándolo  de  los 
estudios  del  insigne  geógrafo  mexicano  D.  Manuel  Orozco  y  Be- 
rra. Dice  así:  "El  4  de  Abril  de  1581,  la  Keina  Isabel  comió  a 
"  bordo  con  el  almirante  Drake,  —  el  más  famoso  de  todos  los 
"piratas  —  en  Deptford;  después  de  la  comida  le  confirió  solem- 
"  neníente  el  título  de  Caballero,  diciéndole  que  sus  grandes  ac- 
"  clones  le  honraban  más  que  aquel  título.  El  navio  de  Drake  se 
^'  conservó  por  mucho  tiempo,  a  semejanza  del  de  Sebastián 
"  El  cano  en  Sevilla  y  cuando  se  destruyó,  se  mandó  construir 
"  de  sus  reliquias  un  sitial  que  todavía  existe  en  Oxford  y  se 
"  enseña  como  objeto  *de  curiosidad.  En  1588  llegó  Drake  a  las 
"  altas  funciones  de  gran  almirante  de  Inglaterra." 

Los  comentarios  salen  holgando.  España  calumniada,  vilipen- 
diada durante  tantos  siglos,  trabajaba  buena  y  noblemente  por 
extender  la  justicia  y  el  bienestar  en  sus  colonias,  hasta  donde 
lo  permitían  los  tiempos  y  el  espíritu  de  orden  y  progreso  lo 


100  SOCIEDAD    MEXICANA 


iba  exigiendo.  Y  mientras  tanto,  las  hordas  feroces  de  bando 
leros  que  acabo  de  mencionar,  procuraban  apoderarse  de  las 
riquezas  que  honrada  j  pacíficamente  los  habitantes  de  nuestra 
América  habían  acumulado.  Y  ¡contraste  sorprendente!  los  la- 
drones recibían  de  sus  respectivos  Gobiernos — ^representantes 
de  la  civilización  —  las  más  elevadas  distinciones,  en  tanto  que 
el  pueblo  expoliado,  recogía  las  censuras  más  amargas  de  los  mis- 
mos que  le  dañaban.  ;Ah!  si  alguna  vez  la  historia  llega  a  ser 
imparcial,  con  cuánta  dureza  tratará  a  quienes  proclamando  la 
justicia  entre  los  suyos,  la  olvidan  y  escarnecen  cuando  se  trata 
de  los  extraños. 


XIV 


Y  termino.  La  era  de  los  descubrimientos  no  ha  concluido,  no 
concluirá  jamás.  En  el  mismo  orden  geográfico  todavía  estamos 
corriendo  en  pos  de  la  situación  de  los  Polos.  Apenas  comenza- 
mos a  levantar  una  punta  del  velo  que  cubre  el  hondo  misterio 
de  la  naturaleza.  ¡El  macrocosmos!  ¡El  microcosmos  I  Arriba 
y  abajo  y  en  todas  partes  lo  ilimitado,  lo  insondable.  ¿Y  en  el 
mundo  espiritual?  ¿Quién  será  capaz  de  encontrar  límites  a 
investigaciones  que  forzosamente  han  de  anegarse  en  lo  incon- 
mensurable del  tiempo  y  del  espacio?  Pero  ¡descubrir!  Tal  es  y 
tal  será  la  eterna  misión  humana.  ¿Pertenecemos  a  la  raza  de  los 
descubridores?  Ciertamente.  El  caso  es  conocer  qué  nuevo  campo 
nos  tocará  explorar.  Puede  encontrarse  heroísmo  entre  los  que 
ayer  se  lanzaron  a  lo  ignoto  en  el  pavoroso  Océano,  como  en  los 
que  hoy  afrontan  el  peligro  de  elevarse  a  las  nubes,  para  ofrecer, 
quizá,  al  movimiento  universal  nuevos  y'  más  fáciles  caminos. 
Y  hay  heroísmo  conmovedor,  sublime,  en  esa  masa  de  hombres 
que,  rodeados  de  todos  los  halagos  de  la  fortuna,  se  entregan 
estoicamente  a  la  muerte  por  salvar  a  la  mujer  y  al  niño,  como 
aconteció  en  la  catástrofe  del  "Titanic."  ¿No  es  verdad  que  ante 
el  descubrimiento  de  esta  encantada  isla  de  amor,  se  impone  el 


DE    GEOGEAFÍA    Y    ESTADÍB'TICA  ,  .     .  101. 


anhelo  de  seguir  explorando  en  los  mares  ilimitados  de  la  hu- 
manidad? La  abnegación  como  conducta  y  el  heroísmo  como 
fuerza,  parecen  componer  las  dos  hermosas  carabelas  en  que 
debemos  embarcarnos,  para  tocar  algún  día  los  mundos  descono- 
cidos de  una  más  cumplida  perfección. 


Telesforo  García. 


1513-1913 

POR  SIR  CLEMENTS  R.  MARKHAM,  K.  C.  B.,  F.  R.  S.^ 


Estudio  presentado  a  la  Real  Sociedad  Geográfica  de  Londres  y  tra- 
ducido especialmente  para  la  Sociedad  Mexicana  de  Geogra- 
fía y  Estadística,  por  el  señor  ingeniero  D.  Manuel  Bonilla. 


En  varias  ocasiones  hemos  conmemorado  los  recuerdos  de  fa- 
mosos geógrafos  y  descubridores  de  pasadas  edades;  de  Pytheas, 
el  descubridor  de  nuestra  isla ;  de  Colón ;  del  Príncipe  Enrique  el 
Navegante  y  de  Vasco  de  Gama ;  de  los  Cabotos ;  de  nuestros  na- 
vegantes Isabelinos  en  general  y  de  Franklin  y  sus  compañeros 
desaparecidos.  Tales  conmemoraciones  han  tenido  por  objeto  le- 
vantar y  mantener  el  interés  por  la  Geografía  Histórica,  que  es 
una  parte  esencial  de  nuestra  Ciencia,  y  creo  que  el  propósito  se  ha 
realizado. 

Deseo  ahora  llamar  la  atención  de  la  asamblea  bacía  un  grande 
y  muy  importante  descubrimiento,  el  del  Océano  Pacífico,  y  a  sus 
resultados.  Su  descubridor  fué  uno  de  los  mejores  conquistadores 
españoles,  uno  que  venció  con  los  más  plausibles  métodos,  las 


1  Este  trabajo  y  el  del  Sr.  D.  Eomán  Rodríguez  Peña,  que  va  a  conti- 
nuación, se  publican  en  este  boletín  por  haber  sido  preparados  especial- 
mente con  motivo  del  centenario. — Isidro  Rojas,  Director  del  Boletín. 


104  SOCIEDAD    MEXICANA 


mayores  dificultades,  cuya  vida  fué  tan  romántica  como  su  muer- 
te triste  y  deplorable. 

Este  aniversario  será  en  septiembre  próximo,  pero  como  en- 
tonces se  habrán  suspendido  nuestras  sesiones,  lo  celebramos 
ahora: — en  el  aniversario  de  la  época  de  la  preparación.  Nues- 
tro héroe  de  esta  noche  es  Vasco  Núfíez  de  Balboa ;  su  hazaña, 
el  descubrimiento  del  Océano  Pacífico  hace  400  años.  Es  impo- 
sible que  hond)re  alguno,  realizador  de  grandezas,  haya  comenzado 
bajo  condiciones  más  deprimentes  y  en  apariencia  más  sin  es 
peranza. 

Dos  grandes  expediciones  habían  sido  enviadas  de  España  y 
Santo  Domingo  para  colonizar  las  costas  de  Cartagena  a  Veragua. 
Ambas  fueron  mal  conducidas,  sus  jefes  muertos,  los  supervi- 
vientes diseminados  a  lo  largo  de  la  costa,  muriendo  de  fiebre 
y  de  hambre.  Sus  restos  miserables,  del  Golfo  de  Darién  regre- 
saron en  un  barco  destartalado  y  haciendo  agua,  pero, fueron 
devueltos.  El  problema  consistía  en  convertir  esta  hampa  desas- 
trada en  una  colonia  laboriosa  sin  ayuda  extraña.  Pocos  serían 
quienes  lo  intentasen  ;  mucho  menos  los  que  podrían  triunfar. 
¿Y  quién  fué  el  designado?  Un  fugitivo  sin  dinero,  sin  autoridad, 
sin  nombramiento  oficial  de  ninguna  clase,  un  intruso  en  el  buque 
de  Enciso,  furtivamente  embarcado  en  un  tonel  para  escapar  de 
sus  acreedores.  Así  es  como  se  habla  de  Vasco  Núñez  de  Balboa 
por  primera  vez. 

El  nombre  de  Enciso  me  lleva  a  pedir  a  la  Asamblea  que  me 
siga  en  una  breve  digresión.  Deberíamos  conservar  el  recuerdo 
de  los  geógrafos  per  se  de  los  tiempos  antiguos.  Martín  Fernán- 
dez de  Enciso  conocía  toda  la  Geografía  de  su  época.  Era  agri- 
mensor y  cartógrafo.  Era  un  buen  observador.  Su  latitud  del 
Cabo  de  la  Vela  es  absolutamente  correcta.  Tan  buen  fisiógrafo 
era  que  pudo  describir  lo  que  vio,  con  detalle  y  precisión.  Su 
"Suma  de  Geografía,"  que  contiene  80  fojas  (Sevilla,  1519),  es 
rarísima ;  hace  poco  se  vendió  un  ejemplar  en  £  80.  Podemos  vene- 
rar la  memoria  de  este  geógrafo  pc7-  se,  aunque  impelidos  de  otor- 
garnos este  título. 


DE    GEOGKAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  105 


Volvamos  a  nuestro  héroe.  Enciso  lo  desembarcó  entre  el  aban- 
donado pueblo  del  Fuerte  en  el  Golfo  de  Darién  y  se  hizo  a  la 
"vela.  Fué  reconocido  desde  luego  como  un  jefe  natural.  Tenía 
influencia  magnética  sobre  los  hombres,  que  se  sentían  atraídos 
a  confiar  en  él.  Aun  el  feroz  Francisco  Pizarro,  que  era  mayor 
y  estaba  entonces  al  cargo,  se  convirtió  en  seguida  en  subalterno 
suyo.  El  primer  cuidado  de  Vasco  Nüñez  consistió  en  reunir 
los  restos  diseminados  de  las  anteriores  expediciones,  algunos 
del  Fuerte  de  Uruba  y  otros  refugiados  a  lo  largo  de  la  costa, 
viviendo  entre  los  indígenas.  Era  una  empresa  difícil;  pero  gra- 
cias a  la  energía  del  individuo,  se  llevó  a  cabo.  Alimentó  al  ham- 
briento, curó  al  enfermo,  repartió  tierras  y  ayudó  a  construir 
chozas  para  los  capaces,  y  las  cosas  empezaron  a  mejorar.  Pe- 
ro la  gran  dificultad  consistía  en  la  provisión  de  alimentos. 

Para  esto  eran  obstáculo  principal  la  conducta  torcida  de 
sus  predecesores,  que  habían  robado  y  tratado  cruelmente  a  los 
nativos.  Vasco  Núfiez  tenía  que  ganar  su  confianza  y  contra- 
rrestar la  suspicacia  ocasionada  por  las  crueldades  de  Ojeda 
y  otros  que  le  habían  precedido.  Tuvo  éxito  con  los  indígenas 
como  lo  había  tenido  con  sus  compatriotas,  ^us  intentos  con- 
ciliadores apaciguaron  las  tribus  bélicas  que  ardían  bajo  el  sen- 
timiento de  crueles  injurias  no  vengadas.  Quedaba  todavía  el 
aventurar  en  busca  de  lejanas  provisiones.  Frecuentemente  tenía 
que  atravesar  con  sus  hombres  millas  de  pantanos  bajo  un  sol 
quemante,  desnudos  y  con  sus  ropas  en  los  escudos  sobre  sus 
cabezas,  antes  de  llegar  a  los  campos  cultivados  e  inducir  a  los 
nativos  a  llevar  sus  productos  al  mercado  español.  Con  el  tiempo, 
no  obstante,  esta  sabia  política  suya,  su  energía  y  su  paciencia, 
vencieron  todos  los  obstáculos,  los  mercados  estuvieron  plenos 
en  la  vecindad  de  su  Fuerte,  y  se  estableció  la  confianza  en  la  jus-' 
ticia  e  integridad  del  gran  jefe. 

Se  llegó  entonces  la  necesidad  de  que  Vasco  Núñez  pretendie- 
ra el  socorro  que  sus  éxitos  le  daban  derecho  a  esperar.  Tenía  a 
su  mando  una  raquítica  embarcación  j  la  envió  a  Santo  Do- 
mingo con  la  demanda  urgente  de  auxilio  y  reconocimiento.  El 


106  SOCIEDAD    MEXICANA 


Almirante,  hijo  de  Colón,  re8i)ondió  a  las  dos  solicitudes.  Se 
le  despacharon  dos  barcos  con  provisiones  y  Vasco  Núfíez  reci- 
bió de  la  Audiencia  de  Santo  Domingo  el  nombramiento  de 
Alcalde  Mayor,  o  Primer  Magistrado  de  la  Colonia  que  habla 
constituido. 

Vasco  Núfíez  dedicó  entonces  su  atención  a  los  descubrimientos 
de  la  región  ístmica,  a  reunir  noticias  acerca  de  los  criaderos  de 
oro  y  de  oíros  recursos  del  país.  Se  hizo  amigo  íntimo  de  los 
jefes  nativos,  los  de  Coiba,  Pomogre  y  Pocorosa  y  estableció  con 
ellos  las  relaciones  más  cordiales.  Se  conserva  en  la  colección  de 
Navarrete  una  larga  y  detallada  relación  de  Vasco  Núíiez  de  P>al- 
boa  al  Emperador  Carlos  V,  en  la  que  describe  todos  sus  proce- 
dimientos. 

Fué  en  aquellos  días,  mientras  visitaba  y  reunía  informes  de 
los  amigables  jefes  de  Darién,  cuando  supo  Vasco  Niiñez,  por  el 
hijo  de  uno  de  los  jefes,  la  estupenda  noticia  de  que  al  otro  lado 
de  las  montañas  existía  un  Océano  vasto  y  sin  límites.  Entonces^ 
con  unos  cuantos  compañeros  y  guiado  por  sus  amigos  del  lugar, 
forzó  su  paso  a  través  de  la  densa  floresta,  y  escaló  las  alturas 
hasta  que  la  amplitud  del  Océano  brilló  ante  sus  atónitas  mi- 
radas. El  poeta  Keats  evoca  un  sentimiento  parecido  a  aquel.. 

''Cuando   Núñez   midió   con   su   mirada 
El  Pacífico  mar  bajo  sus  pies, 
Y  sus  hombres  se  vieron,  sorprendidos, 
Silenciosos,  en  lo  alto  del  Darién." 

Hay  momentos  en  los  cuales  la  palabra  es  del  todo  incai)az  i)ara: 
expresar  las  ideas,  y  aquel  fué  uno  de  ellos.  Estaban  "silenciosos, 
'sobre  un  picacho  del  Darién." 

La  leyenda  refiere  que  Vasco  Núñez  de  Balboa  descendió  por 
las  vertientes  occidentales  y  penetró  en  el  mar,  ondeando  la» 
banderas  de  Castilla  y  Aragón  sobre  su  cabeza.  Así  puede  haber 
sido. 

Es  cierto  que  dedicó  los  pocos  años  que  le  restaron  de  vida  a  la 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  10( 


construcción  de  embarcaciones  con  objeto  de  navegar  en  el  Océa- 
no por  él  descubierto. 

El  nombre  de  Océano  Pacífico  se  debe  al  hijo  del  cacique  de 
Comogre  que  dio  informes  a  Vasco  ís^úñez  sobre  su  existencia, 
pues  le  dijo  que  el  otro  grande  Océano  estaba  siempre  quieto  y 
jamás  bravo  como  el  mar  Caribe. 

Yo  veo  el  descubrimiento  del  Océano  Pacífico  como  la  mayor 
hazaña  que  se  llevó  a  cabo  en  aquella  época  de  osadías,  porque 
fué  debida  tanto  a  la  política  humanitaria  como  al  valor  y  la  re- 
solución del  descubridor,  tanto  a  sus  dotes  de  estadista  como  a 
sus  cualidades  de  jefe. 

Desde  entonces  hasta  su  muerte,  el  propósito  de  la  vida  del 
descubridor  fué  navegar  en  este  Océano  Pacífico.  Suplicó  al  Em- 
perador que  le  permitiese  completar  la  empresa  que  tan  bien 
había  comenzado.  La  respuesta  consistió  en  el  envío  de  un  bus- 
cador de  oro,  sin  principios,  de  carácter  violento  e  incompetente, 
pero  influyente  en  la  Corte,  para  que  lo  invalidase  con  una  gran 
cantidad  de  tropas.  Pedrarias  llevaba  consigo  un  obispo  que  era 
un  buen  hombre,  pero  llevó  también  una  turba  de  aventureros 
de  la  peor  ralea.  Fué  a  fines  de  julio  de  1514  cuando  Pedrarias 
con  sus  hombres  llegó  a  Santa  María  de  Uraba,  y  como  rasgo 
característico  de  Vasco  Núñez,  se  cita  que  fué  encontrado  en 
mangas  de  camisa  ayudando  a  un  colono  a  remendar  su  casa. 

Debido  a  la  intervención  del  buen  Obispo  Que  ved  o,  se  permitió 
al  fin  a  Vasco  Núnez  que  se  ocupara  en  botar  embarcaciones 
en  el  Pacífico.  Había  ya  visto  su  sabia  política  trastornada,  los 
nativos  amigos  convertidos  en  adversarios,  y  escribió  al  Empe- 
rador una  carta  llena  de  desesperación.  Le  quedaba  la  construc- 
ción de  los  barcos  en  las  playas  del  Pacífico,  para  salir  a  hacer 
nuevos  descubrimientos. 

Vasco  Nimez  dio  los  primeros  pasos  enviando  a  Francisco  Ga- 
ra vita  a  Cuba,  para  traer  los  materiales  de  construcción  de  los 
buques  o  bergantines  como  se  les  llamaba.  Se  formó  un  puerto 
en  un  lugar  llamado  Acia,  para  descargar  allí  los  materiales 
y  de  allí  debía  construirse  un  camino  a  través  de  las  montañas  al 


108  SOCIEDAD    MEXICANA 


otro  lado  del  Istmo.  La  madera  se  cortó  y  arregló  en  Acia,  donde 
se  habían  desembarcado  los  herrajes,  las  jarcias  j  el  resto  de  los 
enseres  de  los  buques. 

Fué  empresa  hercúlea  conducir  todo  esto  a  través  de  los  densos 
bosques  y  sobre  las  montarías.  El  jefe  Careta,  suegro  de  Vasco 
Xúñez,  proporcionó  los  conductores.  Sufrieron  mucho  por  falta 
de  provisiones;  pero  Vasco  Núñez  era  el  hombre  para  las  dificul- 
tades y  fué  bien  secundado  por  subalternos  de  su  elección. 
Finalmente,  los  materiales  fueron  conducidos  a  las  ])layas  del 
Golfo  de  San  Miguel.  Se  emprendió  entonces  la  construcción  de 
los  barcos ;  pero  todavía  faltaban  contrariedades.  Una  marea 
excepcional  vino  a  arrastrar  una  parte  de  la  tablazón,  seimltando 
otra  en  el  lodo  y  los  trabajadores  hubieron  de  salvarse  trepando 
a  los  árboles.  Se  azueleó  nueva  madera  en  el  mismo  sitio,  debién- 
dose a  las  grandes  y  raras  cualidades  de  Vasco  Xúñez,  a  su 
influencia  magnética  sobre  los  hombres,  lo  mismo  que  a  su  asidua 
atención  a  los  detalles,  el  que  los  buques  se  completaron  al  fin  y 
fueron  botados.  Tenía  cuatro  buques  y  800  hombres  listos  ])aT'a 
navegar  en  el  Mar  del  Sur. 

Tin  astrólogo  veneciano  había  dicho  una  vez  a  Vasco  Niifíez 
que  cuando  viese  cierta  estrella,  que  le  nombró,  en  determinada 
])arte  del  cielo,  su  vida  estaría  en  peligro.  Una  tarde,  después  de 
que  los  barcos  estuvieron  listos  para  navegar,  vio  la  estrella 
fatal  en  el  cuadrante  indicado  por  el  astrólogo.  Se  rió  de  la  pre- 
•dicción  porque  ;.no  estaba  él  en  camino  de  hacer  fortuna?  Al 
día  siguiente  recibió  un  mensaje  urgente  de  Pedrarias,  pidiéndole 
que  fuese  inmediatamente  a  Acia  j)ues  su  consejo  era  necesario 
en  asunto  de  importancia.  Com])]etamente  ajeno  de  toda  traición, 
Vasco  Núnez  salió  desde  luego  obedeciendo  al  llamado.  Precisa- 
mente junto  al  cantón  de  Acia  fué  arrestado  y  atado  ])or  su 
antiguo  amigo  y  subalterno  Francisco  Pizarro.  El  gran  descu- 
bridor exclamó:  ¿Qué  es  esto  Francisco?  ¡No  era  de  (pie  vinieses 
a  recibirme  de  este  modo! 

No   nos   extenderemos   en   los   detalles   del   asesinato.    No    fué 
siquiera  un  asesinato  judicial,  pues  el  Juez  Espinosa  ])rotestó. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  ~  109 


Tuvo  lugar  en  1517,  cuando  Vasco  Niiñez  contaba  su  42.°  año 
de  edad. 

La  muerte  de  Vasco  Niifiez  fué  una  de  las  mayores  calamidades 
para  los  nativos.  Había  formado  su  flotilla  en  el  Golfo  de  San 
Miguel  y  estaba  para  darse  a  la  vela  en  el  Océano  desconocido 
que  él  había  descubierto.  Pudo  así  haber  descubierto  el  gran 
Imperio  de  los  Incas,  y  la  conquista  del  Perú  habría  sido  una 
historia  diferente  de  la  que  hoy  está  entretejida  con  el  nombre 
del  falso  amigo  de  Vasco  Núñez,  el  desalmado  Francisco  Pizarro. 
Porque  Vasco  Núfíez  era  un  hombre  nacido  para  gobernar  a  sus 
semejantes.  Tenía  el  verdadero  genio  del  estadista  y  del  gue- 
rrero; era  tan  humano  y  juicioso  como  firme  en  sus  propósi- 
tos y  de  energía  indomable.  Y  este  tan  grande  hombre  estaba 
destinado  a  perecer  bajo  el  celo  ruin  de  un  rufián  incapaz,  a 
quien  daba  el  poder  la  influencia  cortesana! 

Pedrarias  empleó  los  buques  de  Vasco  Núñez  en  lecorrer  la 
costa  hasta  una  bahía  donde  fundó  la  ciudad  de  Panamá  en  1519. 
Los  mismos  barcos  sirvieron  después  para  el  descubrimiento 
de  las  costas  de  Burica  y  Nicaragua. 

Y  ahora  cuánto,  o  mejor,  cuan  poco,  sabemos  nosotros  de  este 
famoso  Istmo  de  Darién,  cuan  jíoco,  a  pesar  de  que  ingenieros 
franceses  y  americanos  han  estado  llamando  la  atención  del  mun- 
do hacia  sus  trabajos  por  un  largo  curso  de  años. 

Vasco  Núñez  de  íJalboa  hizí)  los  descubrimientos  y  el  diligente 
Pascual  de  Andogoya  la  descripción  de  ellos.  Wafer  vivió  algún 
tiempo  entre  los  indígenas  y  escribió  un  interesante  relato  sobre 
el  particular.^  Mi  viejo  colega  Laurence  Oliphant,  nos  habló  del 
río  Bayanos,  en  la  parte  más  estrecha  del  Istmo.-  Elliot  Warbur- 
ton  escribió  un  rehito  encantador  sobre  la  desgraciada  colonia 
Escocesa.  Pero  no  conozco  ninguna  descripción  geográfica  satis- 
factoria y  completa,  ya  sea  de  la  cuenca  del  Bavanos  o  de  la  del 


1  ''Viajes  de  Dampier"  3,  pág.   344    (ed.   1729), 

2  En    1865. 


lio  SOCIEDAD    MEXICANA 


Chacunague.  Hay  todavía  iiiuoho  (pie  hacer  y  que  ai)reiuler,  para 
los  geógrafos,  en  este  Istmo  de  Darién, 

Nunca  se  dijeron  palabras  más  ciertas  y  necesarias  que  cuando 
nuestro  Presidente  recordó  enfáticamente  a  la  Sociedad  que  no 
podría  haber  mayor  error  que  suponer  terminados  los  trabajos 
de  exploración,  y  cuando  expresó  su  convicción  de  que  hay  to- 
davía bastante  trabajo  para  viajeros  y  exploradores  en  los  próxi- 
mos cien  años.  ^ 

Ahora  consideremos  los  resultados  del  descubrimiento  hecho 
por  el  héroe  asesinado.  Veremos  cómo  las  dificultades  de  la  Na- 
vegación del  Océano  Pacífico  fueron  vencidas  por  hombres  cuyos 
servicios  eran  de  secundaria  importancia  comparados  con  los  del 
descubridor ;  veremos  cómo  la  navegación  fué  retrasada ;  cómo 
por  ese  retraso  la  comunicación  se  aplazó  y  el  tráfico  del  comer- 
cio se  hizo  casi  imposible  en  varias  de  las  principales  rutas 
del  Pacífico  y  cómo  al  fin  se  resolvieron  los  problemas  })or  hom- 
bres dotados  con  una  parte  del  genio  de  Vasco  Núñez  de  Balboa. 

Veamos  primero  la  costa  occidental  de  Sud-América.  Es  bien 
sabido  bajo  qué  penosos  avances,  el  piloto  de  Pizarro,  Bartolomé 
Ruiz,  llevó  al  despiadado  invasor  a  lo  largo  de  la  costa.  Cómo, 
en  la  Isla  del  Gallo,  sólo  dieciséis  hombres  pudo  conseguir  que 
lo  acompañasen  y  continuar  la  empresa,  debido  al  hambre  y  a  las 
dificultades.  Pero  cuando  hubo  de  seguir  el  viaje  de  Callao  a 
Chile  se  hizo  todavía  más  difícil  y  tedioso.  Había  un  viento  cons- 
tante del  Sur  y  una  corriente  antartica,  la  llamada  corriente  de 
Humboldt.  Era  más  fácil  ir  por  tierra  de  Perú  a  Chile  por  el  vas- 
to desierto  de  Atacama,  que  por  mar. 

Juan  Bautista  de  Pastena,  un  piloto  genovés,  era  considerado 
como  uno  de  los  mejores  marinos  de  la  Costa  y  sin  embargo, 
en  1547  cuando  fué  enviado  a  Chile  a  llevar  las  noticias  de  la 
rebelión  de  Gonzalo  Pizarro  a  Pedro  de  Valdivia,  empleó  ocho 
meses  en  el  viaje,  fondeando  noche  a  noche. 


1   Enero  15,  1912.  Journal  de  la  R.G.S.  Vol.  39,  núm.  3,  pág.  218. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  IH 


Diez  años  después,  cuando  los  españoles  estaban  acosados  por 
los  indios  Araucanos  en  Chile  y  con  grave  necesidad  de  refuerzos, 
se  repitió  el  caso.  Diez  buques  salieron  del  Callao  bajo  el  mando 
de  D.  García  Hurtado  de  Mendoza,  después  Marqués  de  Cañete 
y  famoso  virrey  del  Perú.  Llevaba  consigo  al  poeta  Alonso  de 
Ercilla,  que  cantó  la  relación  del  viaje.  Lentamente  empezaron 
a  moverse  los  barcos,  con  flámulas  y  gallardetes  en  el  tope  de 
cada  mástil  y  en  el  brazo  de  cada  verga. 

El  viento  hinchó  las  velas,  resonó  la  artillería  y  se  pasó  la  pun- 
ta de  San  Lorenzo.  Entonces  varió  la  historia.  Sopla  el  Austro 
de  frente  en  sus  caras,  y  ellos  barloventean  anclando  a  menos  de 
30  millas  del  Callao.  Al  día  siguiente  salen  de  nuevo,  sin  los  pen- 
dones, falcones  ni  falconetes. 

Las  naos  por  el  contrario  mar  rompiendo 
La  blanca  espuma  en  torno  levantaban, 

Y  a  la  furia  del  austro  resistiendo 
Por  fuerza  a  su  pesar  tierra  ganaban; 
Pero  sobre  el  garbino  revolviendo 

De  la  gran  cordillera  se  apartaban, 

Y  de  sola  una  vuelta  que  viraron 
El  Guarco,  a  lesnordeste  se  hallaron. 

Mas  presto  por  la  popa  el  Guarco  vimos 
Con  chinea  de  otro  bordo  emparejando 
En  alta  mar  tras  estos  nos  metimos 
Sobre  el  Nasco  fértil  arribando; 

Y  al  esforzado  noto  resistimos. 

La  furia  y  bravas  olas  contrastando, 
No  bastando  los  recios  movimientos 
De  dos  tan  poderosos  elementos.  ^ 

Y  así  sucesivamente^  anclando  cada  noche,  hasta  que  después 
de  muchos  meses  llegaron  por  fin  a  Tenco,  puerto  de  su  destino 
en  Chile. 


1  La  Araucana.  Canto  XIII. 


112  SOCIEDAD    MEXICANA 


El  navegante  que  descubrió  el  camino  del  Sur  sin  todas  estas 
tardanzas^  prestó  ciertamente  un  servicio  muy  grande.  Su  nom 
bre  era  Juan  Fernández.  Entiendo  que  era  nativo  de  Moguer, 
Lo  primero  que  se  habla  de  él  es  que  vino  de  Guatemala  con  el 
invasor  Alvarado.  Fué  condenado  a  muerte  por  Almagro,  pero 
Pizarro,  que  apreció  su  valer  como  piloto,  le  otorgó  el  perdón. 

Este  hábil  marino  estudió  el  punto  y  formó  sus  conclusiones. 
Entiendo  que  la  fecha  de  su  viaje  fué  en  15G3.  Salió  del  Callao 
a  favor  de  los  vientos  alisios,  navegando  hacia  el  Sur  hasta 
encontrar  los  del  Oeste  y  entonces  navegó  con  ellos  en  popa 
hasta  Valparaíso.  Efectuó  el  viaje  en  veinte  días,  descubriendo 
las  islas  de  Masatierra  y  más  afuera  en  su  ruta,  conocidas  desde 
entonces  como  de  Juan  Fernández  y  que  posteriormente  fueron 
famosas  por  haber  residido  allí  Alejandro  Selkisk.  La  hazaña 
marinera  de  Juan  Fernández  le  produjo  el  más  completo  reco- 
nocimiento oficial.  Fué  en  verdad  un  importantísimo  descubri- 
miento. Recibió  una  concesión  de  tierras  en  el  simpático  valle 
de  Quillota  en  Chile,  y  aunque  entrado  en  años  tomó  por  esi)osa 
una  joven  llamada  Francisca  Soria.  Tenía  ochenta  años  cuando 
nació  su  liijo  Diego  y  todavía  conocí  a  sus  descendientes  cuan- 
do estuve  en  Quillota. 

El  primer  uso  importante  que  se  hizo  de  la  nueva  vía  a  Chile 
fué  cuando  los  españoles  fueron  derrotados  por  el  Jefe  Palantaro 
en  Curababa,  y  muerto  el  Gobernador  Ofíez  de  Loyola  en  .Di- 
ciembre de  1598.  Un  pedido  urgente  de  refuerzos  fué  enviado 
d  Callao.  Francisco  de  Quiñones  mandaba  el  escuadrón  de  so- 
corro. Se  apartó  de  la  costa  muchas  millas  navegando  a  favor 
de  los  alisios,  hacia  el  Sur,  y  efectuó  el  viaje  de  Callao  a  Concep- 
ción en  el  cortísimo  lapso,  sin  precedente,  de  IG  días,  del  12  al 
28  de  mayo  de  1599. 

A  estas  consecuencias,  a  resultados  semejantes,  debe  un  descu- 
brimiento su  importancia  para  la  humanidad,  y  los  que  los 
alcanzan  participan  con  justicia  de  la  gloria  reflejada  por  el 
genio  del  primer  descubridor.  El  valor  de  un  descubrimiento  debe 
calcularse  por  sus  servicios  a  la  ciencia,  por  los  aumentos  que 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  113 


importa  a  los  conocimientos  Inimanos,  por  sns  resultados  en  la 
mayor  riqueza  u  otros  beneficios  a  la  humanidad. 

No  vale  la  pena  un  descubrí  mentó  que  no  realiza  ninguna  de 
estas  cosas.  Por  esta  razón,  cuando  he  abogado  en  favor  de  las 
expediciones  polares,  he  rechazado  siempre  la  llegada  al  polo 
como  único  objeto  de  la  expedición,  si  no  ha  de  obtenerse  a  la 
vez  algún  fin  científico.  Tales  jornadas,  inútiles  en  sí  mismas, 
tienen  no  solamente  el  defecto  de  apartar  las  energías  de  otros 
trabajos  benéficos,  sino  que  también  tienen  otros  malos  resulta- 
dos, ellas  rebajan  los  trabajos  de  exploración  a  un  nivel  in- 
ferior. 

Cuando  una  jornada  tan  asombrosa  como  la  que  hicieron  el 
Capitán  Scott  y  sus  valientes  camaradas,  se  intenta  para  com- 
binar y  combina,  efectivamente,  resultados  científicos  importan- 
tes con  una  hazaña  sin  rival  en  cuanto  al  viaje,  no  puede  sino 
tributársele  aplauso  y  admiración. 

Plantar  la  bandera  inglesa  en  el  Polo  Sur  sólo  por  medio  de 
los  esfuerzos  de  los  hombres  que  arrastraron  un  trineo  cargado, 
fué  un  gran  triunfo.  Pero  a  mi  juicio  hubo,  si  cabe,  un  heroísmo 
mayor  cuando  nuestros  paisanos  casi  en  el  último  suspiro  de  su 
existencia,  siguieron  arrastrando  su  preciosa  carga  de  piedras 
que  deberían  revelar  el  pasado  de  aquella  vasta  región. 

La  historia  completa,  desde  el  acto  de  botar  al  agua  el  ''Dis- 
covery"  culminante  al  flamear  la  bandera  inglesa  en  el  Polo  Sur, 
y  cerrada  con  el  servicio  religioso  en  San  Pablo,  es  un  poema 
que  perdurará  en  los  corazones  de  los  ingleses. 

Pero  volviendo  a  los  descubrimientos  del  Mar  del  Sur. 

¿Pensaban  aquellos  hombres  en  quién  habría  de  surcar  el  pri- 
mero el  Océano  recién  descubierto,  alcanzar  mayor  encomio  y 
ganar  más  dinero  cuando  estaban 

Silenciosos,  en  lo  alto  del  Darién? 

Creo  que  no.  Sus  pensamientos  estaban  muy  lejos  de  ello.  No 
pudieron  expresarlos  con  palabras;  pero  no  debemos  dudar  de 
que  bordaban  vagamente  sobre  las  altísimas  consecuencias  de  su 


114  SOCIEDAD    MEXICANA 


descubrimiento.  ¡Son  los  hombres  que  laboran  para  otros,  cuya 
obra  lleva  por  fin  y  resulta  un  beneficio  de  la  humanidad,  y  que 
procuran  el  ensanche  de  la  ciencia ;  tales  hombres  como  Franklin, 
La  Perouse  y  Scott,  son  los  verdaderos  descubridores. 

Teniendo  esto  presente  es  como  podremos  pesar  mejor  los  mé- 
ritos de  quienes  resolvieron  los  problemas  de  la  navegación  en 
el  Pacífico.  El  descubrimiento  de  la  ruta  del  Sur  a  lo  largo  de  la 
Costa  occidental  de  Sud-América  fué  muy  importante;  pero 
el  de  la  ruta  a  través  del  Océano  y  el  regreso  (no  solamente  a 
través,  sino  en  ambos  sentidos),  fué  otro  igualmente  importante. 

Ante  el  descubrimiento  del  Gran  Océano  por  Vasco  Núñez  de 
Balboa,  Magallanes  se  persuadió  de  que  si  recorría  bastante 
más  al  Sur  la  costa  oriental  de  Sud  América,  encontraría  un  es- 
trecho o  el  fin  del  Continente  y  llegaría  al  Mar  del  Sur,  como  en- 
tonces se  le  llamaba.  Hoy  nos  parece  esto  muy  sencillo,  como 
sucede  con  todas  las  grandes  concepciones,  a  menos  que  nos  colo- 
quemos exactamente  en  la  situación  del  inventor.  Pero  fué  una 
grande  idea  y  Magallanes  era  el  hombre  para  desarrollarla. 
Descubrió  el  estrecho  que,  después  de  varias  tentativas  para 
darle  otros  nombres,  llevará  el  suyo  en  el  porvenir.  Navegó  a 
través  del  Océano  Pacífico  y  fué  el  primero  en  cruzarlo  encontran- 
do la  muerte  en  una  de  las  islas  Filipinas. 

Esto  acontecía  en  1520,  solo  7  años  después  del  descubrimiento 
de  Vasco  Núnez  de  Balboa. —  Su  viaje  fué  un  acontecimiento  me- 
morable, y  ningún  explorador  tiene  mayor  derecho  a  la  aclama- 
ción de  la  posteridad ;  —  pero  eso  será  después  de  mi  época. 

Pocos  anos  después,  la  expedición  de  García  Jofre  de  Loaisa 
siguió  a  la  de  Magallanes  con  la  misma  idea  de  encontrar  la 
Isla  de  las  Especias  por  el  Oeste  y  reclamarla  para  España. 
En  Agosto  de  1526,  Loaisa  y  su  sucesor  Sebastián  del  Cano, 
fallecieron  y  fueron  sepultados  en  medio  del  mar.  Pero  sus  suce- 
sores perseveraron  y  uno  de  los  barcos  llegó  a  Tidoro,  una  de  las 
Islas  de  las  Especias. 

En  1527  se  despachó  de  México  una  expedición  mandada  por 
Juan  de  Saavedra  para  saber  del  estado  y  condición  que  guar- 


DE    GEÜGBAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  115 


daba  la  expedición  de  Loaisa,  y  también  atravesó  el  Océano^ 
alcanzando  a  sus  paisanos  en  la  isla  de  Tidoro. 

Después  en  1542,  Ruy  López  de  Villalobos,  con  una  escuadrilla, 
salió  también  de  México,  llegando  a  las  Islas  de  las  Especias  con 
un  segundo  buque  mandado  por  Iñigo  Ortiz  de  Retes. 

Ahora  bien,  la  razón  de  haber  mencionado  estas  expediciones, 
las  primeras  cuatro  que  atravesaron  el  Océano  Pacífico  —  y  es- 
pero no  haber  abusado  mucho  de  la  paciencia  del  auditorio  con 
el  relato — ^es  que  jamás  volvieron.  Trataron  de  regresar;  pero 
no  supieron  cómo,  y  no  regresaron. 

La  utilidad  de  una  ruta  marítima  consiste  en  que  los  buques» 
pueden  ir  y  volver,  conservando  la  comunicación,  cambiando 
productos,  promoviendo  las  necesidades  y  con  qué  satisfacerlas. 
Es  inconcuso  que  si  los  buques  pueden  sólo  navegar  en  un  sen- 
tido, pero  no  pueden  regresar,  sus  viajes  carecen  de  objeto.  Allí 
no  puede  haber  sino  el  fracaso  y  esto  fué  lo  que  aconteció  a 
las  cuatro  expediciones  mencionadas. 

El  navio  de  Magallanes,  La  Trinidad,  mandado  después  de  su 
muerte  por  un  oficial  bueno  y  perseverante  llamado  González 
Gómez  de  Espinosa,  fué  puesto  en  la  vía  para  volver  a  través 
del  Océano;  pero  los  vientos  adversos  lo  detuvieron.  Espinosa 
empleó  todos  sus  conocimientos;  las  provisiones  se  acabaron  y 
por  fin  se  vio  obligado  a  rendir  su  buque,  sus  hombres  y  él  mismo, 
a  los  portugueses. 

Los  supervivientes  de  la  expedición  de  Loaisa  conservaron  la 
Isla  de  Tidoro  por  algún  tiempo;  no  pudieron  volverse,  hicieron 
una  brava  campana  y  su  leyenda  ha  sido  más  bien  relatada; 
pero  al  fin  fueron  completamente  derrotados.  Su  propio  soberano 
los  abandonó,  retirando  su  pretensión  sobre  las  Islas  de  las  Es- 
pecias, y  el  valiente  resto  de  ellos  obtuvo  pasajes  de  regreso  en  los 
buques  portugueses. 

Saavedra  dio  a  su  barco  un  rumbo  para  el  regreso  por  el  Océa- 
no; pero  fué  detenido  como  lo  fué  Espinosa.  Destruido  por  la 
ansiedad  y  la  falta  de  descanso,  murió  luchando  contra  los  vien- 
tos enemigos.  Era  un  buen  marino  y  hombre  inteligente.  Entien- 


116  SOCIEDAD    MEXICANA 


do  que  Saavedra  fué  quien  propuso,  el  primero,  la  construcción  de 
un  canal  a  través  del  Istmo  de  Panamá. 

Villalobos,  que  mandó  la  cuarta  expedición  mencionada,  murió 
en  Amboyna.  Su  seignndo,  Iñigo  Ortiz  de  Retes,  trató  de  cruzar 
de  nuevo  el  Océano,  hacia  México,  y  fué  el  descubridor  de  toda 
la  costa  Norte  de  Nueva  Guinea.  Pero  también  él  fué  rechazado 

Ahora  bien,  el  descubrimento  de  la  vía  a  través  del  Pacifico 
es  poca  cosa  en  cuanto  a  utilidad,  comparado  con  el  de  la  via  de 
ida  y  vuelta  por  el  Pacifico,  que  permite  el  finjo  y  refiujo  del 
comercio  pasando  sobre  el  vasto  Océano.  El  hombre  (]\\e  liizo  este 
descubrimiento  debe  parangonarse  con  Fernández,  como  desarro- 
llador  valioso  de  las  grandes  hazañas  de  Núñez  de  Balboa. 

No  era  un  hombre  vulgar.  Andrés  de  Urdaneta  era  vascuence, 
y  no  hay  para  qué  decir,  de  buena  fainilia,  pues  todos  los  vas- 
congados lo  son,  pero  además  era  un  caballero  bien  educado. 
Inspirado  por  el  amor  a  las  aventuras  se  unió  a  la  expedición 
de  las  islas  de  las  Especias,  de  la  cual  era  primer  piloto  su 
amigo  Sebastián  del  Cano.  Tenía  entonces  veintiséis  años.  Cuatro 
comandantes  se  sucedieron  en  el  mando  de  la  exjjedición;  pero 
ninguno  de  ellos  era  Urdaneta.  Era  sin  embargo  el  más  capaz 
de  los  miembros  de  aquella  desgraciada  expedición,  y  fué  el  con- 
sejero leal  y  sincero  de  los  jefes,  al  luchar  con  los  portugueses, 
en  los  tratos  que  con  ellos  tuvieron,  en  el  manejo  de  los  españoles 
que  se  encontraron  abandonados  por  su  soberano,  en  conservar 
leales  algunos  de  ellos  bajo  circunstancias  apremiantes,  y  al 
disponer  el  regreso  a  su  país.  Entonces  escribió  un  relato  muy 
interesante  de  la  expedición. 

Urdaneta,  cuando  volvió  a  su  país  después  de  una  ausencia 
de  muchos  años,  había  navegado  por  el  Estrecho  de  Magallanes, 
había  cruzado  el  Pacífico,  conocido  a  fondo  el  archipiélago  del 
Este  y  había  dado  la  vuelta  al  mundo,  aunque  no  en  el  mismo 
bajel.  Continuó  sirviendo  a  su  país  bajo  diferentes  capacidades 
y  eventualmente  hizo  un  viaje  a  México.  Avanzando  en  años,  con- 
templó la  vida  más  seriamente  y  entró  de  monje  en  el  convento 
franciscano 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  117 


l^n  1564  se  resolvió  el  envío  ele  uua  importante  expedición  de 
México  a  tomar  posesión  de  las  Filipinas,  dándose  el  mando  a 
Don  Miguel  López  de  Legazpi.  Aunque  Urdaneta  estaba  en  su 
sexagésimo  séptimo  ano,  y  se  había  hecho  fraile,  se  consideró 
que  no  habría  otro  mejor  para  el  puesto  de  primer  piloto  de  la 
flota  de  Legazpi  y  aun  le  llegó  una  orden  real.  No  era  posible 
rehusar  y  LTrdaneta  se  embarcó  de  primer  piloto. 

La  expedición  tuvo  un  éxito  comi)leto  y  las  Filipinas  vinieron 
a  ser  colonia  española;  pero  tal  éxito  dependía  del  comercio  con 
México  y  la  cuestión  del  regreso  tuvo  otra  vez  que  ser  importante. 
Habían  fallado  todas  las  tentativas  anteriores.  Pero  el  monje- 
piloto,  con  la  larga  experiencia  de  su  juventud,  había,  como  Juan 
Fernández,  combinado  los  conocimientos  del  marino  con  la  cos- 
tumbre de  observar  profundamente,  y  empleó  todo  su  talento  en 
la  solución  del  ])roblema.  Su  plan  consistió  en  navegar  al  Norte 
liasta  encontrar  vientos  contrarios  a  los  alisios  dominantes,  di- 
ciéndose que  los  que  soplan  constantemente  en  cierta  latitud  de- 
ben volver  y  soplar  en  sentido  opuesto  en  alguna  otra.  Su  plan 
era  ir  al  Norte  hasta  encontrar  el  viento  que  lo  había  de  traer 
a  América.  Urdaneta  lo  anunció  y  se  dio  a  la  vela  en  Zebú,  en 
junio  de  1565.  Su  teoría  se  encontró  correcta.  Divisó  la  costa  de 
California  como  a  los  40°  lat.  N,  y  de  allí  hizo  un  próspero  viaje 
a  Acapulco.  De  este  modo,  Andrés  de  Urdaneta  figura  al  lado  de 
Juan  Fernández  como  uno  de  los  grandes  ensanchadores  del 
descubrimiento  de  Vasco  Núfíez  de  Balboa. 

Debe  aquí  mencionarse  un  acto  vergonzoso.  Un  capitán  de  uno 
de  los  pequeños  barcos  de  la  nota  de  Legazpi,  sabiendo  el  plan  de 
Urdaneta,  se  escapó  secretamente  de  otra  isla  algunos  días  antes 
de  la  salida  de  aquel  y  llegó  a  Acapulco  una  semana  antes  que 
Urdaneta,  reclamando  el  mérito  de  haber  descubierto  la  nueva 
ruta.  Fué  arrestado  y  devuelto  para  que  se  entendiera  Legazpi 
con  él. 

El  gran  descubrimiento  de  Urdaneta,  pues  tiene  derecho  a  ser 
considerado  como  tal,  desarrolló  desde  luego  un  tráfico  florecien- 
te entre  México  y  las  Filipinas.  Los  detalles  de  uno  de  estos 


118  SOCIEDAD    ]MEX1CAXA 


viajes,  el  de  Francisco  de  Gali,  fueron  conocidos  de  Halyent. 
Parece  que  Gali  avistó  las  costas  de  California  a  los  37°  30'  N. 
Cavendish  capturó  al  rico  cargamento  de  un  buque  que  hacía 
el  viaje,  más  allá  del  Cabo  San  Lucas,  en  Noviembre  14,  1587. 
Se  había  establecido  una  vía  lucrativa  para  el  comercio  como 
resultado  de  la  expedición  de  Urdaneta. 

El  virrey  del  Perú  no  descuidó  el  deber  de  efectuar  descubri- 
mientos en  el  Pacífico,  además  de  mandar  hacer  un  plano  cuida- 
doso del  Estrecho  de  Magallanes  por  Ladrillero  y  después  por 
Sarmiento.  La  expedición  de  Mendaña  descubrió  las  Marque- 
sas y  las  Islas  de  Salomón ;  Quirós  exploró  las  Nuevas  Hébridas 
y  el  Dr.  Corney  ha  sacado  a  luz  las  importantes  expediciones 
despachadas  de  Lima  a  las  islas  de  la  l*ascua  y  a  Tahiti  algunos 
años  antes  de  la  primera  visita  del  Capitán  Cook. 

Debe  concederse  a  Juan  Fernández  y  Andrés  de  urdaneta  el 
mayor  mérito  por  haber  hecho  utilizables  como  vías  del  comercio 
las  rutas  del  Océano  Pacífico;  pero  todos  los  famosos  navegantes 
de  ese  Océano,  españoles  primero  y  después  principalmente  in- 
gleses, han  construido  de  consuno  una  historia  que  nos  ha  em- 
bargado y  que  continuará  interesando  a  muchas  generaciones 
todavía  por  nacer.  Hay  todavía  vastas  áreas  de  nuestro  globo 
por  descubrir  y  explorar.  Tenemos  también  mucho  por  descubrir 
en  la  historia  de  la  Geografía.  He  aludido  a  los  loables  trabajos 
del  Dr.  Corney.  Se  han  hecho  todavía  más  valiosos  descubrimien- 
tos por  la  Sra.  Nuttall,  relativos  al  viaje  de  Sir  Francis  Drake. 
Y  queda  aún  mucho  ignorado,  que  se  añadirá  más  tarde  al  glo- 
rioso registro,  cuya  primera  línea  fué  escrita  en  aquel  picacho 
del  Darién  hace  400  años  por  Vasco  Núñez  de  Balboa,  cuyo  gran 
descubrimiento  conmemoramos  esta  noclie. 


Por  la  traducción, 

Manuel  Bonilla. 


EL  MAR  PACIFICO  Y  BALBOA 


INFLUENCIA  DE  MÉXICO  EN  EL  SIGLO  XVI 


Estudio  del  socio  Sr.    D.   ROMÁN   RODRÍGUEZ   PENA 


En  la  sesión  celebrada  el  15  de  Noviembre  de  1906  por  la  Jun- 
ta Directiva  de  la  Real  Sociedad  Geográfica  en  Madrid,  a  la  que 
tengo  la  honra  de  pertenecer,  hizo  el  Sr.  D.  Ángel  de  Altolaguirre 
una  proposición  muy  interesante  para  celebrar  dignamente  el 
descubrimiento  del  mar  del  Sur,  o  mar  Pacífico,  por  Vasco  Núfíez 
de  Balboa. 

Fué  primero  costumbre,  j  obligatorio  precepto  después,  que  los 
virreyes  de  América  entregasen  a  sus  sucesores  memorias  del 
estado  económico,  político,  militar,  etc.,  en  que  dejaban  represen- 
tación y  gobierno  a  sus  respectivos  sucesores. 

Algunas  de  estas  interesantísimas  memorias  se  han  publicado ; 
pero  en  su  inmensa  mayoría  permanecen  inéditas  en  archivos 
y  bibliotecas  oficiales  y  particulares  de  España  y  de  América, 
donde  igualmente  se  conservan  numerosas  e  importantes  cartas 
geográficas  del  Nuevo  Mundo. 

El  Sr.  Altolaguirre  opinó,  y  así  lo  propuso  a  la  Sociedad  Geo- 
gráfica, que  el  monumento  más  grandioso  y  útil,  en  conmemora- 
ción del  magnífico  descubrimiento  de  Vasco  Núñez  de  Balboa, 
fuera  el  x>ublicar,  coleccionadas,  las  memorias  de  los  virreyes 
y  un  gran  Atlas  que  comprendiera  los  mapas  más  interesantes 


120  SOCIEDAD    MEXICANA 


de  América  desde  su  descubrimiento  basta  su  constitución  de 
Estados  independientes.  Estas  dos  soberbias  j  grandes  obras,  que 
deben  estar  concluidas  3'a,  presentarán  en  síntesis  la  verdade- 
ra historia  de  la  América  Española  desde  el  siglo  xvi  al  xix. 

La  Real  Sociedad  Geográfica  acogió  con  entusiasmo  v  aprobó 
entonces,  por  unanimidad,  la  proposición  del  Sr.  Altolaguirre,  y 
para  ello  quedó  nombrada  una  comisión  compuesta  del  general 
señor  Suárez  Inclán,  como  Presidente,  v  de  los  académicos  seño- 
res Beltrán  y  Kózpide,  Blázquez  y  Altolaguirre,  vocales,  ante  el 
decidido  propósito  de  estudiar  el  modo  de  llevar  a  cabo  el  pro- 
yecto, y  ¡gestionar  la  cooperación  de  los  elementos  que  pudieran 
contribuir  a  su  realización. 

La  proposición  del  Sr.  Altolaguirre  decía  así : 

''El  proyecto  que  el  sabio  Florentino  Pablo  del  Pozzo  Toscanelli 
remitió  al  rey  D.  Juan  II  de  Portugal,  por  conducto  del  Canónigo 
Martins,  para  descubrir  una  vía  que  condujera  al  extremo  Orien- 
te de  Asia,  navegando  siempre  al  Oeste  de  las  islas  de  Cabo  Ver- 
de, no  ha  tenido  aún  realización  completa,  ni  la  tendrá  hasta  que 
por  el  Istmo  de  Panamá  se  abra  el  canal  que  ha  de  poner  en  co- 
municación el  Océano  Atlántico  con  el  Pacífico. 

Siendo  conocida  en  el  siglo  xv  la  forma  esférica  de  la  tierra 
y  constando  que  un  extenso  mar,  en  el  que  se  hallaban  situadas 
innumerables  islas,  entre  ellas  la  riquísima  del  Cipango  (o  Zem- 
pangu,  según  Marco  Polo)  (Japón),  bañaba  las  costas  orientales 
del  Cathay  (China),  no  podía  ofrecer  duda  que,  navegando  di- 
rectamente al  Oeste  de  Europa  o  África,  había  de  encontrarse 
dicho  mar;  la  dificultad  estribaba  en  conocer  la  extensión  del 
Atlántico. 

Cristóbal  Colón  que  se  apropió  y  trató  de  ejecutar  el  proyecto 
de  Toscanelli,  suponía,  con  éste,  mucho  más  reducidas  que  lo  son 
en  realidad  las  dimensiones  del  globo,  y  que  el  continente  asiático 
se  extendía  más  al  Oriente  de  lo  que  se  extiende,  juzigando  que 
la  distancia  entre  Europa  y  Asia  era  muy  corta  y,  de  consi- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  121 


guíente,  posible  el  navegaría ;  y  estos  errores  que,  apreciados  por 
los  doctores  que  en  España  estudiaron  el  proyecto,  hicieron  q^ie 
fuera  tenido  por  irrealizable,  le  llevaron  también,  al  descubrir 
tierras  a  la  distancia  que  Toscanelli  indicaba,  a  creer  que  per- 
tenecían al  continente  asiático,  creencia  en  que  persistió  toda  su 
vida,  afirmando  en  su  cuarto  y  último  viaje  que  Veragua  era 
una  península,  y  que  en  la  banda  opuesta  se  hallaba  el  Catliay, 
limitado  por  el  mar  de  las  Indias,  al  que,  costeándola,  se  podría 
llegar. 

Cuando  los  descubridores  se  convencieron  de  que  aquellas  tie- 
rras no  pertenecían  al  Asia,  volvieron  a  pensar  en  las  ricas  Islas 
de  la  Especiería,  buscando  el  paso  que  había  de  permitirles  lle- 
gar al  mar  en  que  se  hallaban  situadas  ;  pero  su  empeño  fué  inútil, 
la  costa  se  extendía  indefinidamente  al  Sur  y  Norte  del  Golfo  de 
Paria. 

Cupo  la  gloria  del  descubrimiento  del  deseado  mar  a  Vasco 
Núñez  de  Balboa,  noble  extremeño,  nacido  en  Jerez  de  los  Caba- 
lleros en  1475,  que,  ambicionando  la  gloria  y  riquezas  con  que  le 
brindaba  el  descubrimiento  y  conquista  de  las  nuevas  tierras, 
se  alistó  en  la  expedición  que,  mandada  por  Rodrigo  de  Bastidas, 
salió  de  Cádiz  en  Enero  de  1501,  arribó  a  la  Costa  de  Venezuela 
y,  continuando  en  más  de  cien  leguas  los  descubrimientos  hechos 
por  Colón,  llegó  hasta  el  Golfo  de  Urabá,  regresando  a  la  isla 
Española,  donde  Vasco  Núñez  se  dedicó  a  colonizar. 

Poco  conforme  con  aquel  género  de  vida  tan  contrario  a  su 
carácter  y  aspiraciones,  se  embarcó  con  la  expedición  que  el  ba- 
chiller Enciso  condujo  a  la  villa  de  San  Sebastián  en  el  Golfo 
de  Urabá,  en  socorro  de  Ojeda  (1510).  Su  carácter  alegre  y  de- 
cidor, la  serenidad  y  arrojo  que  demostró  en  numerosos  combates 
y  el  haber  salvado  a  los  colonos  acosados  por  los  indios  y  por 
el  hambre,  conduciéndolos  al  extremo  oriental  del  Golfo,  en  don- 
de descubrieron  el  río  del  Darién  y  fundaron  la  villa  de  Santa 
María  la  Antigua,  diérónle  prestigio  y  autoridad,  de  que  se  apro- 
vechó para  expulsar  a  Enciso  y  no  admitir  a  Diego  Nicuesa,  que 
tenía  títulos  legales  para  gobernar  la  colonia  de  la  que  se  hizo 


122  SOCIEDAD    MEXICANA 


jefe  úuico.  "Pudo,  dice  Quiutaua,  considerársele  hasta  la  expul- 
sión de  Enciso  como  un  faccioso  artero  y  atrevido;  mas  después 
que  se  halló  solo  y  sin  rivales,  entregado  todo  a  la  conservación 
y  progresos  de  la  Colonia  que  se  había  puesto  en  sus  manos,  se 
le  ve  autorizar  su  ambición  con  sus  servicios,  levantar  su  pensa- 
miento a  la  altura  de  su  dignidad,  y  con  la  importancia  y  gran- 
deza de  sus  descubrimientos,  ponerse  en  la  pública  opinión  casi 
a  la  altura  de  Colón." 

En  efecto,  en  cuanto  asumió  el  mando  y  logró  que  el  rey  ca- 
tólico le  nombrara  capitán  y  gobernador  del  Darién,  se  dedicó 
a  procurar  el  desarrollo  y  fomento  de  la  colonia,  sometió  los 
indios  con  grandes  esfuerzos  y  peligros,  entablando  después  amis- 
tosas relaciones  con  sus  caciques,  que  agradecidos  le  confesaron 
dónde  se  hallaban  las  minas  de  oro;  y  uno  de  ellos,  llamado 
Pouca,  le  manifestó  que  traspuestas  las  montañas  se  encontraba 
otro  mar.  Con  indecible  júbilo  recibió  Vasco  Núñez  la  noticia 
y,  con  su  acostumbrada  actividad,  organizó  una  expedición  que 
el  1°  de  Septiembre  de  1513  salió 'de  Santa  María  y  dejando 
Vasco  Núñez  la  mayor  parte  de  la  gente  estacionada  en  el  ca- 
mino, escaló  con  66  hombres  la  cordillera  de  los  Andes  y  el  día 
25  llegó  el  primero  a  una  elevada  meseta  desde  la  que  se  divi- 
saban en  lontananza  las  azuladas  ondas  del  Pacífico;  llamó  a 
sus  soldados  y,  rodilla  en  tierra,  dieron  todos  gracias  a  Dios  por 
haberles  permitido  realizar  tan  gran  descubrimiento;  comenzó 
el  descenso  y  el  día  29  ante  su  gente  formada  ante  la  orilla  y  el 
escribano  para  que  diera  le,  Vasco  Núfíez  vestido  de  todas  armas, 
llevando  la  espada  desnuda  y  el  estandarte  real,  penetró  en  la 
mar  del  Sur,  llamada  después  Océano  Pacífico,  hasta  que  el  agua 
le  llegó  a  las  rodillas  y  en  alta  voz  declaró  que  en  nombre  de  los 
reyes  D.  Fernando  y  Doña  Juana,  tomaba  posesión  de  aquellas 
"mares  e  tierras  e  costas  e  puertos  e  islas  australes,  con  todos  sus 
anexos  e  reynos  e  provincias." 

En  tanto  que  Vasco  Núñez,  con  inauditos  esfuerzos  y  peligros, 
abría  para  España  nuevos  derroteros  de  poderío  y  grandezas,  el 
bachiller  Enciso  y  sus  amigos  lograron  (pie  el  rey  lo  destituyera, 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  123 


designando  para  relevarle  a  Pedro  Arias  Dávila,  si  bien  al  co- 
nocer su  descubrimiento  le  nombraron  adelantado  de  la  Mar 
del  Sur  y  gobernador  de  las  provincias  de  Cayba  y  Panamá. 

Pronto  estallaron  L ondas  disensiones  entre  Pedro  Arias  y 
Vasco  Núñez,  y  aunque  en  apariencia  se  zanjaron  con  el  matri- 
monio de  una  hija  de  Pedro  Arias  con  Vasco  Núñez  y  éste  mar- 
chó a  la  costa  de  la  mar  del  Sur  para  fabricar  navios  con  qué 
explorarla,  sus  enemigos  sacaron  partido  de  algunas  indiscre- 
ciones que  cometió  para  avivar  los  rencores  de  Pedro  Arias,  ha- 
ciéndole creer  que  trataba  de  rebelarse.  Lo  que  no  lograron  las 
envenenadas  flechas  de  los  indios,  lo  logró  el  veneno  de  la  en- 
vidia, y  el  descubridor  de  la  mar  del  Sur,  el  que  con  su  esfuerzo 
había  completado  la  gigantesca  empresa  de  Colón,  protestando 
siempre  de  su  fidelidad  a  los  reyes,  murió  degollado  en  la  plaza 
de  Acia  (1517)  sin  que  se  le  admitiera  el  recurso  de  apelación, 
ante  la  Corona,  de  la  sentencia  dictada  en  la  causa  que  se  le 
instruyó  para  que  las  declaraciones  de  sus  enemigos  dieran  al 
crimen  apariencias  de  justicia. 

La  gloria  del  descubrimiento  del  Océano  Pacífico  es  puramente 
española,  termina  diciendo  el  Sr.  Altolaguirre :  españoles  eran 
los  66  soldados  que  acompañaron  a  Vasco  Núñez  en  su  atrevida 
ascensión  a  los  Andes,  y  justo  sería  que  España  invitara  a  las 
naciones  de  origen  hispano  que  tienen  costas  en  el  Pacífico  para 
conmemorar  juntas  el  25  de  Septiembre  de  1913,  el  cuarto  cen- 
tenario del  acontecimiento  geográfico  de  mayor  trascendencia 
para  el  humano  progreso,  que,  salvo  el  descubrimiento  de  Amé- 
rica, registra  la  historia  Universal.  Dando  Vasco  Núñez  la  base 
para  descubrir  la  costa  occidental  de  América,  las  innumerables 
islas  del  Pacífico  y  el  camino  del  Nuevo  Mundo  al  Asia  y  Oceanía, 
integró  la  obra  de  Colón  y  ha  hecho  posible  que  el  día  que  se 
abra  el  canal  de  Panamá  pueda  ejecutarse  por  completo  el 
proyecto  de  Toscanelli:  "Arribar  al  Continente  Asiático  nave- 
gando desde  Europa  o  África  en  dirección  al  Oeste." 


124  SOCIEDAD   MEXICANA 


Poco  después  la  Real  Sociedad  Geográfica  de  Madrid  me  diri- 
gió la  siguiente  carta: 

Sr.  R.  R.  Pena,  Director  de  El  Progreso  Latino. — México. 

Compañero  de  nuestro  más  distinguido  aprecio: 

La  epopeya  realizada  por  Colón  y  los  marinos  españoles,  que 
enlazó  el  Nuevo  Continente  europeo,  es  un  suceso  geográfico 
de  trascendencia  suma;  pero  si  aquella  expedición  enviada  a 
través  del  Atlántico  en  busca  del  Catbay  es  un  fausto  aconte- 
cimiento para  la  humanidad,  detenida  hasta  entonces  por  los 
temores  que  al  Oeste  inspiraba  un  mar  en  el  que  la  leyenda  habla 
forjado  mil  peligros  que  desvanecieron  las  proas  de  las  naves 
españolas,  el  descubrimiento  del  Océano  Pacífico,  realizado  el 
día  25  de  Septiembre  de  1513,  envuelve  en  el  orden  de  la  Geo- 
grafía Física  una  demostración  del  error  en  que  el  primer  Almi- 
rante de  las  Indias  había  incurrido  respecto  de  las  verdaderas 
dimensiones  de  la  tierra ;  ])ermite  conocer  un  hemisferio  cubierto 
en  su  mayor  parte  por  las  aguas  y  sirve  de  base  para  que  marinos 
españoles  den  la  vuelta  al  mundo  y  descubran  extensas  y  nu- 
merosas islas  en  memorable  navegación,  nunca  hasta  entonces 
realizada,  que  nuestra  Sociedad  recuerda  en  su  lema  ''Primus  rae 
circumdedisti.'' 

En  el  orden  de  la  geografía  política,  el  descubrimiento  del 
Pacífico  también  tiene  inmensa  importancia,  porque  llegar  hasta 
la  costa  occidental  a  través  de  los  bosques,  de  las  pampas  o  de  las 
mesetas  de  América,  hubiera  sido  mucho  más  difícil  y  lento  por 
otra  parte  que  por  el  istmo  de  Panamá,  y  el  advenimiento  a  la 
vida  universal  de  gran  parte  del  continente  americano,  se  hubiera 
retrasado  quizás  siglos.  Pero  Núñez  de  Balboa  llegó  a  la  cima 
de  los  Andes,  vio  aquel  inmenso  mar  que  se  extendía  por  todo 
un  hemisferio,  y,  como  paladín  de  España  y  heraldo  de  la  civi- 
lización, tomó  posesión  de  él,  y  de  sus  costas  salieron  después 
aquella  pléyade  de  guerreros  conquistadores  que,  si  empleaban 
la  espada  para  la  sumisión,  llevaban  la  cruz  como  emblema  de 


DE  QEOGEAFÍA  Y  ESTADÍSTICA  125 


SUS  creencias  y  un  espíritu  de  amor  y  de  cariño,  que  se  perpetúa 
y  trasmite  a  las  generaciones  venideras  en  las  famosas  leyes  de 
Indias,  y  que  se  manifiesta  en  la  consideración  que  lioy,  eman- 
cipadas ya  de  la  tutela,  libres  y  vigorosas,  las  naciones  ibero- 
americanas encuentran  en  este  pueblo,  que  se  precia  de  ser  her- 
mano suyo  como  descendiente  de  aquella  España  antigua,  la  gran 
metrópoli  de  todos. 

De  la  América  bañada  por  el  Pacífico  parten,  al  N.  y  al  S.  de 
Panamá,  las  exploraciones  y  de  ella  sale  la  civilización  para 
difundirse  por  el  interior  del  Nuevo  Mundo.  No.  hay,  pues,  nada 
en  América  que  sea  extraño  al  descubrimiento  del  entonces  lla- 
mado mar  del  Sur,  descubrimiento  cuyos  destellos  irradiarán 
siempre  en  la  historia  por  las  cimas  más  elevadas  de  los  Andes, 
por  las  inmensas  llanuras  americanas  y  por  los  caudalosos  ríos 
de  esa  tan  hermosa,  tan  soberbia  y  tan  virginal  región. 

Conmemorar,  pues,  este  hecho,  es  obra  a  la  que  debemos  coad- 
yuvar con  todo  el  entusiasmo  que  sienten  los  hijos  por  las  glorias 
de  sus  antei)asados.  Así  lo  ha  entendido  la  Real  Sociedad  Geo- 
gráfica, al  hacer  suya  una  proposición  del  Sr.  D.  Ángel  de 
Altolaguirre,  iniciador  de  la  idea.  Según  dicha  proposición,  el 
descubrimento  del  Océano  Pacífico  podría  conmemorarse  ahora 
de  un  modo  grandioso,  publicando  las  Memorias  que  los  virreyes 
españoles  entregaban  a  sus  sucesores  acerca  del  estado  econó- 
mico, político  y  militar  en  que  dejaban  los  gobiernos  respectivos, 
y  editando  un  gran  Atlas  que  comprendiera  los  mapas  más  inte- 
resantes de  América,  desde  su  descubrimiento  hasta  su  consti- 
tución en  Estados  independientes.  Estas  dos  grandes  obras  pre- 
sentarían en  síntesis  la  verdadera  historia  de  la  América  española 
desde  el  siglo  xvi  al  siglo  xix  y  en  ella  podría  apreciarse 
la  inmensa  labor  realizada  en  aquellos  extensos  territorios. 

La  comisión  nombrada  por  la  Real  Sociedad  Geográfica  para 
estudiar  el  modo  de  llevar  a  cabo  el  proyecto  y  gestionar  la 
cooperación  de  todos  los  elementos  que  puedan  contribuir  a  su 
desarrollo,  al  dirigirse  a  üd.,  se  complace  en  indicarle,  que,  a 
su  juicio,  deberá  realizarse  dicha  obra  por  todas  las  naciones 


126  SOCIEDAD    MEXICANA 


interesadas,  sin  privilegios  de  ninguna  clase,  pues  que  todas  son 
igualmente  herederas  de  aquellas  glorias  y  grandezas  que  aun 
hoy  nos  enorgullecen,  y  le  suplica  que  tenga  la  bondad  de  ex- 
ponernos cuantas  observaciones  estime  oportunas,  relativas  a  la 
forma  de  solemnizar  de  un  modo  serio  y  científico  el  descubri- 
miento del  mar  del  Sur. 

Esperando  de  su  entusiasmo  por  nuestras  glorias  comunes, 
que  acoja  favorablemente  el  pensamiento,  nos  preste  su  aquies- 
cencia y  dé  apoyo  a  nuestro  propósito,  tienen  el  gusto  de  ofre- 
cerle atento  homenaje  de  consideración  sus  servidores,  que  le 
saludan,  Julián  Suárez  hielan. — Ángel  de  Altolaguirre. — Anto- 
nio Blázquez. — R.  Beltrán  y  RózpideJ' 


Realmente,  no  pudo  ser  más  oportuna  la  invitación  en  1906; 
pues  faltaban  aún  siete  años  para  conmemorar  el  cuarto  cente- 
nario del  descubrimiento  del  Pacífico.  A  la  sazón  decía  "La  Épo- 
ca," de  Madrid:  "téngase  en  cuenta  nuestra  habitual  apatía,  y 
con  tal  motivo  considérese  lo  que  aquí  cuesta  mover  a  la  opinión 
pública,  la  dificultad  de  organizar  una  conmemoración  digna 
de  tan  trascendental  acontecimiento,  y  hasta  la  conveniencia  de 
consignar  anualmente  en  el  Presupuesto  cantidades  que  no  in- 
riuyan  en  éste,  pero  que,  acumuladas,  no  permiten  realizar  fiestas 
que  correspondan  a  la  doble  idea  de  celebrar  tan  gloriosa  fecha 
y  de  estrechar  los  lazos  que  nos  unen  con  las  Repúblicas  del 
Pacífico,  con  México,  la  América  Central,  Colombia,  Ecuador, 
Perú  y  Chile,  y  no  parecerá  seguramente  que  por  sobra  de  tiempo 
es  prematura  la  iniciativa." 

E  importa,  mucho,  agregaba  La  Época,  que  antes  de  que  algún 
otro  pueblo  haga  suya  esa  idea  y  trate  de  llevarla  a  la  práctica, 
declaremos  nosotros  oficialmente  que  recabamos  el  dereclio  de  la 
iniciativa  que  por  tantos  títulos  nos  corresponde,  y  que  estamos 
prontos  a  desarrollarla  con  la  modestia  propia  de  nuestros  me- 
dios, pero  con  el  entusiasmo  con  que  se  celebran  glorias  de  tal 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  127 


magnitud.  De  no  hacerlo  cuanto  antes,  correríamos  el  riesgo  de 
figurar  como  invitados  en  fiestas  que  acaso  preparase  un  pueblo, 
extraño  por  completo  al  hecho  que  ha  de  conmemorarse. 

Indudablemente,  señores,  que  las  naciones  americanas  deben 
haber  acogido  jubilosas,  la  idea  de  celebrar  con  la  mayor  pom})a 
posible  el  cuarto  centenario  de  ese  acontecimiento  y,  entre  ellas, 
México  no  puede  menos  que  hacerlo  asi:  pues  si  bien  Balboa 
descubrió  ese  Océano  en  1513  y  Magallanes  con  sus  naves  lo 
surcó  el  27  de  Noviembre  de  1520  y  descubrió  algunos  archipié- 
lagos, también  es  verdad  que  mexicanos  fueron  los  que,  inmedia- 
tamente después,  empezaron  a  navegar  en  él.  Todavía  no  acababa 
Sebastián  Elcano  de  realizar  su  viaje  de  circunnavegación,  cuan- 
do ya,  en  Noviembre  de  1521,  Alonso  de  Avalos  y  Rodríguez 
Chico,  soldados  de  Cortés,  acompañados  de  mexicanos,  de  tlax- 
caltecas  y  de  michoacanos,  llegaban  a  Zacatula  y  a  Santiago,  y 
tomaban  posesión  de  la  costa  del  Mar  del  Sur  en  nombre  del 
Rey  de  España;  a  ellos  siguió,  en  el  mismo  año,  Cristóbal  de 
Olid  y,  en  principios  del  año  de  1522,  se  construían  buques  por 
orden  de  Cortés  en  Tehuantepec  y  Zacatula,  para  surcar  ese 
Océano  y  extender  las  conquistas  de  España:  nativos  de  México 
igualmente  fueron  los  constructores  y  los  que  se  embarcaron  en 
esas  naves  para  seguir  los  descubrimientos,  antes  que  Pascual 
de  Andagoya,  teniente  de  Pedrarias  Dávila,  hiciera  otro  tanto 
en  Panamá.  . 

Además  de  esto,  los  descubrimientos  y  expediciones  de  Ruy 
López  de  Villalobos,  de  Mendaña,  de  Ortún  Jiménez,  de  Her- 
nando de  Grijalva,  de  Hernando  de  Alarcón,  de  Hernán  Cortés, 
de  Miguel  López  de  Legazpi  y  muchos  otros,  que  tanto  hicieron 
adelantar  la  geografía  oceánica  en  el  siglo  xvi,  se  llevaron  a 
cabo  con  recursos  sacados  de  la  floreciente  colonia  Nueva  Espa- 
ña, con  elementos  de  ella  y  con  gente  hispano-mexicana,  como  fué 
mucha  de  la  que  acompañó  a  Legazpi  por  orden  del  virrey  Don 
Luis  Velasco  1.°.  Llegaron  a  tal  grado  las  relaciones  marítimas 
que  México  tuvo  con  las  Filipinas  y,  en  general,  con  todo  el 
Océano  Pacífico,  que  puede  decirse  que  aquello  no  fué  Colonia  de 


128  SOCIEDAD    MEXICANA 


España,  sino  de  la  Nueva  España,  y  que  este  Océano  fué  un 
mar  mexicano  durante  todo  el  siglo  citado;  pues,  hasta  muy  en- 
trado el  siguiente,  consta  que  navegantes  de  otras  naciones  em- 
pezaron a  frecuentarlo.  Y  por  el  comercio  que  en  el  Pacífico 
hacía  México,  entonces,  señores,  el  peso  mexicano  invadió  con 
su  poder  los  países  orientales  hasta  adquirir  el  crédito  tan 
notorio  que  tuvo,  y  que  conserva  aún  en  gran  parte,  a  pesar 
de  la  constante  y  enconada  guerra  que  durante  un  siglo  se  le  ha 
hecho. 

Estas  son,  entre  otras,  las  razones  que  hay  para  que  México 
acoja  con  entusiasmo  la  proposición  de  celebrar  el  cuarto  cen- 
tenario del  descubrimiento  del  Océano  Pacífico,  revivida  aquí 
por  la  elocuencia  y  valimientos  de  nuestro  distinguido  colega  el 
señor  D.  Enrique  Santibáñez,  a  cuya  proposición  me  uno,  me  ato 
con  todas  las  fuerzas  de  mi  alma. 

México,  Julio  31  de  1911. 

Román  Rodríguez  Peña. 


CORRESPONDENCIA  OFICIAL 


Secretaría  de  Fomento,  Colonización  e  Industria.  —  Sección 
Administrativa. — Núm.  736. 

La  Secretaría  de  Kelaciones  dijo  a  ésta  de  mi  cargo,  con  fecha 
17  del  actual: 

''El  señor  Ministro  de  España  me  dice  en  nota  fechada  el  14 
de  los  corrientes,  lo  que  sigue:  "Adjunto  tengo  la  honra  de  re- 
mitir a  V.  E.  recortes  (duplicados)  de  periódicos  españoles  de 
esta  capital,  reproduciendo  el  Real  Decreto  de  9  de  xlbril  último, 
sobre  la  celebración  del  IV  centenario  del  descubrimiento  del 
Océano  Pacífico,  el  25  de  Septiembre  de  1513,  por  Vasco  Núñez 
de  Balboa,  y  la  notable  y  sentida  carta  dirigida  a  S.  M.  el  Rey 
con  este  motivo  por  el  señor  Presidente  de  la  República  de  Pa- 
namá. Nada  necesito  agregar,  señor  Ministro,  a  lo  elocuente- 
mente expresado  en  ambos  documentos  respecto  a  la  próxima 
solemne  celebración  de  tan  trascendental  hecho  legendario,  que 
tiene  tanto  de  heroico  como  de  romántico  y  a  la  que  estoy  seguro 
presentará  su  simpatía  el  Gobierno  de  la  República.  El  tema  se 
adapta  perfectamente  a  los  estudios  y  a  la  competencia  de  la 
prestigiosa  e  importante  Sociedad  de  Geografía  y  Estadística, 
que  creo  saber  ha  acogido  el  asunto  con  interés  y  mucho  agra- 
decería a  V.  E.  se  sirva  hacer  llegue  a  su  conocimiento  esta 
comunicación  que  tengo  la  honra  de  dirigir  a  V.  E." 


130  SOCIEDAD    MEXICANA 


''Lo  que  me  honro  en  transcribir  a  Ud.  a  la  vez  que  me  permito 
acompañarle  los  anexos  que  se  citan,  para  su  conocimiento  y 
efectos  que  estime  conducentes." 

Lo  que  comunico  a  Ud.  para  su  conocimiento  y  para  los  fines 
a  que  haya  lugar,  acompañándole  un  ejemplar  de  los  recortes 
que  se  citan,  enviados  por  la  misma  Secretaría. 

México,  Julio  25  de  1913.— Por  orden  del  S.  S.  Encargado  del 
Despacho,  el  oficial  mayor,  E.  Martínez  Baca. — Rúbrica. 

Al  Vicepresidente  de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y 
Estadística. — Presente. 


EL  DESCUBRIMIENTO  DEL  PACIFICO 


Real  Decreto  declarando  oficial 

la  celebración  del  cuarto  centenario  del  descubrimiento 

del  Océano  Pacífico,  por  Vasco  Núñez  de  Balboa 


En  la  ''Gaceta"  de  Madrid  aparece  el  siguiente  real  decreto, 
declarando  oficial  la  celebración  de  aquel  hecho  memorable,  en 
el  que  culminó  otra  de  tantas  veces  en  aquella  edad,  la  glo- 
ria, el  genio  incomparable  de  nuestra  Raza,  la  de  los  grandes 
destinos.  He  aquí  los  términos  en  que  está  concebido  el  decreto 
en  cuestión: 

EXPOSICIÓN 

Señor : 
•El  descubrimiento  del  Océano  Pacífico  por  un  reducido  nú- 
mero de  españoles,  capitaneados  por  Vasco  Núñez  de  Balboa,  el 
25  de  Septiembre  de  1513,  es  una  de  las  más  grandiosas  manifes- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  131 


taciones  de  los  heroicos  esfuerzos  de  nuestros  antepasados  en  el 
Mundo  Nuevo.  Próximo  a  cumplirse  el  cuarto  centenario  de  he- 
dió tan  trascendental  para  el  progreso  humano  y  tan  glorioso 
para  nuestra  patria,  el  Gobierno  de  S.  M.  juzga  que  es  deber  de  la 
Nación  conmemorarlo  dignamente. 

De  acuerdo  con  las  Corporaciones  llamadas  en  primer  término 
por  razón  de  su  instituto  a  colaborar  en  esta  obra  patriótica,  la 
Real  Academia  de  la  Historia,  iniciadora  del  pensamiento,  de 
la  Universidad  central,  la  Real  Sociedad  Geográfica  y  la  Unión 
Ibero  Americana,  estima  que  el  medio  más  adecuado  es  la  cele- 
bración en  Sevilla  de  un  Congreso  de  Historia  y  Geografía 
hispanoamericanas,  y  de  una  exposición  de  documentos,  obras, 
manuscritos,  mapas  y  planos  relativos  a  la  América  en  la  época 
colonial.  Abona  el  que  estos  actos  se  verifiquen  en  Sevilla,  no 
sólo  la  razón  histórica  de  haber  sido  esta  ilustre  ciudad  con  su 
famosa  casa  de  Contratación  centro  de  nuestras  relaciones  con 
América,  en  el  período  de  mayor  florecimiento  de  la  dominación 
de  España  en  aquel  continente,  sino  el  ser  depositarla  actual- 
mente en  el  archivo  de  Indias  y  la  Biblioteca  Colombina  del 
riquísimo  tesoro  documental  que  contiene  la  historia  del  descu- 
brimiento, la  conquista  y  la  colonización  de  la  América  española, 
y  que  ha  de  constituir  el  núcleo  principal  de  la  Exposición 
especial  proyectada.  Este  Congreso  y  esta  Exposición  serán  actos 
oficiales  preparatorios  de  la  Exposición  Hispánico-Americana, 
que  se  celebrará  en  Sevilla  el  año  de  1915,  según  estableció  la 
Ley  de  27  de  Diciembre  de  1910. 

Para  reunir  todas  las  garantías  de  acierto  en  la  celebración 
del  centenario,  se  encomienda  la  dirección  y  organización  del 
Congreso  y  de  la  Exposición  a  un  Comité  general,  compuesto 
del  Director  de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  el  Rector  de 
la  Universidad  Central,  los  Presidentes  de  la  Real  Sociedad 
Geográfica  y  de  la  Unión  Ibero  Americana,  el  Alcalde  Presidente 
del  Ayuntamiento  de  Sevilla  y  un  funcionario  designado  por  ca- 
da uno  de  los  Ministros  de  Estado,  Instrucción  Pública  y  Fo- 
mento, y  se  confía  la  adopción  de  las  disposiciones  necesarias 


132  SOCIEDAD    MEXICANA 


"^  para  la  cooperación  de  los  Centros  docentes,  y  en  particular  el 
Archivo  de  Indias  y  el  Ministerio  de  Instrucción  Pública  y  Bellas 
Artes. 

No  duda  el  Gobierno  que  el  noble  propósito  que  le  anima  ha 
de  hallar  eco  en  V.  M.,  siempre  dispuesto  a  honrar  las  glorias 
españolas,  así  como  en  la  nación  y  pueblos  hispanoamericanos, 
interesados  de  consuno  en  conmemorar  tan  fausto  acontecimien- 
to, y  en  su  consecuencia,  tiene  el  honor  de  someter  a  la  aproba- 
ción de  V.  M.  el  adjunto  proyecto  de  Decreto. 


Madrid,  26  de  Marzo  de  1913. 
Señor:  A.  L.  R.  P.  de  V.  M. 

REAL  DECRETO 

A  propuesta  del  Presidente  de  Mi  Consejo  de  Ministros, 

Vengo  a  decretar  lo  siguiente: 

Artículo  1.°  Se  declara  oficial  la  celebración  del  cuarto  cente- 
nario del  descubrimiento  del  Océano  Pacífico. 

Artículo  2.°  Para  conmemorar  tan  señalada  fecha,  se  celebrará 
bajo  la  protección  y  con  apoyo  del  Gobierno,  un  Congreso  de 
Historia  y  Geografía  Hispanoamericano  y  una  Exposición  de  do- 
cumentos, obras,  manuscritos,  mapas  y  planos  relativos  a  la  Amé- 
rica en  la  época  colonial  española. 

Artículo  3.°  Este  Congreso  y  Exposición  especial  tendrán  lu- 
gar en  Sevilla  y  servirán  de  actos  oficiales  preparatorios  para 
la  Exposición  Hispanoamericana  que  ha  de  verificarse  en  aque- 
lla capital  durante  el  año  de  1915,  conforme  a  lo  dispuesto  en  la 
Ley  de  27  de  Diciembre  de  1910. 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  133 


Artículo  4.°  Tendrá  a  su  cargo  la  dirección  y  organización  de 
los  trabajos  necesarios  para  celebrar  el  Congreso  y  la  Exposición 
autorizados  por  ese  Real  decreto,  un  Comité  general  compuesto: 
del  Director  de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  el  Rector  de  la 
Universidad  Central,  el  Presidente  de  la  Real  Sociedad  Geográ- 
fica, el  Presidente  de  la  Unión  Ibero-Americana,  el  Alcalde 
Presidente  del  Ayuntamiento  de  Sevilla  y  un  funcionario  desig- 
nado al  efecto  por  cada  uno  de  los  Ministros  de  Estado,  Tnstruc 
ción  Pública  y  Fomento  y  como  Secretario  general  un  Académico 
por  la  Historia  designado  por  esta  Corporación. 

Artículo  S.*'  Por  el  Ministerio  de  Fomento  se  dictarán  las  dis- 
posiciones necesarias  a  fin  de  que  sean  auxiliados  los  gastos  que 
originen  estas  atenciones,  como  necesarias  y  preparatorias  de 
la  Exposición  Hispanoamericana  de  Sevilla,  con  cargo  al  cré- 
dito consignado  para  este  fin  en  su  presupuesto  y  de  acuerdo 
con  las  disposiciones  de  la  Ley  de  27  de  Diciembre  de  1910. 

Artículo  6.°  El  Ministerio  de  Instrucción  Pública  y  Bellas 
Artes  acordará  cuanto  sea  necesario  para  la  concurrencia  y  la 
cooperación  que  deben  prestar  a  la  celebración  del  Centenario 
todos  los  Centros  docentes,  y  especialmente  el  Archivo  de  Indias 
de  Sevilla. 

Artículo  7.°  El  Ministro  de  Estado  facilitará  la  acción  del 
Comité  ejecutivo  en  cuanto  sea  de  su  especial  competencia. 

Dado  en  Palacio  el  veintiséis  de  Marzo  de  mil  novecientos 
trece. — Alfonso. 

Él  Presidente  del  Consejo  de  Ministros,  Alvaro  Figueroa. 


134  SOCIEDAD    MEXICANA 


PANAMÁ  Y  ESPAÑA 


EN  HONOR  DE  NUNEZ  DE  BALBOA 


He  aquí  el  texto  de  la  hermosa  carta  presentada  a  S.  M.  el 
Rey  por  eV  encargado  de  Negocios  de  la  Repiiblica  de  Panamá  en 
Francia,  D.  Julio  A.  Orillac. 

"Belisario  Porras,  Presidente  de  la  República,  a  S.  M.  Alfon- 
so XIII,  Rey  de  España. 

^'Grande  y  buen  amigo:  Al  tener  el  alto  honor  de  dirigirnos 
a  V.  M.  para  someter  a  vuestra  consideración  una  idea  que  liga  a 
la  Patria  nuestra  al  nombre  del  pueblo  hidalgo  de  que  sois  el  más 
caracterizado  representante,  es  motivo  de  viva  satisfacción  para 
nosotros  ofreceros  nuestro  entusiasta  y  amistoso  saludo,  con  la 
más  sincera  protesta  de  aprecio  del  pueblo  y  Gobierno  paname- 
ños, para  la  noble  Nación  española  y  su  ilustre  Soberano. 

Entre  las  antiguas  colonias  españolas  de  América  y  la  Metró- 
poli se  han  iniciado  en  los  últimos  años  vigorosas  corrientes 
de  simpatía,  que  tienden  a  estrechar  los  vínculos  de  amor  y  soli- 
daridad que  deben  cultivarse  entre  pueblos  de  un  mismo  origen, 
que  hablan  la  misma  lengua,  y  que  por  similitud  de  aspiraciones 
marchan  por  la  misma  ruta  hacia  las  con(}uistas  del  porvenir. 
La  República  de  Panamá  acaba  de  dar  una  muestra  de  que 
participa  de  ese  movimiento  noble  de  acercamiento  hacia  España, 
y  por  medio  de  una  ley,  expedida  por  la  Asamblea  Nacional,  ha 
decretado  la  glorificación  del  descubridor  del  mar  del  Sur  en 
el  IV  centenario  de  aquel  hecho  histórico,  que  el  genio  ha  brin- 
dado a  las  brillantes  páginas  del  heroísmo  de  P^spaña. 

Esa  ley  de  la  Asamblea  Nacional  declara  día  de  fiesta  para  la 
República  el  25  de  Septiembre  de  1913;  dispone  abrir  un  con- 
curso para  premiar  la  mejor  composición  lírica  sobre  el  magno 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  135 


suceso  del  descubrimiento  del  Océano  Pacífico,  y  ordena,  para 
conmemorar  de  manera  digna  la  hazaña  del  adelantado  Vasco 
Núñez  de  Balboa,  se  organice  una  Exposición  Nacional,  que  de- 
berá abrirse  en  Enero  de  1914,  y  a  la  cual  serán  invitados  tanto 
la  antigua  madre  Patria  como  los  países  hermanos  de  este  Con- 
tinente. Oportunamente  y  por  el  órgano  respectivo,  recibirá  el 
Gobierno  de  V.  M.  la  invitación  para  el  certamen,  al  cual  anhe- 
lamos (jue  no  falte  España;  pues  se  trata  de  una  gran  fiesta  de 
familia,  en  que  a  ella  corresponde  lugar  preeminente  por  haber 
de  conmemorarse  un  hecho  histórico  que  es  un  timbre  y  bla- 
són de  que  puede  y  debe  estar  justamente  orgullosa  la  Nación 
española. 

Panamá,  que  ha  dado  el  nombre  de  Balboa  al  punto  desde 
donde  debió  descubrir  el  intrépido  español  las  aguas  del  Pacífico ; 
que  distingue  con  el  nombre  de  Balboa  la  moneda  nacional,  y  ha 
fijado  la  efigie  del  descubridor  en  los  sellos  de  Correos,  aspira, 
además,  a  perpetuar  en  las  edades  la  hazaña  del  adelantado  por 
medio  de  una  estatua  colosal,  como  la  de  la  Libertad  en  Nueva 
York,  que  destaque  sobre  las  aguas  del  gran  Océano  el  gesto 
histórico  de  su  glorioso  descubridor.  Con  este  fin  nos  dirigimos 
principalmente  a  V.  M.  Deseamos  que  la  estatua  de  Balboa  se 
erija  en  Panamá,  frente  a  la  entrada  del  Canal,  en  sitio  donde 
sea  saludada  eternamente  por  las  banderas  de  todas  las  Na- 
ciones y  por  los  hombres  de  todas  las  razas ;  y  para  que  ella  cons- 
tituya algo  así  como  un  símbolo  de  solidaridad  de  la  raza,  aspi- 
ramos a  que  su  costo  sea  cubierto  por  contribución  voluntaria 
de  españoles  y  latino-americanos.  Y  sería  motivo  de  júbilo  para 
nosotros  encabezar  esa  subscripción  con  V.  M.,  y  asociados  a 
vuestro  nombre  prestigioso,  dirigir  una  excitación  sobre  la  reali- 
zación de  este  pensamiento,  a  los  pueblos  y  gobiernos  de  los 
países  latinos  de  América. 

Esperamos  con  patriótico  desinterés  la  contestación  de  V.  M. 
para  dar  pública  expansión  a  nuestro  propósito  de  conmemorar 
diguamente  la  gloriosa  empresa  del  descubridor  del  Pacífico. 


136  SOCIEDAD    MEXICANA 


Son  nuestros  mejores  votos  por  vuestra  ventura  y  por  la  de 
vuestra  augusta  familia,  y  por  la  prosperidad  de  la  noble  y  que- 
rida madre  España. 

Grande  y  buen  amigo. 

Vuestro  grande  y  buen  amigo,  Belisario  Porras. — Kefrenda- 
da. — Ernesto  T.  Lefevre. 

Palacio  Nacional.  Panamá,  31  de  Enero  de  1913. 


Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística. — Niímero  83. 

Esta  Sociedad  ha  tenido  el  honor  de  recibir  la  nota  de  usted, 
número  736  girada  por  la  Sección  Administrativa,  con  fecha  25 
del  presente  mes,  en  la  cual  se  ha  servido  transcribir  la  de  la 
Secretaría  de  Relaciones  Exteriores,  que  contiene  una  comuni- 
cación del  señor  Ministro  de  España  acompañando  recortes  de  pe- 
riódicos españoles  que  reprodujeron  el  Real  Decreto  de  9  de 
Abril  último,  sobre  la  celebración  del  cuarto  centenario  del  des- 
cubrimiento del  Océano  Pacífico,  por  Vasco  Núñez  de  Balboa; 
así  como  la  carta  dirigida  por  el  Sr.  D.  Belisario  Porras,  Presi- 
dente de  la  República  de  Panamá  a  S.  M.  el  Rey  de  España, 
proponiendo  entre  otras  cosas,  la  erección  de  una  estatua  colo- 
sal a  Núñez  de  Balboa,  a  la  entrada  del  Canal  de  Panamá. 

En  debida  respuesta  a  la  nota  de  Ud.  tengo  el  honor  de  ma- 
nifestarle que  esta  Sociedad  desde  el  mes  de  Marzo  próximo 
pasado,  había  comenzado  a  ocuparse,  cerca  de  la  Secretaría  que 
es  al  digno  cargo  de  Ud.,  en  dar  los  primeros  pasos  encaminados 
a  determinar  la  forma  y  manera  en  que  hubiera  de  celebrarse  el 
aniversario  de  aquel  célebre  descubrimiento  geográfico,  y  al  efecto 
se  acercaron  al  Sr.  Ing.  D.  Alberto  Robles  Gil,  que  a- la  sazón 
desempeñaba  el  cargo  de  Secretario  de  Fomento,  el  Vicepresi- 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  137 


dente  de  esta  Corporación,  Sr.  Lie.  D.  Joaquín  D.  Casasús  y  el 
señor  D.  Telesforo  García. 

Con  posterioridad  el  Sr.  D.  Enrique  Santibáñez  propuso  que 
la  Sociedad  efectuara  una  sesión  solemne,  para  conmemorar  el 
descubrimiento  del  Mar  Pacífico,  y  la  Sociedad  nombró  una 
comisión  formada  por  el  señor  Secretario  Perpetuo  D.  Francisco 
Belmar,  por  el  mismo  Sr.  Santibáñez  y  por  el  Primer  Secretario 
don  Alberto  M.  Carreño,  a  ñn  de  que  se  organizara  dicha  sesión 
solemne.  La  Sociedad  ha  aprobado  ya  que  el  día  25  de  Septiem- 
bre próximo,  se  efectúe  tal  sesión,  en  la  que  habrán  de  desarro- 
llarse los  siguientes  temas: 

í.  Descripción  Geográfica  de  las  Costas  Americanas  del  Pa- 
cífico. 

II.  Reseña  general  de  los  elementos  que  en  todos  los  ramos 
del  saber  y  de  la  industria  humanos,  se  han  desarrollado  en 
las  poblaciones  y  región  del  Pacífico  en  el  Continente  Ameri- 
cano. 

III.  Inñuencia  del  Canal  de  Panamá  en  el  Comercio  Mun- 
dial. 

IV.  Noticias  de  los  descubridores  y  navegantes  del  Pacífico, 
haciendo  una  especial  designación  de  Vasco  Núñez  de  Balboa. 

Estos  temas  serán  desarrollados  por  los  Sres.  Lie.  Ezequiel 
A.  Chávez,  Enrique  Santibáñez,  Gonzalo  de  Murga  y  Telesforo 
García,  respectivamente. 

Además  el  Sr.  Dr.  D.  Enrique  González  Martínez  habrá  de  pro- 
nunciar una  poesía. 

La  Comisión  organizadora  de  esta  festividad  tiene  el  propó- 
sito de  que  la  celebración  del  centenario  del  descubrimiento  del 
Pacífico  sea  tan  solemne,  como  aquel  acontecimiento  exige,  y 
aguarda  que  Ud.,  como  Presidente  nato  de  esta  Corporación,  ha- 
brá de  prestar  toda  su  ayuda  moral  para  que  alcance  el  mayor 
éxito  posible. 


138  SOCIEDAD    MEXICANA 


Aprovecho  esta  ocasión  para  protestarle  a  Ud.  mi  respetuosa 
consideración. 

Libertad  y  Constitución.  México,  Agosto  5  de  1913. — El  Primer 
Secretario,  A.  M.  Garreño. 

Señor  Secretario  de  Fomento,  Colonización  e  Industria,  Pre- 
sidente de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística.— 
Presente. 


Secretaría  de  Fomento,  Colonización  e  Industria.  —  Sección 
Administrativa. — Número  993. 

Tengo  el  gusto  de  referirme  a  la  atenta  nota  de  Ud.,  fecha  5 
del  actual,  que  ya  transcribí  a  la  Secretaría  de  Relaciones,  di- 
ciéndole  que  esta  de  Fomento  prestará  toda  su  ayuda  moral  a 
esa  Sociedad,  para  que  obtenga  éxito  la  sesión  extraordinaria 
del  25  de  Septiembre  próximo,  para  celebrar  el  aniversario  del 
descubrimiento  del  Pacífico. 

México,  Agosto  13  de  1913.— Por  orden  del  Secretario,  el  Sub- 
secretario, José  G.  Aguilera. — Rúbrica. 

Al  Vicepresidente  de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Es- 
tadística.— Presente. 


Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística. — Número  8G. 

En  la  sesión  celebrada  por  esta  Sociedad  el  jueves  31  de  Julio 
próximo  pasado,  se  leyó  una  nota  enviada  por  el  Ministro  de 
Fomento,  Colonización  e  Industria,  que  es  su  Presidente  nato, 
en  la  cual  nota  se  transcribía  una  del  señor  Ministro  de  Es- 


DE    GEOGKArÍA    Y    ESTADÍSTICA  139 


paña  en  México,  acompañando  recortes  de  periódicos  españo- 
les, que  reprodujeron  el  real  decreto  expedido  por  S.  M.  Al- 
fonso XIII,  el  26  de  Marzo  de  este  año,  por  iniciativa  de  la 
Real  Academia  de  la  Historia,  de  la  Universidad  Central,  de 
la  Real  Sociedad  de  Geografía  y  de  la  Unión  Ibero-Americana, 
así  como  una  copia  de  la  carta  enviada  por  el  Sr.  D.  Belisario 
Porras,  Presidente  de  la  República  de  Panamá  a  S.  M.  el  Rey, 
relacionados  estos  documentos  con  la  celebración  del  cuarto  cen- 
tenario del  descubrimiento  del  mar  Pacífico. 

Tomando  en  cuenta  el  justificado  empeño  que  esa  Real  Aca- 
demia ha  demostrado  para  celebrar  debidamente  aquel  impor- 
tante hecho  histórico,  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y 
Estadística  acordó  que  se  pusieran  en  el  conocimiento  de  esa 
ilustre  Corporación,  todas  las  resoluciones  que  la  referida  Socie- 
dad de  Geografía  ha  venido  tomando,  por  su  parte,  a  fin  de  que 
México  pueda  a  su  vez  dar  una  muestra  del  vivísimo  interés  con 
que  mira  heclios  tan  trascendentales,  como  el  que  llevó  a  térmi- 
no Vasco  Núñez  de  Balboa. 

Cumpliendo,  pues,  con  ese  acuerdo,  me  honro  en  manifestar 
a  üd.  que  desde  el  mes  de  Marzo  próximo  pasado,  el  Vicepresi- 
dente de  esta  Corporación,  Sr.  Lie.  I).  Joaquín  D.  Casasús  y  el 
socio  Sr.  D.  Telesforo  García,  indicaron  la  conveniencia  de  que 
México  celebrara  de  algún  modo,  aquel  aniversario,  e  iniciaron 
algunos  trabajos  a  este  respecto,  cerca  de  la  Secretaría  de  Fo- 
mento, Colonización  e  Industria. 

Con  posterioridad  el  día  17  de  Julio,  el  Sr.  D.  Enrique  Santi- 
báñez  presentó  una  moción  para  que  la  Sociedad  efectuara  una 
sesión  especial,  consagrada  a  conmemorar  el  descubrimiento  del 
Océano  Pacífico;  y  como  aquella  moción  fuera  calurosamente 
sostenida  por  los  socios  Sres.  Telesforo  García  y  Alberto  M. 
Carreño,  la  Sociedad  acordó  nombrar  una  Comisión  compuesta  del 
Secretario  perpetuo,  señor  Magistrado  I).  Francisco  Belmar, 
del  mismo  Sr.  Santibánez  y  del  Primer  Secretario,  el  referido  se- 
ñor Carreño,  a  fin  de  que  formaran  un  proyecto  conforme  al  cual 
habrá  de  efectuarse  aquella  celebración. 


140  SOCIEDAD    MEXICANA 


Los  comisionados  propusieron  entonces,  que  el  día  25  de  Sep- 
tiembre próximo,  se  verifique  una  sesión,  lo  más  solemne  que 
sea  dable  realizar,  y  a  la  cual  se  invite  especialmente  a  los  Agen- 
tes Diplomáticos  y  Consulares  de  España  en  la  Capital  de  la 
República,  así  como  a  los  españoles  residentes  en  ella,  debiendo 
desarrollarse  los  cuatro  siguientes  temas: 

I.  Descripción  Geográfica  de  las  costas  americanas  del  Pa- 
cífico. 

II.  Reseña  general  de  los  elementos  que  en  todos  los  ramos 
del  saber  y  de  la  industria  humanos,  se  han  desarrollado  en 
las  poblaciones  y  región  del  Pacífico  en  el  Continente  Ameri- 
cano. 

III.  Influencia  del  Canal  de  Panamá  en  el  Comercio  Mun- 
dial. 

IV.  Noticias  de  los  descubridores  y  navegantes  del  Pacífico, 
haciendo  una  especial  designación  de  Vasco  Núñez  de  Balboa. 

Estos  temas  habrían  de  estar  a  cargo  de  los  Sres.  Lie.  Ezequiel 
A.  Chávez,  Enrique  Santibánez,  Gonzalo  de  Murga  y  Telesforo 
García,  respectivamente;  y  además  el  Sr.  Dr.  D.  Enrique  Gon- 
zález Martínez  habría  de  pronunciar  una  poesía. 

Sometido  este  dictamen  a  la  resolución  de  la  Sociedad,  lo  ha 
aprobado  en  todas  sus  partes,  y  la  Comisión  antes  citada,  trabaja 
con  el  mayor  empeño,  a  fin  de  que  México  solemnice  con  el  brillo 
que  es  debido,  uno  de  los  hechos  histórico-geográficos  más  impor- 
tantes en  la  vida  de  la  humanidad. 

Al  poner  este  hecho  en  el  conocimiento  de  Ud.,  aprovecho  la 
oportunidad  para  protestarle  las  seguridades  de  mi  atenta  y  dis- 
tinguida consideración.^ 


1  Mutatis  inutandis  se  dirigieron  iguales  notas  a  la  Keal  Sociedad  Geográfica,  a 
la  Universidad  Central  y  a  la  Unión  Ibero- Americana. 


DE    GEOGBAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  141 


Libertad  y  Constitución.  México,  Agosto  7  de  1913. — El  Primer 
Secretario,  A,  M.  Garreño. 

Señor  Presidente  de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  Ma- 
drid. 


Secretaria  de  Instrucción  Pública  y  Bellas  Artes. — Sección 
Universitaria. — Mesa  2.^ — Número  2781. 

Hoy  digo  al  C.  Director  de  la  Orquesta  del  Conservatorio  Na- 
cional de  Música  lo  que  s^gue: 

"Sírvase  usted  ponerse  de  acuerdo  con  la  Comisión  relativa 
de  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  para  de- 
cidir la  participación  que  esa  Orquesta  debe  tomar  en  la  con- 
memoración del  IV  Centenario  del  Descubrimiento  del  Océano 
Pacífico  por  Vasco  Núfíez  de  Balboa,  que  deberá  celebrarse  el  25 
del  presente  mes." 

Y  lo  transcribo  a  ustedes  para  su  conocimiento,  reiterándoles 
mi  atenta  consideración. 

Libertad  y  Constitución.  México,  5  de  Septiembre  de  1913. — Por 
orden  del  Secretario,  el  Subsecretario,  Eduardo  Tamariz. — Rú- 
brica. 

A  los  Sres.  Lies.  Francisco  Belmar  y  Alberto  M.  Carrefío,  So- 
ciedad de  Geografía  y  Estadística. — Presente. 


142  soca:EDAD  mexicana 


Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística. — Número  216. 

Tan  pronto  como  esta  Sociedad  recibió  la  atenta  nota  de  us- 
ted, de  feclia  5  del  presente  mes,  el  Primer  Secretario  que  subs- 
cribe se  acercó  al  Sr.  Prof.  D.  Carlos  J.  Meneses,  Director  de  la 
Orquesta  del  Conservatorio  a  fin  de  ponerse  de  acuerdo  respecto 
de  la  participación  que  habrá  de  tomar  dicha  Orquesta  en  la 
ceremonia  con  que  esta  Corporación  celebrará  el  día  25  del  pre- 
sente mes,  el  cuarto  centenario  del  descubrimiento  del  Océano 
Pacífico. 

Con  el  propósito  de  allanar  todas  las  dificultades  que  pudie- 
ran existir,  y  que  tan  distinguida  agrupación  artística  prestara 
su  concurso  a  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística, 
aceptó  de  buen  grado  las  indicaciones  que  el  Sr.  Prof.  Meneses 
se  sirvió  hacer  y  han  quedado  ya  concluidos  los  preparativos 
para  que  la  Orquesta  tome  participación  en  la  velada.  La  So- 
ciedad Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  en  consecuencia, 
ha  acordado  expresar  a  Ud.  su  agradecimiento  por  haber  aco- 
gido con  benevolencia  la  súplica  que  se  permitió  hacerle  para  que 
permitiera  que  la  referida  Orquesta  contribuyera  a  la  celebración 
del  centenario  del  descubrimiento  del  Mar  Pacífico. 

Al  transmitir  a  üd.  este  acuerdo,  me  es  grato  protestarle  las 
seguridades  de  mi  atenta  consideración. 

Libertad  y  Constitución.  México,  Septiembre  22  de  1913. — 
A.  M.  Carreño,  primer  Secretario. 

Señor  Secretario  de  Estado  y  del  Despacho  de  Instrucción 
Pública  V  Bellas  Artes. — Presente. 


Número. 


La  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística,  en  sesión 
del  dos  del  presente  mes,  acordó  enviar  a  la  Junta  directiva  del 
Casino  Español  y  a  sus  honorables  miembros,  un  voto  de  alto 


DE    GEOGRAFÍA    Y    ESTADÍSTICA  143 


reconocimiento,  tanto  por  haber  ofrecido  la  primera  a  esta  So- 
ciedad, por  medio  del  Sr.  D.  Telesforo  García,  Vicepresidente 
accidental,  los  salones  que  posee,  para  que  en  ellos  se  efectuase 
la  velada  dedicada  en  memoria  del  descubrimiento  del  Océano 
Pacífico  i)or  Vasco  Núñez  de  Balboa,  como  porque  al  celebrarse 
esa  velada  el  25  de  Septiembre  anterior,  el  Sr.  D.  Valentín 
Elcoro,  Presidente  del  expresado  Casino  y  los  miembros  de  la 
Mesa  Directiva  honraron  a  la  Sociedad  y  le  dieron  lustre  al  acto 
con  su  pre<5encia,  y  porque  con  todo  esto  ha  visto  la  Sociedad 
Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  con  especial  atención  y  ha 
estimado  en  alto  grado  que  la  Junta  Directiva  del  Casino  E-v- 
panol  hubiera  querido  que  en  unión  fraternal,  se  efectuara  un.i 
fiesta  organizada  por  mexicanos,  en  honor  del  célebre  aventurer> 
Vasco  Núñez  de  Balboa,  dando  así  un  testimonio  del  deseo,  cada 
vez  más  acentuado  y  cada  vez  más  entusiasta,  de  que  se  fundan 
en  un  crisol  de  afectos  puros  y  de  ideales  levantados,  dos  pueblos 
que  por  su  lengua  y  por  sus  instituciones  tienden  a  un  fin,  el  de 
formar  un  solo  pueblo. 

Cumpliendo,  pues,  con  tal  acuerdo,  por  la  presente  envío  a  us- 
ted, para  que  así  lo  haga  a  la  Mesa  Directiva  y  honorables  miem- 
bros del  Casino  Español,  el  voto  de  reconocimiento  de  la  So- 
ciedad Mexicana  de  Geografía  y  Estadística,  protestándole  las 
seguridades  de  mi  atenta  y  distinguida  consideración. 

Libertad  y  Constitución.  México,  Octubre  3  de  1913. — El  Se- 
cretario Perpetuo,  Francisco  Belmar. — Rúbrica. 

Al  Sr.  D.  Valentín  Elcoro,  Presidente  del  Casino  Español. — 
Presente. 


Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística. — Número  258. 

La  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística  en  su  sesión 
de  ayer,  acordó  dar  un  voto  de  gracias  a  la  Orquesta  del  Con- 
servatorio y  a  su  muy  digno  director,  por  su  importantísima 


144  SOCIEDAD    MEXICANA 


participación  en  la  sesión  solemne  con  que  quiso  conmemorar 
el  cuarto  centenario  del  descubrimiento  del  mar  Pacífico. 

La  Sociedad  estima  en  todo  su  valer  la  ayuda  que  tan  eficaz- 
mente le  prestó  la  agrupación  artística  que  ha  conquistado  en 
nuestro  país  tan  justo  renombre  y  yo  me  complazco  en  ser  el 
intérprete  de  los  sentimientos  de  la  Sociedad,  expresándole  a  us- 
ted su  reconocimiento. 

Protesto  a  Ud.  las  seguridades  de  mi  atenta  y  distinguida  con- 
sideración. 

Libertad  y  Constitución.  México,  Octubre  3  de  1913.— A.  M. 
Garreño,  primer  Secretario. 

Sr.  Prof.  D.  Carlos  J.  Meneses,  Director  de  la  Orquesta  del 
Conservatorio. — Presente. 


COMENTARIOS  DE  LA  PRENSA 


LA  VELADA  EN  HONOR  DE  VASCO  NUÑEZ  DE  BALBOA 


El  Sr.  D.  Gonzalo  de  Murga  pronunció  un  brillantísimo  discurso  en 
que  analizando,  analizando,  llegó  hasta  el  "Caso  México"  re- 
firiéndose a  los  Estados  Unidos  con  una  fina  y  punzante  sátira. 


'^El  Imparcial,"  Septiembre  26  de  1913. 

La  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística,  celebró  ayer, 
en  el  amplio  salón  de  actos  del  Casino  Español,  una  interesante 
velada  en  honor  del  célebre  navegante  español  Vasco  Núñez  de 
Balboa,  con  motivo  del  cuarto  centenario  del  descubrimiento  del 
Océano  Pacífico. 

La  velada  dio  comienzo  a  las  nueve  de  la  noche,  bajo  el  siguien- 
te interesante  programa: 

I.  Marcha,  Saint  Saenz. 

II.  Geografía  Económica  de  los  Estados  Americanos  del  Pa- 
cífico. Discurso  por  el  socio  Sr.  Enrique  Santibánez. 

III.  Esclarmonde,  Massenet. 

IV.  De  Núñez  de  Balboa  al  Coronel  Goethals.  Discurso  por  el 
socio  Sr.  D.  Gonzalo  de  Murga. 


146  SOCIEDAD    MEXICANA 


V.  Diluvio,  Saint  Saenz.  Violín  solo,  Sr.  Prof.  D.  Pedro  Valdés 
Fraga. 

VI.  Geografía  Física  del  Océano  Pacífico.  Discurso  por  el  so- 
cio Sr.  Lie.  D.  Ezequiel  A.  Chávez. 

VIL  Romanza,  Acaldes  Fraga.  Violín  solo  por  el  Sr.  Prof.  D.  Pe- 
dro Valdés  Fraga. 

VIH.  Descubridores  j  Pilotos  del  Mar  Pacífico:  Vasco  Núñez 
de  Balboa.  Discurso  por  el  Vicepresidente  interino,  Sr.  I).  Teles- 
foro  García. 

IX.  Juana  de  Arco.  Gran  Marcha  Solemne,  Moskowski. 

La  parte  musical  estuvo  a  cargo  de  la  orquesta  del  Conser- 
vatorio, dirigida  por  el  Sr.  Prof.  D.  Carlos  J.  Meneses. 

En  la  mesa  se  hallaba  el  Sr.  Garza  Aldape,  Ministro  de  Fo- 
mento, que  i>residía  el  acto,  sentándose  a  su  derecha  e  izquierda^ 
respectivamente,  los  señores  Ministro  de  España  en  México,  don 
Bernardo  de  Cólogan  y  Cólogan  y  D.  Valentín  Elcoro,  Presidente 
en  funciones  del  Casino  Español. 

En  sillones  laterales,  estaba  la  Junta  Directiva  de  la  Asocia- 
ción, integrada  por  los  caballeros,  Sres.  Francisco  Villa,  Santiago 
Arche,  Francisco  Bustillos,  Lorenzo  Astivia,  Gumersindo  Seoane, 
Cónsul  de  España  en  México,  D.  Emilio  Moreno  Rosales,  y  los 
oradores,  D.  Enrique  Santibáñez,  D.  Gonzalo  de  Murga  y  D.  Te- 
lesforo  García. 

Comenzó  la  velada  unte  una  numerosa  y  distinguida  concu- 
rrencia, que  llenaba  todos  los  asientos  del  salón,  y  el  Sr.  Santi- 
báñez, leyó  un  notable  y  extenso  trabajo  histórico-geográfico,  a 
propósito  del  descubrimiento  del  Pacífico,  por  el  insigne  nave- 
gante hispano  Vasco  Núñez  de  Balboa,  que  fué  muy  aplaudido  al 
final,  por  los  espectadores. 

Siguió  en  turno  D.  Gonzalo  de  Murga,  quien,  después  de  un  bre- 
ve preámbulo,  explicando  su  presencia  en  el  Casino  Español  y  de 
hacerse  personalmente  responsable  del  discurso  que  iba  a  leer, 


DE  GEOGBAFÍA  Y  ESTADÍSTICA  147 


con  gesto  gallardo,  dicción  perfecta  y  tonos  de  voz  admirables 
de  expresión,  dio  lectura  a  no  pocas  cuartillas,  que  tratando  al 
principio  de  Vasco  Núñez  de  Balboa,  Hernán  Cortés,  Cristóbal 
Colón  y  Saavedra  Cenón,  luego  se  engolfan  en  cuestiones  de  his- 
toria política,  siendo  el  tema  de  sus  viriles  párrafos,  sazonados 
de  humorismo  y  modelo  literario  en  su  género,  la  acción  absor- 
bente de  los  Estados  Unidos  del  Norte,  con  respecto  a  la  América 
Latina. 

Y  con  una  habilidad  y  un  humorismo  dignos  de  su  tallento,  el 
realmente  notable  conferencista,  hizo  breve  historia  de  la  política 
yankee,  comentó  razonadamente  sus  miras  expansionistas,  citó 
fechas,  nombres,  tratados,  habló  del  Canal  de  Panamá,  de  Wilson, 
de  Bryan,  de  Bolívar  y  de  otros  muchos,  exponiendo  comentarios 
oportunos  y  dignos  de  que  se  graben  en  nuestras  memorias,  para 
provecho  y  honor  de  nuestra  raza. 

Y  comentando  aquí,  ironizando  allá,  parafraseando  en  el  otro 
lado  y  siempre  fácil,  expresivo  y  sensato,  habló  al  final  de  las 
notas  enviadas  por  Casa  Blanca  al  Gobierno  mexicano,  que  — 
dijo,  —  provocaron  sonrisas,  risas  y  carcajadas  homéricas  en  to- 
do el  Honorable  Cuerpo  Diplomático. 

Tuvo,  finalmente,  para  México,  frases  tan  oportunas  como  sin 
ceras,  y  comentó  muy  acremente  la  conducta  del  Gobierno  norte- 
americano que  llevado  de  su  puritanismo....  o  fariseísmo,  se 
niega  a  reconocer  el  actual  Gobierno  mexicano,  constitucional- 
mente  establecido  según  todas  las  leyes  del  país. 

Tanto  al  final  como  en  los  ligeros  descansos  que  hizo  el  se- 
ñor Gonzalo  de  Murga  leyendo  su  excelente  y  viril  trabajo,  fué 
ruidosamente  aplaudido  por  la  concurrencia,  que  en  extremo 
complacida  escuchó  la  lectura  del  interesante  documento. 

El  Sr.  Ezequiel  Chávez  leyó  asimismo,  un  notable  discurso,  y 
luego  después  el  Sr.  D.  Telesforo  García,  Presidente  interino 
de  la  Sociedad  de  Geografía  y  Estadística  Mexicana,  con  voz 
fuerte  y  pausada,  regaló  a  los  oyentes  con  la  lectura  de  un  exce- 
lente y  original  trabajo,  lleno  de  observaciones,  de  doctrina  his- 
tórica y  de  comentarios  oportunos,  siendo  ambos  trabajos  premía- 
lo 


148  SOCIEDAD    MEXICANA 


dos  con  aplausos  por  los  espectadores,  que  salieron  muy  compla 
cidos  de  la  velada. 


LA  VELADA  DE  ANOCHE  EN  EL  CASINO  ESPAÑOL 


Se  conmemoró  el  IV  Centenario  del  descubrimiento  del  Pacifico 


''El  País,''  Septiembre  26  de  1918. 

A  la  hora  avanzada  en  que  escribimos  estas  líneas,  con  la  fes- 
tinación que  exige  la  labor  periodística,  no  podremos  extender- 
nos para  glosar  dignamente,  a  través  de  la  crónica,  la  fiesta  de 
alta  intelectualidad  y  de  memorable  recordación  que  anoche  se 
verificó  en  los  elegantes  salones  del  Casino  Español. 

El  tópico  fué  el  cuarto  centenario  del  descubrimiento  del  Océa- 
no Pacífico  por  el  audaz  marino  Vasco  Núñez  de  Balboa,  con 
cuya  ocasión  la  Sociedad  Mexicana  de  Geografía  y  Estadística 
celebró  una  selecta  velada,  que  presidió  el  Ministro  de  Fomento, 
licenciado  Manuel  Garza  Aldape  y  el  Ministro  de  España,  D.  Ber- 
nardo de  Cólogan  y  Oólogan. 

El  amplio  y  puntuoso  salón  central  del  casino  de  la  Avenida 
de  Isabel  la  Católica,  se  vio  lleno  de  una  selecta  concurrencia, 
entre  la  que  vimos  a  prominentes  personajes  de  nuestros  centros 
científicos  y  literarios  y  muchas  distinguidas  familias  de  la  co 
Ion  i  a  española. 

LA  PARTE  MUSICAL 

La  parte  musical  estuvo  a  cargo  de  la  benemérita  orquesta  del 
Conservatorio  Nacional,  que  bajo  la   clara  batuta  del  maestro 
Meneses,  ejecutó  selectas  páginas  musicales,  entre  las  que  figu 
raron  obras  de  Saint-Saenz,  Moskowski  y  Massenet. 


DE    GEOGRAFÍA    Y   ESTADÍSTICA  149 


Como  un  pórtico  triunfal  la  velada  se  inició  con  la  Marcha 
de  Saint- Saenz,  de  una  marcialidad  grandiosa  y  de  una  inspira- 
ción digna  del  autor  de  la  ^'E vocación."  Otra  marcha,  la  de 
Moskowski,  la  Gran  Marcha  Solemne,  cerró  el  programa,  y  en  los 
intermedios  oímos  la  deliciosa  página  "Esclarmonde/'  de  Masse- 
net,  de  original  factura,  el  Diluvio,  de  Saint- Saenz,  de  instrumen- 
tación brillante  y  emotiva,  y  briosamente  interpretado  por  los 
artistas  del  Conservatorio.  Valdés  Fraga,  el  artista  com])atriota, 
tocó  con  sentimentalismo  su  romanza  para  violín,  ingenua  y  cla- 
ra, accesible  y  selecta,  que  mereció  insistentes  aplausos. 

LA  PARTE  LITERARIA 

La  parte  literaria  fué  escogida.  Hablaron  los  señores  socios  don 
Enrique  Santibáfí^ez,  D.  Gonzalo  de  Murga  y  D.  Ezequiel  Chávez, 
y  el  Sr.  Telesforo  García,  vicepresidente  del  Casino  Español. 

No  podemos  extendernos,  como  lo  quisiéramos,  pues  repetimos 
que  esta  nota  de  impresión  tendrá  que  ser  breve;  así,  pues,  nos 
limitaremos  a  decir  que  la  selecta  concurrencia  aplaudió  a  todos 
los  oradores. 

El  Sr.  Santibáñez  hizo  un  erudito  estudio  sobre  la  Geografía 
Económica  de  los  Estados  Americanos  del  Pacífico,  tema  que 
desarrolló  concienzudamente,  conquistando  la  atención  del  audi- 
torio, que  asistía  a  una  cátedra  de  ciencia  geográfica. 

El  Sr.  Gonzalo  de  Murga  pronunció  un  discurso  que  en  su 
oportunidad  comentaremos,  por  ser  de  gran  importancia. 

Después  de  las  doce  terminó  la  velada. 


150  SOCIEDAD    MEXICANA 


SOLEMNE  VELADA  EN  llOXOR  DE  VASCO  NÜÑEZ  DE  BALBOA 


"A7  Diario,"  Septiembre  27  de  1913. 

Bajo  el  programa  que  oportunamente  i)ul)licamos,  la  noche 
de  antier  en  el  elegante  salón  de  bailes  del  Casino  Español,  tuvo 
lugar  una  solemne  velada,  con  la  cual  se  conmemoró  el  aniver- 
sario del  cuarto  centenario  del  descubrimiento  del  mar  Pacífico, 
por  el  adelantado  Núñez  de  Balboa. 

La  concurrencia  fué  tan  numerosa  como  selecta,  ocupando  to- 
talmente la  sillería  de  Viena,  que  en  cerradas  filas  fué  colocada 
frente  al  elegante  foro  del  "hall." 

La  velada  fué  presidida  por  el  señor  Ministro  de  Fomento,  li- 
cenciado Oarza  Aldape,  quien  a  su  derecha  tenía  al  presidente 
de  la  Sociedad  de  Geografía  y  Estadística  en  funciones,  Sr.  D.  Te- 
lesforo  García,  y  a  su  izquierda  al  señor  Ministro  de  España  en 
México,  D.  Bernardo  de  Cólogan  y  Cólogan. 

Además,  tomanm  asiento  como  invitados  de  honor,  el  Cónsul 
de  España,  Sr.  D.  Emilio  Moreno  Rosales,  el  l»residente  del  Círcu- 
lo Español  D.  Valentín  Elcoro  y  los  intelectuales  que  forman  la 
directiva  de  la  mencionada  Sociedad  de  Geografía  y  Estadís- 
tica. 

Los  socios  Sres.  Enrique  Santibáñez,  Gonzalo  de  Murga,  licen- 
ciado D.  Ezequiel  A.  Chávez,  y  D.  Telesforo  García  leyeron  in- 
teresantísimos trabajos,  relativos  todos  a  la  fecha  que  se  conme- 
moraba, siendo  sin  excepción,  muy  aplaudidos  al  concluir  y 
durante   sus   discursos. 

La  parte  musical  estuvo  a  cargo  de  la  magistral  orquesta  del 
Conservatorio  y  del  violinista  D.  Pedro  Valdés  Fraga,  quien  co- 
sechó muchas  i)almas  en  los  números  que  como  solista  ejecutó. 


índice 

El  Deíicubrbnienfo  del  Océano  Pacifico  y  la  Sociedad  Mexicana  de  (ieo¡ira- 
fia  y  EstadUfica.  Kcseña  por  el  Primer  Secretario  Sr.  Prof.  Alberto  M. 

Carreño íi 

Qeograjía,  Económica  de  los  Estados  Americanos  del  Pacífico.  Discurso  del 

socio  Sr,  D.  Enrique  Santibáñez 17 

De  Vasco  Núñez  de  Balboa  al  Coronel  Goefhals.  Discurso  del  socio  señor 

D.  Gonzalo  de  Murga 85 

Geografía  Física  del  Océano  Pacífico.  Conferencia  del  Sr.  Lie.  D.  Ezeíjuiel 

A.  Chávez 63 

Descubridores  y  Pilotos  del  Mar  Pacífico. —  Vasco  Núñez  de  Balboa.  Discur- 
so del  Vicepresidente  interino  Sr,  D.  Telesforo  García 79 

Vasco  Núñez  de  Balboa.  Estudio  de  Sir  Ciernen ts  K,   Morkham,  traducido 

por  el  socio  Sr.  Ing,  D.  Manuel  Bonilla 103 

El  Mar  Pacifico  y  Balboa.   Estudio  del  socio  Sr,  D.  Komán  Rodríguez  Pe- 
ña  ^ 119 

Correspondencia  con  la  Secretaría  de  Fomento  y  documentos  anexos 129 

Nota  a  la  Real  Academia  de  la  Historia 130 

Correspondencia  con  la  Secretaría  de  Instrucción  Pública  y  Bellas  Artes.,..     141 

Nota  al  Presidente  del  Casino  Español 142 

Nota  al  Director  de  la  Orquesta  del  Conservatorio 143 

Crónicas  de  la  prensa 145 


REAL    SOCIEDAD    QEOGRAEICA 

Sesión  del  25  de  Septiembre  de  1913 


\nv 


DEL  m 


MADRID 

Imprenta  del  Patr«iiato  df  Hnérfaiios  de  Inteadencia  é  Intervenoióu  Hilitarei. 

Caracas,  número  7. 

1918 


¥flSGO  m  DE  BHLBOII 


EL  DESGUBQIPIIENTO   DEL   PlflQ   DEL  SOB 


.      DISCURSOS 

que  se  dijeron  ó  leyeron  en  la  Sesión  extraorclinaria 
celebrada  por  la 

REAL    SOCIEDAD    GEOGRÁFICA 

el  25  de  Septiembre  de  1913 

para  conmemorar,  en  el  día  de  su  cuarto  centenario, 

el  descubrimiento  del  Océano  Pacífico. 


-'^ — "jj — ^r 


MADRID 

iBiprenfa  del  Patronato  de  Huérfanos  de  Intendencia  é  Intervencién  3Iilitareg. 

Caracas,  número  7. 

1913 


3 


VASCO  NÜÑEZ  I)H  BALBOA 

Y 

£L  DESCUBRIMIENTO  DEL  MAR  DEL  SUR 

que  se  dijeron  ó  leyeron  en  (a  Sesión  extraordinaria 

celebrada  por  la  Real  Sociedad  Geográfica  el  25  de  Septiembre 

de  1913  para  conmemorar,  en  el  día  de  su  cuarto  centenario, 

el  descubrimiento  del  Océano  Pacífico  (I). 


Discurso   del  Bitemo.  Si».  D.  l^icardo  Beltfán 
y   í^ózpide 

Secretario  general  de  la  Keal  Sociedad  Geográfica. 

ExcMO.  Sr.  : 
Señoras  y  Señores : 

En  alta  mar  se  hallaba  ya  la  expedición  que  hacia 
Tierra  Firme  dirigía  el  bachiller  Enciso,  cuando,  con  sor- 
presa de  todos,  rompiéronse  ó  se  abrieron  las  tablas  de 


(1)  Véanse  el  acta  de  esta  sesión  y  de  la  del  14  Octubre  siguiente  en 
la  Revista  de  Geografía  Colonial  y  Mercantil,  sección  destinada  á  «Actas 
de  las  sesiones»,  tomo  X,  números  11  y  12,  ó  sea  Noviembre  y  Diciembre 
de  1915. 


-  4  - 

un  tonel,  ó  se  rasgaron,  según  otros,  los  pliegues  de  una 
vela,  y  surgió  la  íigura  de  un  hombre,  de  gallarda  presen- 
cia, á  quien  nadie  conocía. 

Era  Vasco  Núñez  de  Balboa  que,  agobiado  de  cuitas  y 
de  deudas,  habíase  acogido  á  aquel  ardid  para  ponerse  á 
salvo  de  acreedores  y  enemigos. 

El  primer  impulso  de  Enciso  fué  mandar  que  arroja- 
sen al  intruso  de  cabeza  al  mar.  Súplicas  y  ofertas  de  su- 
misión y  servicios  que  hizo  Núñez  de  Balboa  libráronle  de 
morir,  y  pudo  tomar  parte  activa  y  muy  principal  en  aque- 
lla y  otras  audaces  expediciones  por  mares  y  tierras  del 
golfo  de  Urabá,  del  Darién,  del  Atrato  y  de  Panamá,  por 
donde  á  través  de  bosques  casi  impenetrables,  subiendo  y 
bajando  por  riscos  y  montañas,  sobre  suelo  cortado  por 
ríos,  torrentes  y  barrancos,  bajo  un  sol  abrasador,  hosti- 
lizado de  continuo  por  los  indios  y  mortalmente  amena- 
zado por  la  terrible  fiebre  del  pantano  y  del  fango,  llegó, 
con  los  restos  de  su  gente,  en  la  mañana  del  25  de  Sep- 
tiembre de  1513,  á  una  hermosa  altiplanicie,  limitada  al 
Sur  por  alta  y  pintoresca  colina  que  cerraba  el  horizonte. 

Mostróle  el  guía  indígena  aquella  eminencia  como  lu- 
gar desde  el  cual  podría  ver  el  mar  ignoto  que  buscaba. 
Quiso  Balboa  adelantarse  y  subir  solo  á  la  cumbre,  y 
cuando  desde  ella  contempló  á  lo  lejos  el  inmenso  Océano, 
cayó  de  rodillas,  oró  y  llamó  á  los  suyos  que,  prosternados 
también  en  tierra,  dieron  gracias  á  Dios  que  les  había  con- 
cedido la  suerte  y  la  gloria  de  descubrir  el  Mar  del  Sur. 
Entre  ellos  estaba  Bizarro,  el  futuro  conquistador  del 
Perú. 

Descendieron  después  hacia  la  costa  del  vasto  Océano 
descubierto;  en  él  entró  Vasco  Núñez  para  tomar  y  de- 
clarar la  posesión  en  nombre  de  los  Reyes  Don  Fernando 
y  Doña  Juana,  y  así  aquel  hombre  extraordinario,  que  dio 
principio  á  sus  hazañas  encerrado  y  oprimido  entre  duelas 
y  cinchos  de  hierro,  remató  la  más  gloriosa  empresa  de 
su  vida  dentro  de  las  aguas  del  mayor  de  los  Océanos. 
Todo  el  inmenso  Mar  del  Sur,  y  las  lejanas  costas,  y  las 


—  5  — 

innumerables  tierras  grandes  y  chicas  que  en  él  hubiera, 
eran  y  tenían  que  ser  de  España,  porque  así  lo  quiso  y  lo 
proclamó  Vasco  Núñez  de  Balboa. 

Debía  ser  el  mare  nostrum  de  la  raza  hispana.  Lo  fué 
durante  años,  cuando  sólo  naves  españolas  lo  surcaban,  y 
los  Magallanes,  Elcano  y  Loaysa,  los  Saavedra,  Grijalva, 
Mendaña  y  Barreto,  los  Villalobos,  Quirós,  Torres,  Ortiz 
y  tantos  otros,  iban  y  venían  por  él  entre  las  costas  de 
América  y  las  asiáticas,  y  desde  tierras  europeas  llegaban 
á  las  de  Asia  completando  la  obra  grandiosa  que  inició 
Colón  en  los  últimos  años  del  siglo  xv. 

Si  hubo  un  tiempo  en  que  alguien  pudo  decir,  refirién- 
dose al  Mediterráneo,  que  hasta  los  peces  de  la  mar  cuando 
salieran  habrían  de  llevar  las  barras  de  Aragón  en  las 
espaldas,  con  mayor  motivo  pudo  haberse  dicho  en  el  si- 
glo XVI  que  las  olas  del  Mar  del  Sur  iban  todas  á  romper 
sobre  tierras  y  rocas  españolas.  Desde  Las  Perlas,  las 
Galápagos  y  las  Juan  Fernández,  hasta  las  Filipinas,  y  la 
Nueva  Guinea  y  las  costas  y  arrecifes  litorales  de  la  Aus- 
trialia  ó  Tierra  de  los  Austrias  de  España,  todo  tenía  nom- 
bre español,  que  luego  nos  fueron  quitando,  cuando  á 
reata  de  los  nuestros  llegaron,  los  navegantes  extranjeros, 
los  Tasman  y  los  Cook,  los  Wallis  y  Vancouver,  los  Bou- 
gainville  y  Laperouse. 

Pasaron  aquellos  tiempos;  pero  en  los  nuestros,  si  no 
es  España,  son  hombres  y  pueblos  de  origen  hispano  los 
que  dan  frente  al  mar  de  Balboa  desde  las  costas  de  Ca- 
lifornia hasta  el  litoral  de  las  Tierras  magallánicas. 

Kevillagigedo,  la  Pasión,  las  Galápagos,  San  Ambro- 
sio, San  Félix  y  Juan  Fernández  son  las  avanzadas  de 
esos  pueblos  en  el  mar  Pacífico,  y  su  extrema  vanguardia 
se  adelanta  hasta  las  islas  chilenas  de  Sala  y  Gómez  y  de 
Pascua.  Que  no  olviden  que  de  sus  mismos  puertos  zarpa- 
ron las  naos  que  iban  al  descubrimiento  y  conquista  de  la 
Oceanía  y  que  estén  siempre  apercibidos  para  hacer  en- 
tradas en  el  mar  que  de  España  han  heredado. 

* 
*  * 


—  6  — 

Es  el  mar,  .señores,  cuyo  descubrimiento  hoy  reme- 
mora la  Sociedad  Geográfica.  Faltaban  aún  siete  años 
para  que  llegase  el  25  de  Septiembre  de  1913  cuando  en  la 
Junta  directiva  de  nuestra  Real  Sociedad  se  propuso  y 
aceptó  la  idea  de  esta  conmemoración. 

Había  que  contar  con  América,  y  el  primer  resultado 
de  las  iniciativas  que  tomamos  y  de  las  gestiones  que  se 
hicieron  bajo  la  presidencia  del  General  Suárez  Inclán — á 
cuya  memoria  justo  es  rendir  homenaje  en  este  día — fué 
la  adhesión  entusiástica  de  Sociedades  geográficas,  de 
Academias  de  la  Historia  y  de  xVteneos  literarios  del  Nuevo 
Mundo. 

Acuerdos  de  la  Real  Academia  de  la  Historia  que  se 
adoptaron  á  propuesta  de  su  Comisión  de  Indias,  dieron 
nuevo  rumbo  á  los  trabajos  de  la  Sociedad  Geográfica. 
Quería  aquélla  que  se  estudiase  el  modo  de  celebrar  digna- 
mente el  IV  Centenario  del  descubrimiento  del  Océano 
Pacífico,  y  la  Academia  de  la  Historia  invitó  á  la  Sociedad 
Geográfica  á  que  aunasen  ambas  sus  esfuerzos  con  el  ob- 
jeto indicado.  En  consecuencia,  comisionados  de  una  y 
otra  Corporación  idearon  proyectos,  los  discutieron,  y  por 
fin,  cuando  ya  se  supo  que  el  Gobierno  español  había  de 
estimular  y  avivar  la  corriente  de  opinión  favorable  á  los 
actos  y  festejos  conmemorativos  del  descubrimiento,  se 
resolvió  gestionar  la  inclusión  en  éstos  de  un  Congreso 
geográfico  hispano-americano.  Además,  el  Sr.  Altolagui- 
rre  recibió  de  la  Academia  de  la  Historia  el  encargo  de 
investigar  en  los  Archivos  y  estudiar  y  comentar  después 
cuantos  documentos  hallase  referentes  al  descubrimiento 
y  al  descubridor.  Con  estos  documentos,  y  con  los  datos, 
comentarios  y  crítica  que  allegue  y  escriba  aquél  habrá  de 
formarse  y  publicarse  un  libro  que  será  lo  más  importante 
y  de  mayor  novedad,  desde  el  punto  de  vista  histórico, 
que  haya  producido  la  conmemoración  del  hecho  que  ahora 
celebramos. 

Posteriormente,  gracias  á  la  acción  conjunta  del  Di- 
rector de  la  Real  Academia  de  la  Historia,  el  Rector  de 


-  7  - 

la  Universidad  Central  y  los  Presidentes  de  la  Unión  Ibero- 
americana y  de  la  Real  Sociedad  Geográfica,  fué  declarada 
oficial  la  celebración  del  Centenario  y  se  dispuso  que  para 
conmemorar  el  Descubrimiento  se  celebrara,  bajo  la  pro- 
tección y  con  el  apoyo  del  Gobierno,  un  Congreso  de  His- 
toria y  Geografía  hispanoamericano  y  una  Exposición  de 
documentos,  obras,  manuscritos,  mapas  y  planos  relati- 
vos á  América  en  la  época  colonial  española. 

Congreso  y  Exposición  especial  tendrán  lugar  en  Se- 
villa y  servirán  de  actos  oficiales  preparatorios  para  la 
Exposición  hispanoamericana  que  ha  de  verificarse  en 
aquella  capital. 

Algunas  otras  ideas  se  han  lanzado  en  discusiones 
habidas  en  esta  Real  Sociedad.  El  Sr.  Jiménez  Lluesma, 
por  ejemplo,  propuso  que  se  aprovechara  la  ocasión  para 
crear  con  carácter  permanente  el  «Instituto  hispanoameri- 
cano de  Estudios  Geográficos  é  Históricos»,  y  el  Sr.  Mar- 
tín Peinador  inició  el  pensamiento  de  reunir  esta  magna 
sesión  de  hoy,  á  la  que  se  ha  llegado  bajo  los  auspicios  del 
Gobierno  de  S.  M.,  y  que  abre  la  serie  de  los  actos  y  solem- 
nidades del  IV  Centenario  del  Descubrimiento  del  Mar 
del  Sur. 

La  Comisión  general  nombrada  para  organizar  Con- 
greso y  Exposición  trabaja  con  gran  entusiasmo  y  con 
una  actividad  digna  del  mayor  encomio ;  el  25  del  próximo 
Noviembre  se  inaugurará  en  Sevilla,  y  en  el  mismo  Archi- 
vo ó  Casa  de  Contratación  de  las  Indias,  la  Exposición  de 
documentos,  y  al  mediar  Abril  de  1914  se  reunirá  el  Con- 
greso hispanoamericano  de  Historia  y  Geografía. 

Entretanto,  allá  en  América  se  asentarán  las  bases 
del  colosal  monumento  que  Panamá  levanta  para  perpe- 
tuar el  nombre,  la  figura  y  la  gloria  de  Vasco  Núñez,  y 
cuando  Ueguen  los  años  de  1915  y  1916  habrá  Exposición 
universal  en  San  Francisco  de  California  y  Exposición 
hispanoamericana  en  Sevilla,  y  entre  la  metrópoli  anda- 
luza y  la  gran  ciudad  de  la  costa  del  Pacífico  en  Norte- 
américa podrán  ir  y  venir  hombres  y  naves,  y  potentes  y 


—  8  — 

gallardas  éstas,  seguros  y  tranquilos  aquéllos,  cruzarán  el 
istmo  casi  por  los  mismos  parajes  que  fueron  teatro  de 
la  difícil,  audaz  y  afortunada  empresa  de  Vasco  Núñez 
de  Balboa. 

He  dicho. 


II 


Diseuí»so  del  Hjdemo.  Sp.  D.  fñEnnuel  de  Saitalegui 

Vocal  de  la  Junta  directiva  de  la  Real  Sociedad  Geográfica. 

Señoras  y  Señores : 

La  Real  Sociedad  Geográfica,  siempre  generosa  en  sus 
mercedes,  me  concede  en  este  día  un  nuevo  inapreciable 
honor  al  elevarme  á  este  sitial ;  y  si  al  hacerlo  bondadosa, 
no  sospechó  que  al  par  de  ponerme  á  mí  en  el  duro  trance 
de  dirigiros  la  palabra  fué,  sin  duda  cruel,  por  imponeros 
á  vosotros  la  galante  obligación  de  soportarme,  yo,  en  cam- 
bio, procuraré  que  sea  por  contadísimos  momentos,  para 
que  el  exceso  del  mal  tenga  por  consuelo  y  por  alivio  su 
extremada  brevedad,  su  corta  vida,  pues  que  en  mi  mano 
está  el  reducirla  y  graduarla. 

Y  por  cierto  que  difícilmente  podrá  darse  ocasión  me- 
nos propicia  para  que  suene  mi  desautorizada  voz  en  esta 
Casa,  ya  que  difícilmente  podrá  conmemorarse  en  ella 
acontecimiento  más  insigne  que  el  que  hoy  nos  honramos 
en  conmemorar,  no  tan  sólo  por  sus  especiales  caracteres 
de  genuina  y  exclusivamente  español,  sino  porque  él  es, 
sin  duda  alguna,  en  los  anales  de  las  Indias  de  Occidente, 
según  he  dicho  antes  de  ahora,  el  digno  compañero,  y  algo 
así  como  el  complemento  de  la  hazaña  de  Colón ;  que  si  el 
genovés,  con  los  españoles,  logró  encontrar  la  orilla  de 
otro  mundo,  tras  el  tenebroso  abismo  de  las  aguas,  nues- 
tro Vasco,  por  sus  hermanos  tan  sólo  auxiliado,  supo  y 
pudo,  tras  la  abrupta  barrera  de  aquel  mundo,  descubrir 
la  dilatada  orilla  de  otro  mar. 


Procuraré,  pues,  ante  la  majestuosa  grandeza  del 
asunto,  no  profanarlo  con  la  exposición  de  mis  estériles 
consideraciones;  ni  aun  con  aplausos  turbaré  el  reposo 
en  que  yace  la  buena  memoria  de  aquellos  hombres  tena- 
ces, valerosos  y  abnegados;  dejaré  á  quien  pueda  con 
méritos  bastantes,  la  envidiable  misión  de  concurrir  á  le- 
vantar el  monumento  que  perpetúe  el  recuerdo  de  aquellos 
héroes  que  consiguieron  completar  el  mundo  con  su  legen- 
daria expedición;  pero  ufano  así  de  la  elevadísima  repre- 
sentación que  ostento  en  este  sitio,  como  de  la  feliz  casua- 
lidad que  me  permite  depositar  humilde  ofrenda  ante  el 
sagrado  altar  de  las  glorias  nacionales,  me  propongo  de- 
dicar el  poco  tiempo  que  me  resta  á  relatar,  como  medio 
de  desquite,  un  curiosísimo  incidente  que  constituye,  á 
mi  pobre  entender,  la  prueba  más  palmaria  de  la  crasa 
ignorancia  que  domina  por  doquier  respecto  á  nuestras 
glorias,  cuando  no  del  dañado  propósito  de  preterirlas 
sin  razón  y,  al  obrar  así,  sin  justicia  desairarnos. 

Cuando  comenzaban  los  trabajos  preparatorios  para 
trazar  un  plan  que  permitiera  celebrar,  en  forma  digna, 
el  glorioso  Centenario  de  la  Invención  del  Mar  del  Sur, 
vino  casualmente  á  mis  manos  cierto  trabajo  periodístico 
autorizado  por  la  firma  de  un  escritor  que  se  reputa  como 
una  de  nuestras  primeras  ilustraciones,  y  en  el  cual,  sin 
asomos  de  protesta  y  sin  anuncios  de  discusión  ni  barrun- 
tos de  vacilaciones,  se  mencionaban,  por  cierto  con  elogio 
del  alto  espíritu  que  las  inspiraba,  ciertas  palabras  de 
un  augusto  personaje,  que  no  es  prudente  nombrar  aquí. 
y  que  al  descubrimiento  que  hoy  nos  honramos  en  conme- 
morar, con  extraña  displicencia  y  grave  error  se  referían. 

Busqué  el  discurso,  tuve  la  suerte  de  encontrarlo,  y  he 
aquí  fielmente  traducido  el  inconcebible  relato  con  que, 
cumpliendo  un  deber  de  yindicación,  voy,  á  mi  pesar,  á 
molestaros. 

«Deseo  con  este  motivo — decía  el  muy  excelso  Monar- 
))ca^ — referirme  á  una  historieta  que  oí  en  cierta  ocasión. 

))E1   famoso   Almirante   inglés    Sir   Francisco    Drake, 


-  10  - 

«arribó  á  la  América  Central  después  de  im  viaje  difícil 
))y  tormentoso. 

))Buscaba  el  otro  gran  Océano,  y  se  informó  sobre  él, 
«convencido  de  su  existencia,  á  jjesar  de  que  la  mayoría 
))de  sus  acompañantes  la  negaban. 

))E1  reyezuelo  de  una  tribu  á  quien  llamó  la  atención 
))el  insistente  preguntar  del  extranjero,  y  á  quien  impre- 
))SÍonó,  además,  la  gallardía  de  su  presencia,  le  dijo :  Si 
chuscas  el  agua  grande ,  sigúeme  y  te  la  enseñaré;  y  ambos 
«ascendieron,  en  contra  de  las  prudentes  advertencias  de 
))los  demás  expedicionarios,  á  una  escarpada  montaña. 

«Llegados  á  la  cumbre  después  de  inauditos  esfuerzos, 
»el  cacique  mostró  á  Drake,  á  sus  espaldas,  los  tempestuo- 
«sos  y  agitados  mares  que  acababa  de  surcar,  y,  llevándole 
«después  delante  de  una  roca  un  tanto  avanzada,  le  liizo 
«mirar  de  frente,  descubriendo  ante  sus  ojos  asombrados 
«la  superficie  inmensa  del  Océano  Pacífico,  que  se  exten- 
«día  en  calma  y  majestuoso,  bañado  por  los  rayos  de  oro 
«del  sol  de  la  mañana«. 

¡Historieta  escuchada  por  casualidad,  la  portentosa 
invención  del  Mar  del  Sur ! 

¡  Un  inglés  suplantando  á  un  español ! 

¡  Un  pirata  aborrecible  usurpando  su  gloria  al  caballe- 
roso, al  ínclito  Balhoal 

No  parece  que  pueda  llegar  á  más  el  desconocimiento 
indisculpable  de  un  hecho  de  fama  universal  y  de  tras- 
cendencia suma  para  la  vida  de  la  humanidad,  ni  que  pueda 
darse  prueba  más  patente  del  rencoroso  desamor  con  que 
nos  distinguen  los  que  si  un  día  nos  envidiaron,  aún  hoy, 
cuando  nos  es  adversa  la  fortuna,  ni  saben  olvidar  ni  lo- 
gran sobreponerse  á  la  pasión  para  perdonarnos  y  hasta 
celebrar  el  poder  y  la  gloria,  el  heroísmo  y  la  generosidad, 
la  nobleza  y  el  tesón  con  que  á  todos  entonces  asombramos. 

Pero  por  muy  extraño  que  parezca,  aún  hay  más. 

Cuando  desoyendo  los  consejos  de  quien  podía  dárme- 
los y  que  juzgaba  que  para  rebatir  tan  depresivas  afir- 
maciones bastaban  los  contundentes  testimonios  de  núes- 


—  li- 
tros historiadores  del  siglo  xvi,  me  propuse  yo  comba- 
tirlas con  armas  extranjeras  y  que  como  tales  nunca  pu- 
dieran tacharse  de  parciales ;  experimenté  una  segunda 
grave  desilusión  al  repasar  el  texto  de  uno  de  los  más 
famosos  filósofos  contemporáneos,  y  en  el  cual,  sin  incu- 
rrir en  el  colmo  de  la  negativa  expresa,  se  velan  artera- 
mente los  sucesos,  sustituyendo  noticias  categóricas  y  á 
los  españoles  favorables  con  vacilantes  dudas,  rumores 
sin  probanza  y  anodina  divagación. 

«¿Es  cierto — dice  el  filósofo  aludido — que  Magallanes 
antes  de  emprender  su  famosísimo  viaje  había  visto  el 
mar  Pacífico  señalado  en  un  globo  por  el  alemán  Behaim? 

»No;  ese  globo  no  lo  conoce  nadie. 

))¿ Habría  visto  en  casa  de  su  amo  el  rey  de  Portugal 
»algún  mapa  que  lo  indicara? 

»Así  se  ha  dicho,  pero  nadie  lo  ha  probado. 

»Más  probable  es  que  los  aventureros  que  hacía  cosa  de 
veinte  años  recorrían  el  continente  americano,  hubieran 
visto,  pero  visto  con  sus  propios  ojos,  el  mar  Pacífico. 

))Ese  rumor  que  circulaba  acordábase  muy  bien  con  la 
idea  que  daba  el  cálculo  de  tal  contrapeso,  necesario  al 
hemisferio  que  habitamos  y  al  equilibrio  del  globo». 

Juzgo — decía  yo  al  glosar  los  párrafos  que  preceden — 
que  el  olvido  del  nombre  español  y  el  aparente  descono- 
cimiento de  la  realidad  de  los  hechos  no  pueden  ser  más 
absolutos;  pero  así  y  todo,  ¿podrá  nadie  considerarlos 
efectivos? 

¿Puede  nadie  suponer  ignorante  á  un  esclarecido  filó- 
sofo honra  de  su  Patria  de  la  empresa  del  gran  Vasco? 

¿Lo  que  aprenden  los  niños  en  la  escuela  y  repiten  los 
libros  más  elementales,  puede  en  modo  alguno  ser  un  se- 
creto para  el  ilustrado  autor  de  tantas  obras  peregrinas? 

Y  además ,  pero ¿á  qué  seguir? 

¿A  qué  extremar  y  retorcer  los  argumentos,  si  es  bien 
sabido  que  lejos  de  servir  para  demostrar  los  axiomas  sólo 
conducen  á  dificultar  su  inteligencia  obscureciendo  en  to- 
dos casos  los  conceptos? 


—  12  — 

Voy,  pues,  á  terminar ;  pero  antes  conste  y  quede  sen- 
tado que  desde  el  ingrato  autor  de  los  Viajes  y  descubri- 
mientos de  los  compañeros  de  Colón,  que  tergiversando 
sin  conciencia  las  palabras  del  honorable  Pedro  Mártir, 
llama  desahogadamente  hombres  vagabundos  que  vivían 
del  engaño  y  del  pillaje  á  los  denodados  cooperadores  de 
la  gigantesca  empresa  de  Balboa,  hasta  el  presuntuoso 
Profesor,  paisano  de  Dewey,  que  dio  recientemente  á  la 
estampa  una  España  en  América,  en  la  que  tiene  la  lla- 
neza de  llamar  proclama  campanuda  á  la  genial  alocución 
con  que  el  bizarrísimo  caudillo  enhiesta  la  gloriosa  enseña 
de  Castilla  y  con  el  agua  salada  á  la  cintura  tomó  pose- 
sión del  Pacífico  y  sus  islas,  en  honor  de  Don  Fernando  y 
Doña  Juana,  apenas  si  es  posible  tropezar  un  solo  au- 
tor extraño  que  nos  trate,  no  ya  con  generosa  benevolen- 
cia, sino  con  estricta  imparcialidad,  cuando  intentan  des- 
cribir la  legendaria  expedición  que  tuvo  feliz  término  en 
la  revuelta  ranchería  que  gobernaba  Chiapes. 

Y  así,  disfrazando  las  verdades  y  amañando  las  leyen 
das,  fingiendo  rasgos  y  engalanando  personajes,  pugnan 
los  pseudos  historiadores  por  borrar  los  viejos  timbres  es- 
pañoles y  lograr  su  avieso  fin,  sin  comprender  que  se  es- 
trellan en  su  empeño,  pues  que  la  Historia  puede  hacerse, 
mas  no  puede  falsearse,  ya  que  si  hay  algo  imposible  en  este 
mundo  es  que  deje  de  ser  lo  que  realmente  ha  sido;  inac- 
cesible extremo  á  que  no  alcanza,  con  ser  tanto  y  ser  tan 
grande,  ni  aun  el  sobrehumano  poder  del  mismo  Dios. 

III 

Diseupso  del  Hjtemo.  Sp.  D.  Ángel  de  Altolagaippe 

Iiidividiio  de  Xúniero  de  la  Ueal  Academia  de  la  Historia. 

Señoras  y  Señokes : 

Fija  la  atención  de  los  historiadores  en  las  vicisitudes 
por  que  pasó  Vasco  Núñez  de  Balboa  en  su  heroicas  em- 
presas y  trágica  muerte  y  en  el  trascendental  descubri- 
miento del  Océano  Pacífico,  apenas  paran  mientes,  con  ser 


—  is- 
lán importante,  en  la  labor  colonizadora  que  realizó  en 
Tierra  Firme. 

Por  demás  precaria  era  la  situación  que  á  fines  del 
año  de  1510  atravesaba  la  villa  de  Nuestra  Señora  de  la 
Antigua  del  Darién  recientemente  fundada  por  el  bachiller 
Martín  Fernández  de  Enciso ;  la  pobreza  del  país,  la  hos- 
tilidad de  los  indios,  la  ausencia  de  socorros  de  la  isla 
Española,  las  disidencias  entre  los  habitantes,  que  más 
atendían  á  sus  rivalidades  que  al  cultivo  de  las  tierras,  y, 
sobretodo,  la  falta  de  un  Jefe  con  aptitudes  para  el  mando, 
hacían  que  la  anarquía  reinase  en  la  colonia  y  todos  te- 
mían un  fin  desastroso,  ya  por  los  efectos  del  hambre,  ya 
á  manos  de  los  indios. 

Por  ese  instinto  de  conservación  que  á  veces  tienen 
las  colectividades,  la  mayor  parte  de  los  colonos  se  agru- 
paron alrededor  de  un  compañero  que  en  la  villa  de  San 
Sebastián  les  había  salvado  á  todos  conduciéndolos  á  la 
comarca  en  que  fundaron  Santa  María  la  Antigua;  ese 
compañero  se  llamaba  Vasco  Núñez  de  Balboa. 

No  es  ocasión  de  discutir  la  parte  que  tomó  en  expulsar 
de  Tierra  Firme  á  Diego  de  Nicuesa  y  al  bachiller  Enciso, 
y  sí  únicamente  de  afirmar  que  gracias  á  ella  y  á  haber  asu- 
mido el  mando  Vasco  Núñez  se  salvó  la  colonia,  pues  ni 
uno  ni  otro  tenían  aptitudes  para  resolver  la  angustiosa 
situación  por  que  atravesaba. 

Elegido  Vasco  Núñez  alcalde  por  el  pueblo  y  sancio- 
nado después  su  nombramiento  por  el  Rey,  dedicóse  con 
extraordinaria  actividad  y  energía  á  restablecer  la  disci- 
plina entre  los  colonos,  fomentó  los  trabajos  agrícolas  y 
comenzó  la  exploración  y  conquista  del  territorio  some- 
tiendo las  tribus  indígenas,  ya  por  la  persuasión  y  presti- 
gio del  nombre  que  entre  ellas  logró  adquirir,  ya  empleando 
en  caso  extremo  la  fuerza,  pero  poniendo  siempre  singular 
empeño  en  que  los  vencidos  se  convirtieran  en  amigos  y 
aliados. 

En  menos  de  tres  años  dominó  el  istmo  de  Panamá  de 
mar  á  mar,  llegando  á  tener  de  paces  17  grandes  caciques. 


—  14  — 

que  gobernaban  un  extenso  territorio  poblado  por  millares 
de  indios. 

Fray  Juan  de  Quevedo,  primer  Obispo  de  Tierra  Firme, 
en  las  instrucciones  que  dio  al  Capellán  Toribio  Cintado 
para  que  refiriera  en  la  Corte  el  triste  estado  en  que  cuan- 
do escribía  se  hallaba  la  colonia,  nos  da  cuenta  de  cómo  la 
encontró  cuando  llegó  con  Pedrarias :  «Diréis  á  S.  A.  como 
hallamos  este  pueblo  bien  aderezado,  más  de  doscientos 
bohíos  hechos,  la  gente  alegre  y  contenta  cada  fiesta  ju- 
gaban cañas  y  todos  estaban  puestos  en  regocijo,  tenían 
muy  sembrada  toda  la  tierra  de  maíz  y  yuca,  puercos 
hartos  para  comer  al  presente,  y  ordenando  de  descubrir  la 
tierra  porque  tenía  mucha  disposición  para  ello,  los  ca- 
ciques de  alrededor,  así  como  Careta  y  Ponca,  enviaron 
sus  mensajeros  á  reconocer  al  Gobernador  que  había  ve- 
nido, ofreciéndose  para  servirlo  y  trujéronle  pescado  y 
puerco,  montes  y  punas  vivas,  podía  ir  un  cristiano  y  de 
cinco  hasta  diez  y  de  diez  hasta  uno  por  todos  estos  caci- 
ques desde  esta  costa  hasta  la  otra  de  Poniente  tan  segu- 
ros como  lo  fueran  quince,  y  cada  cacique  les  daba  de 
comer  y  los  guiaba,  de  manera  que  andaban  entre  ellos 
como  entre  sus  amigos». 

El  cronista  Oviedo,  que  también  fué  con  Pedrarias, 
confirma  lo  expuesto  por  el  Obispo,  diciendo  que  los  indios 
estaban  tan  mansos  que  enviaban  sus  mensajeros  y  canoas 
é  iban  y  venían  al  Darién  muy  domésticamente  á  ver  los 
cristianos,  y  como  amigos  se  comunicaban  con  ellos. 

Esta  obra,  llevada  á  cabo  con  un  reducido  contingente, 
pues  nunca  Uegó  á  alcanzar  la  cifra  de  700  hombres,  de- 
muestra las  excepcionales  dotes  de  Vasco  Núñez  de  Balboa ; 
severo  en  el  mando,  justo  en  los  repartos  á  su  gente  de  lo 
adquirido  en  las  expediciones,  era  el  primero  en  todos  los 
riesgos  y  trabajos,  hasta  el  punto  de  cargar  sobre  sus 
hombros  las  maderas  para  la  construcción  de  los  berganti- 
nes con  que  se  proponía  descubrir  en  la  mar  del  Sur,  ma- 
nejar el  hacha  para  hacer  una  corta  de  árboles  ó  la  azada 
en  las  faenas  agrícolas,  á  fin  de  que  ninguno  se  considerase 


-  15  - 

rebajado  con  estos  trabajos  ya  que  él,  siendo  el  jefe,  daba 
el  ejemplo;  su  aspecto  rudo  encubría  un  alma  noble  y 
generosa;  si  un  hombre,  dice  el  cronista  Oviedo,  se  le 
cansaba  en  el  camino  y  adolecía  en  cualquier  jornada,  no 
le  desamparaba,  antes,  si  era  necesario,  iba  con  una  ba- 
llesta á  buscarle  un  pájaro  ó  ave  y  se  la  mataba  y  se  la 
traía  y  le  curaba  como  á  hijo  ó  hermano  suyo  y  lo  esfor- 
zaba y  animaba,  lo  cual,  agrega  Oviedo,  ningún  Capitán 
de  cuantos  hasta  hoy  que  estamos  en  el  año  de  1548  han 
venido  á  las  Indias,  en  las  entradas  y  conquistas  que  se 
hallaron  no  lo  han  hecho  mejor,  ni  aun  tan  bien  como 
Vasco  Núñez. 

Con  estas  cualidades  logró  lo  que  sólo  los  grandes  Ca- 
pitanes han  logrado  :  hacerse  respetar  y  querer  de  su  gente, 
á  la  que  sometió  á  una  severa  disciplina. 

En  sus  relaciones  con  los  indios  empleó  una  política 
que  le  revela  como  un  gran  colonizador;  procuraba,  por 
medio  de  los  indios  amigo?,  que  se  sometieran  los  rebeldes 
ó  neutrales,  si  no  lo  lograba  empleaba  la  fuerza  siendo 
duro  en  el  castigo,  pero  una  vez  que  se  sometían  los  tra- 
taba con  dulzura,  no  les  despojaba  de  sus  bienes,  y  en  cam- 
bio del  oro  y  víveres  que  le  daban  como  presentes  les  re- 
galaba objetos  de  Castilla,  que  ellos  tenían  en  gran  apre- 
cio, y  así  los  convertía  de  enemigos  en  amigos  y  aliados, 
llegando  á  inspirarles  tal  confianza  que  le  revelaban  los 
secretos  de  la  tierra  como  le  revelaron  la  proximidad  del 
Pacífico  y  la  existencia  hacia  el  Sur  de  riquísimos  terri- 
torios que  no  eran  otros  que  los  del  Perú,  le  facilitaban 
guías  y  cargadores  y  atendían  á  todas  las  necesidades  de 
su  gente,  considerándose  muy  honrados  con  servir  á  los 
españoles. 

De  los  riesgos  y  penalidades  que  para  dominar  el  te- 
rritorio pasaron  Vasco  Núñez  y  sus  compañeros,  nos  da 
él  mismo  cuenta  en  la  carta  que  en  26  de  Enero  de  1513 
escribió  al  Emperador  :  «Muchas  veces  pienso,  le  decía,  cómo 
ha  sido  posible  podernos  remediar,  porque  habemos  sido 
tan  mal  proveídos  de  la  isla  Española — como  si  no  fuera- 


—  16  — 

mos  cristianos — ,  muchas  veces  hemos  estado  tan  al  cabo 
que  creíamos  perdernos  de  hambre  j  habemos  corrido 
tanto  á  unas  partes  y  á  otras  á  cai^sa  de  hi  mucha  necesi- 
dad que  habemos  tenido,  que  me  espanto  cómo  se  ha  su- 
frido tanto  trabajo ;  he  procurado  de  nunca  fasta  hoy 

haber  dejado  andar  la  gente  fuera  de  aquí  sin  yo  ir  de- 
lante, hora  fuese  de  noche  ó  de  día,  andando  por  ríos  y 
ciénagas  y  montes  y  sierras,  y  las  ciénagas  de  esta  tierra 
no  crea  Vuestra  Real  Alteza  que  es  tan  liviano  que  nos 
andamos  folgando,  porque  muchas  veces  nos  acaece  ir  una 
legua  y  dos  y  tres,  por  ciénagas  y  agua,  desnudos  y  la  ropa 
cogida  puesta  en  la  tablachina  encima  de  la  cabeza  y  sali- 
dos de  una  ciénaga  entramos  en  otras  y  andar  de  esta  ma- 
nera dos  y  tres  y  diez  días ,  hasta  aquí  hemos  tenido 

en  máí<  las  cosas  de  comer  que  el  oro,  porque  teníamos 
más  oro  que  salud,  que  muchas  veces  holgaba  más  hallar 
una  cesta  de  maíz  que  otra  de  oro,  porque  á  la  continua 
nos  ha  faltado  más  la  comida  que  el  oro». 

El  fruto  de  la  hábil  política  de  Vasco  Núñez  fué  por 
completo  destruido  tan  luego  como  Pedrarias  se  hizo  cargo 
del  gobierno  y  sus  Capitanes  comenzaron  á  recorrer  la 
tierra  llevando  á  todas  partes  la  desolación  y  la  ruina; 
los  mismos  hombres  que  á  las  órdenes  de  Vasco  Núñez 
habían  tratado  á  los  indios  con  moderación  y  dulzura 
cometieron  bajo  el  mando  de  los  Oficiales  de  Pedrarias 
todo  género  de  crueldades  y  atropellos,  no  sólo  con  los  re- 
beldes y  neutrales,  sino  con  los  amigos  y  aliados,  que  bien 
pronto  dejaron  de  serlo,  y  ya  que  no  podían  luchar  frente 
á  frente  con  los  españoles  los  asesinaban  al  encontrarlos 
aislados,  ó  se  refugiaban  en  las  espesuras  de  los  montes 
después  de  arrasar  los  campos  para  que  el  hambre  acabara 
con  sus  odiados  enemigos. 

La  situación  de  la  colonia  llegó  á  ser  tan  precaria  ó 
más  que  en  los  tiempos  de  Enciso ;  diréis,  escribía  el  Obis- 
po Quevedo  en  sus  citadas  instrucciones  á  Toribio  Cin- 
tado,  que  agora  el  pueblo  está  todo  perdido,  todos  tristes 
y  las  haciendas  del  campo  destruidas,  porque  es  tan  grande 


-  17  — 

la  necesidad  de  la  gente  que  se  caen  muertos  de  hambre 
por  las  calles. 

Si  Vasco  Núñez  no  tuviera  otros  títulos  de  gloria,  el' 
que  le  corresponde  por  su  obra  colonizadora  en  el  Darién 
es  bastante  jDara  que  figure  en  primera  línea  entre  los 
grandes  hombres  que  ilustran  la  historia  de  América. 

IV 

Discupso  del  E^^emo.  St».  D.  í^afael  Conde  y  Liuque 

Presidente  del  Comité  ejecutivo  de  la  Unión  Ibero-Americana. 

Traigo  la  representación  de  la  Unión  Ibero-Americana, 
la  más  antigua  de  las  instituciones  españolas  dedicadas 
á  estrechar  los  lazos  morales  y  materiales  entre  España 
y  las  que  fueron  sus  colonias  y  hoy  son  Estados  indepen- 
dientes de  la  América  latina.  Hace  veintiocho  años  que 
nació  aquélla,  precisamente  en  los  críticos  momentos  en 
que  la  enemistad  producida  por  las  guerras  separatistas 
desaparecía  y  empezaba  á  ser  sustituida  por  sentimientos 
de  benevolencia  y  aun  de  afecto.  Puede,  por  tanto,  decirse 
que  la  Ibero-Americana  está  aquí  por  derecho  propio. 

Hay  que  aplaudir  á  la  Academia  de  la  Historia  por 
haber  contribuido  á  esta  solemnidad  patriótica.  La  Geo- 
grafía es  parte  integrante  y  como  la  base  de  la  historia  y 
del  progreso  humano;  abrevíese  el  planeta  con  la  facilidad 
de  las  comunicaciones,  y  puestos  en  contacto  hombres  y 
razas,  se  conocerán  y  hasta  llegarán  á  fraternizar.  Ahora 
bien;  no  es  sino  un  grande  y  trascendental  hecho  geográ- 
fico el  descubrimiento  del  Pacífico,  complemento  del  de 
Colón,  porque  sin  el  gran  mar  que  hay  tras  del  continente 
americano  no  resultaba  l:i  redondez  del  planeta. 

La  humanidad  ha  sido  injusta  con  Núñez  de  Balboa, 
porque  ha  necesitado  la  grande  hazaña  cuatro  siglos  para 
salir  de  los  rincones  de  la  Historia  y  llegar  al  conocimiento 
y  aplauso  universales. 

Pero  todavía  resalta  más  la  injusticia  en  la  inicua  sen 
tencia  que  premió  tal  heroísmo  con  el  patíbulo. 


-  18  — 

Líi  Kepública  de  Panamá  se  ha  honrado  consignando 
en  una  ley  levantar  al  héroe  una  estatua  gigantesca  en  la 
confluencia  de  los  dos  grandes  mares,  recientemente  uni- 
dos por  un  milagro  de  la  ciencia. 

Además,  como  Rector  de  la  Universidad  Central,  yo 
represento  aquí  el  orden  docente  oficial  y  tengo  el  gusto 
y  la  honra  de  ofreceros  la  patriótica  adhesión  de  cientos 
de  Catedráticos  y  miles  de  jóvenes  alumnos. 

V 

Discurso  del  Si*.  D.  Juan  fi.    Sosa 

Encardado  de  Negocios  de  Panamá. 

EXCMO.  Sr.  : 
Señoras  y  Señores :    " 

Mi  presencia  en  este  acto  y  la  personalidad  que  asumo 
en  él,  me  obligan  á  daros  una  previa  y  forzosa  explicación. 
Soy  en  esta  Corte  el  Representante  oficial  de  Panamá,  la 
antigua  Capitanía  general  de  Tierra  Firme  en  el  imperio 
colonial  español,  de  aquella  caprichosa  estructura  geoló- 
gica arrojada  entre  dos  mares  para  atar  en  un  vínculo 
las  dos  Américas,  singular  constitución  de  la  naturaleza 
física,  una  de  cuyas  eminencias  orográficas  sirvió  el  25  de 
Septiembre  de  1513  de  escenario  al  entusiasmo  y  al  fervor 
religioso  de  un  centenar  de  españoles,  y  en  una  de  cuyas 
calas  reflejó  por  la  primera  vez  el  cristal  de  las  aguas  de 
un  mar  desconocido  los  perfiles  de  la  cruz  del  cristianismo 
y  los  vividos  tonos  del  pendón  de  Castilla.  Pero  si  esto  no 
justificare  bastante  mi  actitud,  de  mi  atrevimiento  al  di- 
rigiros la  palabra  en  circunstancia  tan  solemne  responde 
la  benevolencia  de  la  Real  Sociedad  Geográfica,  que,  ga- 
lante y  espontánea,  me  ha  asignado  un  número  en  el  pro- 
grama de  esta  fiesta  hermosa  destinada  á  rendir  en  el 
cuarto  Centenario  del  descubrimiento  del  Mar  del  Sur 
un  tributo  de  admiración  á  Vasco  Núñez  de  Balboa,  el 
egregio  Capitán  español  ejecutor  de  tal  hazaña. 


-  19  - 

•  No  ocuparé  por  mucho  tiempo  la  atención  de  la  docta 
y  selecta  concurrencia  que  me  escucha.  Mis  fuerzas  no  me 
permiten  el  ensayo  de  un  relato  de  los  hechos  realizados 
en  el  territorio  panameño  por  el  hombre  esforzado  cuya 
memoria  nos  congrega  aquí,  desde  que  pisó  la  playa  del 
Darién  septentrional  en  1510,  hasta  que  la  envidia  detuvo 
el  curso  natural  de  su  vida  en  Enero  de  1519,  sin  lograr, 
empero,  obscurecer  la  estela  luminosa  de  sus  legendarias 
proezas,  que  dejó  como  un  legado  precioso  al  comentario 
justiciero  de  la  Historia. 

Quiero  solamente  deciros,  sin  exageraciones  ni  egoís- 
mos, que  la  vida  y  las  acciones  singulares  de  Vasco  Núñez 
pertenecen  también,  y  de  modo  especialísimo,  á  Panamá, 
una  de  cuyas  montañas  constituyó  el  pedestal  de  su  gloria 
inmarcesible.  Hidalgo  sin  lustre  y  sin  estima  en  Jerez  de 
los  Caballeros,  su  lugar  nativo;  mozo  ávido  de  aventuras 
ó  soldado  de  fortuna  en  Sevilla;  agricultor  de  pobre  éxito, 
insolvente  y  de  dudosa  reputación  en  Santo  Domingo,  se 
transforma  en  hond)re  de  raras  condiciones  como  Capitán 
y  como  colonizador  en  el  istmo,  y  adquiere  en  esa  tierra, 
con  su  sagacidad,  su  prudencia  y  su  valor,  la  fama  y  nom- 
bradía  con  que  ha  pasado  á  la  posteridad.  Balboa  fué  uno 
de   los   descubridores   del   territorio   panameño   en   1502, 
como  miembro  de  la  expedición  conducida  por  Rodrigo  de 
Bastidas,  y  quien  años  más  tarde  guió  los  extenuados  res- 
tos de  la  colonia,  que  se  extinguía  en  las  costas  orientales 
de  ürabá,  para  fundar  con  Enciso,  en  nuestras  riberas  del 
golfo,  á  Santa  María  la  Antigua,  base  y  cuartel  de  las  si- 
guientes empresas  de  exploración  y  de  conquista  que,  re- 
corriendo con  el  caudillo  parte  considerable  de  nuestro 
haber  geográfico,  llevaron  el  estandarte  castellano  á  tre- 
molar sus  colores  en  las  cumbres  andinas  y  señalaron  so- 
bre las  ondas  de  un  nuevo  mar  amplio  horizonte  á  la 
expansión  y  poderío  de  España. 

Y  cuando  la  emulación  y  la  ingratitud  levantaron  á 
las  orillas  del  Atlántico  un  cadalso,  para  castigar  en  el 
héroe  supuestos  intentos  de  rebeldía  contra  la  autoridad 


-  20  - 

local  y  la  majestad  de  los  Reyes,  la  cabeza  que  se  inclinó 
al  tajo  del  verdugo  no  fué  sólo  la  del  descubridor,  cuya 
fama  en  la  opinión  pública  se  igualó  á  la  de  Colón,  sino 
también  la  del  Gobernador  de  la  provincia  de  Panamá, 
título  que  juntamente  con  el  de  Adelantado  de  la  mar  del 
Sur  le  había  discernido  la  Corona  en  reconocimiento  de 
sus  señalados  servicios  en  la  obra  inicial  de  la  conquista 
y  colonización  del  Nuevo  Mundo. 

No  es  de  extrañar,  pues,  que  en  los  istmeños  haya 
perdurado  la  memoria  de  Balboa  con  más  intenso  afecto 
que  en  otras  secciones  del  Nuevo  Continente  la  de  sus 
conquistadores,  porque  las  variadas  circunstancias  en  (pie 
se  agitó  su  existencia,  su  rápido  ascenso  á  la  fortuna  y  á 
la  gloria  y  los  arteros  medios  que  concurrieron  á  su  muer- 
te, revisten  su  personalidad  con  los  dobles  caracteres  del 
héroe  y  del  mártir,  produciendo  la  caída  de  su  cabeza  el 
ruido  de  una  protesta  formidable  é  inextinguible,  que 
repercute  á  través  de  los  siglos  demandando,  como  una 
debida  reparación  de  justicia  postuma,  la  más  solemne 
apoteosis. 

No  murió  como  Colón,  lleno  de  achaques  y  cargado  de 
años,  pobre  y  olvidado  casi  en  una  posada  de  Valladolid; 
ni  como  Cortés,  decepcionado  y  solo;  ni  como  Gonzalo  Ji- 
ménez de  Quesada,  el  conquistador  de  Nueva  Granada, 
deforme  y  pestilente;  ni  como  su  apresador  y  carcelero, 
Francisco  Tizarro,  viejo  y  víctima  de  una  conjuración, 
en  su  propio  palacio.  Balboa  murió  como  debía  morir :  de 
frente  á  sus  enemigos,  á  los  cuarenta  y  cuatro  años  de 
edad,  cuando  su  prestigio,  su  juventud  y  las  energías 
de  su  espíritu  le  predestinaban  á  ser  el  ejecutor  de  las 
más  extraordinarias  hazañas  en  el  mar  que  había  descu- 
bierto. Murió  quizá  á  tiempo  de  legar  frescos  los  laureles 
de  su  frente,  enhiesto  y  robusto  como  el  cedro  de  los  im- 
penetrados bosques  darienitas,  caldeada  su  alma  al  fuego 
del  sol  tropical  y  tan  viva  la  mirada  como  un  destello  de 
luz  que  se  quebrara  en  su  refulgente  casco  de  combate. 
Así,  gallardo,  férreo,  magníñco,   su  figura   semeja  en  el 


-  21  - 

cariño  panameño  la  de  un  guerrero  invicto,  siempre  glo- 
rioso y  siempre  grande. 

Intérpretes  y  participantes  de  los  sentimientos  popu- 
lares, nuestros  Gobiernos  de  toda  época  han  rendido  al 
recuerdo  del  ajusticiado  de  Acia  los  homenajes  posibles, 
ora  dando  su  nombre  á  la  espléndida  región  marítima  del 
Archipiélago  de  las  Perlas,  bien  designando  con  él  á  al- 
gunas vías  públicas  de  las  principales  poblaciones  del  te- 
rritorio jurisdiccional,  ya  disponiendo  por  leyes  de  la  Con- 
vención Constituyente  hacer  figurar  en  el  sistema  postal 
y  monetario  de  la  República  la  efigie  del  inmortal  extre- 
meño, y  acordando,  por  último,  conmemorar  el  aconteci- 
miento histórico  del  cual  fué  protagonista,  con  un  certa- 
men expositivo  en  la  ciudad  capital,  destinado,  asimismo, 
á  fortalecer,  si  cabe  más,  los  nexos  de  todo  orden  que  tiene 
el  país  con  su  progenitora  y  con  sus  hermanos  en  el  Mundo 
de  Colón. 

Actuando  dentro  de  tan  favorable  ambiente,  la  Comi- 
sión directora  de  la  Empresa  que  ejecuta  la  magna  obra 
del  canal  interoceánico  convino  oportunamente  en  bauti- 
zar el  puerto  terminal  de  la  vía  en  el  Pacífico  con  el  nom- 
bre de  Balboa,  ya  que  el  de  Colón  lo  ostenta  la  ciudad  de 
entrada  en  el  Atlántico  por  loable  y  patriótico  acuerdo 
de  la  Asamblea  provincial  de  Panamá.  De  este  modo  esta- 
rán presentados  á  la  perenne  admiración  de  la  humanidad 
que  trafique  por  aquella  ruta  artificial  los  nombres  de  esos 
dos  descubridores,  prez  de  la  raza  latina,  cuya  precursora 
labor  de  complementación  geográfica  culmina,  al  cabo  de 
siglos,  por  la  inteligencia  y  el  esfuerzo  humanos,  que  con- 
vierten en  realidad  la  alucinación  del  que  buscó,  afanoso, 
á  la  altura  del  Istmo,  el  anhelado  paso  que  lo  llevara  á  las 
fabulosas  regiones  del  extremo  asiático,  y  la  idea  que  brotó 
inmediata  de  la  huella  que  dejara  el  otro  en  el  suelo  acci- 
dentado de  nuestras  comarcas  selváticas. 

Por  esos  continuados  actos  se  ha  sobrepuesto  á  la  in- 
diferencia y  al  olvido  la  memoria  del  descubridor  del 
Grande  Océano,  como  una   excitación  constante  á  otros 


—  22  - 

homenajes  más  dignos  de  sus  méritos  y  armónicos  con  el 
espíritu  de  los  pueblos  agradecidos,  que  modelan  y  per- 
petúan en  el  bronce  la  imagen  corpórea  y  los  hechos  sa- 
lientes de  aquellos  que,  como  Balboa,  rebasando  el  nivel 
común,  pasaron  á  la  posteridad  con  la  aureola  de  los  már- 
tires y  los  atavíos  de  los  héroes. 

Fiel  á  este  concepto  ha  querido  Panamá  tomar  en  las 
solemnidades  del  cuarto  Centenario  del  descubrimiento 
del  Mar  del  Sur  la  parte  que  le  corresponde,  concertándose 
con  la  madre  Patria  y  con  su  progenie  en  la  constelación 
política  de  Hispano -América  en  el  proyecto  de  erigir,  por 
el  concurso  común  y  como  un  símbolo  de  solidaridad  de  la 
raza,  una  estatua  colosal  que  reproduzca  y  recuerde  á  las 
generaciones  venideras  la  arrogante  apostura  y  la  heroica 
expresión  del  conquistador  español,  actor  principal  en  el 
memorable  acontecimiento  que,  destruyendo  los  errores 
geográficos  predominantes  y  marcando  nuevos  rumbos  al 
progreso,  depositó  en  la  mente  de  los  contemporáneos, 
como  una  simiente  de  gestación  laboriosa,  la  idea  de  la 
unión  de  dos  Océanos  á  través  del  territorio  panameño ; 
primitiva  concepción  del  alma  hispana,  convertida,  al 
cabo,  en  asombrosa  realidad  por  la  incontrastable  energía 
del  pueblo  norteamericano. 

A  la  entrada  Sur  de  esa  obra  colosal,  cuya  próxima 
inauguración  se  anuncia,  la  estatua  de  Vasco  Nuñez,  va 
ciada  en  el  duro  bronce,  en  pedestal  digno  de  su  fama, 
sobre  la  roca  viva,  rodeada  y  batida  por  las  aguas  del  mar 
que  descubrió,  recibirá  eternamente  el  homenaje  de  todas 
las  banderas,  con  legítimo  orgullo  para  su  Patria,  la  noble 
nación  española  que  llevó  á  la  América,  con  el  lábaro  y  la 
espada,  su  habla  de  armoniosos  acentos,  lecciones  y  ejem- 
plos de  hidalguía  y  de  heroísmo,  y  las  chispas  generadoras 
de  las  conquistas  en  el  campo  del  derecho  y  del  saber 
humanos. 


23  - 


VI 


Discapso  del  limo.  Sp.   D.  Adolfo  de  Motta 

Tirepresidente  de  la  Keal  Sociedad  Geográflca 

y  leetafa  de  la  eafta  del  E^^emo.  St».  D.  jVIaPcelo 
de  flzcáffaga 

Presidente  de  la  Sociedad. 

ExcMO.  Sr.  : 
Señoras  y  Señores : 

Nuestro  digno  y  querido  Presidente  el  Capitán  General 
I).  Marcelo  de  Azcárraga,  lamentando  profundamente  no 
poder  asistir  hoy  á  esta  solemne  sesión,  me  ha  dirigido 
la  notable  carta  que  voy  á  tener  el  gusto  de  leer  y  que 
dice  asi : 

Godella  (Valencia)  23  de  Septiembre  de  1913. 

Excmo.  Sr.  Vicepresidente  de  la  Real  Sociedad  Geo- 
gráfica. 

Mi  distinguido  amigo :  Ineludibles  atenciones  de  fami- 
lia me  privan  del  honor  y  la  satisfacción  de  presidir  el  acto 
con  que  nuestra  Sociedad  conmemora  uno  de  los  hechos 
más  culminantes  de  aquella  gloriosa  é  incomparable  epo- 
peya que  para  el  descubrimiento  y  conquista  de  América 
realizaron  nuestros  ascendientes,  y  no  pudiendo,  con  harto 
sentimiento  mío,  asistir  á  tan  solemne  fiesta,  á  V.  me  di- 
rijo para  rogarle  se  me  tenga  en  ella  como  presente  y  que 
haga  saber,  tanto  á  nuestros  compañeros  de  Sociedad, 
como  á  las  ilustres  personas  que  con  su  presencia  en  nues- 
tra Casa  nos  honran,  mi  contrariedad  por  no  poder  estar 
entre  ellos  y  mi  adhesión  á  cuantos  elogios  se  dediquen  á 
aquel  ilustre  caudillo  al  cual  el  mundo  entero,  pero  en 
especial  españoles  y  americanos,  estamos  obligados  á  ren- 
dirle el  tributo  de  nuestra  admiración  y  de  nuestro  agrá 
decimiento. 


—  24  — 

No  es  la  figura  del  Adelantado  Vasco  Núñez  de  Balboa 
de  las  que  el  tiempo  empequeñece  y  borra,  antes  al  contra- 
rio, á  través  de  los  siglos  adquiere  más  vigor  y  á  medida 
que  la  Historia  penetra  en  los  detalles  de  su  vida  y  de 
sus  liéclios  mayor  asombro  causan  éstos,  sobre  todo  cuando 
se  medita  sobre  la  enorme  desi)roporción  que  existe  entre 
la  magnitud  de  la  obra  por  él  realizada  y  la  insignifican- 
cia de  los  medios  que  para  llevarla  á  cabo  y  vencer  las  di- 
ficultades de  que  estaba  erizada  pudo  disponer. 

El  hablar  de  la  trascendencia  de  aquel  descubrimiento 
y  de  lo  que  en  el  progreso  y  civilización  de  la  humanidad 
ha  influido,  no  es  tarea  proporcionada  á  mis  fuerzas  ni 
lugar  adecuado  esta  carüi,  i)ero  si  me  permitiré  señalar 
la  feliz  coincidencia  de  que  al  cabo  de  cuatro  siglos,  en 
que  la  obra  de  Balboa  no  ha  dejado  de  dar  sus  frutos, 
venga  á  completar  aquélla  en  la  época  en  que  su  cuarto 
Centenario  se  celebra,  la  unión  material  de  los  dos  mares 
cuyo  primer  lazo,  que  bien  podemos  llamar  de  unión  mo- 
ral, fué  la  expedición  que  empezada  á  las  orillas  del  At- 
lántico terminó  nuestro  inmortal  Adelantado,  entrando 
armado  de  todas  armas  en  las  aguas  del  Pacífico. 

Al  dirigir  mi  saludo  á  todos  los  presentes  en  esa  solem- 
nidad, no  puedo  menos  de  hacerlo  en  especial  á  los  dignos 
representantes  de  las  Repúblicas  hispanoamericanas  que 
á  nosotros  se  unen  como  en  fiesta  de  familia  para  rendir 
Jiomenaje  al  genio  que  como  gloria  propia  debemos  mirar 
todos,  pues  si  hoy  somos  ciudadanos  de  distintas  naciones 
todos  igualmente  descendemos  de  los  que  con  él  tantas 
proezas  realizaron. 

Y  para  terminar,  permitidme  que  una  al  vuestro  mi 
modesto  aplauso  á  la  feliz  iniciativa  de  la  República  de 
Panamá  (tan  brillantemente  expuesta  en  la  carta  de  su 
digno  Presidente  á  S.  M.  Don  Alfonso  XIll)  de  erigir  un 
monumento  á  Balboa  en  la  entrada  del  nrevo  canal,  idea 
á  la  que  todos  debemos  coadyuvar  hasta  verla  realizada 
y  que  tan  cordial  acogida  ha  merecido  de  nuestro  egregio 
Monarca,  que  tanto  entusiasmo  muestra  por  todo  lo  que 


—  25  — 


sea  enaltecer  la  memoria  de  aquellos  varones  que  como 
eminentes  nos  señala  la  Historia,  y  que  en  particular,  y  en 
lo  que  á  este  Centenario  se  reñere,  todos  sabemos  cuánto 
interés  ha  demostrado  y  cuánto  nos  ha  favorecido  con  su 
augusta  protección  para  que  dignamente  pudiera  cele- 
brarse. 

Muy  agradecido  á  V.,  por  ser  fiel  intérprete  de  mis 
sentimientos  en  tan  memorable  ocasión,  me  reitero  suyo 
muy  afectísimo  seguro  servidor  y  amigo,  q.  s.  m.  b., 

Marcelo  de  Azcáfi^aga. 


Después  de  esta  carta  y  de  las  doctas  y  briUantes  di- 
sertaciones que  acabamos  de  oir,  y  que  todos  hemos  aco- 
gido con  los  entusiásticos  aplausos  que  merecen,  nada 
nuevo  podría  yo  añadir  que  tuviera  interés  y  lograse 
vuestra  atención. 

Habré,  pues,  de  limitarme  á  decir  cuatro  palabras  en 
nombre  de  la  Keal  Sociedad  Geográfica  para  significar 
nuestra  intensa  gratitud  al  Excmo.  Sr.  Ministro  de  Ins- 
trucción Pública  por  la  bondad  que  ha  tenido  de  venir 
hoy  á  presidirnos  en  representación  del  Gobierno,  y  aun 
me  atrevo  á  asegurar  que  en  la  de  S.  M.  el  Rey,  porque 
tengo  la  convicción  de  que  si  nuestro  joven  é  ilustrado 
Monarca  no  hubiera  estado  ausente  de  Madrid  no  habría 
dejado  de  asistir  hoy  á  esta  sesión  dispensándonos  el  alto 
honor  de  presidirla. 

Me  complazco  en  dirigir  un  afectuosísimo  saludo  á  los 
dignos  Representantes  diplomáticos  de  las  Repúblicas  ame- 
ricanas que  nos  han  honrado  con  su  asistencia,  y  muy  es- 
pecialmente al  Sr.  Sosa,  Encargado  de  Negocios  de  la  de 
Panamá,  que  no  se  ha  limitado  á  hacer  acto  de  presencia 
sino  que  ha  querido  tomar  parte  en  la  sesión  leyendo  un 
interesantísimo  discurso,  oído  con  atención  y  aplaudido 
con  toda  justicia. 

También  debo  dar  las  gracias  y  felicitar  efusivamente 
á  los  señores  que  acaban  de  proporcionarnos  un  rato  agrá- 


—  2H  — 

dabilísimo  leyendo  ó  pronunciando  sus  doctos  é  intere- 
santes discursos. 

Por  último,  he  de  dar  igualmente  las  gracias  al  selecto 
público  que  nos  lia  honrado  con  su  asistencia,  y  muy  par- 
ticularmente á  las  bellas  y  distinguidas  damas  que,  re- 
nunciando hoy  á  sus  paseos,  á  sus  visitas  ó  á  sus  teatros, 
han  concurrido  á  este  salón  contribuyendo  con  su  presencia 
al  mayor  brillo  de  esta  solemne  sesión. 


Vil 

Diseupso  del  H^^emo.  Sp.  D.  Joaquín  í^uiz  Jiménez 

Ministro  de  lustrucciáu  Pública  y  Bollas  Artes. 

En  elocuente  discurso  resumió  el  Sr.  Ministro  los  he- 
chos culminantes  del  glorioso  acontecimiento  que  ahora  se 
conmemoraba. 

Declaró  ante  todo  que  si  S.  M.  el  Rey  hubiera  estado 
en  Madrid  habríase  asociado  á  este  acto,  como  á  toda  obra 
nacional.  Honrándose,  por  su  parte,  con  la  presidencia, 
dijo  que  se  sentía  dichoso  porque  podía  rendir  tributo  de 
admiración  á  los  españoles  del  siglo  xvi,  raza  de  Quijotes, 
que  supieron  realizar  actos  dignos  de  la  epopej'a.  Al  es- 
tudiar nuestra  Historia  no  podía  menos  que  seguir  con 
interés  acentuado  el  relato  de  las  hazañas  de  aquella  ca- 
ballería andante  que  salía  de  España  en  busca  de  ignotos 
lugares  en  que  izar  el  pendón  de  Castilla,  y  admiró  siem- 
pre á  aquel  gran  Vasco  Núñez  de  Balboa,  que  desde  Santa 
María  la  Antigua  fué  con  un  puñado  de  hombres  á  em- 
prender hazañas  en  lugares  desconocidos,  hazañas  que 
no  son  concebibles  sino  por  el  amor  á  Dios.  Una  de  esas 
fué  la  de  atravesar  inmensos  territorios,  arrostrar  la  du- 
reza de  climas  hostiles  y  llegar  al  borde  del  mar  Pacífico 
para  tirar  de  la  espada  y  tomar  de  él  posesión  en  nombre  de 
España. 

¡Qué  recuerdo  lan  grato!  ¡Qué  maravilla!  ¡Qué  des- 


—  27  — 

consuelo  si  España  no  demostrara  á  aquellos  hombres  su 
gratitud ! 

La  idea  misma  de  romper  el  istmo  surgió  entre  espa- 
ñoles, muy  pocos  años  después  del  descubrimiento  de 
Balboa. 

Estas  grandes  empresas,  estas  prodigiosas  obras  no 
acaban  con  el  tiempo.  Su  espíritu  es  el  hilo  misterioso 
que  une  á  las  generaciones.  Cuando  Vasco  Núñez  de  Bal- 
boa sale  llevando  sobre  sus  hombros,  como  Cristo  la  cruz, 
la  enorme  responsabilidad  de  la  vida  de  algunos  de  sus 
semejantes  j  del  prestigio  de  su  patria,  no  podía  esperar 
que  al  abrirse  ahora  el  istmo  fructificaran  sus  iniciativas 
y  sus  aspiraciones. 

Dedicó  el  Sr.  Ruiz  Jiménez  frases  de  cariñoso  afecto  al 
pueblo  de  Panamá,  al  que  España  quiere  con  el  amor  de 
madre. 

Finalmente,  en  nombre  del  Gobierno  ofreció  ayuda  y 
concurso  para  todas  las  empresas  de  aproximación  hispano- 
americana, y  para  demostrar  que  estas  empresas  cuentan  con 
el  asentimiento  popular,  recordó  que  la  sola  presencia  en 
la  sesión  del  Representante  de  Panamá  había  provocado 
salvas  de  aplausos. 


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